jueves, 8 de octubre de 2015

UN JEREZANO OLVIDADO

“Entre los muchos jerezanos ilustres que tenemos en el más completo olvido, está Rafael Páez, fundador de nuestro bello jardín que hoy tiene su nombre. Es una cruel ingratitud, que no hagamos un recuerdo de esos hombres, que como Páez, se preocuparon por embellecer esta tierra zacatecana.

Muchos ratos de alegría hemos pasado en ese florido jardín, miles de veces nos hemos solazado bajo sus frondosos árboles, y sin embargo nunca hemos hecho un recuerdo del que nos legó tan preciosa joya. Y ni siquiera le hemos dedicado un minuto en nuestra mente, menos le rendiremos un homenaje como se lo merece. A tal grado ha llegado la ingratitud del pueblo, que el día 2 de noviembre no hubo quien depositara unas cuantas florecillas en su sepulcro.
Don Rafael Páez nació en la casa núm. 77 de la calle de los Dolores de ésta ciudad, (dicha casa es ahora propiedad de José Ramírez, conocido comerciante de la localidad), el 22 de Diciembre del año de 1833 y falleció a los 75 años de edad, el día 31 de Diciembre de 1908.
Habiendo sido padres de tan grande jerezano, Martín Páez y Ma. Dolores Cuevas de Páez, hay que hacer notar la coincidencia de la fecha de su nacimiento con la de su fallecimiento, pues las dos acaecieron en los meses de diciembre, con diferencia de nueve días (22 y 31)”.
Lo anterior, fue publicado en la revista “PROVINCIA” (la revista para todos) que apareció el mes de enero de 1942 y cuyo editor y director fue mi apreciado amigo don Alberto Márquez Pérez, (a quien hace pocos días le ganó el tiempo la vida y está descansando allá donde no hay penas ni dolor).
A tal investigación sobre la vida de Rafael Páez, podemos agregar lo siguiente:
En 1862 contrae matrimonio con Petra Dávila. En 1871 es candidato a ocupar la jefatura política, siendo nombrado únicamente juez de paz. En enero de 1887, luego de dos años de viudez, contrae matrimonio con Brígida Suárez Moreno quien muere el 11 de agosto de 1905. El 22 de febrero de 1887 es nombrado jefe político suplente al morir Francisco Amozurrutia. En poco tiempo se gana la simpatía de los jerezanos, los que lo nombran jefe político por cuatro años. Durante un corto tiempo es suplido por Victoriano Ortiz Soto. Entrega el poder en 1892 a Pedro Cabrera. Es candidato en 1894 para ocupar una diputación en el Congreso del Estado.
En el panteón de Dolores está su sepulcro (cercano al mausoleo de la Familia Sánchez Castellanos), con su epitafio en pizarra.
En la revista “PROVINCIA” y en el semanario “LA VOZ DE JEREZ” de enero de 1942 y de noviembre 30 de 1941 respectivamente, aparece una entrevista que realizara J. Jesús Félix al legendario Chema Pinedo, plática en la que se sigue haciendo referencia a Rafael Páez, misma que por su importancia y su carácter de narración costumbrista transcribo a continuación:
COSAS DEL TIEMPO IDO
Suenan las diez de la noche en el viejo reloj del Santuario, a esas horas el bello jardín principal está ya casi desierto. Las polleras del portal Humboldt, en su diaria rutina, como siempre atienden a sus escasos parroquianos. En esos momentos se escuchan las dulces melodías del vals “Danubio Azul” en uno de los radios de los taburetes. En una de las desvencijadas bancas, se observa la encorvada figura del viejo jerezano Chema Pinedo, de admirable memoria para relatar cosas del tiempo viejo.
Hasta él me dirijo para que me cuente alguna sabrosa crónica de sabor de antaño. Empezamos la charla y nuestra conversación se remonta a los años de 1880. “Así era aquello” (dice Chema sin esforzar mucho su mente para recordar). “Fue el año de 1887 cuando se empezó la construcción y embellecimiento de este bello jardín, por el jefe político de aquel entonces, Rafael Páez, muy querido del pueblo por cierto.
Los trazos y planos fueron hechos por Fernando Sansalvador, padre de Sansalvador Jr., que falleció en la ciudad de Zacatecas hace poco tiempo. La construcción de los prados y plantación de naranjos, rosales e infinidad de plantas, estuvo a cargo de Julio Soto. El ornato de madera del kiosco lo hizo Andrés Bihur, de nacionalidad alsaciana, que dominaba perfectamente los idiomas español, francés y alemán.
Ayudaron en esta obra los carpinteros y tallistas jerezanos Bibiano Trujillo y Severo Revilla. La pintura de dicho kiosco estuvo a cargo del pintor Jesús Gámez.
Siendo jefe político Pedro Cabrera, se colocó el enlozado de la parte de afuera, también el tiempo en que fue jefe político Páez (continúa diciendo Chemita), se construyó la penitenciaría, actualmente escuela tipo “Francisco García Salinas”.
Para dicha obra prestó ayuda muy efectiva el gobernador del estado de entonces, Marcelino Morfín Chávez, quien fue el que inició también la construcción del primer mercado de Zacatecas que por cierto duró muy poco tiempo, pues fue totalmente destruido en un incendio”.
Aquí corta su conversación Chema, pues en esos momentos se inician las noticias de la guerra europea, y naturalmente que no quiere perder ningún detalle, pues es muy adicto a estar al tanto de las novedades del día. Y me despido de este simpático viejecito que así como cuenta las glorias pasadas del viejo terruño (que en silencio llora su decadencia), cuenta las glorias que entonara la lira de López Velarde, también saca de su mente cual si fuera de enorme archivo, cosas nuevas con su característica peculiar de narrador ameno.

Afortunadamente muchos datos biográficos de Rafael Páez, cuyo nombre ostenta el jardín principal desde fines de enero de 1922, están siendo rescatados y podrán ofrecerse a los jerezanos en fecha próxima, así como fotografías en las que aparece este jefe político con su familia.

martes, 7 de julio de 2015

EL LOBO DEL JARDÍN DE LOS SOLDADOS

Don José Antonio Muñoz Rodríguez, jerezano de nacimiento y abolengo, ha ofrecido a quienes deseen conocer algo sobre tradiciones e historia de Jerez, entretenidas narraciones en el libro de su autoría “Jerez,  su pasado y su gente”, obra que no ha sido muy divulgada en la región, a pesar de que contiene datos muy significativos de nuestra región en la primera mitad del siglo XX.

El nació allá a fines de los años veinte del siglo pasado y hace poco vino a visitarme, a conocerme y además a obsequiarme muchos apuntes inéditos de los que me dijo no quería que murieran, que los diera a conocer, que los enriqueciera, que los fortaleciera para bien de quienes les gusta añorar el pasado de nuestra tierra. En sus años de infancia, su familia vivió por la calle Independencia, muy cerca del cuartel de los soldados y cerca también de la entonces derruída y abandonada capilla Del Diezmo. Sus papás fueron don Nicolás Muñoz y la Sra. Ma. Guadalupe Rodríguez, sus hermanos Nicolás, Isidro, David, José Luis y Javier.

De esos apuntes, entresaco este relato, que trae nostalgias, reminiscencias y hasta su toque dramático, pero verídico.

El jardín de los soldados o plazuela del Diezmo, sentado en el redondel de la fuente, un soldado y otro de espaldas.
“El jardín del Diezmo, que también era conocido como el jardincito de los soldados y que actualmente se conoce como Jardín Juárez, tenía ocho accesos que desembocaban a una fuente que alguna vez funcionó, pero que entonces se encontraba deteriorada y rota, en su redondel se podía leer “32 Regimiento de Caballería” y unas calaveras, todo formado con huesos que alguien tuvo la curiosidad de acomodar, mirándose muy original y no faltaba quien asegurara que eran huesos humanos. Yo por mi edad, no lo dudaba, y más porque en el cuartel llegaron a fusilar prisioneros y creía firmemente que esos huesos eran de los fusilados.

Cada acceso del jardín estaba custodiado por dos enormes y frondosos fresnos, habiendo en su interior pinos, truenos, naranjos, dos zapotes, cuatro manzanos, dos capulines y dos duraznos. La fruta que producían era de exquisito sabor y dulzor, por lo que todos los muchachos del barrio teníamos plenamente identificados los tiempos en que las diversas frutas maduraban, y muy de madrugada (para que los demás niños no nos la ganaran) cortábamos la fruta que sabíamos que estaba “a punto”. Por las noches, toda la chiquillería del barrio salíamos a jugar, pues el espacio era ideal para hacerlo, además que nos atraía el olor de los taquitos dorados y del rico pozole que preparaba y vendía una señora que se llamaba Juana Arriaga, a la que casi siempre le quedábamos a deber lo que consumíamos, pero de todos modos nos fiaba.

En este lugar estaba el Hospital de San Juan de Dios, de los Sánchez Castellanos, convertido luego en cuartel y actualmente es el Jardín de Niños "Juan Pavlov".


Los soldados del 32 regimiento traían banda de música y de guerra por lo que cada mañana hacían escoleta en el jardín, frente al cuartel, pero ya el vecindario estaba acostumbrado a esa escoleta y a los distintos toques de corneta que se repetían por todo el día y parte de la noche.

       Los militares, casi siempre que salían a hacer recorridos traían animales que convertían en mascotas. En el monte capturaban águilas reales, halcones, gatos monteses, coyotes, y en una ocasión trajeron un lobo. El tiempo que el lobo estuvo en el cuartel fue mi despertador, porque todos los días a las seis de la mañana daba el primer aullido y el último a las diez de la noche.

Diariamente, desde muy temprano sacaban al lobo al jardín y lo metían a las seis o siete de la tarde. Lo sujetaban con una gruesa cadena a un árbol y ahí le daban de comer y beber. Devoraba carne de burro y de caballo que los soldados le compraban. En el lugar donde estaba el lobo, poca gente se atrevía a pasar, temerosa de que el animal se les fuera a soltar, aparte de que los huesos pelones, la sangre seca y los excrementos del lobo daban un pésimo aspecto y un pestilente aroma.


Tendría yo unos trece años de edad cuando sucedió lo que narro. Una noche como a las nueve de la noche, los muchachos del barrio jugábamos en el jardín. José Luis “el güero” me iba persiguiendo a toda carrera, y al pasar por donde acostumbraban amarrar al lobo, de repente oí el ruido de la cadena del animal, que ese día se les había olvidado, y sentí una negra sombra que se abalanzaba hacia mí. Escuché el grito despavorido de mi amigo “el güero” que me alertaba tardíamente sobre la presencia del lobo.

Por instinto, o tal vez porque todavía no me tocaba-, di un gran salto al lado contrario de donde estaba la fiera, librándome por poco que me atrapara. Sí sentí los colmillos que resbalaron en mi pantalón nuevo de mezclilla que andaba estrenando. Y al voltear vi al “güero” paralizado por la impresión recibida y es que él sí captó en todo su realismo el peligro en el que estuve. Los soldados al oír el ruido de la cadena, el rugido del lobo y el grito de mi amigo, corrieron hacia nosotros espantados. Yo estaba en el suelo, con un raspón en la rodilla que me había hecho con un árbol. Al ver ellos que no había pasado nada serio, inmediatamente se llevaron al lobo. Cuando comprendí el peligro en que estuve, me puse a llorar mientras me sobaba la rodilla y “el güero” me miraba azorado sin decirme nada. A los pocos minutos se oyó un estruendo de bala que venía del interior del cuartel. Mi amigo y yo nos miramos, como presintiendo lo sucedido. Efectivamente, al día siguiente vimos un lobo muerto en uno de los muladares que bajaban al río grande.

Cabe decir que mi madre se mostró cariñosa y comprensiva al saber lo que me había ocurrido y no me regañó por el maltrato del pantalón de mezclilla que apenas andaba estrenando”.


                                                                                   José Antonio Muñoz Rodríguez



Hay que mencionar a don Isidro Muñoz, hermano de José Antonio, quien fue fundador de la Peña Taurina, así como promotor de la Pamplonada. La primera de estas fiestas se llevó a cabo en las calles del centro histórico de Jerez en 1999.


domingo, 12 de abril de 2015

LA FERIA QUE YA NO ES FERIA

Bueno, ante la insistente pregunta que me han hecho acerca de cómo me fue en la feria, escribo este artículo, aclarando que es opinión mía, muy particular.
El principal propósito de las Ferias de los pueblos era intercambiar mercancías, comprar y vender animales, adquirir objetos y comestibles que no se encontraban en el lugar donde se realizaba la feria. Por ello es que en 1824, los artesanos jerezanos se dirigen de manera humilde ante las autoridades zacatecanas para solicitarles les permitan hacer “una feria” que sacara a la región del atraso económico en que la había dejado la guerra de independencia.
A partir de ahí se hizo la Feria de Jerez, con sus respectivos cambios y evoluciones. A veces no se realizaba por las sempiternas luchas entre los grupos de poder. Los historiadores nos pueden contar de Ferias en que había espectáculos de calidad, ambiente de provincia, corridas de toros durante todos los días de la feria, y a veces hasta novilladas nocturnas ¡y eso que no había luz eléctrica!
La gente del campo y de la ciudad llenaba su cochinito durante todo el año para disfrutar de la feria. Mis paisanas se hacían muy floreados vestidos para venir a Jerez y no desmerecer ante las galas de las ricas jerezanas. Los rancheros buscaban en las jarcierías buenos sombreros de ala ancha, que les sirvieran para verse más gallardos y de paso cargar los cacahuates que compraban en “cucuruchos” de papel y vaciaban en el ala del sombrero, desde donde los podían tomar fácilmente para irlos pelando y comiendo.
“Las fiestas”, o “Las ferias” o como le llamaban eran motivo de alegría, y todos los jerezanos colaboraban para que la ciudad presentara su mejor cara. Las fachadas de las casas se blanqueaban minuciosamente, el jardín se cerraba cuarenta días antes para que los hortelanos tuvieran oportunidad de “mimar” todas las especies vegetales para que el sábado de gloria lucieran flores esplendorosas.
La elección de la reina de la feria era motivo de especial alegría, se conformaban los comités que trabajaban animosamente a favor de su candidata. Los festivales de cómputo fueron auténticas fiestas jerezanas. No se diga de la coronación, un regio espectáculo muy comentado por todos los que asistían. La reina y sus princesas eran tratadas como tales.

LA CORONACIÓN EN MIÉRCOLES SANTO
Ahora… sentimos que todo ha evolucionado. Ya la Feria de Jerez ha perdido la belleza, sus tradiciones han sido pisoteadas, la hospitalidad se acabó, el ambiente de provincia ya no se ve por ningún lado.
Para empezar creo que todo se hizo al gusto de dos o tres personas que no pensaron en el mejoramiento de la fiesta, sino en intereses económicos muy particulares.
¿Y de quien fregados fue la idea de hacer la coronación en miércoles santo? Ahí se rompió una gran tradición de muchos años… podrán decir que el sábado hay mucha borrachera, que nadie pone interés en la coronación. Antes, era un honor ser invitado a la ceremonia de coronación, en la que imperaba la solemnidad, la galanura. Podrán decir mil justificaciones, que lo hicieron así para que el gober y el presidente se pudieran tomar sus chupirules agusto en el día sin preocuparse por guardar las apariencias en la tarde y noche. Yo estoy en contra de esa coronación de semana santa. De un baboso plumazo borraron una de las más antiguas tradiciones de la feria. Esta coronación más bien, pareció la de una kermesse que la de una Feria de prestigio.
LA CANTINOTA
En todas las redes sociales se presume a Jerez como la mayor cantina del mundo gracias a los desmanes del sábado de gloria, y lo más peor: hay quienes se vanaglorian de ello. Por desgracia este evento se salió de control desde hace ya algunos años y no deja nada bueno para nuestra ciudad. Los ganones son las compañías cerveceras que ese día venden lo que no venden en mucho tiempo. Los expendedores de vinos y licores que reetiquetan sus botellas para venderlas más caras, al cabo ese día nadie se fija en el dinero, el chiste es presumir que “andamos pedos, bien gustosos y a caballo”.
Las calles del centro quedan llenas de basura, estiércol –de caballo y humano-, orines –de caballo y humano también-. Los olores que los vecinos tenemos que soportar son indescriptibles. El jardín queda peor que un muladar. Y los atentados a la “moral y las buenas costumbres” son repetitivos en cualquier rinconcito o arbolito. No lo he comprobado, pero dicen que la tasa de natalidad en Jerez se dispara en diciembre y enero. Aunque la población se mantiene estable por aquello de “un niño que nace, un jerezano que se pela p’al norte”. La policía, lo mejor que puede hacer, es llevársela tranquila, fregar solo a los borrachines de a pie, porque los de a caballo resultan prepotentes y pendencieros. Además, ese día a los polis les “va como en feria”, porque andan todo el día escondidos bajo sus trajes negros de ninja, asoleados, sin tragar casi nada. El lonche que generosamente les ofrecen sus mandos es de un par de burritos y un minijugo caliente.
Algo que mi escasa inteligencia no alcanza a entender es el porqué todos los políticos (o los que creen serlo) andan presumiendo caballo y vestimenta de charro ese día. ¿Qué es requisito ser charro para estar en la política? Andan todos muy engalanados, con sus sonrisotas colgate y saludando a cuanta gente se les atraviesa. La verdad, a la mayoría de ellos yo los he conocido de “pata de perro”, unos más jodidos que yo, y de repente andan en buen cuaco y con su trajecito de charro.
Los eventos masivos fueron eso: masivos. Los ganones fueron los organizadores, para Jerez nada. El descontrol llegó a lo máximo. Lo bueno de esta feria, es que ya se acabó. Y Jerez seguirá igual o peor de atrasado, esperando la fabulosa “derrama económica” que tanto se ha pregonado, y que dicen que sí la hubo, pero solo para un grupo muy selecto.

Ojalá y el próximo presidente municipal tenga un criterio más abierto y entienda que debe revalorarse la feria, que deben buscarse nuevas alternativas para su celebración, que debe renovarse y tomar en cuenta la opinión de los jerezanos para que el evento se revitalice y no sea solo “la borrachera más grande del mundo”. Aunque no creo que pase nada.