Hace
tiempo, cuando escribí sobre la pachanga que “Zeferino el leproso” hacía los
sábados de gloria en su tienda de abarrotes “El Ciprés”, en que ponía en las
afueras de su establecimiento una “castaña” de sotol y otra de mezcal, para que
quien quisiera se sirviera en un jarro colocado ahí ex profeso, pa’ pronto me
salió un sabihondo cronista afirmando que estaba mal, que no sería “castaña”
sino “castellana” Admirándome de su sapiencia y de su manifestación espontánea
de cultura general, le hice ver que una “castaña” es un barril hecho de palo
colorado, castaño, roble, acacia, mora, cereza, etc. El se refería a las
botellas alargaditas de tequila conocidas como “castellanas”, que muchas se ha
de haber tomado…
Pues
bien, hurgando en los archivos familiares me encuentro una historia en la que
un antecesor mío es el protagonista, así como una castaña, que no es un barril…
LA VILLA
MEDIEVAL DE BERUM
El
apellido Berumen es muy antiguo, y viene desde las muy lejanas tierras de los
países bajos: en un punto del pasaje Reiderlan existió un asentamiento medieval
llamado “Berum”, que sucumbió por las olas del río Eems, que formaba la
frontera entre Frisia oriental (Alemania) y la provincia de Groningen (Países
Bajos). Historiadores holandeses (Stratingh y Venema) dicen que Berum era un
pueblo grande y rico con una iglesia con torre muy alta. Los tratados de 1391 y
1420 lo mencionan como cabecera de campo. Todavía en manuscritos de fines del
siglo XV se sigue mencionando en una lista de parroquias de Münster. Esta villa
fue abandonada definitivamente cuando el agua les llegó a la cintura con las
inundaciones del Eems en 1542.
Burg Berumen en la Baja Sajonia, habitado por reyes. |
Entonces,
quienes habitaban en este lugar, fueron emigrando, unos hacia la provincia de
Groningen, en Holanda, donde en una colina artificial fundaron la villa de
“Bierum” Estas colinas artificiales conocidas como “terp” se crearon para
proporcionar terrenos seguros durante las mareas altas y son muy
características de las zonas costeras de los países bajos. Bierum pertenece al
municipio de Delfzjil, en el norte de Holanda, cercano al mar de Wadden. El
pueblo aún existe y tendrá unos 800 habitantes.
Otros,
se fueron hacia la Baja Sajonia, donde fundaron un pueblo y reconstruyeron un
antiguo castillo, el que se conoce actualmente como “Burg Berum” (Castillo
Berumen). A su alrededor existe la villa de Berum.
Los
“Van Berum” (de Berumen) holandeses, también hicieron su castillo (Luinga
Berum) donde habitaron míticos personajes como Remmert van Berum, enterrado en
la iglesia principal de Bierum en 1554.
Castillo Luinga de Berum en Holanda |
Encontramos
entre los múltiples antecesores holandeses a Onno Kleitt Van Berum (Anacleto de
Berumen), casado con Teteke Jarges, que tuvieron como hijo a Bernhard van
Berumen (Bernardo de Berumen). Está Reemert van Berum (Lamberto de Berumen) casado con Jeije
Tedema. Encontramos luego a Francisco de Berumen, ya nacido en Sevilla en 1583,
quien dice ser hijo de Lamberto Berumen y Margarita de los Abregos.
Francisco
Berum, Beruben o Berumen pide permiso en la casa de contratación de Sevilla
para venirse a la Nueva España en junio de 1603. Hay un vacío en la historia de
este personaje, de quienes algunos afirman que desembarcado en Veracruz, de
inmediato se estableció en Toluca en donde tuvo una gran familia (no tengo
datos fidedignos de esto). En 1658 se casa con Juana de Vera en Tlaltenango,
Zac. (ya tenía 75 años) y muere el 7 de mayo de 1670. Viejito, viejito pero
todavía alcanzó a bautizar a varios de sus hijos con Juana de Vera: Josefa,
Bernardo, Lamberto y Manuel.
Bernardo
Berumen contrae matrimonio con Ana Carrillo y en 1711 su hogar se alegra con la
llegada de uno de sus hijos, al que bautizaron como “Antonio”. Antonio se casó
con la jerezana Francisca del Castillo y entre sus hijos tuvieron a Miguel
Berumen y Castillo, nacido alrededor de 1750. Desde su llegada a México, los
Berumen se distinguieron en el ramo del comercio y de la agricultura. Pero eso
no se le dio a este Miguel Berumen, quien se convirtió en un auténtico
perdulario.
LA BANDA DE
MIGUEL BERUMEN
En
los albores del siglo XIX, la familia Berumen, tenía muchas propiedades en la
pequeña Villa de Xerez de la Frontera. Entre las fincas que ostentaba como
suyas, estaba la mitad de la cuadra de la “primera calle de los de Guanajuato”.
(O sea, donde ahora está el Carta Blanca hasta la esquina de las llaves de
Villarreal). En la esquina que daba con la plaza de armas, erigieron un gran
mesón, que por su ubicación era lugar obligado de descanso de todos los
arrieros que llegaban a la villa. La finca se conocería después como “Mesón de
la Soledad”.
En
el centro de la calle, (más o menos donde ahora está el restaurant “Juana
Gallo”) vivía Miguel Berumen. Era una casa antigua, de muchas y sombrías
habitaciones que comunicaba por medio de un largo callejón con los corrales del
mesón. Mi antepasado tenía a su servicio a 5 gañanes que supuestamente eran
mozos de servicio del mesón y lo tenían siempre bien informado sobre todo lo
que transportaban los arrieros, así que con esa información de primera mano,
había formado una banda de asaltantes de caminos cuyas guaridas principales
estaban en las inmediaciones del rancho de Lo de Luna, en las estribaciones de
los llanos de La Ordeña y en unas frondosas mezquiteras al sur de la Ermita de
Guadalupe. Golpe que daban, golpe que les resultaba fructífero por el
conocimiento que tenían sobre las conductas que iban o venían de la Villa de
Xerez. No despreciaban nada. En ocasiones llegaron a adueñarse de mulas,
caballos y burros, mismos que llevaban a la costa de Nayarit y los vendían por
allá. Géneros y ropa los vendían audazmente a Fresnillo y Sombrerete. Sabían de
las acciones que la autoridad hacía para tratar de capturarlos y entonces
ocultaban sus actividades por un tiempo. El escaparate perfecto era el rubro de
comercio en que se ocultaba este antecesor mío. Nadie podía dudar de la
procedencia de la mercancía ofrecida, ni de la honorabilidad de Miguel Berumen
y Castillo
En
una de las habitaciones de la casa de Miguel se reunían para hacer el conteo de
sus hurtos. En un rincón, estaba una castaña, revuelta con otras que sí tenían
vino, en la que se depositaban todo lo
que fuera oro, plata y joyas que tuvieran algún valor. Cuando los bandidos
insistían sobre el reparto de ese botín, invariablemente el jefe les decía
“Será cuando la castaña esté lista”.
Los
asaltos se sucedían, y la dichosa castaña “nunca estaba lista”. Los bandidos se
desesperaban, pero de alguna manera el jefe los convencía que deberían esperar.
Por
la calle cerrada de la Parroquia vivía en ese entonces, una hermosa dama, ya
treintañera, que por causa de sus celosos y bravucones hermanos no se había
casado. De grandes ojos verdes y largo pelo que brillaba con tintes cobrizos.
Integrante de una de las familias de más abolengo en la villa, era más conocida
por su apodo que por su nombre, el cual seguramente se lo impuso su padre en un
momento de embriaguez: María Emerenciana.
Emerenciana
de la Torre levantaba los suspiros de los habitantes de la villa, y también de
otras villas, pero refrenaban sabiamente sus suspiros al conocer el carácter
belicoso de los hermanos. La llamaban “la castaña” refiriéndose al color de su
pelo.
En
la primera misa de ese domingo de abril de 1803, se escuchó un cuchicheo, a “sottovoce”, que
hizo que el sacerdote amonestara por varias veces a los madrugadores asistentes, luego, en el atrio-camposanto se convirtió en
rumor; después por toda la villa en un chisme generalizado: Se habían robado a
“la castaña”. Nadie sabía cómo o a qué hora ocurrió. Lo que sí vieron era a los
hermanos de la Torre, que con machete en mano afirmaban a grandes voces que
pagaría con la muerte el que se hubiera atrevido a llevarse a su hermana.
“Se
robaron a la castaña” –fue lo que escucharon los cómplices de Miguel- y
pensando en su castaña se metieron a la casa de éste, se metieron al cuarto de
las castañas… y no encontraron a la castaña ni a su patrón.
Quedó
la duda… nunca se supo si Miguel Berumen se robó a la castaña del largo pelo,
ojos verdes y feo nombre, o se robó la castaña del dinero… o se llevó a las
dos…
En
las crónicas familiares no aparece más su nombre... aunque en Nayarit, dicen
que por 1803 llegó un Miguel Berumen acompañado de una bella mujer y fueron el
tronco de la gran familia Berumen que vive por todo ese estado.