martes, 10 de marzo de 2009

EL ANIMA DE SAYULA Y LAS ANIMAS CULTURALES DE JEREZ


Unas personas me han preguntado el porqué era tan famosa el Anima de Sayula, que les contara su historia, y buscando buscando, les comparto lo que encontré. Aclaro que solo pongo varios de los versos, porque en un periódico tan familiar como este que hasta los pericos leen, sería acremente censurado por las pías damas de la vela perpetua (creo ya ni hay, ya se la acabaron) o los caballeros de Colón, o los cronistas del club de los pájaros caidos o los ultraderechistas yunques. Y ahí les va:
A fines del siglo XIX estuvo en Sayula, (un hermoso pueblo del sur de Jalisco) don Teófilo Pedroza, quien era una persona muy hábil para componer “calaveras” picarescas y bien rimadas, con cuartetas de versos octosílabos. Ahí comenzo a escribir en verso una broma que ingeniosamente le habían jugado a un tal Apolonio Aguilar, un boticario, un abogado y un peluquero.
Blas Mejía era el boticario, el abogado Joaquín Camperos y el peluquero José Arreola. La broma consistió en convencer a Apolonio, un vendedor de ropa (trapero) de que en el Panteón de la Soledad al sonar las doce campanadas de la media noche, salía a rondar un ánima en pena que ofrecía un tesoro al valiente con quien pudiera entenderse. Lo que omitieron los bromistas es que el aparecido era mayatón y solicitaría a Apolonio ciertos “favorcillos” a cambio de unas “talegas”. Fue tal el enojo de Apolonio que a cuchilladas quiso acabar con el fantasma representado por su compadre el peluquero José.
Teófilo Pedroza terminó sus versos en Zamora, Michoacán, y en una ocasión que necesitaba dinero con premura, le pidió a su amigo Bernardo Anaya, dueño de una imprenta, reproducir los cuartetos en un pequeño cuaderno con un dibujo en el que aparecía un fantasma en el panteón llevando dos bolsas de dinero.
Pedroza, Anaya y los ayudantes de ellos, un domingo se pusieron en el atrio de la Catedral, a la salida de la misa mayor, pregonando sus revistas: “¡La novena del siglo veinte! ¡Conozca el ánima de Sayula!”. Los feligreses no conocían el Anima de Sayula, así que por millares esos cuadernillos fueron vendidos y circularon por todo el sur de Jalisco y Michoacán, en los que los sayulenses de aquella época se sintieron por bastante tiempo gravemente ofendidos y hasta omitían luego decir de donde eran originarios por temor al escarnio. Pero con el paso del tiempo tales versos se han convertido en un icono de aquella región: el Anima de Sayula se reproduce en tazas, platos, servilleteros, llaveros, camisetas, dulces y hasta los negocios de la localidad han adoptado el nombre de los versos: Posada “El Rincón del Anima”, Restaurant “El caserón ruinoso”, Cantina “El Perico Zúrrez”, Collares y pendientes “Las Talegas de oro”, Merendero “Las puertas del fogón”, Florería “El Mirasol”, etc. Y las reediciones que se hacen de ellos, desde los modestos ejemplares a precios accesibles hasta las ediciones de lujo impresas en papeles ejemplares y bellamente ilustradas que ha hecho el gobierno jalisciense.
Nadie sabe cuantos fueron los versos originales, pues al parecer no existe ya ningún cuadernillo de los primeros vendidos por Teófilo Pedroza.
La historia comienza describiendo el hogar de Apolonio, sus pocos muebles, que no hay nada para comer y, agobiado por la pobreza, tiene una idea y se la cuenta a su mujer:
“…Tú sabes que en esta tierra
entre la gente de seso
se cuenta cierto suceso
que ha causado sensación.
Se dice, pues, que de noche
al sonar las doce en punto
sale a penar un difunto
por las puertas del panteón.
Que las gentes que lo ven
huyen a carrera abierta
y todos cierran la puerta
encomendándose a Dios.
Que por fin un desalmado
se encaró ya con el muerto;
mas de terror quedó yerto,
patitieso y sin hablar
Esto lo aseguran todos
y mi compadre José
me ha jurado por su fe
que también al muerto vió…”
Así, aunque su esposa le rogó que no fuera a buscar el tesoro, Apolonio “…pálido como un difunto, / salió de su casa al punto, / camino para el panteón”. “… Mas a medida que avanza / su valor se deblita / y es dueño de honda cuita / su angustiado corazón”.
Los versos siguen contando como pasa el tiempo hasta que… “Las puertas de aquel panteón / se abren de par en par. / Cruza el dintel el fantasma / mudo rígido y sombrío / como el sepulcro frío / y horrible aborto de horror. / Lleva cubierta la faz / con negro y tupido velo / y arrastrando por el suelo / lleva también el sudario…”
El trapero Aguilar, haciendo un supremo esfuerzo y con voz despavorida le pregunta: “…De parte de Dios te pido, /me digas cómo te llamas, / si penas entre las llamas / o vives aquí entre nos. / ¿Qué buscas por estos sitios / donde a los vivos espantas? / Si tienes talegas ¿Cuántas / me podrías proporcionar?...”
El fantasma le contesta muy en secreto en las siguientes cuatro cuartetos, pidiéndole que le preste una partecilla de su cuerpo “tras del que ando tiempo ha”. Por supuesto que el trapero se enojó y aventando al suelo el sombrero, exclamó:
"Por vida del Rey Clarión
y de la madre de Gestas
¿qué chingaderas son estas,
que me suceden a mi?
Yo no se lo que me pasa.
pues ignoro con quien hablo,
este cabrón es el diablo
o mi compadre José.
Buena fortuna me hallé
en esta tierra de brutos,
donde los muertos son putos
¿que garantías tengo yo?...”.
Y sigue disertando su mala fortuna… hasta que se devolvió al pueblo… y en sus calles se perdió..
“…Y es fama que cuando oye
que hablan del aparecido
receloso y confundido
se pone una mano atrás…”
Los versos terminan con una MORALEJA, muy aplicable en estos tiempos de crisis:
“…Escucha, lector:
si por alguna vez
te vieres como Apolonio
en crítica situación.
Si tropiezas acaso
con alguna ánima en pena,
aunque te diga que es buena
no te confíes jamás.
Y por vía de precaución
llévate como cristiano
la cruz bendita en la mano
y en el trasero un tapón…”.
Claro está que estos son los versos “más decentes” de los cuarenta y muchos cuartetos de que se supone consta la totalidad de la historia.
Así que, no se les vaya ocurrir ir al Panteón de Dolores, de la Soledad o El Calvario a buscar talegas de oro... porque se podrían encontrar con algún émulo del peluquero José haciéndola de fantasma.

Esto es parte de la picaresca, de la sátira, del albur, del ingenio mexicano que ha trascendido a través del tiempo. En Jerez hay un amplio repertorio anecdótico, en el que encontramos muchos versos que retratan diversos acontecimientos de la vida de la región, por desgracia se están perdiendo ya que no hay interés alguno por la recuperación de las tradiciones jerezanas. La cultura popular no consiste en acudir a alguna colonia o ranchería representativa y presentar una exposición fotográfica, dos o tres bailables y hablar maravillas de la administración. Yo creo que va mucho más alla de eso, no solo quedar bien con la autoridad en turno. El rescate de la cultura popular no es de un ratito, ya que hay que hacer trabajo de campo extenso. Tener la paciencia de recopilar todo lo que la tradición oral pueda legar. Leyendas, relatos, versos, canciones, historias, recetas, anécdotas, etc. También el rescatar la memoria fotográfica, haciendo un acervo fotográfico plenamente documentado y con los personajes que salgan en las gráficas bien identificados. Convencer a los depositarios de los libros familiares en los que se cuentan vidas, genealogías e historias de tiempos idos para que faciliten tales libros y copiarlos. El buscar antiguas partituras de canciones y bailes, interpretarlas y darlas a conocer. Eso sí considero que sea un verdadero rescate de la cultura popular en el municipio. Pero como es una labior tediosa, que lleva tiempo, y se necesita mucho dinero para realizarla, téngalo por seguro que las instancias a las que corresponde no lo harán nunca, quedando esa labor en manos (como siempre) de los ninguneados investigadores históricos que con sus pocos o nulos recursos le han sabido poner “sabor al caldo”.
EL PROFR. MIGUEL JUAREZ AVILA me ha hecho algunas apreciaciones acerca del lugar de nacimiento de un presidente municipal del que hice referencia en una columna anterior. He comprobado que es cierto lo que me dice, rectifiqué mi base de datos, y en alguna futura colaboración daré a conocer todo ello. Gracias por leerme.
Todas mis columnas están en internet en: www.miguelberumen.blogspot.com

HAY DE AMIGOS A AMIGOS...


El viernes de la semana anterior, falleció don Juanito de Santiago, persona cuyo nombre y acciones han quedado registradas en las principales páginas de la historia jerezana.

Cuando don Juan fue Oficial del Registro Civil yo me acerqué a él, pues me decían que me podría ayudar con muchos datos que necesitaba recopilar. Efectivamente, don Juanito me abrió las puertas del archivo del Registro Civil, y tuve la oportunidad de revisar minuciosamente los libros de fines del siglo XIX y principios del XX, que bastante me ayudaron para mis apreciaciones históricas.

A partir de ahí, nació una amistad desinteresada y de muchos años, y aunque me gustaban los relatos de don Juan, yo sabía que no tenían fundamento histórico alguno, por lo que seguí mis trabajos de investigación sin menospreciar lo que me contaba don Juan.

Cuando fue candidato a la presidencia municipal, me alejé de su entorno, porque entonces surgieron muchos, pero muchos “amigos” que no lo dejaban ni de noche, mismos “amigos” que en poco más de un año lo traicionarían de la manera mas vil.

En varias ocasiones me invitó a conocer su archivo “un desorden organizado”: montones de papeles, libros a medio leer, carpetas, fotos, documentos... y creo que me quedé impresionado, porque mi archivo particular tiene las mismas características y ¡ay de aquella persona que se atreva a moverme siquiera una hoja de papel!.

La última vez que platiqué con don Juan (hace poco tiempo) me decía: “Miguel, a ver cuando nos vamos como antes por ahí a la sierra de los cardos y nos llevamos una botellita de un buen licorcillo para tomárnosla allá sin que nadie nos moleste”. Claro está que nunca antes habíamos ido tal lejos a tomar licor. Muchas veces, cuando terminaba su labor nos íbamos a “El Maguey” donde tenían varias botellas antiguas de tequila, bien reposado y añejo, mismo que don Juan disfrutaba con delectación, a sabiendas que era malo para su corazón, “pero bueno para el espíritu”.

Por desgracia, el tiempo le ganó, y sufrió la pérdida paulatina de la memoria. A pesar de ello, su esposa, doña Elisa Sánchez, de manera paciente y bondadosa, siempre estuvo pendiente de él, cuidando que vistiera con porte, con la elegancia que lo caracterizó. En esos aciagos días hubo muchas ingratitudes de personas que quisieron abusar del estado mental de don Juanito, pero gracias a la suspicacia de su doña Elisa, no pudieron concretar sus aviezos fines.

Ahora, don Juan de Santiago reposa para la eternidad, y sus restos están en el Panteón de Dolores, reunido con sus familiares que le antecedieron. Sorpresa en lo particular me ha causado que ante la noticia de su deceso, surgieron de la nada “amigos” de nuestro personaje, amigos que realmente nunca lo fueron... pero que han aprovechado el momento para colgarse de la fama ajena. Mis respetos y mis mejores deseos para la familia de don Juanito.

He preguntado a algunos de los que ahora dicen que lo conocieron, sobre cual era la poesía de López Velarde que más le gustaba a don Juan, y ninguno me supo responder. “Es que le gustaba toda la obra del poeta jerezano sin distinción alguna”. Y no, don Juanito tenía muy especial predilección por la que se titula “HORMIGAS”, que cada que había oportunidad declamaba, decía o intercalaba en sus amenas pláticas, y para que la conozcan, van dos o tres párrafos:

A la cálida vida que transcurre canora

con garbo de mujer sin letras ni antifaces,

a la invicta belleza que salva y que enamora,

responde, en la embriaguez de la encantada hora,

un encono de hormigas en mis venas voraces...


...Mas luego mis hormigas me negarán su abrazo

y han de huir de mis pobres y trabajados dedos

cual se olvida en la arena un gélido bagazo;

y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,

tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,

tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo

como réproba llama saliéndose de un horno,

en una turbia fecha de cierzo gemebundo

en que ronde la luna porque robarte quiera,

ha de oler a sudario y a hierba machacada,

a droga y a responso, a pabilo y a cera....


...Antes de que tus labios mueran, para mi luto,

dámelos en el crítico umbral del cementerio

como perfume y pan y tósigo y cauterio...

EL TEATRO HINOJOSA NO SE PARECE AL FORD DE WASHINGTON

Y bueno, ya están terminando los cursos del Departamento de Turismo, y algunas de las personas que ahí van se han acercado conmigo para manifestarme inquietudes, exponerme dudas, y aunque no me toca a mí darles respuesta, ya que para eso hay la instancia adecuada, solo quiero hacer una aclaración sobre un mito surgido hace ya como cuarenta años, en el que se dice que el Teatro Hinojosa se hizo tomando como modelo el Teatro Ford de Washington, donde muriera Abraham Lincoln. No se a quien se le ocurrió eso, porque cualquiera puede consultar en Internet y ver que ese teatro es mucho muy diferente al jerezano teatro. El teatro Hinojosa se construyó por etapas, utilizando diversos materiales, piedra, cantera, adobe, ladrillo, piedras de molino, etc. y es en forma de “U”. El Teatro Ford tiene la característica forma de herradura de los grandes teatros y está hecho básicamente de cantera y madera. Se ha conservado así como monumento nacional desde la muerte de Lincoln. Los jerezanos de fines del siglo XIX, tenían más bien la influencia de la cultura francesa que predominó durante el porfirismo y no creo les interesara hacer un teatro al estilo americano. Por cierto, todavía por 1908 el teatro se seguía construyendo, y también es falso que Angela Peralta “El Ruiseñor Mexicano” alguna vez estuvo en su foro cantando. La compañía de la diva era de 80 artistas, en su mayoría italianos. Así que en un pequeño foro aún en construcción, no podría ser recibida. En la gira que hizo por el norte del país en 1882, no se menciona para nada Jerez. Ella murió el 30 de agosto de 1883 en Mazatlán, Sinaloa, donde perecieron 74 miembros de su compañía, de “níquel” (fiebre amarilla).

Miguel Inclán y Rosendo Navarro son los nombres de los empresarios (y artistas) que de 1880 a 1900 trajeron contínuamente diversas obras dramáticas y de bell canto al Hinojosa de Jerez, como se puede apreciar en unos bellos carteles impresos en papel afiche, en tinta negra y cubiertos con polvo de oro que circulaban entre la sociedad jerezana de aquellos años.