lunes, 10 de noviembre de 2008

LAS MONOGRAFIAS JEREZANAS



Gracias a la gentileza del Profr. José Luis Campa García tengo en mis manos varios ejemplares de unos simpáticos libritos llamados “Así es mi Tierra”, que son el reflejo de lo que algunos docentes realizan en su labor al frente de grupos de niños, con la finalidad de adentrarlos en el conocimiento del español, así como para preservar tradiciones, costumbres, anécdotas, historias, etc.
Muy loable ese esfuerzo, me parece una labor magnífica, y como soy “bien compartidor”, ahora les ofrezco párrafos de algunas de estas monografías:

De la Colonia del Valle, las niñas Mariela y Maribel Hernández, de 11 y 12 años narran la historia de LA MUJER BONITA
Dice mi papá que él tenía un amigo que vivía solo en una casa viejita, junto al arroyo de la Colonia del Valle, él trabajaba mucho, por eso regresaba tarde y bien cansado.
Un día que llegó a su casa, se acostó en la cama y entonces vio que entró una mujer muy bonita y le preguntó que si le quitaba los zapatos, él contestó que sí, entonces la mujer le quitó los zapatos y se fue, él le gritó que regresara, pero ella ya no se volvió a ver.
Al otro día que regresó de su trabajo, ya estaba la mujer ahí y le preguntó que si le quitaba los zapatos, él contestó que sí, entonces ocurrió lo mismo que el día anterior y él seguía sorprendido.
Así se fue acostumbrando a que todos los días la mujer le quitara los zapatos, pero se le hacía raro que ella siempre andaba con la misma ropa. Entonces un día, se puso los zapatos y la siguió, miró que ella no abrió la puerta, que la traspasó, se asustó mucho, pero se armó de valor, se fue siguiéndola hasta que desapareció en el lienzo charro, la buscó y la buscó, como no la encontró se regresó a su casa.
Al siguiente día estaba ahí otra vez la mujer, él dejó que le quitara los zapatos, cuando ella se fue, él se puso a escarbar en su cuarto hasta que encontró unos huesos, después los llevó al panteón y la mujer ya no regresó. Mi papá no sabe donde quedó el señor o a donde se fue a vivir, la casa la derrumbaron y construyeron otra nueva.

Y de la misma escuela “Profr. Antonio González Márquez” de la Colonia del Valle, María Soledad Pérez, de 10 años, nos invita a preparar unos DUROS DE COCHINO:
Ingredientes: El cuero pelado de un cochino.
Aceite.
Modo de preparación:
Se pela bien el cuero de un cochino y se pone a secar.
Cuando ya esté bien seco se pone a calentar el aceite y se echa el cuero al cazo.
Se dora un rato.
De vuelta se pone a secar un día.
Al otro día se calienta el aceite en el cazo y cuando el aceite esté bien caliente se le echa el cuero.
Cuando agarre un color amarillo se voltea con unos palos para no quemarse las manos con el aceite.
Se saca y ya está listo para en cuanto se enfríe comerse.

Del Tanque de San Juan, Daniel Gómez Pérez, de 10 años, nos cuenta la HISTORIA DE SU BISABUELO
Comenzaré contando la vida de mi bisabuelo Catarino Ortiz.
Él era un hombre muy trabajador, muy recio de carácter y muy enamorado, en una ocasión se robó a una muchacha a caballo, ella tenía catorce años y no lo quería, pero al final de cuentas terminó casándose con él.
En el transcurso de su vida lo apresaron por varios delitos que cometió, entre ellos haber asesinado a un hombre, lo encarcelaron en Tepechitlán y de ahí se escapó junto con otras dos personas, se vino por entre los cerros a su rancho llamado “El Cerrito”, guiado por una luz que había en la torre del Santuario, en ese rancho él vivía apartado con su familia y una vez que llegó se escondió.
En una ocasión, en el año de 1953, llegaron los soldados y sitiaron el lugar, entonces mi bisabuelo quiso huir llevándose a su familia pero no pudo pues los federales le dispararon por todo su cuerpo, le quebraron sus manos y sus pies ya que el gobierno lo quería vivo o muerto. Una vez muerto lo subieron en una tabla y lo pasaron aquí por el Tanque de San Juan, lo llevaron por un arroyo y cuenta mi abuelita que iba pintando el agua con su sangre.

Del mismo Tanque de San Juan, una niña de 9 años de edad, cuenta como hacer QUESOS FRESCOS:
Mi nombre es Lizbeth Alamillo Román, vivo en la comunidad del Tanque de San Juan y les voy a enseñar como mi mamá hace los quesos:
Primero muy tempranito ordeña las vacas.
Después cuela la leche, la pone a calentar y le agrega dos gotas de cuajo, dejándola hasta que se cuaje aproximadamente media hora.
Ya cuajada la leche, la mete en un costalito de tela y lo aprieta muy bien para que se escurra todo el suero.
Enseguida muele muy bien la cuajada, antes lo hacía en el metate pero ahora es más fácil en un molino de mano, al mismo tiempo que se muele se le agrega sal.
Por último en un aro de plástico se mete una bolita de queso para darle la forma redonda y estos son los ricos quesos que hace mi mamá.

En siguientes colaboraciones seguiré incluyendo algunos de los relatos que aparecen en esas pequeñas Monografías de las comunidades de Jerez, un trabajo muy bien logrado y que cumple con su objetivo: rescatar la cultura del municipio. Mis felicitaciones a todos los maestros que están realizando este trabajo.

A propósito de rescate cultural, veo con tristeza que muchos son los que presumen de vivir en un “Pueblo Mágico”, pero pocos son los que hacen algo por él. Y es que nadie se ha preocupado por ir con las operadoras de turismo, con Turismo del Estado o con las instancias adecuadas a pedirle que ya no desvirtúen los guías de Zacatecas la historia de Jerez. Una experiencia desagradable me ocurrió el miércoles anterior cuando al salir de mi trabajo (como a las cuatro de la tarde) me topé en el lado sur del jardín a un guía con una camiseta roja que en su espalda decía “Soy amigo del turista”. Y les daba explicaciones a un grupo como de ocho visitantes. La curiosidad me hizo acercarme, y me di cuenta que todo sigue igual: contando sus babadas acerca del Jardín y la presidencia, que absolutamente nada tienen qué ver con la historia de estos lugares. Le hablé discretamente al guía, y le dije que lo que estaba contando no era verdad, que si me permitía le podía ayudar y contar a los turistas lo que realmente es Jerez. A lo que me dijo que yo no era nadie para decirle cómo hiciera su trabajo... y tiene razón... no debemos de andar de metiches tratando de obstaculizar la labor de esos cuenta mentiras... o fantasías del Pueblo Mágico... creo que los del comité se durmieron ya en sus laureles y se les ha olvidado el aspecto histórico, legendario y de tradiciones locales... Ojalá y algún día despierten.

HISTORIA DEL EDIFICIO DE LA PRESIDENCIA MUNICIPAL

El jueves anterior me invitaron a exponer a un grupo de estudiantes y personas deseosas de conocer algo sobre la historia de Jerez, y hablé algo sobre la Presidencia Municipal, lo comparto con quienes leen esta sección: 

En torno al jardín principal varios edificios representativos de la Arquitectura Civil jerezana, con su muda presencia, rigen el diario vivir de la ciudad.

                Al lado poniente se encuentra el Palacio Municipal, construcción de dos plantas, de la cual únicamente parte del frente se conserva como originalmente fue.

                En abril de 1789, el Coronel Felipe de Cleere se hizo cargo de a intendencia de Zacatecas. Una de las primeras actividades que realizó fue la de recorrer el extenso territorio de la intendencia a su cargo, dando las disposiciones reales que procedían en las subdelegaciones y alcaldías de Zacatecas.

En su visita a Jerez, notó que no había Casas Reales y cárceles apropiadas, ni contaban con “Reglamento de propios”, por lo que propuso la construcción de una finca que reuniera las condiciones necesarias y dispuso se hiciera el reglamento referido. Para ello, repetidas reuniones efectuaron las autoridades con las personas más representativas de la Villa.

                El Capitán Comandante Pantaleón de la Torre, Alcalde ordinario más antiguo; Juan Rodríguez Sáenz, Alcalde “moderno” ordinario; Martín de Rebolleda y Andino, Justicia Mayor; Fernando Díaz de la Campa, procurador síndico; y Antonio Naredo como escribano, luego de mucho discutir presentaron el proyecto el 21 de agosto de 1791, pidiendo el apoyo económico para la construcción de tales casas.

En enero de 1802, la Junta Municipal integrada por Mariano Sánchez como Alcalde ordinario; Martín de Cariaga, Justicia Mayor; Juan José de Llanos y Valdés, Alcalde de segundo voto; Luis de la Pascua, Procurador; e Ignacio de Miranda como regidor perpetuo y Alférez, luego de una solemne ceremonia religiosa en la Parroquia, inauguran estas casas de gobierno.

Tal era el entusiasmo por el estado en que quedara la construcción, que desde 1797 había interés por “hacer portalería alrededor de la plaza”, además se envió un oficio al Intendente (Francisco Rendón) para “obligar a los dueños de las casas fabricadas con tierra blanqueen con cal  en consideración a que de este laudable proyecto resultará la hermosura de esta población y el que sus habitantes consigan alguna claridad en las noches obscuras y sin comparación más valor y subsistencia en sus fábricas…”

En los años posteriores a la inauguración de las Casas Consistoriales, la Villa de Xerez vivió años de esplendor, como si una nueva mentalidad dirigiera los destinos de los otrora abúlicos habitantes de la región. Existía un afán de entusiasta renovación. Importantes fueron las obras de arquitectura religiosa y civil que a principios del siglo XIX se realizaron.

El 23 de julio de 1821 se realiza en Jerez el Juramento de adhesión al Plan de Iguala y con tal motivo se hicieron corridas de toros frente a las casas consistoriales, a la que se llamó “Fiesta de la Paz” donde se concedió el indulto como gracia especial a quienes habían luchado contra la independencia.

Don Juan Francisco Undiano, ultimo alcalde del régimen  colonial entregó la administración a don Ignacio Dávila Escobedo, quien sería el primer Presidente Constitucional del H. Ayuntamiento. Luciano Chávez fungía como su secretario.

En los siguientes años recibieron la alcaldía Francisco de Miranda (1826), Martín de Careaga (1827), Francisco Javier de Mier y Therán (1828), Pedro José Zesati del Castelu (1832 y 1836), Luis del Río (1834).

El 29 de abril  de 1837 entraron a la ciudad 200 hombres proclamando la federación, armados de carabinas, lanzas, pistolas y machetes, atacando las casas consistoriales donde hirieron al Prefecto. Poco después se retiraban luego de exigir un “préstamo” de mil pesos a la administración de rentas para pagar a su tropa.

Cuando don Sinecio Berumen Félix llega a la Presidencia, desde el 1º. De enero de 1840, pone en vigor el primer reglamento de policía, dividiendo la ciudad en cuarteles y manzanas. Nombró comisarios auxiliares y se instauró el servicio de rondas nocturnas.

Desgraciadamente, como resultado de tantas luchas, el partido de Jerez no contaba con recursos para poder dar mantenimiento a los edificios públicos, por lo que las casas consistoriales y cárcel amenazaban ruina, sin que los encargados del gobierno no pudiesen hacer otra cosa que desentenderse de ello.

Don Julián Brilanti es nombrado Alcalde por el Imperio el 20 de julio de 1865, y afortunadamente actúa con tino y mesura. Proyecta de inmediato la reedificación de las casas consistoriales, contando para ello con 850 pesos, pero no la concluyó por falta de dinero. Establece el Registro Civil en el edificio municipal.

Sin embargo, el proyecto de reedificación del edificio municipal sigue en pie, y el 30 de abril de 1868 por Decreto se aprueba una partida de dos mil pesos para tal fin.

El periódico oficial de 29 de septiembre de 1872 elogia a Jerez e indica “que la casa municipal se ha reedificado en gran parte, habiéndose formado en ella un magnífico salón que el actual jefe político ha amueblado decentemente”.

Cada uno de los jefes políticos subsecuentes puso su granito de arena para conservar este edificio en buen estado, como informa Victoriano Ortiz Soto: “En el edificio municipal se reconstruyó y embanquetó el patio, pintando sus paredes, enlozándose dos piezas, construyéndose 2 arcos y se están poniendo los barandales de fierro en los corredores”. En 1887, don Rafael Páez emprende la construcción de la penitenciaría del partido en la parte oriente de la Presidencia (donde es la escuela Tipo), recibiendo apoyo con el decreto del 24 de enero de 1888, para lo cual se compraron los terrenos a Francisco de Paula Sánchez y se derrumbaron las fincas que había en él. En su informe de ese año se precisa que la fachada de cantera ya está terminada.

Al conocer la noticia de que Madero y Pino Suárez habían sido asesinados, Pánfilo Natera reunió algunos hombres y comenzó a dominar el Estado. La defensa en Jerez había sido organizada por don Jacinto Carlos, ya que se temía que de un momento a otro llegaran las tropas revolucionarias. Esto en abril de 1913. Los comerciantes habían instalado fortines en las azoteas de los edificios con la esperanza de que los antagonistas al saber fortificada la ciudad desistieran de su empeño. La Jefatura Política, el Santuario y la Parroquia por ser puntos clave fueron especialmente fortificados con gente de la “acordada” comandada por Cruz Avalos.

Casi desnudos por el intenso calor reinaba dentro de las bartolinas se encontraban los prisioneros de la entonces tétrica cárcel penitenciaria y que era famosa en toda la entidad por sus torturantes celdas “San Cristóbal”, “Bolaños”, “La Loba”, “El infierno”, etc., en las que nunca penetraba un rayo de sol; para que disfrutaran del mismo, eran sacados los penados a un patio llamado “Guadalajarita” donde solo al medio día y por unos momentos se apreciaban los solares rayos. Tenían la esperanza de que las tropas de Natera los sacaran de ahí.

El día 18 todo era desconcierto y estupor entre los jerezanos. Las tropas revolucionarias se encontraban en Ciénega y mantenían a la ciudad en estado de sitio. Varios fueron los intentos del señor cura Reveles de lograr un arreglo pacífico sin resultados, por lo que a muy temprana hora del día 19 fue atacado Jerez. La matanza de federales fue excesiva.

El Teatro Hinojosa fue entregado a las llamas, pero no se incendió gracias al pueblo que lo sofocó. El edificio de la jefatura no corrió con igual suerte. Fue uno de los primeros en ser incendiado. Cuando todo estaba ardiendo, alguien se dio cuenta que los presos estaban dentro, procediendo a liberarlos.

Desgraciadamente en este incendio se perdió el valioso archivo en el que estaba gran parte de la historia de Jerez, desde sus fundadores hasta esa fecha, pérdida irreparable, pues nunca se repondrá tal cantidad de documentos que en ese accidente criminal desaparecieron.

                El edificio que albergara las “Casas Consistoriales” quedó completamente destruido al sufrir Jerez los embates de la guerra en 1913. Las puertas fueron tapiadas con piedra y mezcla. Solo la entrada de la cárcel quedó tal y como está. Dentro crecían a su antojo pirules y gigantes. Donde hoy es la oficina de correos y donde estaba la Plaz

a de Gallos (Botica “La Purísima”) fueron habilitados en su tiempo como Presidencia. Fue hasta el año de 1929, en que, a pesar de lo menguado que se encontraba el erario municipal, don Ursulo Pinedo,  -uno de los agraristas más honrados-, emprende la reconstrucción de la Jefatura Política, logrando la habilitación de la parte frontal, quedando en estado ruinoso y abandonado una gran extensión de terreno. En el año de 1969 el profesor Fernando Robles emprende una enérgica tarea de restauración del edificio de la Presidencia, reformándolo y equipándolo además.

En los primeros días del mes de febrero de 1977 el Profr. Benito Juárez García convoca a un concurso de Arquitectos para que presenten proyectos para remodelar en su totalidad la Presidencia, con la idea de instalar la cárcel en otro lugar. Alguien menciona la posibilidad de que algo se pueda rescatar de los archivos desaparecidos.

Juan Padilla, Ricardo Avalos Márquez, Luis Miguel Berumen y otros más, integran un grupo y realizan excavaciones donde antaño se encontraran las celdas carcelarias. En esta empresa, dirigidos por don Manuel Carrillo, encuentran una pequeñísima parte de los archivos semidestruidos, con documentos comprendidos entre 1840 y 1913. Al supervisar los trabajos, el Munícipe insiste en la idea de reconstruir aprovechando todo ese terreno.

En el siguiente trienio, don Jesús Sánchez García emprende con ímpetu la obra, misma que en ningún momento es parada pese a las dificultades económicas que se encontraran, siendo en el mandato del Dr. Gonzalo González del Río cuando queda completamente terminada la construcción de lo que ahora es el hermoso Palacio Municipal. (El 10 de febrero de 1983 es inaugurado). 

CALAVERAS Y CALAVERONES

Una tradición que se va perdiendo poco a poco, es el hacer “calaveras” con motivo del Día de Muertos, y aunque los maestros de las primarias, inculcan a sus alumnos esta tradición, los resultados no son los deseados, ya que estos versos deben llevar ante todo el ingenio, la sátira, combinados con una buena métrica, musicalidad y manejo del lenguaje.

En Jerez ha habido gentes muy hábiles para ello, como don José María Camargo, dicen que “La Pirrucha” tenía el genio a flor de labio, pero no he leído ningún escrito de él. También fueron famosos en sus tiempos los versos de don Alberto Márquez “El Farolito” que acompañaba con dibujos de don J. Jesús Félix Valdés. “Salió el verso sin esfuerzo” decía don Parsifal (don Raúl Briseño) y versificaba de lo que le pusieran enfrente. Igualmente, la ironía bien rimada de don Antonio Enciso Valdés, que hizo encolerizar a los personajes de la década de los setenta con sus famosas y temidas Calaveras.

Hasta don Sacramento Berumen incursionó en esta actividad, y en alguna ocasión versificó con no muy buenos resultados, pues don Mento (o Mancresato Nemureb –como él firmaba-) escribía utilizando adjetivos, verbos y sustantivos poco conocidos para el común de los posibles lectores.

“…De las mondas y lirondas calaveras veracruzanas,

Surgen las calaveras jerezanas,

Porque, de ver ¡dan ganas!...”

Más o menos así me cuentan que comenzaban sus versos…

En 1943, aparecieron las Calaveras de “Alerta” (Un semanario que administraba con el profesor Toribio Peralta, que fue Presidente Municipal) con monos de J.J.Félix y textos de José Ruiz, en las que retrataban con ironía a personajes de entonces, como la dedicada a don ALFREDO AVILA:

Anécdotas mil contaron

de este tipo de mostacho

de picador lo montaron

en un rocinante gacho.

Su mozo de estribo era

Martínez, el buen don Nico

y hoy Manuelín Talavera

los hizo colgar el pico.

Del Capitán Angel Pérez Torres, versifican:

Ladeado siempre anduviste

y hasta los dientes armado,

yeterano nunca fuiste

dice el gato del Juzgado.

De José Ma. Díaz Hinojosa, ironizando su afición a la cacería:

Ostentaba mucha lonja

el cazador Hinojosa,

tenía panza de toronja

este tarzán chuparrosa.

Primero faltaba el taco

al mosquete en cacería

que Chema, el segundo baco

no fuera a la algarabía.

Murió en la jungla por fin

el cazador temerario,

haciéndole un feo violín

al guitarrista Rosario.

Y por supuesto, don Toribio Peralta no se podía escapar:

Epidermis craneana sin pelambre

diplomático Secre siempre fue,

estructura tenía de fino alambre

y anhelaba tener chino tupé.

Calderón en iguales condiciones

se peinaba a la usanza pompadour,

de alegría les pegaron convulsiones

al saber que ganaron el albur.

En mausoleo de granito

descansa ya a pierna suelta,

el Secre don Toribito

que administraba el “Alerta”.

En 1951, aparecen las “Calaveras Jerezanas”, en las que José María Camargo y Alberto Márquez Pérez se avientan los versos, con ilustraciones de J. Jesús Félix e impresas con “El Perico”, don Pancho Mata en su Imprenta Ilusión de la ciudad de México.

Y una de las primeras es la dedicada a J. Jesús Vela:

De Villanueva llegó

queriendo ser presidente

y como somos buena gente

bien pronto que lo logró.

Pero para nuestro mal

aquí ya se había quedado

y se supo aprovechar

pues fue hasta diputado.

Tuvo fama de intrigante

mordiendo la mano amiga,

gracias que ya está tirante

se le pudrió la barriga.

De don Isidrio de Santiago, propietario de la planta de luz, se leía:

Sin luz se encuentra Jerez

y ya ven que no miento,

veintinueve días al mes

y así camina uno al tiento.

Por favor ya don Isidro

dígale a Tata Jesús

que ya no vea por “Vidro”

que ya nos prenda la luz.

Le echan la culpa al pistón

y que la “banda” también,

será pisto o garrafón

o serán cervezas cien.

Aunque también hay razón

quieren hacer trabajar

con un costal de carbón

las dos plantas a la par.

Como no va a perdonar

el recibo cada mes,

la gente se va a acordar

mucho, mucho de los tres.

La muerte muy disgustada

ya de tanta oscuridad

ayer en la madrugada

los mandó a la eternidad.

El propietario de la cantina “La Oriental” era don Enrique Acevedo, quien en tiempos de la segunda guerra mundial logró traer una sinfonola a su negocio, aparato que era la admiración de todo mundo, y por eso lo satirizaron así:

La muerte no tiene cola

ni acostumbra el “Sonrisal”

pero llegó a La Oriental

a tocar la sinfonola.

Mas el ruido de ese “trique”

que a todo mudo atorzona

buen susto dió a la huesona

quien así le dijo a Enrique:

“De parte de Dios te pido,

descolorido mortal,

me digas que es este ruido

que hasta parece infernal.

Con tu aparato me espantas

y me falla el corazón,

pero ahora tú me cantas

o te llevo al socavón”.

Más Enrique la garganta

dio gangosos alaridos

y la muerte, en una manta

lo mandó a Estados Unidos.

Y recordando a todos los que les gustaba el chupe de la época, hicieron un

DESFILE HUMEDO

¡Oh desgraciada impiedad!

¡Oh muerte tan soberana!

aquí van en caravana

las “huestes de la humedad”.

Adelante va Simplicio

este borracho infernal,

luego le sigue Vidal

con su “lámpara apagada”.

Tras de él va “Tribilín”

con sus getas de a pulgada,.

Luego sigue otro borracho,

completando la jornada,

es don José Luis Camacho

que va triste a la... enterrada.

Pero ¡qué veo! me desmayo,

ahora sigue Calayo

acompañado del Cuervo,

de Rigoberto y su suegro.

No falta en este festín

el buen amigo Talín,

que echando truenos y rayos

va junto con Pelagallos.

Y caminando con tretas,

otro borracho en muletas

ve triste y se desgañita

un beodo de Santa Rita.

También viaja sin veliz

el “ebreo” don José Ortiz,

con Julito que está “tis”,

quien olvidando la cuenta

solo cobra Ocho Ochenta.

Y al fin de esta procesión

el Poste y el Farolito

van junto con Miguelito

y el “Chaparrito Ramón”.

Y en este día de finados

llegó la hora del juicio

para los buenos cuatachos

de esta mi tierra natal,

que en tumba descomunal,

un tanto cuanto borrachos,

aquí se hallan sepultados.

Claro está que nadie se salvaba, aunque las damas salían siempre bien libradas en las Calaveras, pues les dedicaban Panteones Floridos o Panteones Reales:

ROSITA FRANCO

¡Oh bella reina moruna!

ocupaste el trono un día

gozando gran simpatía

quizá como ninguna.

Pero la muerte implacable

truncó tu vida en flor

y hoy vengo con gran dolor

a llorarte inconsolable.

ANA MARIA ACUÑA

En esta bella caja de oro

en un sudario de seda

descansa otra reina bella

a quien también yo le lloro.

Salió reina por bonita

muy sencilla y provinciana

pero no por eso Anita

se libró de la guadaña.

CIRA GONZALEZ

Al verle tan bellos ojos

la muerte quedó asustada

a todos nos cautivaba,

lo digo yo sin sonrojos.

Nunca el color de sus ojos

se pudo determinar

tenían el azul del cielo

mezclado con verde mar.

EMMA ROSO

Distinguida, señorial,

bella cual una gema

fué así la princesa Emma

que del trono ocupó sitial.

Ya la muerte sin embozo

tan despiadada y tan cruel

al llevarse a Emma Roso

nos dejó amarga hiel.

TOÑA SOTELO

Con el negro de su pelo

enlutamos hoy nuestra alma

ha muerto la bella indiana

llamada Toña Sotelo.

Princesa bella y altiva

aún ocupaba el trono

y la muerte con encono

cortó de un tajo su vida.

CARMEN FABELA

En tu recuerdo Carmela

llegaré donde reposas

para cubrirla de rosas

y encender de amor una vela.

Si aquí ocupaste sitial

en la Feria de Primavera

que ocuparas otros, yo quisiera,

en el reino celestial.

Y bueno, creo que ya me excedí en mi espacio, así que la dejamos para otra vez.

jueves, 2 de octubre de 2008

EL ABOGADO DEL DIABLO

En las historias de tesoros, hay que volverse “abogado del diablo” de vez en cuanto, porque antes de creer lo que nos cuenten, hay que pensar muy bien en la certeza que pueda tener el relato. Y es que en días pasados, me dijeron de la existencia de un “entierro que ahí debe estar, porque se trataba de un baúl que metieron y que nadie vio que volvieran a sacar. Un baul lleno de centenarios”.
Bueno, suponiendo que haya sido un baúl de viaje regular, este tiene la capacidad aproximada en monedas de oro de 4 cargas de mula. Una carga de mula es igual a dos “tanates” de cuero, y tiene un peso de poco más de 80 kilos, unos 2,135 centenarios, con lo que el baúl pesaría casi cuatrocientos kilos. Imagínense cuánto pesarían casi diez mil centenarios. Se necesitarían 8 hombres fornidos para poder moverlo. Siendo optimistas, a lo mejor el baúl lo metieron vacío o semivacio colocándolo en el lugar donde sería enterrado y ahí lo fueron llenando para posteriormente aterrarlo, no sin antes dejar los encantamientos o encargos para que nadie extraño lo sacara.
Aparte, en las consejas se habla siempre de “centenarios de oro”, pero hay que saber que esta moneda se acuñó a partir de 1921 y se dejó de hacer en los años cuarenta. Así que en historias del siglo XIX nada tienen que andar haciendo los centenarios. En todo ese tipo de historias, el investigador debe saber separar lo fantástico con lo real. Buscar en los archivos la historia del lugar en cuestión. Basarse no solo en tradiciones orales, sino en documentos, fotos, más testimonios, todo lo que se pueda conseguir. El por qué se hubiese ocultado alguna pequeña fortuna, cuando fue, cómo, y tratar de ponerse en los zapatos de quienes la ocultaron, todo ello para determinar la veracidad o falsedad de lo contado.
Aunque, el buscar tesoros, el indagar en el pasado, son aventuras emocionantes en las que a veces se siente que en cualquier momento se abre un encuentro con lo que fue el Jerez en el que vivieron nuestros antepasados.
Ya tiene mucho que no les ofrezco un relato de mi hermana Victoria Eujenia, ahí va uno, con sabor a La Estancia de los Berumen, a la Virgen del Refugio, y con el recuerdo de mi abuelo…

POLVOREROS
En la fiesta de la Virgen se quema mucha pólvora: es mucho el gusto por atronar el cielo y que retumbe por las sierras el eco de que estamos en fiesta.
Don Cresenciano se encargaba de la pólvora, y con una algarabía de chamaco prendía cohete tras cohete; le gustaba que se elevaran zigzagueantes y, con un triunfal estallido, se deshicieran en las alturas.
Un día le pasó lo que no le había pasado: le tronó un cohetón en las manos.
-¡Don Rodolfo! ¡venga rápido que ya se amoló Cresenciano, venga pa’ ver que podemos hacer por él!
Don Rodolfo Félix nada más era mi abuelo, no era el comisario, no era doctor, ni cacique, ni licenciado, pero todos los problemas, hasta los más íntimos le eran consultados a él; ejercía sobre el rancho una autoridad sin papeles ni nombramientos, como un padre con sus hijos, o un patriarca con su grey.
Tirando su cigarro de hoja y tabaco, salió de la carpintería para hacerse cargo de la situación.
-¡Dolores, pon a hervir agua con poquita manzanilla y tráeme todos los lienzos limpios que encuentres!
-¡María, arregla un itacate, que nos vamos a Zacatecas!...
-¡Rodolfillo, engánchale las mulas al guayín, le pones un tapextle de la paja del frijol, y luego encima un sarape y después una cobija y traigan otra pa’ca!
Los hijos de don Rodolfo se movían con la presteza de la exigencia y la gravedad del herido; éste que se retorcía del dolor ya había perdido dos dedos de la mano izquierda y su cara era una masa ensangrentada, no podía respirar, se ahogaba con la sangre que le manaba de la boca y nariz destrozadas.
Por costumbre, al arrimo del rescoldo en la cocina siempre había agua a punto de hervir para lo que se pudiera ofrecer, como pelar una gallina, hacer un buen caldo, u ofrecer un café a tantos visitantes imprevistos, por lo que no tardaron en restañarle las quemadas con la infusión de hierbas, le envolvieron la mano de forma que ya no saliera la sangre; primero un lienzo empapado con manzanilla, luego uno seco y otro, mas bien apretado. Ahí mismo le envolvieron sus dedos. Pero por más que le limpiaban la cara seguía sin poder respirar sin toser sangre.
Entonces mi abuelo, con su cuchillo de matancero, con mucho cuidado le hizo un agujerito en la base del cuello, ahí entre los huesos del tórax y poniéndole un como tubo a manera de embudo hecho con el papel de estraza en el que venían envueltas las veladoras, ordenó:
-¡Cobíjenlo muy bien para que no se le vayan a enfriar sus pulmones y súbanlo con cuidado al carretón, y vámonos sin hacer mas dilación!
Acomodaron al herido sobre la paja y los sarapes y amarrando otra cobija a manera de toldo, salieron del rancho ante la mirada y los comentarios de sus habitantes:
-Pobre Cresenciano, de por si está feo, ‘ora va a quedar peor.
-La virgencita lo ha de ayudar, porque le estaba alegrando su fiesta.
-Lo que resta de la novena, hay que rogar por él.
Dos días se tardó Don Cresenciano en recibir atención médica en el hospital Civil de Zacatecas, por lo largo y difícil de la travesía. Los dedos ya no se los pudieron colocar, el agujero del pecho solo presentaba una ligera infección y por fin pudieron quitarle aquel tubo de papel que silbaba y vibraba con cada respiración; la cara le quedó igual gracias a los lienzos con manzanilla que en el camino le iban cambiando constantemente.
Así que gracias a la Virgen, Cresenciano siguió feo, pero sin pasar a peor.
Y hasta su muerte y con dos dedos menos, el gusto por la pólvora no lo abandonó, y siguió tronando los “cuetes”, y ahora sus hijos heredaron la tradición.

GRACIAS

Varias personas respondieron a la petición que hice de fotos de las reinas del carnaval. Creo que más pronto de lo que pensaba lograré tener toda la historia gráfica de esas fiestas completa. Quien tenga fotos, testimonios, recuerdos, mucho le agradeceré los comparta conmigo, que yo lo haré más adelante con todos.
¡Ah! Yo también estoy en contra de esas gentes que hacen “pactos de caballeros” y los rompen de la manera más jotil posible, grabando a escondidas lo que no deben y utilizándolo para sus mefistofélicas intrigas. Arrieros semos….¿somos?

En la foto aparece mi amigo Juan Carlos Reveles, en la entrada de una galería subterránea, un día que andábamos haciendo un programa de T.V. sobre túneles y galerías escondidas.