martes, 12 de octubre de 2010

LA PRESA DE DIOS

Me dicen que vivimos en un lugar privilegiado, porque aquí en Jerez ni tiembla, ni hay inundaciones, ni pasa nada. En parte tienen razón, pues solo nos tocan las “colitas” de los huracanes y los temblores solo cuando el volcán de fuego de Colima se enardece y echa para fuera todo su coraje. Aunque, por falta de lluvias ha habido sequías muy duras.
En varios documentos encontré sobre estos fenómenos, mismos que presento en forma cronológica: el 10 de enero de 1584 los pocos vecinos de la villa de Xerez de la frontera le rezaron a cuanto santo conocían, pues la región fue sacudida por constantes temblores. San Ildelfonso y Santo Domingo recibieron cuanta jaculatoria sabían e inventaban los neo-xerezanos pero estos pensaban que una maldición pesaba sobre ellos, porque aparte de los temblores, los campos se cubrieron con una capa de fina ceniza. Fue hasta fines de ese mes que por medio de unos arrieros, los vecinos supieron que todo eso era consecuencia de la erupción del volcán de Tzapotlán (Volcán de fuego de Colima).
Y las crónicas señalan que el 6 de mayo de 1612 volvieron los temblores, acompañados de ciclones, los que terminaron hasta el 28 de agosto. Diez años después, el 13 de julio por la madrugada comienza a caer una tormenta muy extraña, con granizos “que más parecían pelotas de arcabuz”. Al siguiente año (en 1623), el 9 de junio el pleno día hubo una gran oscuridad y ceniza muy espesa. No supieron de qué volcán provino, pero lógico era suponer que del mismo volcán de fuego.
El 23 de agosto los jerezanos sacaron cuanto trapo rojo encontraron, pues un eclipse de sol causó consternación, creían que el mundo se acabaría, pero luego que el sol volviera a salir, todo fue alegría y exclamaciones milagrosas.
Los reacomodos de las placas tectónicas seguían, pero no hay mucha información al respecto, solo sabemos que en 1771 la Virgen de la Soledad es nombrada como Patrona Jurada contra los temblores de tierra. El 14 de Noviembre de 1789 causó muchísima extrañeza a los jerezanos el contemplar lo que creían fuegos de San Telmo, que era una “Aurora Boreal”.
En 1806 se registran nuevos temblores en la región, aunque no sabemos los días. En los siguientes años no encontramos referencias sobre fenómenos de este tipo, hasta el 11 de febrero de 1875, en que como a las 6 y siete de la tarde se sintió un fuerte temblor que dañó varias casas e hizo que las campanas de los templos se tocaran entre sí. El 6 de Noviembre de 1882, al pasar Venus frente al sol origina un eclipse, cosa que es vista con muchísimo temor por los cándidos jerezanos de esa época. El 13 de enero de 1913, a altas horas de la madrugada comenzó a caer una finísima ceniza. Ya por la tarde, se sabía que procedía de una erupción del volcán de Colima. Los agoreros anunciaron que se venía una época de hambre y muerte, como efectivamente comenzó a ocurrir tres meses después.
El 20 de noviembre comienza a llover. Esta lluvia termina hasta el 2 de enero de 1925, conocida como “el diluvio” acabó con muchas derruídas casas de Jerez. A las 5 y media de la mañana del día 2 de junio de 1932 un temblor hizo oscilar la tierra, cayéndose varias bardas y agrietándose viejas casas. Las campanas del reloj del santuario se tocaron ligeramente. Y –cosa irónica- en 1953 vuelve a temblar en Jerez el 2 de junio.
El 20 de mayo de 1957 se vuelve a sentir un temblor en la región, no se supo si era a causa del volcán de Colima. En los siguientes años se sentirían levemente varios temblores, incluso cuando ocurrió el destructor y fatídico terremoto del 19 de septiembre de 1985, en Jerez se sintió como un vaivén suave y mareador.
En 1972, cuando visité en Huanusco al nunca bien reconocido historiador regional, don Juan Nepomuceno Carlos, le pregunté sobre este tema, y me dijo que el estado de Zacatecas no estaba exento de temblores, y que incluso hay una presa en los límites de Jalpa con Nochistlán que tuvo su origen en movimientos sísmicos y el desgaje de un alto cerro, en la barranca del Jocoque. En una carta me envió la narración que me dijo publicaría luego en una “Historia de Jalpa”, misma que comparto:
PRESA DE DIOS
En los primeros días del mes de noviembre de 1893, se sintieron en la parte sureste del municipio de Jalpa intensos movimientos telúricos que se acompañaban de fuertes detonaciones subterráneas que mucho preocuparon a los habitantes de la región. El día 11 de noviembre a temprana hora salió del rancho “Las Pilas”, perteneciente a Jalpa, don J. Guadalupe Ortiz con rumbo a la Barranca “El Jocoque” donde tenía un pequeño “cuamil” sembrado en una de las laderas y que era propiedad de don Luís Sandoval Valenzuela. Llevaba el señor Ortiz, a un jovencito de su familia y ambos conducían ocho borricos a los que seguía un perrillo compañero inseparable del primero. Cuando ya se encontraban en el predio cultivado, comenzaron a sentir fuertes ruidos subterráneos que se acompañaban de intensas oscilaciones de la superficie que les espantó sobremanera pero cuando menos lo esperaban, de improvisto el terreno se comenzó a agrietar horriblemente hasta que una gran parte de la ladera se deslizó intempestivamente llevándose consigo el sembrado “cuamil” y con él, al infortunado Ortiz que fue sepultado vivo por el aluvión de tierra y piedras que al caer taponó la boquilla de la barranca formando de esta manera un enorme bordo natural que dio origen a lo que hoy se le llama “LA PRESA DE DIOS” de cuyas aguas represadas se aprovechan los campesinos de la región.
Milagrosamente pudo salvarse el joven compañero del desaparecido que presuroso fue al rancho de “Las Pilas” para dar el aviso de lo que ocurría y el que fue luego comunicado al entonces presidente municipal don José Llamas, de Jalpa, pronto el funcionario en cuestión se trasladó acompañado de su secretario, don Arturo Aréchiga al lugar de los sucesos donde ya se había congregado un numero regular de gente que asombrada comentaba los hechos a su manera. Al practicarse el reconocimiento por la Autoridad, se encontraron seis burros que pacían tranquilamente cerca del lugar de los sucesos mientras uno, estaba caído en una profunda grieta de la que ya no pudo ser sacado y tanto más, cuando le habían sido destrozadas las cuatro extremidades; pero por lo que al perrillo se refiere, este con sus lloros indicó el lugar donde se encontraba pero del que no podía bajar; era una peña que se detuvo en una parte de las agrietadas. Ocho días duraron aun los derrumbes de la ladera y aun se dice que por las grietas se escapaban emanaciones sulfurosas.
Tal es el origen de la llamada “PRESA DE DIOS” pero desgraciadamente, esta belleza natural es del todo desconocida y en parte se debe, a lo accidentado de la topografía del terreno en que se encuentra y al que no es tan fácil llegar por no existir un camino apropiado que facilite el pase de vehículos motorizados.

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