30 Y MUCHOS AÑOS.
El jueves anterior estuve en el convivio que organizó la administración municipal en honor de los comunicadores jerezanos, evento en el que fueron entregados reconocimientos a los que hemos dejado gran parte de nuestras vidas en los medios de comunicación.
Por supuesto, Javier Torres recibió el reconocimiento y el aplauso de los presentes al recordar que ya hace 53 años comenzó a llenarse las uñas de tinta… es el único representante de un periodismo muy diferente al actual. Un periodismo que se antoja quijotesco, pues muchas amenazas ha recibido en el transcurso de su vida. Las páginas de su periódico han sido semillero de gente que de alguna manera sigue ligada con la comunicación y que son profesionistas o políticos de renombre. Ha visto pasar unas veinte administraciones municipales y unas 9 o 10 estatales. “El Alacrán” sigue siendo un importante vínculo de expresión cuya lectura se sigue disfrutando domingo a domingo.
Luego, -volviendo al evento- se entregaron reconocimientos a quienes ya tienen más de treinta años bregando en esta incomprendida profesión. (digo, incomprendida porque es muy difícil quedar bien con todo mundo). Gerardo Díaz de León recibió su reconocimiento de manos de la alcaldesa Alma Avila. Yo recuerdo cuando Gerardo llegó a Jerez, cuando
El periodismo serio, constante y que desde hace como 34 años ha influído en la vida local, también fue tomado en cuenta, y Gilberto González Berumen recibió el reconocimiento y la ovación de los compañeros. (No estoy bien seguro de la fecha en que inició su semanario porque no tengo el primer número a la mano, pero quiero reconocer que el archivo de “Diálogo” es una fuente muy bien documentada de los últimos treinta años de Jerez). Cuna de periodistas como Ricardo Evodio Cabral y Alberto Esquivel Muñoz. Además en sus páginas se han visto las inquietudes de excelsos escritores (Ahora solo se me viene a la mente María Isabel Miranda de Robles –A quien envío un saludo pues sé que le hacen llegar los periódicos jerezanos-).
Hace muchos, pero muchos años, Jaime Raygoza Vera ingresó al Club de Periodismo que los sábados llevábamos cuando estudiábamos en
“¡Y Castaño ahí estaba!” siempre le decimos a José Manuel Castaño, por su grandielocuencia cuando platica de algún evento “Yo lo ví, yo ahí estaba”. Y la verdad no sé desde cuando andaba Castaño revuelto en estos bretes. Pero desde que lo conocí también se ha metido de lleno en el mundo de la comunicación. Es alguien noble que a todos ayuda sin chistar, aunque no le paguen nunca. Recibió su reconocimiento y felicitaciones de todos los que “ahí estaban”.
Según mis cuentas, mis primeros pasos en el periodismo jerezano los dí en 1969, cuando aún bien pollito ingresé al Club de Periodismo que comandaba don Fernando Robles. Y fue precisamente él quien quizá advirtió que podría tener futuro en el periodismo, y me invitó luego a seguir escribiendo en su revista “Jerez”. El fue quien guió mis inquietudes en el mundo de la información. En febrero de 1973, cuando comencé a publicar “El Eco” en sus poquitas páginas tuve la colaboración semanal del profesor Robles, quien escribía sobre política, tema que yo no entendía aún (y sigo sin entender).
Pues en el evento de la noche del jueves, también recibí mi reconocimiento de parte de
RECONOCIMIENTO MUY ESPECIAL…
Mención aparte, merece
Jesusita Reveles, como cariñosamente la conocemos, ha colaborado prácticamente en todos los medios de comunicación impresos a nivel local y sus placas han engalanado la revista “Jerez” del profesor Fernando Robles desde mediados del siglo XX, “Primavera” y “Diálogo” de
Pero aparte ha incursionado de manera activa en las tareas de la información: a finales de los 40´s se idea un medio electrónico que consistía en poner música, enviar saludos de parejas o amistades y como objetivo principal el anunciar algunos establecimientos, “La voz del comercio” fue el nombre del programa en el cual era la locutora y encargada de darle continuidad, y mediante un sonido de potentes altoparlantes, cuyas vibraciones se oían hasta Ciénega, se difundía desde el Portal Humboldt, justo donde coincidentemente después nació XEXM Radio Jerez.
Formó parte también en el intento de continuidad del Semanario “Jerez”, tras la muerte de su fundador Fernando Robles Zepeda; constituyó también la unión de Fotógrafos y similares de Jerez.
Una mujer acostumbrada al trabajo, nada hay que le hubiera representado dificultad a sus delicadas manos; igual enrayaba una bicicleta, pues también laboró en un agencia de reparación, que retocar con finos trazos de su lápiz para corregir cualquier impureza en la imagen; ese es para ella el gran secreto y la base del trabajo artístico en la fotografía, lo cual aprendió inicialmente en los estudios para los que laboró, pero que fue perfeccionando de manera autodidacta desde que abrió su propio estudio “Claudia”, en el año de 1969. Nunca estudió ni llevó cursos, todo lo aprendió de sus maestros en el campo de trabajo y personalmente fue descubriendo todo lo que encierra esta actividad.
Su hobby principal ha sido la pintura y en sus ratos libres, dentro de la intimidad de su hogar, toma el pincel y plasma extraordinarias obras de arte, que muchas personas han tenido la oportunidad de apreciar en la exposición pictórica que anualmente se realizaba durante la feria de primavera, cerca de medio centenar de cuadros son los que ha realizado y en su mayoría se encuentran repartidos entre sus hijos, familiares y amigos. (La semblanza es de Evodio Cabral).
EL DINERO QUE SE VUELVE KURAGUMBI…
Y como acostumbro cada semana incluyo un relato. Este no me acuerdo quien me lo contó y es una versión algo parecida a una narración que aparece en el libro “Historias de Aparecidos y Tesoros” (que por cierto ya hay de nuevo).
“Muchas gentes dicen que sí han encontrado dinero, pero al sacarlo se les convierte en güesos, carbón, basura… Mi agüelita contaba que tenía una amiga que se llamaba Petronila y que vivía ahí en el rancho, en L’stancia. P’os había un muchacho que la pretendía y que acostumbraba pasar por el arroyo que cruzaba al norte del rancho. Ese arroyo en tiempos de secas servía como camino pa’ bajar del Agüichote y de la sierra. Y en tiempos de lluvias se convertía en un río muy bravo y lleno de agua.
“Po’s el muchacho iba pasando por el arroyo montado en su burro cuando notó que en uno de los barrancos remojados y medio redumbados había algo así como un cantarito como de un palmo y media de alto.
“P’os el muy curioso se descolgó por el barranco y se puso a ver el cantarito que estaba bien lleno de moneditas chiquitas de oro. Y dijo: “Ahhh, qué bueno que tengo dinero pa’ hacerle una casita a Petronila allá en San Joaquín”. Luego se puso a amarrar el cantarito con un mecate que traiba en el burro, ya ven que en el campo así andan los hombres con su mecate y su machete. Y se fue en su burro, con el cántaro bien tapado. Pero luego oyó como que el cántaro ya no pesaba. “¿P’os por qué se oyirá ese ruido omo si batieran lodo?”. Y que destapa el cántaro, y le dio rete harto asco, porque hasta hervía de inmundicia, todo lleno de suciedad. “¡No, pos si yo vi clarito que eran moneditas de oro! Esto ha de ser cosa del chamuco!”. Y desamarró el cantarito y lo rompió en las piedras del camino, quedando todo aquello muy cochino.
“De ratito, pasó por ahí mi agüelito. Mi agüelito salía a los ranchos, lejos de su casa, y ese día iba pa’ Jerez a comprar mercancía, porque el era “varillero”, de esos que en sus burros llebavan agujas, hilo, cosas de esas de mercería”. Y que iba pasando y que veía brillar y brillar. “¡Ay!, ¿pos que será eso tan encandilador?”. Y que va viendo todas las moneditas de oro tiradas por el camino. Lo recogió y ya no anduvo vendiendo en los ranchos nada, porque se compró una casa y puso una mercería en Tepetongo y de ahí les vendía a los varilleros.
“