LEYENDAS URBANAS. La historia oficial, elude lo más que puede las hipótesis, las teorías y todo lo que pueda enriquecer diversos eventos o biografías. La mayoría de las veces, estos historiadores escriben “a conveniencia”, lo demás, lo consideran “leyendas urbanas”, disertaciones de locos o inventos de gente sin quehacer. Es el caso de nuestros hombres ilustres, cuyas biografías son inamovibles, y se escribieron en su tiempo con la finalidad de enaltecerlos, de hacer sentir al común de la población que eran seres superiores, que se las comían ardiendo.
De López Velarde se han escrito muchas cosas… que si nació en una casa, que si nació en otra, que a lo mejor en la casa grande de El Marecito. Se le han atribuído palabras que nunca dijo, se le han achacado hechos que a lo mejor nunca realizó. Su figura fue enaltecida en el cincuentenario de su fallecimiento. Entonces todo sonaba a López Velarde, todos eran parientes del poeta, todos tenían recuerdos de él. Donde quiera surgían versos olvidados. La paciencia que nos caracteriza a los microhistoriadores, nos ha permitido bajarlo de su pedestal y verlo como uno más de nosotros, estudiar su vida sin quitarle ni ponerle.
Hay muchos documentos, bastantes archivos, donde se puede ir desglosando la verdadera historia del bardo jerezano. Hay libros familiares que no han sido aprovechados. De igual forma tenemos a Candelario Huízar, de quien se le hizo una biografía a la medida. Todavía hay personas de Los Morales, que afirman que el preclaro músico tuvo su nacimiento en aquellos lares, donde aún se advierten las ruinas de lo que era la casa paterna. Huízar pasó inadvertido muchísimo tiempo, incluso el historiador Eugenio del Hoyo lo daba por muerto a la mitad del siglo XX, como indica en su libro “Jerez el de López Velarde”. Años después vino el verdadero interés por conocer su obra, y en tiempos del Profesor Fernando Robles hasta se detectó una casa por la calle Independencia y Suave Patria donde se afirmó había nacido el músico jerezano. Y es que un hombre ilustre no puede nacer en un jacal, no puede tener su origen en una paupérrima choza o rústica casa ranchera.
Hace poco, encontré en uno de mis archivos digitalizados que el 9 de junio de 1906 a las ocho de la noche, comparecieron ante el Juez del Estado Civil Eugenio del Hoyo, (antecesor del que escribiera el libro), Candelario Huízar y Altagracia Ordoñez con el deseo de contraer matrimonio. Entonces, Huízar manifestó que tenía 23 años y que era platero, hijo del herrero José Huízar y de Lucía García. (Aunque el apellido compuesto es “García de la Cadena”, no lo dice así). Su novia, dijo que tenía 19 años, hija de José María Ordoñez y de Narciza Torres, quien acompañó a su hija en este acto para darle su consentimiento. Los testigos del platero fueron el peluquero Ricardo Fernández y el curtidor Arcadio Carlos, y por parte de la señorita Ordoñez, los sastres Julio Cabral y Agapito Vázquez. Cosa curiosa: Todos firmaron, y es que en ese entonces casi nadie lo hacía porque no sabían escribir.
Documentos como este, nos permiten tener una visión más humana del músico, que en ese entonces no manifestaba que la música fuera su actividad principal.
En Febrero de 1908 encuentro que comparecen ante el Juez, que ya era José Amozurrutia, Ventura García y Mercedes Colmenero, con la intención de contraer matrimonio. Expuso don Ventura que tenía 24 años, platero, hijo de don Justo García, también platero, y de doña Martina Lozano. Mercedes Colmenero precisó que tenía 22 años y era hija del peluquero don Atanacio Colmenero y doña Hilaria Nava. Los testigos fueron el talabartero José Aguirre Salcedo y el curtidor Arcadio Carlos (que también había testimoniado la pretensión de matrimonio de Candelario Huízar), además del sastre Juan Félix Carlos y del dulcero Román Avila.
Con estos documentos nos podemos dar cuenta que ambos ilustres jerezanos pertenecían a la clase media jerezana, a la que le daba vida entonces a la ciudad “ilustrada y liberal” que fue el Jerez del porfiriato.
LE ESTAN DANDO EN LA MADRE A LA CASA DE LA RINCONADA. La casa de la calle del Santuario, donde se instalará el museo de no sé qué, está sufriendo por la remodelación que se le hace. Y es que en una foto advertimos que las lozas de piedra negra que tenía como pavimento en todo su primer patio fueron sacadas y llevadas al parque vehicular, en donde lo más seguro desaparecerán pronto. Si se pretende que esa mitad de la finca sea destinada a museo, deberían haber dejado ese piso, que es parte de la historia de Jerez. Muchas jerezanas pisaron y repisaron esas lozas negras, en sus juegos, en sus estudios. Esa piedra negra de metate con que fue protegido el patio se extrajo de la sierra del Venado, hábilmente cortada y comprada a razón de un peso setenta y cinco centavos la vara cuadrada. Es una aberración el quitar ese piso. Pero, me dicen que los expertos son los que saben…
HABEMUS CRONISTA. Tal como habíamos pronosticado, el miércoles tuvo lugar la última sesión de cabildo, donde los regidores se acordaron que tenían muchísimos asuntos pendientes y querían desahogarlos todos. Entre ellos, el de la elección de cronista. El profe de los lentes estaba a sude que sude y seguro estoy que no le cabía un alfiler a martillazos, no por la nominación, pues todos los regidores siguieron fielmente las instrucciones que se les había dado de antemano y votaron, sin pensarlo siquiera, por él, como culminación de un proceso ridículo cuya finalidad fue solo darle legalidad a un capricho de la autoridad. Le sudaba por otro motivo, pero luego respiró tranquilo cuando le autorizaron 25 mil pesos para hacer un libro. Lo “curioso” es que el libro recién autorizado ¡ya está impreso, encuadernado y terminado! Y luego dicen que miento cuando aseguro que todo ha sido un circo, que todo estaba arreglado desde mucho tiempo antes. Lo malo es que el libro lo va a tener que pagar Lalo López. Si yo fuera Lalo, lo menos que pediría para pagar la factura es que tal obra llevara siquiera los logos de su administración, pues en esta “solo se autorizó” y a él le va a tocar bailar con la más fea. Y de pilón, vetaría tres años a la imprenta que lo hizo sin la autorización debida.
Una petición al “cronista impuesto”: no vaya a salir con la jalada esa de que “el pueblo culto de Jerez me eligió a mí”, como ya escribió la otra vez. En su elección no intervino para nada el pueblo culto jerezano. Es más, hasta tuvieron que traer jurados de fuera contraviniendo el acuerdo de cabildo en el que se dijo que la calificación de la convocatoria fuera con jurados LOCALES. Y tampoco fue electo, fue IMPUESTO. Y si no lo recuerda al escribir sus crónicas, yo se lo recordaré siempre, como recuerdo la forma en que se ha hecho de los archivos que tiene… pidiéndolos prestados y fingiendo amnesia luego…
LOS PEDERNALES. Un arriero llevaba sus mulas bien cargadas, con sus cacaixtles acondicionados para llevar ollas, y en el camino iba recogiendo pedernales que echaba a las ollas. Su compadre le decía “Mira, Jumencio, ya no cargues más las mulas, porque se van a resentir. Jumencio contestaba: “Al cabo nomás es una piedrita, ¿qué tanto puede pesar?”. Y de rato, que se le derrienga una mula… Y ahí está Jumencio llore que llore. “¡Ya ni modo compadre, ya se chingó la carga de ollas!”. –“Pos si no lloro por eso, lloro porque se me desperdigaron mis pedernales”. Así, Lalo López, trae mucho lastre de gente inútil, nefasta, ratera, fraudulenta, y cuando menos acuerde… a la chingada la carga de ollas!!!, todo por unos “pedernales”.
Leyendas, Costumbres, narraciones y mucho más, producto de las investigaciones, recopilaciones y trabajo de Luis Miguel Berumen Félix
miércoles, 8 de septiembre de 2010
ARQUEOLOGIA URBANA EN JEREZ
Tratando de entender los cambios que ha sufrido nuestra ciudad, pregunté al eminente Doctor en Arquitectura Carlos Lira Vázquez, cómo podría hacer para remontarme en el tiempo y poder saber cómo se han transformado las calles de Jerez durante sus 440 años de existencia. Carlos Lira –amable como siempre- me aconsejó que entre otras cosas, me asesorara por un buen arqueólogo que manejara a la perfección lo que es la “arqueología urbana”.
Yo entendía la arqueología de otra manera, además que no conozco aquí en Jerez a ningún arqueólogo de valía que quiera compartir sus conocimientos conmigo de a gratis.
Ahondando en el tema, leí que esa modalidad de arqueología estudia todo lo que impulsa y provoca cambios en el territorio, tanto en lo geomórfico, urbanístico, organizativo y social. Se parte de la idea que la ciudad es un ente vivo, en constante cambio y evolución. El patrimonio arqueológico es algo más que los restos recuperados del estudio del subsuelo. La aplicación de registro de los arqueólogos al estudio de edificios o de retículas urbanas ha comportado un progreso fundamental en el conocimiento de la ciudad histórica.
La primera descripción que he encontrado de las casas de Jerez, está en “Las Relaciones Geográficas de la Villa de Xerez” de 1584, cuyo manuscrito original está en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, bajo la signatura "9.25-4/4662-VIII”. La transcripción ha sido realizada por Francisco del Paso y Troncoso. Citada por Valentín García Juárez en "Historia de la Fundación de Jerez" y por Eugenio del Hoyo en "Jerez corona a su Reina" (Revista realizada en 1961). En mi archivo particular existe una copia facsimilar extraída directamente de los originales que están en Madrid. (Aclaro: no está en Internet). Y ahí dice en la contestación a la trigésima primera pregunta: “… que los edificios de las casas en que viven en esta dicha Villa son casas bajas, sin sobrados, de tapias de tierra muerta y, las cubiertas, con vigas y terrados de tierra, la cual madera se trae de los montes de Tlaltenango, a dieciocho leguas de aquí, que es donde se labra la dicha madera, porque por causas de la guerra no la osan sacar de las sierras comarcanas a ellas…”.
Luego, en diversos documentos tenemos descripciones pero solo de los edificios representativos de la arquitectura religiosa (Templo de la Limpia Concepción y Capilla del Hospital de San Miguel).
A fines del siglo XVIII y principios del XIX encontramos censos donde se especifican barrios de la villa de Xerez, incluso hasta una solicitud que hace el ayuntamiento de la villa ante el intendente de la provincia de Zacatecas, que lo era Francisco Rendón, para obligar “por medios suaves” a los vecinos para que blanqueen sus casas.
Para 1800, la villa de Xerez de la Frontera no era lo que creemos, solo un caserío informe, casas de adobe, chozas y ranchitos o puestos. Ni siquiera por la calle del Espejo donde vivían los descendientes de los fundadores los edificios presentaban características que los hicieran duraderos. Fue hasta el siglo XIX en que se construyeron formalmente los edificios que hoy caracterizan a nuestra ciudad. Mismos edificios que sufrieron el abandono, el saqueo, la destrucción, siendo reconstruídos parcialmente en la década de los treinta del siglo XX. Bastante ha cambiado el nombre de las calles de Jerez desde el siglo XIX hasta la actualidad. Desde principios del 1800, cuando se determinó por mandato el urbanizar la Villa de Xerez, algunos barrios y calles comenzaron a ser conocidos, como el ya legendario Barrio de San Miguel en la parte poniente de la villa, el barrio “Del Oro”(que era originalmente donde se fincó la villa de Xerez); el barrio de “los de Guanajuato” (toda la salida norte), el rancho de San Pedro, el barrio del rescoldillo, llamado así, porque ahí vivía “el rescoldo” de la sociedad, gente pobre que no tenía ni para comprar ropa. Hay nombres que no nos imaginamos siquiera a qué calle actual corresponden.
Después, la documentación es más rica y así podemos reescribir la historia jerezana, aunque a veces hay confusión, por los nombres antiguos de las calles. Y ahí les van algunos: Callejón de la Cerbatana, del Recuerdo, de Diana, del Nardo, de los Pajaritos, de la Palma, del Jardín, de las Campanas, de Nuestra Señora de Guadalupe. Calles como: Del Relox, de la Purísima, de los Gallos, Tacuba, del Alamo, cerrada de la Parroquia, Molinos de San José, de las Higueras, etc. Plazuelas como de la Loza y del Mercado.
Con el invento de la fotografía se enriquecen los testimonios gráficos de lo que era Jerez. Hay varias colecciones de gráficas que nos van presentando diversas etapas de nuestra ciudad. Por ejemplo, la colección del Pbro. J. Rosario González, de 1928, que es la más rica de todas. La colección “Garfias” que está por desgracia en el abandono y que nos presenta los frentes de las casas jerezanas en la década de los 70, y muchas otras colecciones particulares.
Con la reconstrucción de los frentes de las fincas del primer cuadro de la ciudad, al tumbarles por completo el enjarre, pude apreciar las diversas reconstrucciones, cómo eran los vanos de puertas y ventanas, las diversas modificaciones, y apoyado con muchas fotos que estuve tomando, aunque se enojaran los encargados de obra, enriquecí mucho los conocimientos sobre las fincas jerezanas. Pronto podré ofrecer un trabajo bien documentado, bien explícito sobre historia, leyendas y narraciones de las calles de Jerez.
Por cierto, nunca vi al cronista adjunto por ahí, tratando de recuperar el pasado histórico, no se le ha visto nunca interés en el trabajo de campo.
DE PLACEMES
Ese cronista (el profe de lentes que hace discursos) ya va a poder comer con manteca a sus horas, pues este miércoles en la sesión ordinaria de cabildo le tomarían protesta, y hasta puede ser que le dieran su nombramiento de una vez. El pronóstico es el mismo: diez votos a su favor (8 de los regidores maiceados, el del síndico y el de la alcaldesa).
Mi enojo ha sido porque aquí pudo más la imposición que el sentido común. Su elección fue por capricho y en pago de favores políticos. Incluso la convocatoria que lanzaran tenía vicios, no estaba bien redactada y el último párrafo se mostraba a confusión. Además que en la sesión ordinaria 96 realizada el 7 de julio, la misma alcaldesa dijo que el certamen sería “con jurados jerezanos”, desde lo local. Y en el show en el que había hasta un payaso, los jurados no eran jerezanos. Veremundo es tepetonguense, tiene mucha relación con Jerez, y su área es más bien la literatura. Celia Montes es tlaltenanguense, y aunque pasó parte de su infancia en la plazuela, en la casa donde vivo yo, se fue joven a Guadalupe y Zacatecas, donde es su área de trabajo. Aparte, si se aplicara el sentido común, ese certamen se debió declarar desierto, pues solo eran tres participantes. ¿Elegir una terna de tres donde uno de los participantes llevaba toda la ventaja del mundo?.
POLO ACUÑA
Muchos recordamos a Polo Acuña, desde nuestros felices tiempos de infancia, cuando íbamos a curiosear los “cuentos” que semana a semana llegaban a su tabarete que estaba en el jardín de “Publicaciones El León”, luego a las “Publicaciones Acuña”, donde además de tener siempre los cuentos de “Novaro”, había libros y revistas que daba gusto ir ahí a hojear. Era el lugar preferido de la gente joven de Jerez que iba a echar chisme.
Polo también escribió las secciones de sociales en algunos semanarios y revistas, pues conocía a todos los jerezanos y jerezanas de ese entonces. Además fue miembro prominente del Club Rotario.
Este domingo pasado solo algunos de sus familiares le dieron el último adiós. Sus amigos lo olvidamos. Mi más sincera condolencia a la familia Acuña.
Yo entendía la arqueología de otra manera, además que no conozco aquí en Jerez a ningún arqueólogo de valía que quiera compartir sus conocimientos conmigo de a gratis.
Ahondando en el tema, leí que esa modalidad de arqueología estudia todo lo que impulsa y provoca cambios en el territorio, tanto en lo geomórfico, urbanístico, organizativo y social. Se parte de la idea que la ciudad es un ente vivo, en constante cambio y evolución. El patrimonio arqueológico es algo más que los restos recuperados del estudio del subsuelo. La aplicación de registro de los arqueólogos al estudio de edificios o de retículas urbanas ha comportado un progreso fundamental en el conocimiento de la ciudad histórica.
La primera descripción que he encontrado de las casas de Jerez, está en “Las Relaciones Geográficas de la Villa de Xerez” de 1584, cuyo manuscrito original está en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, bajo la signatura "9.25-4/4662-VIII”. La transcripción ha sido realizada por Francisco del Paso y Troncoso. Citada por Valentín García Juárez en "Historia de la Fundación de Jerez" y por Eugenio del Hoyo en "Jerez corona a su Reina" (Revista realizada en 1961). En mi archivo particular existe una copia facsimilar extraída directamente de los originales que están en Madrid. (Aclaro: no está en Internet). Y ahí dice en la contestación a la trigésima primera pregunta: “… que los edificios de las casas en que viven en esta dicha Villa son casas bajas, sin sobrados, de tapias de tierra muerta y, las cubiertas, con vigas y terrados de tierra, la cual madera se trae de los montes de Tlaltenango, a dieciocho leguas de aquí, que es donde se labra la dicha madera, porque por causas de la guerra no la osan sacar de las sierras comarcanas a ellas…”.
Luego, en diversos documentos tenemos descripciones pero solo de los edificios representativos de la arquitectura religiosa (Templo de la Limpia Concepción y Capilla del Hospital de San Miguel).
A fines del siglo XVIII y principios del XIX encontramos censos donde se especifican barrios de la villa de Xerez, incluso hasta una solicitud que hace el ayuntamiento de la villa ante el intendente de la provincia de Zacatecas, que lo era Francisco Rendón, para obligar “por medios suaves” a los vecinos para que blanqueen sus casas.
Para 1800, la villa de Xerez de la Frontera no era lo que creemos, solo un caserío informe, casas de adobe, chozas y ranchitos o puestos. Ni siquiera por la calle del Espejo donde vivían los descendientes de los fundadores los edificios presentaban características que los hicieran duraderos. Fue hasta el siglo XIX en que se construyeron formalmente los edificios que hoy caracterizan a nuestra ciudad. Mismos edificios que sufrieron el abandono, el saqueo, la destrucción, siendo reconstruídos parcialmente en la década de los treinta del siglo XX. Bastante ha cambiado el nombre de las calles de Jerez desde el siglo XIX hasta la actualidad. Desde principios del 1800, cuando se determinó por mandato el urbanizar la Villa de Xerez, algunos barrios y calles comenzaron a ser conocidos, como el ya legendario Barrio de San Miguel en la parte poniente de la villa, el barrio “Del Oro”(que era originalmente donde se fincó la villa de Xerez); el barrio de “los de Guanajuato” (toda la salida norte), el rancho de San Pedro, el barrio del rescoldillo, llamado así, porque ahí vivía “el rescoldo” de la sociedad, gente pobre que no tenía ni para comprar ropa. Hay nombres que no nos imaginamos siquiera a qué calle actual corresponden.
Después, la documentación es más rica y así podemos reescribir la historia jerezana, aunque a veces hay confusión, por los nombres antiguos de las calles. Y ahí les van algunos: Callejón de la Cerbatana, del Recuerdo, de Diana, del Nardo, de los Pajaritos, de la Palma, del Jardín, de las Campanas, de Nuestra Señora de Guadalupe. Calles como: Del Relox, de la Purísima, de los Gallos, Tacuba, del Alamo, cerrada de la Parroquia, Molinos de San José, de las Higueras, etc. Plazuelas como de la Loza y del Mercado.
Con el invento de la fotografía se enriquecen los testimonios gráficos de lo que era Jerez. Hay varias colecciones de gráficas que nos van presentando diversas etapas de nuestra ciudad. Por ejemplo, la colección del Pbro. J. Rosario González, de 1928, que es la más rica de todas. La colección “Garfias” que está por desgracia en el abandono y que nos presenta los frentes de las casas jerezanas en la década de los 70, y muchas otras colecciones particulares.
Con la reconstrucción de los frentes de las fincas del primer cuadro de la ciudad, al tumbarles por completo el enjarre, pude apreciar las diversas reconstrucciones, cómo eran los vanos de puertas y ventanas, las diversas modificaciones, y apoyado con muchas fotos que estuve tomando, aunque se enojaran los encargados de obra, enriquecí mucho los conocimientos sobre las fincas jerezanas. Pronto podré ofrecer un trabajo bien documentado, bien explícito sobre historia, leyendas y narraciones de las calles de Jerez.
Por cierto, nunca vi al cronista adjunto por ahí, tratando de recuperar el pasado histórico, no se le ha visto nunca interés en el trabajo de campo.
DE PLACEMES
Ese cronista (el profe de lentes que hace discursos) ya va a poder comer con manteca a sus horas, pues este miércoles en la sesión ordinaria de cabildo le tomarían protesta, y hasta puede ser que le dieran su nombramiento de una vez. El pronóstico es el mismo: diez votos a su favor (8 de los regidores maiceados, el del síndico y el de la alcaldesa).
Mi enojo ha sido porque aquí pudo más la imposición que el sentido común. Su elección fue por capricho y en pago de favores políticos. Incluso la convocatoria que lanzaran tenía vicios, no estaba bien redactada y el último párrafo se mostraba a confusión. Además que en la sesión ordinaria 96 realizada el 7 de julio, la misma alcaldesa dijo que el certamen sería “con jurados jerezanos”, desde lo local. Y en el show en el que había hasta un payaso, los jurados no eran jerezanos. Veremundo es tepetonguense, tiene mucha relación con Jerez, y su área es más bien la literatura. Celia Montes es tlaltenanguense, y aunque pasó parte de su infancia en la plazuela, en la casa donde vivo yo, se fue joven a Guadalupe y Zacatecas, donde es su área de trabajo. Aparte, si se aplicara el sentido común, ese certamen se debió declarar desierto, pues solo eran tres participantes. ¿Elegir una terna de tres donde uno de los participantes llevaba toda la ventaja del mundo?.
POLO ACUÑA
Muchos recordamos a Polo Acuña, desde nuestros felices tiempos de infancia, cuando íbamos a curiosear los “cuentos” que semana a semana llegaban a su tabarete que estaba en el jardín de “Publicaciones El León”, luego a las “Publicaciones Acuña”, donde además de tener siempre los cuentos de “Novaro”, había libros y revistas que daba gusto ir ahí a hojear. Era el lugar preferido de la gente joven de Jerez que iba a echar chisme.
Polo también escribió las secciones de sociales en algunos semanarios y revistas, pues conocía a todos los jerezanos y jerezanas de ese entonces. Además fue miembro prominente del Club Rotario.
Este domingo pasado solo algunos de sus familiares le dieron el último adiós. Sus amigos lo olvidamos. Mi más sincera condolencia a la familia Acuña.
“EN MIS TIEMPOS LA GENTE SE CASABA A ESCONDIDAS”
En esta ocasión les ofrezco un relato que hace años hiciera don Faustino González:
“EN MIS TIEMPOS LA GENTE SE CASABA A ESCONDIDAS”
¿Qué quiere que le platique de mis años? No, pos’ es que hay muchas cosas que yo crio’que ya no me acuerdo bien, pero ora verá, le voy a contar de cómo conocí a la que es mi esposa Jovita. Eso ya fue hace muchísimos años, eran los últimos de la cristiada, pero cuando más bravos estaban tanto los agraristas, los federales y “los faldillones”. ¿Qué quienes eran? Así le decían a los cristeros porque la blusa de manta les quedaba larga como falda cuando se ajustaban las carrilleras.
Entonces yo estaba mucho muy nuevo, diatiro chamaco y en un burro me dedicaba a vender verduras aquí y allá, donde se podía y lo que se podía. En los ranchos casi nunca me pagaban con dinero. Con huevos y con máiz, mesmos que yo cambiaba más delante por más frutas. En una de esas, que andaba por los rumbos de Tepetongo, en este rancho que usté ha de conocer, El Marecito. Cuando llegué ahí andaba ofreciendo mis frutas, en esa vez traía naranjas. Viera que antes la fruta no se conocía mucho.
En eso que veo una muchachota pero bonita de a deveras. Y que dejo mi burro y mis mulas y ahí voy trotando tras de ella ofreciéndole naranjas. Va usté a creer que se voltea y me dice con una vocecita como de techalote: “Deme dos centavos”, y que le digo que aprontara el delantal y que le echo una buena brazada que hizo como si se fuera a caer pa’ onde yo estaba. Se puso colorada, pero bien colorada y ni adiós me dijo. Yo pensé: “Pos’ si te gusta, pos’ síguela, quien quite y haiga negocio”. Pero no vaya a creer que negocios de otros. No, antes éramos más cándidos, esos malos pensamientos que ahora tenemos, ni en sueños los conocíamos. Me hice el desimulado como que iba a seguir vendiendo naranjas y me fui espiando a ver onde vivía. Esa casa ya no existe, era de las grandotas que destruyeron. Preguntando, preguntando me dijeron que la muchacha se llamaba Jovita y vivía ahí con una tía. Que no tenía papás porque se los habían matado allá por la sierra.
Pos’ en ese rancho me anduve varios días, y que la güelvo a ver y que me le planto mero enfrente. Ella se volvió a poner colorada cuando me vió. Yo también, cuando no sé de donde saqué valor y le dije: “Fíjese que usté me gusta reteharto y quiero matrimoniarme con usté”. Se me quedó viendo con sus ojotes como de venado que tenía, y con la boca abierta. Yo creí que la había asustado así que le dije: “Usté perdone, pero es que está rechula y pos’ me gustaría pa’ llevármela pa’ Jerez como mi esposa”.
Luego me acuerdo que le dije que golvía en una semana pa’ver que decidía. Y a los ocho días ahí estaba yo dando güeltas y güeltas por el rancho, hasta que la ví. “¿Quihubo, qué pensó?”. Y que me dice que sí, que estaba bien, pero que debía ser por la Iglesia.
Pa’ pronto pensé: “Esta muchachona no se me escapa” y no se me escapó. Pero lo malo es que en esos días los sacerdotes andaban escondidos por la sierra del Venao, en el rumbo de Juanchorrey, hasta que nos dieron el norte de un cura. Fíjese que toda la gente sabía onde andaba, pero si algún extraño preguntaba por él, naiden daba razón, y como no nos conocían, yo crioque pensaban que éramos espías. En cuanto pude hablar con el padrecito y me dijo que estaba bien, que llevara a la novia el domingo muy de madrugada a una casita de la Estancia de los Berumen. Todavía no amanecía cuando ya estaba yo con mi prenda amada y su tía en la casa onde nos habían dicho. Una casita muy cerca de la capilla, la de don Rodolfo Félix… ¡ahh!! ¿así que era su agüelo? Pos’ mire nomás qué casualidá tan grande, porque él mero nos apadrinó.
Ahí en la sala, el padre en una mesita puso el mantel, el caliz y las cosas que se usan. Dijo la misa y nos casó. Me acuerdo que Jovita llevaba un vestido de flores azules, no era de tienda, pero ella misma lo había cosido. Antes no se usaba que el vestido de novia, que tantas cosas que ora se usan, antes la cosa era estar ante la voluntad divina nomás.
Pos’ nos casamos, muy a escondidas, y mire que mi muchachona me salió muy güeña pa’l quihacer, y hasta me ayudaba a enjarciar mis animales cuando me iba a vender, cosa que ya no me gustaba, porque dejaba sola a mi “venadita”.
Ahí tiene que cuando la cristiada se acabó nos casamos también por lo encevil, aquí en la presidencia; nos regañaron harto porque no nos habíamos casado antes, pero el chiste era el papel y ni caso hicimos.
Aluego a los poquitos años empezó la guerra allá por las “Uropas” y mandaron a los gringos a peliar. Entonces pedían trabajadores: Yo le pensé munchas veces, y es que aquí no me iba mal, pero tampoco bien. Además estaba muy aquerenciado con mi mujer. Pero el diablo que mete la cola en todo, me hizo decidirme por ir a los “yunaites” a darme una asomadita. Pero viera que así como me fui vine. Nomás me di unas hambreadotas allá por Sonora y Arizona. No traje ni dinero ni nada, puras lástimas; pero mire, conseguimos unas tierritas y las sembramos, y tenemos unos animalitos y con eso nos entretenemos.
Ya estamos viejito, pero seguimos muy contentos y felices. La próxima vez que venga le platico más cosas y a ver si entonces sí conoce a mi “venadita”. Orita no está, una de mis hijas se la llevó pa’ Jerez a que conociera a los “ñetos”. Pero va a ver que le voy a dicir que vino un periodista a platicar conmigo y le va a dar muncho gusto cuando güelva…
HIGINIO PLACENCIA JAUREGUI, EL SOLDADO PERDIDO
HIGINIO PLACENCIA JAUREGUI, EL SOLDADO PERDIDO
Hace algunos días me escribió la profesora e investigadora del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara, Ma. Esther García Loza, descendiente de los primeros pobladores de Cañadas de Obregón, alla en Jalisco. Hizo contacto conmigo anteriormente por medio del Profesor Inocencio (Lupe) Ramírez, de quien es familiar. Ella me pedía información sobre una batalla ocurrida aquí en Jerez, el 18 de abril de 1918, pues tal acontecimiento lo registra en sus versos el renombrado y reconocido sacerdote Alfredo R. Placencia, ya que aquí murió uno de sus hermanos, Higinio, en la calle Moya.
Hace varios años, tuve oportunidad de leer los versos “Del Cuartel y el Claustro” … “…Fue en la calle de Moya, allí te vieron / Y en el propio lugar que resguardabas / Donde al sentirte con el cráneo roto / Corrió a envolverte en su piedad la Patria…”. Y estuve investigando sobre la muerte del soldado Higinio Placencia Jáuregui, quien supuestamente falleció el 14 de abril de 1918 en la calle de Moya de Jerez, pero sin encontrar alguna luz que me guiara. El sacerdote jaliscience, se refiere quizá a la calle Luis Moya, pero en ese entonces se llamaba “Del Espejo” o “Cerrada de la Parroquia”. El nombre de Luis Moya creo que se le impuso hasta varios años después. Entonces, ¿cómo el poeta jalisciense pudo citar el nombre de la calle años antes de que se le impusiera
El 14 de abril de 1918 –según mis datos- no hubo en Jerez ninguna batalla entre revolucionarios ni soldados… Años antes, y precisamente el 19 de abril de 1913, fue tomada de manera violenta la ciudad por tropas de Pánfilo Natera que se enfrentaron a las tropas Huertistas y a la defensa jerezana. Las tropas revolucionarias ingresaron a la ciudad, por todos los puntos cardinales, por el sur llegaron por las calles de la Parroquia y del Espejo (llamada Luis Moya años después). Se puede decir que acabaron con la ciudad, pues todo quedó en ruinas…
En años posteriores, llegaban villistas, gobiernistas, rebeldes, pero las luchas no eran tan intensas y encarnizadas como la de 1913.
En 1917, el general Agustín Albarrán se dedica a reorganizar la ciudad, y ya no hay ataques de los rebeldes, pero muere el 25 de agosto contagiado de tifo, y en su lugar queda como jefe de armas el Coronel Alfredo García.
En 1918, había en Jerez una aparente calma, solo enfrentamientos esporádicos con los “pardos” (rebeldes capitaneados por Sabino Salas que andaban por la sierra de Los Cardos.
Resultado de las luchas fraticidas, fue que se acabara la economía, que la agricultura quedara como toda la población: muerta. 1916 es conocido como el año del hambre. En 1917 pegó el tifo que era mortal… y en 1918, la llamada “influenza española” que según las anotaciones en los libros de defunciones de 1918 fueron más de mil v´ctimas en solo tres meses. El 14 de agosto de 1919 los últimos exvillistas se rinden confiando en las promesas del gobierno, que nada fiel a su palabra, los asesinó…
El 14 de abril de 1918, y fechas subsecuentes, no hay ninguna anotación de muerte violenta. He rastreado en libros de años anteriores y posteriores, pero Higinio Placencia Jáuregui no aparece. Podría ser –en mi opinión- porque los militares cuando tenían bajas, en muchas ocasiones no daban aviso a la administración municipal, y se limitaban a sepultarlos en fosas comunes, generalmente del panteón de La Soledad. Podría ser que este Higinio Placencia hubiera intervenido en una escaramuza pequeña y al resultar muerto o herido, se le trasladara a otro lugar (eso era muy común en el ejército). He localizado testimonios tardíos de sepulturas de militares, como la registrada en 1921, en que el agente municipal de Lo de Luna avisa que el 24 de diciembre de 1919 hubo un enfrentamiento entre militares que resguardaban el camino real a Zacatecas, con bandoleros, muriendo un sargento, un cabo y siete soldados, (consigna los nombres) y que el Subteniente Sierra ordenó se sepultaran en el panteón del lugar, indicando que él avisaría a las autoridades jerezanas, cosa que nunca hizo…
También pudiera ser, que el sacerdote poeta haya equivocado la fecha de la muerte de su hermano y haya fallecido en la lucha del 19 de abril de 1913… en que como fueron tantos los muertos de uno y otro bando, solo los apilaban y los quemaban… tal vez se permitiera una licencia poética, para evocar en un mismo escrito la muerte de su hermano Higinio que era soldado y su hermana Cristina –Sor Eulalia-, fallecida el 20 de abril de 1918 en Chilapa, Guerrero. Quizá el sacerdote poeta recreara la pérdida de esos seres que tanto amó, jugando con los tiempos reales…
Esta es una investigación en marcha… apelaré a mis amigos historiadores a ver si alguno tiene más datos.
JEREZ, MEMORIA SOBRE EL ARTE POPULAR
El Instituto de Desarrollo Artesanal para el Estado de Zacatecas (IDEAZ) publicó una serie de libros, muy bien impresos, muy bien editados, pero… cayó en mis manos un ejemplar de una obra que presumen mucho, un libro con pastas negras, filigranas en plata y magenta, con una foto de un par de arracadas en la portada, titulado “JEREZ, Memoria sobre el arte popular” y con letras magenta aparece como autor José Arturo Burciaga Campos.
Lo comencé a leer con avidez creyendo que tendría información relevante y precisa… pero mi sorpresa fue grande, pues al comenzar el capítulo donde se habla del perfil geográfico e histórico del municipio, el autor da puros palos de ciego. Como que le encargaron hiciera el libro sobre Jerez y anduvo pescando datos locos en internet o fue con los guías de turistas de Zacatecas muy duchos en inventar mentiras sobre Jerez. Hay infinidad de datos erróneos consignados en la mayor parte de las páginas de ese libro. Pero lo que me causó más admiración fue lo que dice en la página 106: “Su presidenta Alma Araceli Avila Cortés estuvo atenta a las necesidades del equipo de investigación. El cronista del municipio Samuel Correa Carrillo dio importante información para esta memoria…” ¡No lo puedo creer! ¿Será posible?. En honor a la verdad, Correa Carrillo sí es poseedor de datos fidedignos que hablan bien sobre Jerez, pero esa memoria dedicada a Jerez está toda equivocada. Esa obra consta de 128 páginas y yo hice –a vuelo de pájaro- 72 observaciones, ya sea erratas de carácter histórico, geográfico, ortográfico, de tradiciones, etc. Si es una obra realizada por parte del Gobierno Estatal, Conculta e IDEAZ, lo menos es que debiera hacerse bien y el cronista adjunto exigiera revisar el trabajo. Yo, estoy en contra de quienes falsean la historia, pero eso aquí a nadie le importa…
Por cierto, ya en fecha próxima se hará el remedo de dedocracia en que se nombrará al adjunto como titular. Según me cuentan, se ha lanzado una convocatoria para que los que se sientan con ganas de ser cronistas acudan al Teatro Hinojosa y presenten un tema. Supongo que los regidores serán los jurados y calificarán así al que ya de antemano se les indicó que debe ganar. Por desgracia el artículo 113 de la Ley Orgánica no es nada explícito sobre la forma de elegir al Cronista, así que están muy en su derecho de hacerlo como crean. Aunque, no hay condiciones para participar, porque hay “aplanadora” y ya hubo “cabildeo”. En tres años, los miembros del Ayuntamiento como representantes del pueblo que son, (me imagino), debían tener conocimiento sobre “quien es quien” en las diversas actividades jerezanas. No es con un tema que lea el participante como se le califique su trabajo. ¿Qué tal si el tema que presente no es del agrado de los presentes, aunque tras de sí tenga toda una vida trabajando en pro de la verdad histórica de Jerez? ¿Qué tal si de repente se le va la voz por la emoción, no acostumbrado a decir discursos de esos políticos?. De una cosa pueden estar seguros: que no participaré en esa farsa, porque no hay las condiciones propicias, y solo se hace para legitimar al vapor lo que no se hizo en dos años. Que le aproveche el puesto al profe, y atentos estaremos a que cumpla el plan de trabajo que presentó… a lo mejor era pura demagogia…
LIBROS CHAFAS
Y hablando de libros, pues sigo ofertando mis chafas libros, que se hacen con recursos propios. Ya sabe donde se consiguen: En la Nevería EL PARAISO, en Regalos GERSY, en Discos y Cassetes ARACELI, con don MIGUEL ESTRADA en los portales del mercado, en VIDEO REC con GAEL, en PUBLICACIONES SOFIA (Junto al Puente), en Librería SANTIAGO DE GALICIA (Con Cárdenas) y en la Plazuela (enfrente de con el Porky). Me preguntan por qué no se venden en la Casa Museo o en el Instituto de Cultura. Es que ahí solo se pueden ofrecer obras selectas de esas que se hacen “pensando a lo grande”…
Hace algunos días me escribió la profesora e investigadora del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara, Ma. Esther García Loza, descendiente de los primeros pobladores de Cañadas de Obregón, alla en Jalisco. Hizo contacto conmigo anteriormente por medio del Profesor Inocencio (Lupe) Ramírez, de quien es familiar. Ella me pedía información sobre una batalla ocurrida aquí en Jerez, el 18 de abril de 1918, pues tal acontecimiento lo registra en sus versos el renombrado y reconocido sacerdote Alfredo R. Placencia, ya que aquí murió uno de sus hermanos, Higinio, en la calle Moya.
Hace varios años, tuve oportunidad de leer los versos “Del Cuartel y el Claustro” … “…Fue en la calle de Moya, allí te vieron / Y en el propio lugar que resguardabas / Donde al sentirte con el cráneo roto / Corrió a envolverte en su piedad la Patria…”. Y estuve investigando sobre la muerte del soldado Higinio Placencia Jáuregui, quien supuestamente falleció el 14 de abril de 1918 en la calle de Moya de Jerez, pero sin encontrar alguna luz que me guiara. El sacerdote jaliscience, se refiere quizá a la calle Luis Moya, pero en ese entonces se llamaba “Del Espejo” o “Cerrada de la Parroquia”. El nombre de Luis Moya creo que se le impuso hasta varios años después. Entonces, ¿cómo el poeta jalisciense pudo citar el nombre de la calle años antes de que se le impusiera
El 14 de abril de 1918 –según mis datos- no hubo en Jerez ninguna batalla entre revolucionarios ni soldados… Años antes, y precisamente el 19 de abril de 1913, fue tomada de manera violenta la ciudad por tropas de Pánfilo Natera que se enfrentaron a las tropas Huertistas y a la defensa jerezana. Las tropas revolucionarias ingresaron a la ciudad, por todos los puntos cardinales, por el sur llegaron por las calles de la Parroquia y del Espejo (llamada Luis Moya años después). Se puede decir que acabaron con la ciudad, pues todo quedó en ruinas…
En años posteriores, llegaban villistas, gobiernistas, rebeldes, pero las luchas no eran tan intensas y encarnizadas como la de 1913.
En 1917, el general Agustín Albarrán se dedica a reorganizar la ciudad, y ya no hay ataques de los rebeldes, pero muere el 25 de agosto contagiado de tifo, y en su lugar queda como jefe de armas el Coronel Alfredo García.
En 1918, había en Jerez una aparente calma, solo enfrentamientos esporádicos con los “pardos” (rebeldes capitaneados por Sabino Salas que andaban por la sierra de Los Cardos.
Resultado de las luchas fraticidas, fue que se acabara la economía, que la agricultura quedara como toda la población: muerta. 1916 es conocido como el año del hambre. En 1917 pegó el tifo que era mortal… y en 1918, la llamada “influenza española” que según las anotaciones en los libros de defunciones de 1918 fueron más de mil v´ctimas en solo tres meses. El 14 de agosto de 1919 los últimos exvillistas se rinden confiando en las promesas del gobierno, que nada fiel a su palabra, los asesinó…
El 14 de abril de 1918, y fechas subsecuentes, no hay ninguna anotación de muerte violenta. He rastreado en libros de años anteriores y posteriores, pero Higinio Placencia Jáuregui no aparece. Podría ser –en mi opinión- porque los militares cuando tenían bajas, en muchas ocasiones no daban aviso a la administración municipal, y se limitaban a sepultarlos en fosas comunes, generalmente del panteón de La Soledad. Podría ser que este Higinio Placencia hubiera intervenido en una escaramuza pequeña y al resultar muerto o herido, se le trasladara a otro lugar (eso era muy común en el ejército). He localizado testimonios tardíos de sepulturas de militares, como la registrada en 1921, en que el agente municipal de Lo de Luna avisa que el 24 de diciembre de 1919 hubo un enfrentamiento entre militares que resguardaban el camino real a Zacatecas, con bandoleros, muriendo un sargento, un cabo y siete soldados, (consigna los nombres) y que el Subteniente Sierra ordenó se sepultaran en el panteón del lugar, indicando que él avisaría a las autoridades jerezanas, cosa que nunca hizo…
También pudiera ser, que el sacerdote poeta haya equivocado la fecha de la muerte de su hermano y haya fallecido en la lucha del 19 de abril de 1913… en que como fueron tantos los muertos de uno y otro bando, solo los apilaban y los quemaban… tal vez se permitiera una licencia poética, para evocar en un mismo escrito la muerte de su hermano Higinio que era soldado y su hermana Cristina –Sor Eulalia-, fallecida el 20 de abril de 1918 en Chilapa, Guerrero. Quizá el sacerdote poeta recreara la pérdida de esos seres que tanto amó, jugando con los tiempos reales…
Esta es una investigación en marcha… apelaré a mis amigos historiadores a ver si alguno tiene más datos.
JEREZ, MEMORIA SOBRE EL ARTE POPULAR
El Instituto de Desarrollo Artesanal para el Estado de Zacatecas (IDEAZ) publicó una serie de libros, muy bien impresos, muy bien editados, pero… cayó en mis manos un ejemplar de una obra que presumen mucho, un libro con pastas negras, filigranas en plata y magenta, con una foto de un par de arracadas en la portada, titulado “JEREZ, Memoria sobre el arte popular” y con letras magenta aparece como autor José Arturo Burciaga Campos.
Lo comencé a leer con avidez creyendo que tendría información relevante y precisa… pero mi sorpresa fue grande, pues al comenzar el capítulo donde se habla del perfil geográfico e histórico del municipio, el autor da puros palos de ciego. Como que le encargaron hiciera el libro sobre Jerez y anduvo pescando datos locos en internet o fue con los guías de turistas de Zacatecas muy duchos en inventar mentiras sobre Jerez. Hay infinidad de datos erróneos consignados en la mayor parte de las páginas de ese libro. Pero lo que me causó más admiración fue lo que dice en la página 106: “Su presidenta Alma Araceli Avila Cortés estuvo atenta a las necesidades del equipo de investigación. El cronista del municipio Samuel Correa Carrillo dio importante información para esta memoria…” ¡No lo puedo creer! ¿Será posible?. En honor a la verdad, Correa Carrillo sí es poseedor de datos fidedignos que hablan bien sobre Jerez, pero esa memoria dedicada a Jerez está toda equivocada. Esa obra consta de 128 páginas y yo hice –a vuelo de pájaro- 72 observaciones, ya sea erratas de carácter histórico, geográfico, ortográfico, de tradiciones, etc. Si es una obra realizada por parte del Gobierno Estatal, Conculta e IDEAZ, lo menos es que debiera hacerse bien y el cronista adjunto exigiera revisar el trabajo. Yo, estoy en contra de quienes falsean la historia, pero eso aquí a nadie le importa…
Por cierto, ya en fecha próxima se hará el remedo de dedocracia en que se nombrará al adjunto como titular. Según me cuentan, se ha lanzado una convocatoria para que los que se sientan con ganas de ser cronistas acudan al Teatro Hinojosa y presenten un tema. Supongo que los regidores serán los jurados y calificarán así al que ya de antemano se les indicó que debe ganar. Por desgracia el artículo 113 de la Ley Orgánica no es nada explícito sobre la forma de elegir al Cronista, así que están muy en su derecho de hacerlo como crean. Aunque, no hay condiciones para participar, porque hay “aplanadora” y ya hubo “cabildeo”. En tres años, los miembros del Ayuntamiento como representantes del pueblo que son, (me imagino), debían tener conocimiento sobre “quien es quien” en las diversas actividades jerezanas. No es con un tema que lea el participante como se le califique su trabajo. ¿Qué tal si el tema que presente no es del agrado de los presentes, aunque tras de sí tenga toda una vida trabajando en pro de la verdad histórica de Jerez? ¿Qué tal si de repente se le va la voz por la emoción, no acostumbrado a decir discursos de esos políticos?. De una cosa pueden estar seguros: que no participaré en esa farsa, porque no hay las condiciones propicias, y solo se hace para legitimar al vapor lo que no se hizo en dos años. Que le aproveche el puesto al profe, y atentos estaremos a que cumpla el plan de trabajo que presentó… a lo mejor era pura demagogia…
LIBROS CHAFAS
Y hablando de libros, pues sigo ofertando mis chafas libros, que se hacen con recursos propios. Ya sabe donde se consiguen: En la Nevería EL PARAISO, en Regalos GERSY, en Discos y Cassetes ARACELI, con don MIGUEL ESTRADA en los portales del mercado, en VIDEO REC con GAEL, en PUBLICACIONES SOFIA (Junto al Puente), en Librería SANTIAGO DE GALICIA (Con Cárdenas) y en la Plazuela (enfrente de con el Porky). Me preguntan por qué no se venden en la Casa Museo o en el Instituto de Cultura. Es que ahí solo se pueden ofrecer obras selectas de esas que se hacen “pensando a lo grande”…
JEREZ EN EL PORFIRIATO
Ya en otras ocasiones he escrito sobre lo que era Jerez a inicios del siglo XX, en pleno auge del porfiriato, cuando se construyeron los principales edificios representativos de la arquitectura civil característica de nuestra ciudad.
Puedo asegurar que la “Atenas de Zacatecas”, como se le conocía entonces, era una pequeña población boyante, con una floreciente industria y un numeroso y bien surtido comercio, además se practicaba la agricultura y la cría de ganado también era buena fuente de ingresos. El período a que me refiero es aproximadamente de 1870 a 1913.
Basándome en el trabajo de mi amigo el Doctor en arquitectura, Carlos Lira Vásquez, así como en el libro de don Eugenio del Hoyo “Jerez el de López Velarde”, también en los numerosos apuntes de “O’regio Nuremberg” (mi papá, Gregorio Berumen) ofrezco estos apuntes:
EMPRESAS Y FABRICAS
Una gran empresa era la de Juan P. Escobedo Sucesores, que dirigía el Lic. Luis Escobedo, que no solo surtía a la región, sino que extendía sus actividades y proveía a negocios de Zacatecas y Aguascalientes. De esta misma familia (Escobedo Llamas) era la Cristalería “El Palacio de Cristal”, así como el negocio de telas que regenteaba Ignacio Escobedo en el portal Humboldt. Poseían una fábrica de cigarros llamada “La Nacional” y la Compañía Industrial de Fósforos. Al amparo del éxito de la cigarrera, se impulsó por un tiempo el cultivo del tabaco en la región.
Tenían una fábrica de muebles llamada “El Progreso”, ubicada en la calle de la Parroquia, dirigida con bastante acierto por el ebanista alsaciano Andrés M. Buhr Numen, quien se había avecindado en Jerez desde 1881, se casó con doña Aurelia Robles y falleció en la mañana del 21 de junio de 1912, en su casa de la calle de la Parroquia No. 1. Era hijo de Wilhelm Buhr y Sophie Numen.
Aquí cabe aclarar que este súbdito alemán fue quien sugirió que el portal de los Escobedo y Berumen se llamara “Humboldt”. Su iniciativa se debió a que en vísperas del centenario de la independencia el gobierno de la república envió un comunicado a todas las poblaciones para que pusieran el nombre de Alexander Humboldt a cualquier calle o plaza, en memoria del científico alemán. El portal tomó oficialmente ese nombre a partir del 13 de abril de 1910. Es completamente falso que Humbold haya venido a Jerez y se hospedara en la casa del portal, como algunos guías e historiadores pregonan.
Volviendo al tema, para la elaboración de los muebles de “El Progreso” se utilizaban maderas que se obtenían del aserradero “La Tinajita” por allá en Monte Escobedo.
Había también fábricas de rebozos, una próxima al callejón angosto junto al Oratorio del Diezmo y la otra en la calle de Rosales, cuyo propietario fue don Crispín Cornejo. Pudiera ser que la fábrica de rebozos que estaba por la calle Independencia fuera la que en 1830 estableció Francisco García Salinas, para lo cual trajo a maestros de Toluca. La fábrica quedó bajo la dirección de Ramón Guedea y Antonio Flores.
La familia Colmenero tenía una fábrica de velas por la calle García Salinas. Se dice también que tenían también una fábrica de jabón. Higinio Escobedo –entre sus muchas atividades- tenía una jabonera al lado poniente de la plaza de toros. Otra que fabricaba el mismo producto fue “El Boliche”, de los Sánchez Castellanos y que dirigía Francisco Llamas Carrillo.
En 1901, Zenón Llamas y Luis G. Guerrero firmaron un contrato de sociedad de carrocería, tenería, talabartería y zapatería. Llamas aportó tres mil pesos como capital y Guerrero el trabajo. Se ignora los resultados de esta sociedad.
En la ciudad había también varios molinos de harina. Los más importantes fueron los que pertenecían a don José Brilanti y al médico Jesús Villalobos. (En la caldera del molino de don José Brilanti perecería en 1915 el sacerdote J. Refugio Gallardo y su madre, a manos del criminal Daniel Vanegas). Estaba también el molino de don José Ramírez (cerca del panteón de Dolores) y el de don Salvador Félix por la calle de los Molinos de San José. Para aprovechar que había buenas cosechas de trigo, don Petronilo Márquez instaló una fábrica de fideos, pastas y tallarines en la esquina de las calles de la Fortuna y Santuario.
LOS PRINCIPALES COMERCIOS
Entre los más conocidos comercios que existían estaban “El Centro Mercantil”, tienda de ropa que manejaba don Julio Casas; en los bajos del Portal de los Escobedo y Berumen estaban los negocios de telas de don Alfredo Reveles, Ignacio Escobedo y Francisco Gloria. La zapatería “La Sorpresa” que se instaló en la recién abierta calle nueva (al lado norte de la Plaza Tacuba). “El Nuevo Mundo” de doña Vicentita Camacho. Las tiendas de abarrotes “El Globo” de don Merced Juárez (donde ahora está el “Carta Blanca”, “La Marina” de don Melesio Cabral allá por la calle Moctezuma , “El Sol” de don Inocencio Salas por la calle del Alamo. Y la de don Enrique Raigoza (junto a la Zapatería La Sorpresa”. “La Bola” que era de don Mariano de Haro y don Jacinto Carlos. Por la calle Mina o de las Higueras había también un gran comercio llamado “La Esmeralda”.
En la calle del Espejo estaba “El Chinchunchán” de Darío García, “La Fantasía” en la calle de la Fortuna, “La Giralda” en el callejón del Recuerdo (calle del Sol o Libertad), “La Bufa” de don Petronilo Colmenero que estaba en la Plaza Principal, la de Felipe Camargo por la calle del Placer, la Del Ciprés atendida por don Zeferino, “La Colonia” de Marcos Dena, en la calle del Hospital, la de José María Fernández por la calle de La Aurora y “La Norma” que se ubicaba en la esquina noroeste frente al costado del Santuario, propiedad de los hermanos Sixto y José Cabrera. Don Eugenio del Hoyo tenía su tienda en la calle del Relox o del Teatro, en la planta baja de la casa del Licenciado Ortiz Soto. (La Norma y la tienda de don Eugenio estaban en lo que ahora es propiedad de don Jesús Rodríguez y familia).
Pocas fueron las empresas y comercios que sobrevivieron a la gran hecatombre que representó para Jerez la revolución, pues después del 19 de abril de 1913, la ciudad quedó completamente en la miseria, y muchos años tuvieron que pasar para que se fuera recuperando…
LIBROS ENCANTADOS
El libro de “Leyendas y Relatos de Jerez”, en su enésima edición se está vendiendo ya en NEVERÍA EL PARAÍSO, REGALOS GERSY, Discos y Cassetes ARACELI, en los portales del mercado con DON MIGUEL ESTRADA, en VIDEO REC con Gael Escobedo, en PUBLICACIONES SOFIA junto al Puente o en la plazuela frente al PORKY. Ya sabe, si lo prestó, se lo robaron, se le mojó o el perro se lo mordió (el libro) aproveche orita que hay… Y ya pronto sale el otro, “CONOZCO JEREZ”.
Puedo asegurar que la “Atenas de Zacatecas”, como se le conocía entonces, era una pequeña población boyante, con una floreciente industria y un numeroso y bien surtido comercio, además se practicaba la agricultura y la cría de ganado también era buena fuente de ingresos. El período a que me refiero es aproximadamente de 1870 a 1913.
Basándome en el trabajo de mi amigo el Doctor en arquitectura, Carlos Lira Vásquez, así como en el libro de don Eugenio del Hoyo “Jerez el de López Velarde”, también en los numerosos apuntes de “O’regio Nuremberg” (mi papá, Gregorio Berumen) ofrezco estos apuntes:
EMPRESAS Y FABRICAS
Una gran empresa era la de Juan P. Escobedo Sucesores, que dirigía el Lic. Luis Escobedo, que no solo surtía a la región, sino que extendía sus actividades y proveía a negocios de Zacatecas y Aguascalientes. De esta misma familia (Escobedo Llamas) era la Cristalería “El Palacio de Cristal”, así como el negocio de telas que regenteaba Ignacio Escobedo en el portal Humboldt. Poseían una fábrica de cigarros llamada “La Nacional” y la Compañía Industrial de Fósforos. Al amparo del éxito de la cigarrera, se impulsó por un tiempo el cultivo del tabaco en la región.
Tenían una fábrica de muebles llamada “El Progreso”, ubicada en la calle de la Parroquia, dirigida con bastante acierto por el ebanista alsaciano Andrés M. Buhr Numen, quien se había avecindado en Jerez desde 1881, se casó con doña Aurelia Robles y falleció en la mañana del 21 de junio de 1912, en su casa de la calle de la Parroquia No. 1. Era hijo de Wilhelm Buhr y Sophie Numen.
Aquí cabe aclarar que este súbdito alemán fue quien sugirió que el portal de los Escobedo y Berumen se llamara “Humboldt”. Su iniciativa se debió a que en vísperas del centenario de la independencia el gobierno de la república envió un comunicado a todas las poblaciones para que pusieran el nombre de Alexander Humboldt a cualquier calle o plaza, en memoria del científico alemán. El portal tomó oficialmente ese nombre a partir del 13 de abril de 1910. Es completamente falso que Humbold haya venido a Jerez y se hospedara en la casa del portal, como algunos guías e historiadores pregonan.
Volviendo al tema, para la elaboración de los muebles de “El Progreso” se utilizaban maderas que se obtenían del aserradero “La Tinajita” por allá en Monte Escobedo.
Había también fábricas de rebozos, una próxima al callejón angosto junto al Oratorio del Diezmo y la otra en la calle de Rosales, cuyo propietario fue don Crispín Cornejo. Pudiera ser que la fábrica de rebozos que estaba por la calle Independencia fuera la que en 1830 estableció Francisco García Salinas, para lo cual trajo a maestros de Toluca. La fábrica quedó bajo la dirección de Ramón Guedea y Antonio Flores.
La familia Colmenero tenía una fábrica de velas por la calle García Salinas. Se dice también que tenían también una fábrica de jabón. Higinio Escobedo –entre sus muchas atividades- tenía una jabonera al lado poniente de la plaza de toros. Otra que fabricaba el mismo producto fue “El Boliche”, de los Sánchez Castellanos y que dirigía Francisco Llamas Carrillo.
En 1901, Zenón Llamas y Luis G. Guerrero firmaron un contrato de sociedad de carrocería, tenería, talabartería y zapatería. Llamas aportó tres mil pesos como capital y Guerrero el trabajo. Se ignora los resultados de esta sociedad.
En la ciudad había también varios molinos de harina. Los más importantes fueron los que pertenecían a don José Brilanti y al médico Jesús Villalobos. (En la caldera del molino de don José Brilanti perecería en 1915 el sacerdote J. Refugio Gallardo y su madre, a manos del criminal Daniel Vanegas). Estaba también el molino de don José Ramírez (cerca del panteón de Dolores) y el de don Salvador Félix por la calle de los Molinos de San José. Para aprovechar que había buenas cosechas de trigo, don Petronilo Márquez instaló una fábrica de fideos, pastas y tallarines en la esquina de las calles de la Fortuna y Santuario.
LOS PRINCIPALES COMERCIOS
Entre los más conocidos comercios que existían estaban “El Centro Mercantil”, tienda de ropa que manejaba don Julio Casas; en los bajos del Portal de los Escobedo y Berumen estaban los negocios de telas de don Alfredo Reveles, Ignacio Escobedo y Francisco Gloria. La zapatería “La Sorpresa” que se instaló en la recién abierta calle nueva (al lado norte de la Plaza Tacuba). “El Nuevo Mundo” de doña Vicentita Camacho. Las tiendas de abarrotes “El Globo” de don Merced Juárez (donde ahora está el “Carta Blanca”, “La Marina” de don Melesio Cabral allá por la calle Moctezuma , “El Sol” de don Inocencio Salas por la calle del Alamo. Y la de don Enrique Raigoza (junto a la Zapatería La Sorpresa”. “La Bola” que era de don Mariano de Haro y don Jacinto Carlos. Por la calle Mina o de las Higueras había también un gran comercio llamado “La Esmeralda”.
En la calle del Espejo estaba “El Chinchunchán” de Darío García, “La Fantasía” en la calle de la Fortuna, “La Giralda” en el callejón del Recuerdo (calle del Sol o Libertad), “La Bufa” de don Petronilo Colmenero que estaba en la Plaza Principal, la de Felipe Camargo por la calle del Placer, la Del Ciprés atendida por don Zeferino, “La Colonia” de Marcos Dena, en la calle del Hospital, la de José María Fernández por la calle de La Aurora y “La Norma” que se ubicaba en la esquina noroeste frente al costado del Santuario, propiedad de los hermanos Sixto y José Cabrera. Don Eugenio del Hoyo tenía su tienda en la calle del Relox o del Teatro, en la planta baja de la casa del Licenciado Ortiz Soto. (La Norma y la tienda de don Eugenio estaban en lo que ahora es propiedad de don Jesús Rodríguez y familia).
Pocas fueron las empresas y comercios que sobrevivieron a la gran hecatombre que representó para Jerez la revolución, pues después del 19 de abril de 1913, la ciudad quedó completamente en la miseria, y muchos años tuvieron que pasar para que se fuera recuperando…
LIBROS ENCANTADOS
El libro de “Leyendas y Relatos de Jerez”, en su enésima edición se está vendiendo ya en NEVERÍA EL PARAÍSO, REGALOS GERSY, Discos y Cassetes ARACELI, en los portales del mercado con DON MIGUEL ESTRADA, en VIDEO REC con Gael Escobedo, en PUBLICACIONES SOFIA junto al Puente o en la plazuela frente al PORKY. Ya sabe, si lo prestó, se lo robaron, se le mojó o el perro se lo mordió (el libro) aproveche orita que hay… Y ya pronto sale el otro, “CONOZCO JEREZ”.
CONFLICTO CRISTERO EN FECHAS
En mi colaboración de la semana anterior, mencionaba que en estos últimos dos años me he dedicado a recopilar información sobre el período llamado “Conflicto Cristero”, que la historia oficial sepultó y olvidó que ocurrió. Tal vez sea por lo que dijo el Arzobispo de Durango, José María González en 1930: “Todo lo que se hizo fue tan deplorable, que es mejor que la historia de estos sucesos se escriba dentro de cincuenta años, cuando no exista ninguno de nosotros”. En la semana recibí un mensaje de un profesor, especializado en historia, y no acostumbrado a que le refuten, en el que me decía que mis investigaciones carecen de validez porque no tienen el soporte que da un título profesional, ni la base que dan los estudios de los textos oficiales. Que “esos cristerillos que usted quiere revivir, aquí en Jerez nunca tuvieron trascendencia; la historia solo registra dos o tres hechos aislados de algunos desorientados ladrones, pero aquí no hubo ningún conflicto que valga la pena ser estudiado”. Por respeto a mí mismo no menciono el nombre del mentor, pero es muy conocido en bares y cantinas donde se gasta el dinero de su jubilación alegremente.
Y, como sé que me lee, en esta ocasión proporcionaré a mis lectores algunos datos “en frío” de esos años. Estos provienen de archivos reales, fidedignos, que he ido digitalizando en miras a hacer un relato extenso de lo acontecido en esos aciagos años.
CONFLICTO CRISTERO EN FECHAS
El 1º. de agosto de 1926 los templos jerezanos cerraron sus puertas obedeciendo las instrucciones que a los sacerdotes les dieran sus superiores. Ese mismo día, por la madrugada, una descarga eléctrica destruyó la torre de la Santa Escuela, como si fuera un presagio que se venían tiempos difíciles para los jerezanos.
Previendo ello, el gobierno dota a los agraristas de armas, para utilizarlos como brigadas de choque. Esto fue a principios de 1927, y el 11 de enero la guarnición militar a cargo del 40º batallón de infantería tuvo los primeros enfrentamientos con grupos de cristeros. En uno de ellos fallece el cabo Pedro Cortés Vázquez. Sería el principio de una serie de eventos violentos que se sucederían por más de diez años. El 22 de enero muere asesinado Antonio Cisneros, quien fuera uno de los primeros presidentes agraristas. Manuel Rodarte solicita se inhume su cuerpo en fosa de privilegio en el Panteón de Dolores.
Y el día de la Candelaria, en un enfrentamiento que hubo en las cercanías del Monte de los García fallece Leandro Pedroza, miembro de la defensa de esa comunidad. La ciudad estaba amenazada por lo que el 16 de febrero, el 75º regimiento de caballería viene a reforzar la guarnición, estrenándose ese mismo día. El sargento segundo Cástulo Montealegre lleva las de perder y muere, siendo enterrado como muchos militares más, en fosa común del panteón de la Soledad.
El 18 de mayo, Nicolás Durón y 10 personas más son victimadas por instrucciones del General Anacleto López, al oriente de El Compartidor. Piadosos familiares dejan como constancia un pequeño monumento funerario en el lugar de los asesinatos. Al organizarse las tropas de cristeros, ya no solo fueron pequeñas escaramuzas, sino combates de mayor magnitud, como el ocurrido el 30 de agosto, en que los cristeros de Perfecto Castañón se encontraron con las defensas sociales del Monte de los García, resultando varios heridos y falleciendo José García. La intención era debilitar todas las comunidades serranas, para acercarse a Jerez.
En una de tantas expediciones que continuamente realizaban los radicales agraristas jerezanos, salieron en campaña contra los rebeldes comandados por el cura Montoya. El desconocimiento de la región donde andaban fue factor para que cayeran en una emboscada. En el rancho de Las Cañas resultó herido Santiago Pichardo, uno de los más destacados líderes, falleció 3 días después en Huejúcar (el 25 de septiembre de 1927). Ese mismo día muere Martín de la Torre, herido en el mismo combate.
Perfecto Castañón dominaba en la zona norponiente de Zacatecas y el 9 de octubre sus seguidores se enfrentan con agraristas de Los Haro. Luis Reveles de Haro fallece por parte de la defensa. El antiguo general villista, Justo Avila, se une a la causa cristera el 20 de ese mes, en la sierra de Juanchorrey; ya los dolores de cabeza para las autoridades municipales eran bastantes, pues el 31 de octubre, el presidente municipal Ursulo Pinedo se queja que los rebeldes se han robado ganado de los pacíficos, especialmente de los agraristas, aunque el robo de animales por parte de los levantados era mínimo, pues atrapaban vacas para alimentarse, y los federales arriaban todas las reses que podían y las llevaban a la hacienda de Víboras, para acrecentar el hato ganadero del general.
350 rebeldes al mando de Pedro Quintanar realizan una excursión por la región. El 9 de noviembre se tuvieron las primeras noticias de ellos, cuando entraron por El Marecito, siguiendo a Susticacán y de ahí a Jomulquillo, Los Morales y El Cargadero. Fusilaron a más de veinte agraristas y se llevaron armas, parque y caballos.
El 10 de noviembre, las tropas de Quintanar y Castañón se enfrentan con la defensa agraria en las inmediaciones del rancho de San Juan (El Centro). Como los cristeros andaban sobrados de parque, resultaron entre los muertos Cruz Torres y Rosalío Tovar de El Huejote. 4 y 9 balazos recibieron cada uno respectivamente. Ese mismo día, en el rancho El Porvenir asesinaron al anciano Severiano Rodarte (de 88 años), padre de Manuel y Nicolás Rodarte, destacados agraristas. El parte de defunción dice que de un balazo al corazón. Además fue asesinado y colgado Eulalio Godoy de la defensa de San Juan, en un paraje entre El Cargadero y Jomulco.
Ya en 1928, el 14 de enero, agraristas y federales salen con destino al rancho “El Chiquihuite”, donde pensaban sorprender al cabecilla de los pardos Sabino Salas, al no encontrarlo destruyen el templo y todo lo que estuvo a su alcance. Esas mismas fuerzas agraristas capturan a seis vecinos de Juanchorrey acusándolos de ser rebeldes, con lujo de violencia los traen hasta Jerez y los cuelgan en los árboles del lado poniente del Jardín.
En marzo de 1928 se comienza la construcción de la carretera a Tepetongo, bajo la dirección del Mayor Cortés, utilizando mano de obra forzada y gratuita de los habitantes de las rancherías. El 18 de mayo mueren Sóstenes Sandoval y José Alamillo, de la defensa de Jerez, y once días después es asesinado el jefe agrarista Manuel Rodarte, por el teniente del octavo regimiento de caballería Pedro Barriga Moreno, quien también es asesinado por amigos de Rodarte. Tiburcio González sustituye al líder y anuncia que limpiará la región de cristeros al precio que sea. Se recrudece la violencia, y el 26 de junio es ahorcado el niño Jerónimo de Santiago (de 12 años de edad) en la salida a Ciénega por fuerzas agraristas. Todo por no querer gritar “Muera Cristo Rey”. (El niño ya había sido sableado y golpeado, por eso ni fuerzas tendría para gritar nada).
El 14 de julio es fusilado y brutalmente ahorcado en la huerta de Ciénega el jefe cristero Perfecto Castañón, quien fuera hecho prisionero en marzo en Chalchihuites. Hay quien asegura que Castañón compró su libertad a precio caro y los soldados lo dejaron libre. Otra versión dice que hace pocos años fue descubeirto su cadáver al pie de un chabacano.
Los siguientes meses fueron de angustia y terror, pues el campo no se podía trabajar, los animales los había incautado el general López; para poder salir del pueblo solo con salvoconducto. El 3 de noviembre hay noticias de otro enfrentamiento entre agraristas contra cristeros. En la mesa del Varal mueren Salvador y José Pasillas.
El 15 de diciembre, las defensas de Jerez, al mando de Bucho González se encuentran con 150 cristeros de Sabino Salas, en un paraje cercano a Tepetongo. Luego de un feroz combate, los rebeldes se retiraron por el rumbo de la cueva del oso, por la Chaveña. Las defensas resultaron con varias bajas: Eleazar y su hijo Marcos Barrientos vecinos de El Moral, Antonio Cabral del Monte de los García, Luis Ruiz e Ignacio Mejía de la Tetarrona. También falleció Paz Gómez, feroz agrarista del rancho El Niño Jesús. Pocos días después muere en el hospital de Zacatecas su hermano Leonardo Gómez Garay.
El 21 de enero de 1929, Trinidad Castañón junto con su tropa, recorre los ranchos serranos de Santa Rosa, Sauz de los García y Juana González, requisando caballos y monturas e imponiendo multas. El 16 de marzo, tropas de Emilio Barrios se acercan a Jerez sorprendiendo a una partida del gobierno al mando del capitán Angel Pérez, haciéndoles 7 muertos y aprisionando a Manuel Muñíz –de las defensas de Mezquitic- quien fue ejecutado luego.
El 2 de abril hay combates entre agraristas comandados por Ursulo Pinedo y cristeros de Emilio Barrios muy cerca de Santa Fe. La victoria fue de los rebeldes. En ese acontecimiento mueren 7 agraristas y 3 más que fueron fusilados en Buenavista. Los cristeros solo tuvieron dos bajas y un herido –el coronel Barrios-. Tres días después, Francisco Guerrero Villaneda, presidente de Jerez, se encontraba desesperado, porque los rebeldes le envían un mensaje, conminándolo a rendirse.
El general López andaba ocupado apagando la sublevación escobarista, por lo que en la región quedó como jefe provisional de operaciones el general Manuel Montalvo, de quien se dice actuó con cobardía. A este militar se le informó que casi 3 mil rebeldes estaban en las inmediaciones de Juana González, con intenciones de combatir a los agraristas en Jerez, todavía en la madrugada del 10 de abril y sin creerle a quienes le habían avisado, llevó en formación a los bisoños soldados del 23 y 25 regimientos. En el arroyo de Godina, cercano a la hacienda de El Tesorero se escenificó uno de los más fieros combates, ahí perdieron la vida más de 150 soldados. Los cristeros recogieron 100 fusiles belgas nuevos, 15 mil cartuchos, 2 ametralladoras y unos “caballos de buena estampa, pero inservibles”.
Por la noche, luego de la derrota de las tropas de Montalvo, el capitán segundo del 8º regimiento de caballería, Angel “el chueco” Pérez Flores fortifica urgentemente Jerez ante el temor e inminencia de un ataque que hubiera sido benéfico para los cristeros. Nunca se supo porqué en esa ocasión que tenían todas las ventajas de su parte, no tomaron Jerez.
El 11 de mayo, fuerzas de don Justo Avila atacan el rancho de Los Haro, para escarmentar a los agraristas de ahí. Y el 27 de junio se desayunan los cristeros conque ya se había acabado el conflicto cristero, que todo quedó en nada, que los sacerdotes y el gobierno hicieron sus “arreglos” muy a las escondidas. Ese día se celebró una solemne y muy concurrida fiesta religiosa en la Parroquia de la Inmaculada.
A pesar de que las tropas cristeras entregaran sus armas y se acogieran al indulto de los arreglos, eran asesinados de alguna forma. Los enfrentamientos seguirían de 1929 a 1940, pero los grupos de alzados serían menores. Esto es conocido como “la segunda”, “la albérchiga” o “el rescoldo”. De entonces data la actuación del renegado charro Juárez.
Creo que con este resumen, dejo bien clara la importancia que tuvo ese conflicto bélico en Jerez. Y al profe de historia, le recomiendo que estudie, que investigue, que lea algo más que los libros que les manda la SEC, que gaste algo de su sueldazo (o jubilación) en investigar donde están las fuentes históricas. Yo no tendré un título que me avale como profesionista, soy como dijo el padre Soria: “puro cabrón”, pero tengo otra cosa que no da el papel ese: prestigio y credibilidad.
YA HAY LIBROS
Por fin, ya comienzan a salir los libros encantados. A partir de este domingo, la enésima edición de “Leyendas y Relatos de Jerez” estará en Regalos GERSY, en los portales del mercado con don Miguel Estrada, con Araceli Carrillo en su local del mercado donde vende revistas, discos y demás. En 15 días termino “Conozco Jerez” y ya pronto comenzaré el de “Historias y Leyendas de las calles de Jerez”.
Y, como sé que me lee, en esta ocasión proporcionaré a mis lectores algunos datos “en frío” de esos años. Estos provienen de archivos reales, fidedignos, que he ido digitalizando en miras a hacer un relato extenso de lo acontecido en esos aciagos años.
CONFLICTO CRISTERO EN FECHAS
El 1º. de agosto de 1926 los templos jerezanos cerraron sus puertas obedeciendo las instrucciones que a los sacerdotes les dieran sus superiores. Ese mismo día, por la madrugada, una descarga eléctrica destruyó la torre de la Santa Escuela, como si fuera un presagio que se venían tiempos difíciles para los jerezanos.
Previendo ello, el gobierno dota a los agraristas de armas, para utilizarlos como brigadas de choque. Esto fue a principios de 1927, y el 11 de enero la guarnición militar a cargo del 40º batallón de infantería tuvo los primeros enfrentamientos con grupos de cristeros. En uno de ellos fallece el cabo Pedro Cortés Vázquez. Sería el principio de una serie de eventos violentos que se sucederían por más de diez años. El 22 de enero muere asesinado Antonio Cisneros, quien fuera uno de los primeros presidentes agraristas. Manuel Rodarte solicita se inhume su cuerpo en fosa de privilegio en el Panteón de Dolores.
Y el día de la Candelaria, en un enfrentamiento que hubo en las cercanías del Monte de los García fallece Leandro Pedroza, miembro de la defensa de esa comunidad. La ciudad estaba amenazada por lo que el 16 de febrero, el 75º regimiento de caballería viene a reforzar la guarnición, estrenándose ese mismo día. El sargento segundo Cástulo Montealegre lleva las de perder y muere, siendo enterrado como muchos militares más, en fosa común del panteón de la Soledad.
El 18 de mayo, Nicolás Durón y 10 personas más son victimadas por instrucciones del General Anacleto López, al oriente de El Compartidor. Piadosos familiares dejan como constancia un pequeño monumento funerario en el lugar de los asesinatos. Al organizarse las tropas de cristeros, ya no solo fueron pequeñas escaramuzas, sino combates de mayor magnitud, como el ocurrido el 30 de agosto, en que los cristeros de Perfecto Castañón se encontraron con las defensas sociales del Monte de los García, resultando varios heridos y falleciendo José García. La intención era debilitar todas las comunidades serranas, para acercarse a Jerez.
En una de tantas expediciones que continuamente realizaban los radicales agraristas jerezanos, salieron en campaña contra los rebeldes comandados por el cura Montoya. El desconocimiento de la región donde andaban fue factor para que cayeran en una emboscada. En el rancho de Las Cañas resultó herido Santiago Pichardo, uno de los más destacados líderes, falleció 3 días después en Huejúcar (el 25 de septiembre de 1927). Ese mismo día muere Martín de la Torre, herido en el mismo combate.
Perfecto Castañón dominaba en la zona norponiente de Zacatecas y el 9 de octubre sus seguidores se enfrentan con agraristas de Los Haro. Luis Reveles de Haro fallece por parte de la defensa. El antiguo general villista, Justo Avila, se une a la causa cristera el 20 de ese mes, en la sierra de Juanchorrey; ya los dolores de cabeza para las autoridades municipales eran bastantes, pues el 31 de octubre, el presidente municipal Ursulo Pinedo se queja que los rebeldes se han robado ganado de los pacíficos, especialmente de los agraristas, aunque el robo de animales por parte de los levantados era mínimo, pues atrapaban vacas para alimentarse, y los federales arriaban todas las reses que podían y las llevaban a la hacienda de Víboras, para acrecentar el hato ganadero del general.
350 rebeldes al mando de Pedro Quintanar realizan una excursión por la región. El 9 de noviembre se tuvieron las primeras noticias de ellos, cuando entraron por El Marecito, siguiendo a Susticacán y de ahí a Jomulquillo, Los Morales y El Cargadero. Fusilaron a más de veinte agraristas y se llevaron armas, parque y caballos.
El 10 de noviembre, las tropas de Quintanar y Castañón se enfrentan con la defensa agraria en las inmediaciones del rancho de San Juan (El Centro). Como los cristeros andaban sobrados de parque, resultaron entre los muertos Cruz Torres y Rosalío Tovar de El Huejote. 4 y 9 balazos recibieron cada uno respectivamente. Ese mismo día, en el rancho El Porvenir asesinaron al anciano Severiano Rodarte (de 88 años), padre de Manuel y Nicolás Rodarte, destacados agraristas. El parte de defunción dice que de un balazo al corazón. Además fue asesinado y colgado Eulalio Godoy de la defensa de San Juan, en un paraje entre El Cargadero y Jomulco.
Ya en 1928, el 14 de enero, agraristas y federales salen con destino al rancho “El Chiquihuite”, donde pensaban sorprender al cabecilla de los pardos Sabino Salas, al no encontrarlo destruyen el templo y todo lo que estuvo a su alcance. Esas mismas fuerzas agraristas capturan a seis vecinos de Juanchorrey acusándolos de ser rebeldes, con lujo de violencia los traen hasta Jerez y los cuelgan en los árboles del lado poniente del Jardín.
En marzo de 1928 se comienza la construcción de la carretera a Tepetongo, bajo la dirección del Mayor Cortés, utilizando mano de obra forzada y gratuita de los habitantes de las rancherías. El 18 de mayo mueren Sóstenes Sandoval y José Alamillo, de la defensa de Jerez, y once días después es asesinado el jefe agrarista Manuel Rodarte, por el teniente del octavo regimiento de caballería Pedro Barriga Moreno, quien también es asesinado por amigos de Rodarte. Tiburcio González sustituye al líder y anuncia que limpiará la región de cristeros al precio que sea. Se recrudece la violencia, y el 26 de junio es ahorcado el niño Jerónimo de Santiago (de 12 años de edad) en la salida a Ciénega por fuerzas agraristas. Todo por no querer gritar “Muera Cristo Rey”. (El niño ya había sido sableado y golpeado, por eso ni fuerzas tendría para gritar nada).
El 14 de julio es fusilado y brutalmente ahorcado en la huerta de Ciénega el jefe cristero Perfecto Castañón, quien fuera hecho prisionero en marzo en Chalchihuites. Hay quien asegura que Castañón compró su libertad a precio caro y los soldados lo dejaron libre. Otra versión dice que hace pocos años fue descubeirto su cadáver al pie de un chabacano.
Los siguientes meses fueron de angustia y terror, pues el campo no se podía trabajar, los animales los había incautado el general López; para poder salir del pueblo solo con salvoconducto. El 3 de noviembre hay noticias de otro enfrentamiento entre agraristas contra cristeros. En la mesa del Varal mueren Salvador y José Pasillas.
El 15 de diciembre, las defensas de Jerez, al mando de Bucho González se encuentran con 150 cristeros de Sabino Salas, en un paraje cercano a Tepetongo. Luego de un feroz combate, los rebeldes se retiraron por el rumbo de la cueva del oso, por la Chaveña. Las defensas resultaron con varias bajas: Eleazar y su hijo Marcos Barrientos vecinos de El Moral, Antonio Cabral del Monte de los García, Luis Ruiz e Ignacio Mejía de la Tetarrona. También falleció Paz Gómez, feroz agrarista del rancho El Niño Jesús. Pocos días después muere en el hospital de Zacatecas su hermano Leonardo Gómez Garay.
El 21 de enero de 1929, Trinidad Castañón junto con su tropa, recorre los ranchos serranos de Santa Rosa, Sauz de los García y Juana González, requisando caballos y monturas e imponiendo multas. El 16 de marzo, tropas de Emilio Barrios se acercan a Jerez sorprendiendo a una partida del gobierno al mando del capitán Angel Pérez, haciéndoles 7 muertos y aprisionando a Manuel Muñíz –de las defensas de Mezquitic- quien fue ejecutado luego.
El 2 de abril hay combates entre agraristas comandados por Ursulo Pinedo y cristeros de Emilio Barrios muy cerca de Santa Fe. La victoria fue de los rebeldes. En ese acontecimiento mueren 7 agraristas y 3 más que fueron fusilados en Buenavista. Los cristeros solo tuvieron dos bajas y un herido –el coronel Barrios-. Tres días después, Francisco Guerrero Villaneda, presidente de Jerez, se encontraba desesperado, porque los rebeldes le envían un mensaje, conminándolo a rendirse.
El general López andaba ocupado apagando la sublevación escobarista, por lo que en la región quedó como jefe provisional de operaciones el general Manuel Montalvo, de quien se dice actuó con cobardía. A este militar se le informó que casi 3 mil rebeldes estaban en las inmediaciones de Juana González, con intenciones de combatir a los agraristas en Jerez, todavía en la madrugada del 10 de abril y sin creerle a quienes le habían avisado, llevó en formación a los bisoños soldados del 23 y 25 regimientos. En el arroyo de Godina, cercano a la hacienda de El Tesorero se escenificó uno de los más fieros combates, ahí perdieron la vida más de 150 soldados. Los cristeros recogieron 100 fusiles belgas nuevos, 15 mil cartuchos, 2 ametralladoras y unos “caballos de buena estampa, pero inservibles”.
Por la noche, luego de la derrota de las tropas de Montalvo, el capitán segundo del 8º regimiento de caballería, Angel “el chueco” Pérez Flores fortifica urgentemente Jerez ante el temor e inminencia de un ataque que hubiera sido benéfico para los cristeros. Nunca se supo porqué en esa ocasión que tenían todas las ventajas de su parte, no tomaron Jerez.
El 11 de mayo, fuerzas de don Justo Avila atacan el rancho de Los Haro, para escarmentar a los agraristas de ahí. Y el 27 de junio se desayunan los cristeros conque ya se había acabado el conflicto cristero, que todo quedó en nada, que los sacerdotes y el gobierno hicieron sus “arreglos” muy a las escondidas. Ese día se celebró una solemne y muy concurrida fiesta religiosa en la Parroquia de la Inmaculada.
A pesar de que las tropas cristeras entregaran sus armas y se acogieran al indulto de los arreglos, eran asesinados de alguna forma. Los enfrentamientos seguirían de 1929 a 1940, pero los grupos de alzados serían menores. Esto es conocido como “la segunda”, “la albérchiga” o “el rescoldo”. De entonces data la actuación del renegado charro Juárez.
Creo que con este resumen, dejo bien clara la importancia que tuvo ese conflicto bélico en Jerez. Y al profe de historia, le recomiendo que estudie, que investigue, que lea algo más que los libros que les manda la SEC, que gaste algo de su sueldazo (o jubilación) en investigar donde están las fuentes históricas. Yo no tendré un título que me avale como profesionista, soy como dijo el padre Soria: “puro cabrón”, pero tengo otra cosa que no da el papel ese: prestigio y credibilidad.
YA HAY LIBROS
Por fin, ya comienzan a salir los libros encantados. A partir de este domingo, la enésima edición de “Leyendas y Relatos de Jerez” estará en Regalos GERSY, en los portales del mercado con don Miguel Estrada, con Araceli Carrillo en su local del mercado donde vende revistas, discos y demás. En 15 días termino “Conozco Jerez” y ya pronto comenzaré el de “Historias y Leyendas de las calles de Jerez”.
LITERATURA Y PELICULAS CRISTERAS
Luego de una ausencia involuntaria aquí estamos de nuevo, y digo involuntaria pues el director dijo desde hace tiempo que “nomás la del pitirijas cabe”, y nomás la columna del pitirijas puso, emocionado ante la avalancha de publicidad de los diferentes actores políticos que participaron en las elecciones y que al final unos ni le pagaron. Como ya todo volvió a la calma, de nuevo nos da espacio para rellenar su hebdomadario (ya empecé mal, usando palabrejas de esas gachas que casi nadie entiende).
LITERATURA Y PELICULAS CRISTERAS
Desde hace dos años me centré en el proyecto de recuperar toda la información posible sobre los acontecimientos ocurridos en el entorno jerezano desde fines del siglo XIX y hasta la mitad del siglo XX, con la finalidad de tener un conocimiento lo más real posible sobre lo que era Jerez, sobre lo que sucedió en esos años. Accedí a muchos valiosos archivos que no se habían tomado en cuenta por aquellos que han escrito sobre Jerez, y los espacios en que no hay documentación, los llenan con suposiciones. Tengo digitalizados bastantes archivos oficiales, y eso me ha permitido tener una visión muy clara de lo que fue nuestro municipio en el porfiriato, durante la revolución y hasta la cristiada. Estaba estudiando la posibilidad de juntar todos esos apuntes y narraciones en un buen libro, pero los libros cuestan y no será hasta que acabe los que tengo pendientes que pueda pensar en comenzar nuevos proyectos.
Retomé testimonios orales que hace como cuarenta años recopilé de gentes que vivieron en el Jerez de entonces, y me interesé por la época en que sucedieron los fatídicos episodios de la “guerra cristera”.
A nivel nacional, la cristiada fue algo que oficialmente “no pasó, no ocurrió”. La historia oficial la negó por muchos años. La iglesia también por miedo a que los arreglos del 29 fueran echados para atrás. Fueron “enterrados” los acontecimientos de ese enfrentamiento doloroso entre descamisados, huarachudos, gabanudos, faldillones, muertos de hambre o come vacas contra las tropas del general Joaquín Amaro, que era el secretario de gobierno del general Plutarco Elías Calles, encabezadas aquí por el general Anacleto López. Los testimonios que se publicaban se hacían de manera velada y se editaban en el extranjero, y se leían a escondidas. Novelas como “Héctor”, “Entre las patas de los caballos” “Por Dios y por la Patria” “Rescoldo” de Antonio Estrada, hijo del jefe cristero Florencio Estrada, daban una leve idea de lo que ocurrió.
Casi cuarenta años después, el investigador francés Jean Meyer recuperó la historia de los que no tuvieron voz. Y a partir de ahí, se pudo acceder a multitud de archivos fotográficos, documentales. El cine mexicano incursionó con poco éxito en el tema:
En 1941 se filmó “Ay Jalisco no te rajes” con Jorge Negrete, basada en una novela de tema cristero, pero su guión se modificó para que el fondo cristero no apareciera. En 1946 Raúl de Anda dirigió “Los cristeros” o “Sucedió en Jalisco”, contando con la participación de dos estrellas del cine mexicano: Sara García y Luis Aguilar. Esta cinta se basó en la novela “Pensativa” de José Goytortúa Santos ganadora del importante premio “Lanz Duret” y tres años después se adaptaría al cine su novela “Lluvia Roja” con Jorge Negrete y Elsa Aguirre.
Inexplicablemente la censura actuó, y el tema de ese conflicto bélico se tocaría solo hasta 1967, con “Los Recuerdos del Porvenir” de Arturo Ripstein, pero tuvieron que cambiar la trama por cosas de la censura y ubicar la historia en tiempos de la revolución.
En la década de los setenta, hay cintas como “Los días del amor” y “La seducción” que se ubican en los años veintes y le dan una ojeada ligera al conflicto, aunque también hay películas como “De todos modos Juan te llamas” y “La guerra santa” en las que la cristiada se retrata directamente. Los guiones de estas dos películas fueron aclamados por su gran calidad. También por esos años se volvió a filmar “Sucedió en Jalisco”, pero ahora a colores y con la actuación de Rodolfo de Anda, Patricia Aspillaga, Jorge Lavat, Pedro Armendáriz Jr. y Julio Aldama. (Por cierto, si alguien tiene esta película, por favor préstema, que no la he podido conseguir por ningún lado).
Después, creo que editorial “Clío” hizo varios filmes sobre la cristiada, basados en la obra de Jean Meyer, filmes que estuvieron “enlatados” muchos años y es hasta hace poco que se están dando a conocer.
Ahora, me encuentro que se está filmando una película llamada “Cristiada” en varias entidades del país, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas y se habla que su producción es millonaria, aunque su historia se sale de lo real, de lo documental, pues se trata de una cinta de tipo épico y muy al estilo Hollywood. De cualquier manera ha de ser un buen aporte para el conocimiento de estos hechos.
Aparte están las películas que hacía Antonio Aguilar, con argumentos muy blancos, con pistolas de muchos tiros, caballos y canciones, sobre caudillos revolucionarios o cristeros: Valentín de la Sierra, Valente Quintero, Benjamín Argumedo y otras.
Hay que hacer notar también la película “El charro Juárez” filmada hace unos 3 años en estas tierras, en cuyos estelares están Raúl de la Torre, Diana Herrera, los ya muy ancianos Jorge Luke y Mario Almada y otros, con muy escaso presupuesto, un guión pobre y muy mal aprovechado, además que no se cuidó la ambientación histórica, de hechos, ni de vestuario.
Y, con lo último que me encuentro en cuestión de investigación histórica, es un libro que me hizo llegar Luis Rubio Hernansáez, llamado “Zacatecas Bronco”, en el que hace una minuciosa investigación de lo que fue este conflicto en Zacatecas y parte de Jalisco durante el periodo 1926 a 1938. 426 páginas llenas de historia. Presenta un análisis de cómo transcurrió el movimiento, quien se levantó en armas, cual fue el papel de las mujeres, el problema agrario. Lo que más me gustó es la relación cronológica de hechos, perfectamente documentados que nos da una nueva luz sobre estos acontecimientos.
LA BARAJA CARAJA…
De repente, los regidores recordaron que tienen muchos pendientes que deben dejar solucionados antes de entregar la estafeta y entre ellos, se acordaron que desde el deceso de don Juanito de Santiago, no hay cronista en Jerez. Y en el asunto 7 de la sesión ordinaria de cabildo, una regidora propuso que se lanzara una convocatoria y que los interesados acudieran a exponer algún tema, que en el teatro Hinojosa se hiciera invitándose a cronistas de pueblos mágicos y de Zacatecas, para que calificaran al mejor. De plano aquí se le olvidó a la regidora lo que dice el artículo 113 de la ley orgánica del municipio que reza: “El Ayuntamiento designará al cronista del municipio…”. No se necesita circo ni payasos, solo el estudio crítico del cuerpo colegiado.
Al final de esa propuesta, quedaron en que publicarán una convocatoria para que participen los aspirantes, contemplando “los requisitos que consideremos”. ¿Cuáles requisitos? Si la ley es muy clara y dice más adelante (en el mismo artículo 113): “El Cronista Municipal será una persona con manifiesto interés y conocimientos en el estudio, la investigación histórica, las costumbres y tradiciones del Municipio. Tendrá a su cargo la elaboración de la crónica sobre los hechos más relevantes, por orden del tiempo, así como la integración, conservación y enriquecimiento de los archivos históricos del Municipio”. Los requisitos ya están escritos, no tienen qué considerar nada.
Tal convocatoria se lanzaría en la primera semana de agosto, pero yo la considero completamente innecesaria (aunque nos entristezca a los que de alguna manera aspirábamos a ese nombramiento), pues el veredicto ya está dado, los dados están cargados, la baraja marcada… La votación, ¿sabe cual sería? La misma que se dio cuando se hizo la farsa para elegir al cronista adjunto. Es que la decisión está tomada desde hace tiempo, solo es cosa de llenar las formalidades y aparentar democracia.
El nombramiento es llamativo, atractivo, por dos razones: es vitalicio y porque abre de manera legal las puertas de muchos archivos. Bueno, pues yo creo que al profesor que tanto ha bregado porque lo consideren como tal, ya le den de una vez su papelito, pero con una condición: que se ponga a trabajar, pero no para su beneficio egoísta y propio, sino para los jerezanos, que somos los que le pagaremos de por vida su sueldo.
HISTORIAS DE TESOROS Y BANDOLEROS
En este tiempo que estuve en la banca seguí trabajando y recibiendo mucho material. Hasta el libro que andaba consiguiendo. “Bandidos somos y en el camino andamos” de Laura Solares Robles. Gracias a quien me lo facilitó. Tengo muchas más historias para compartirles, porque me encuentro con la novedad de que algunos lectores de “El Alacrán” se sienten defraudados cuando van al baño y se ponen a leer mi página antes de cortarla en cuadritos y utilizarla para aseo de la parte esa donde la espalda ya no se llama espalda. Dicen que escriba más historias de tesoros y de esas de espantos y fantasmas, que “están chidísimas de a madre!!”. Bueno, la próxima semana comenzamos. Si alguien desea compartir relatos, textos, fotos, lo que sea, escríbanme a mi e-mail: miguel.berumen@achingao.com , o búsquenme en mi casa (en la plazuela, frente al porky).
LA VENTA DE BOCA DE RIVERO
Todo empezó por allá en 1755. Juan Manuel de Bárcena quien ostentaba los nada despreciables cargos de Teniente de la Acordada y Juez Ordinario de su Alteza la Real Audiencia y Superior Gobierno de este Reino, y era además dueño de las Haciendas de Nuestra Señora de Guadalupe de la Quemada, Guacaxco, Delgadillo y la de Santa Fé, decidió que sus animalitos no cabían en sus propiedades, por lo que le propuso a doña Salvadora de la Torre, viuda de don Antonio Carlos de Escobedo le vendiera un sitio de tierra llamado Boca de Rivero.
Doña Salvadora al enviudar quedó como propietaria de las ricas tierras de la hacienda Atitanaque por lo que se le hizo fácil desprenderse de un sitio de ganado mayor. (Un sitio de ganado mayor son cinco mil varas mexicanas, o 1755 hectáreas y 61 áreas). La tierra que vendió estaba al sur de Atitanaque, por el oriente con tierras que fueron del Conde de Santa Rosa y en ese tiempo (cuando se hizo la venta) de don Alonzo Díaz de la Campa, y por el poniente con propiedades de los herederos de don Francisco de Escobedo y Andrés García de la Cadena.
Aparte, ese sitio lo había comprado su marido a don Juan de Aspizechea y don Juan Joseph de Barzena el 19 de Abril de 1729.
En la escritura de venta dice que lo vende con sus entradas y salidas, tierras labradas y fábricas, un corral de piedra y las que habita Juan de Santiago. derechos de aguas, pastos, abrevaderos, usos, costumbres y servidumbres. El precio lo fijaron en mil doscientos cincuenta pesos de oro común en reales. Se hizo la escritura con todos los protocolos y formalidades de la época y se firmó en la Hacienda de Atitanaque de la Villa Gutierre del Aguila el 25 de septiembre de 1755. Doña Salvadora no sabía escribir, así que a ruego de ella firmó Joseph Antonio Arias de la Peña.
EL ARREPENTIMIENTO
Parecía que para ambas partes era un buen negocio, Don Juan Manuel recuperaba las tierras que en el pasado vendiera su antecesor, doña Juana se hacía de un buen capital en oro que mucho le hacía falta. Pero algo ha de haber pasado, porque doña Salvadora no quiso recibir los costalitos con los mil doscientos cincuenta pesos. No quiso, y se desistió de la venta.
La cosa no era tan fácil, pues en la escritura de venta se preveía que no había engaño de ningún tipo, así que el papeleo se hizo a lo grande y hasta a Guadalajara fue a dar. Allá, en un auto fechado el 22 de abril de 1762, el presidente y oidores de la Audiencia Real conocieron del negocio de la recisión y nulidad de la venta. Se quejaba doña Salvadora que el capitán Bárcena metía su ganado mayor a esa tierra que era suya, porque la habían engañado y aunque Bárcena le pedía que enviase por su dinero, no lo había querido recibir. La Audiencia determinó que todo era legal y que la vendedora debería recoger su dinero. Bárcena pidió que no se le corriesen rédito, ya que el dinero ahí estaba y ahí estuvo siempre, y además que se le pagasen 90 pesos que a la vendedora le había suministrado. Pues de pilón doña Salvadora tuvo que pagar las costas que subieron a 107 pesos y 1 real, que se rebajaron de los costalitos que tenía Bárcena, apremiándole a que entregara lo restante a la vendedora.
Cuando se resolvió este enojoso asunto, doña Salvadora ya había fallecido. Entonces surgió la figura del Bachiller Domingo Vicente Salinas, presbitero domiciliario del obispado, quien como albacea pidió 300 pesos mediante una esquela, para el funeral de doña Salvadora.
El sacerdote en una esquela se dirige al Capitán Bárcena, explicándole que doña Salvadora estaba muy enferma y fatigada, y además ya la habían deshauciado el prior de San Juan de Dios y el médico Regis. Le pide 300 pesos para prevenir el funeral y le indica que posteriormente le pediría más, como albacea que es. Bárcena entregó 300 pesos en oro al Fraile Antonio María que era el portador de la misiva.
NADIE QUERIA EL DINERO
Ya solo 842 pesos y 7 tomines quedaron, se le escribió al curita Domingo Vicente para que fuera por ellos pero no acudía. Bárcena fue ante las autoridades de la Villa de Xerez, llevando las monedas “suplicándoles que de ruego y encargo las entregaran a quien corresponde”.
De inmediato le escribieron al presbítero y se le encargó a Pedro Rosales que llevara la carta hasta la Villa de Gutierre del Aguila, y se esperara a la respuesta. Entonces el curita se “raja” y contesta que no puede recibir el dinero porque él no tiene facultades para eso. Que se dirijan con los albaceas de la finada, que son Don Joseph Santa Ana, Clérigo Presbitero y Teniente de Cura de Villanueva, y don Fernando Escobedo, hijo de la difunta doña Salvadora.
El 7 de Julio de 1762, Fernando de Mier y Therán, alcalde ordinario de primer voto de la Villa de Xerez, recibió la visita de don Juan Joseph Monjonet, apoderado de don Juan Manuel de Bárcena, quien le expuso toda el problema y le pidió se citara de nuevo al padrecito de los 300 pesos, pues en la esquela en que los pidió se erigía como albacea de la finada. Pues se le volvió a enviar una carta solicitándole que fuera por el dinero, pero el mañoso curita respondió que no, así que se resolvió dejarlos en depósito en poder del comerciante y vecino de la villa de Xerez, Juan Martínez de Bustamante, para cuando los quisieran recoger, advirtiendo que no causarían réditos ni utilidad alguna.
Se le volvió a enviar una misiva al presbítero y respondió que no le convenía recibir los reales, que mejor se entendieran con los herederos, y se queja diciendo “aunque esto para esta vida se pierda, porque no puedo entender el que se haya de amar al prójimo haciéndole daño como se le hace…”.
Esquelas, cartas, misivas, mensajes fueron y vinieron y nadie quería recibir el dinero. Mientras, a lo mejor de tantos corajes, muere Juan Manuel de Bárcena.
LOS HEREDEROS MANDAN POR FIN POR SU LANA
Las autoridades de Xerez se muestran sorprendidas al recibir el 28 de septiembre de 1763 una carta-libranza de los herederos y albaceas de doña Salvadora, en la que piden se entregue el dinero a don Juan de Uria, “pues se han convenido y partido hermanablemente”. Firman los presbíteros Domingo Vicente de Salinas, Joseph de Santa Anna. Don Juan de Uria, era vecino de la ciudad de Zacatecas y residente de la Villa de Xerez, estaba casado con doña Bárbara Thadea de Escobedo, hija de la finada, y cuñado de Fernando de Escobedo.
Ya era mucho el alboroto por ese dinero y el alcalde mayor desconfió, por lo que todavía se tuvo que hacer mucho papeleo y citar ahor a Juan Joseph Monjonet, albacea de Bárcena para ver si estaba de acuerdo en que se entregaran los 842 pesos y 7 reales. El 3 de octubre por fin se entregaron las bolsas con el oro, pero se le rebajaron 22 pesos y 7 reales por las diligencias realizadas. Y para que no hubiera más broncas, atestiguaron tal hecho Miguel Dávalos, Antonio Ruiz de Guadiana, Alexo Fernández. Dio fe Juan Joseph Monjonet y Juan de Uria además de Nicolás Suárez, quien era el escribano real y público de la villa de Xerez.
Doña Salvadora al enviudar quedó como propietaria de las ricas tierras de la hacienda Atitanaque por lo que se le hizo fácil desprenderse de un sitio de ganado mayor. (Un sitio de ganado mayor son cinco mil varas mexicanas, o 1755 hectáreas y 61 áreas). La tierra que vendió estaba al sur de Atitanaque, por el oriente con tierras que fueron del Conde de Santa Rosa y en ese tiempo (cuando se hizo la venta) de don Alonzo Díaz de la Campa, y por el poniente con propiedades de los herederos de don Francisco de Escobedo y Andrés García de la Cadena.
Aparte, ese sitio lo había comprado su marido a don Juan de Aspizechea y don Juan Joseph de Barzena el 19 de Abril de 1729.
En la escritura de venta dice que lo vende con sus entradas y salidas, tierras labradas y fábricas, un corral de piedra y las que habita Juan de Santiago. derechos de aguas, pastos, abrevaderos, usos, costumbres y servidumbres. El precio lo fijaron en mil doscientos cincuenta pesos de oro común en reales. Se hizo la escritura con todos los protocolos y formalidades de la época y se firmó en la Hacienda de Atitanaque de la Villa Gutierre del Aguila el 25 de septiembre de 1755. Doña Salvadora no sabía escribir, así que a ruego de ella firmó Joseph Antonio Arias de la Peña.
EL ARREPENTIMIENTO
Parecía que para ambas partes era un buen negocio, Don Juan Manuel recuperaba las tierras que en el pasado vendiera su antecesor, doña Juana se hacía de un buen capital en oro que mucho le hacía falta. Pero algo ha de haber pasado, porque doña Salvadora no quiso recibir los costalitos con los mil doscientos cincuenta pesos. No quiso, y se desistió de la venta.
La cosa no era tan fácil, pues en la escritura de venta se preveía que no había engaño de ningún tipo, así que el papeleo se hizo a lo grande y hasta a Guadalajara fue a dar. Allá, en un auto fechado el 22 de abril de 1762, el presidente y oidores de la Audiencia Real conocieron del negocio de la recisión y nulidad de la venta. Se quejaba doña Salvadora que el capitán Bárcena metía su ganado mayor a esa tierra que era suya, porque la habían engañado y aunque Bárcena le pedía que enviase por su dinero, no lo había querido recibir. La Audiencia determinó que todo era legal y que la vendedora debería recoger su dinero. Bárcena pidió que no se le corriesen rédito, ya que el dinero ahí estaba y ahí estuvo siempre, y además que se le pagasen 90 pesos que a la vendedora le había suministrado. Pues de pilón doña Salvadora tuvo que pagar las costas que subieron a 107 pesos y 1 real, que se rebajaron de los costalitos que tenía Bárcena, apremiándole a que entregara lo restante a la vendedora.
Cuando se resolvió este enojoso asunto, doña Salvadora ya había fallecido. Entonces surgió la figura del Bachiller Domingo Vicente Salinas, presbitero domiciliario del obispado, quien como albacea pidió 300 pesos mediante una esquela, para el funeral de doña Salvadora.
El sacerdote en una esquela se dirige al Capitán Bárcena, explicándole que doña Salvadora estaba muy enferma y fatigada, y además ya la habían deshauciado el prior de San Juan de Dios y el médico Regis. Le pide 300 pesos para prevenir el funeral y le indica que posteriormente le pediría más, como albacea que es. Bárcena entregó 300 pesos en oro al Fraile Antonio María que era el portador de la misiva.
NADIE QUERIA EL DINERO
Ya solo 842 pesos y 7 tomines quedaron, se le escribió al curita Domingo Vicente para que fuera por ellos pero no acudía. Bárcena fue ante las autoridades de la Villa de Xerez, llevando las monedas “suplicándoles que de ruego y encargo las entregaran a quien corresponde”.
De inmediato le escribieron al presbítero y se le encargó a Pedro Rosales que llevara la carta hasta la Villa de Gutierre del Aguila, y se esperara a la respuesta. Entonces el curita se “raja” y contesta que no puede recibir el dinero porque él no tiene facultades para eso. Que se dirijan con los albaceas de la finada, que son Don Joseph Santa Ana, Clérigo Presbitero y Teniente de Cura de Villanueva, y don Fernando Escobedo, hijo de la difunta doña Salvadora.
El 7 de Julio de 1762, Fernando de Mier y Therán, alcalde ordinario de primer voto de la Villa de Xerez, recibió la visita de don Juan Joseph Monjonet, apoderado de don Juan Manuel de Bárcena, quien le expuso toda el problema y le pidió se citara de nuevo al padrecito de los 300 pesos, pues en la esquela en que los pidió se erigía como albacea de la finada. Pues se le volvió a enviar una carta solicitándole que fuera por el dinero, pero el mañoso curita respondió que no, así que se resolvió dejarlos en depósito en poder del comerciante y vecino de la villa de Xerez, Juan Martínez de Bustamante, para cuando los quisieran recoger, advirtiendo que no causarían réditos ni utilidad alguna.
Se le volvió a enviar una misiva al presbítero y respondió que no le convenía recibir los reales, que mejor se entendieran con los herederos, y se queja diciendo “aunque esto para esta vida se pierda, porque no puedo entender el que se haya de amar al prójimo haciéndole daño como se le hace…”.
Esquelas, cartas, misivas, mensajes fueron y vinieron y nadie quería recibir el dinero. Mientras, a lo mejor de tantos corajes, muere Juan Manuel de Bárcena.
LOS HEREDEROS MANDAN POR FIN POR SU LANA
Las autoridades de Xerez se muestran sorprendidas al recibir el 28 de septiembre de 1763 una carta-libranza de los herederos y albaceas de doña Salvadora, en la que piden se entregue el dinero a don Juan de Uria, “pues se han convenido y partido hermanablemente”. Firman los presbíteros Domingo Vicente de Salinas, Joseph de Santa Anna. Don Juan de Uria, era vecino de la ciudad de Zacatecas y residente de la Villa de Xerez, estaba casado con doña Bárbara Thadea de Escobedo, hija de la finada, y cuñado de Fernando de Escobedo.
Ya era mucho el alboroto por ese dinero y el alcalde mayor desconfió, por lo que todavía se tuvo que hacer mucho papeleo y citar ahor a Juan Joseph Monjonet, albacea de Bárcena para ver si estaba de acuerdo en que se entregaran los 842 pesos y 7 reales. El 3 de octubre por fin se entregaron las bolsas con el oro, pero se le rebajaron 22 pesos y 7 reales por las diligencias realizadas. Y para que no hubiera más broncas, atestiguaron tal hecho Miguel Dávalos, Antonio Ruiz de Guadiana, Alexo Fernández. Dio fe Juan Joseph Monjonet y Juan de Uria además de Nicolás Suárez, quien era el escribano real y público de la villa de Xerez.
EL COMERCIO E INDUSTRIA EN JEREZ DE LOS AÑOS CUARENTA
EL COMERCIO E INDUSTRIA EN JEREZ DE LOS AÑOS CUARENTA
Don Valentín García Juárez, en sus memorias “Jerez en los años veinte” nos da una emotiva descripción de lo que era nuestro pueblo en las dos primeras décadas del siglo veinte. Eugenio del Hoyo en “Jerez el de López Velarde” nos transporta algunos años más atrás.
Complementando esos recuerdos, he encontrado una relación de lo que era el Jerez de los años cuarenta, en el que la emigración ya era cosa cotidiana, porque nuestros paisanos iban a suplir a los gringos que andaban a la greña por allá en Europa y el Pacífico participando en una guerra a la que no habían sido invitados. Entonces solicitaban con urgencia “brazos” para que su industria no se quedara parada, y ahí van nuestros paisanos de braceros.
Jerez era una población pequeña, pero con mucho movimiento, ya que entonces era la única puerta de entrada del cañón de Tlaltenango, y por consiguiente, de aquí se surtían de todo tipo de productos los pueblos de la región.
EXPENDIOS DE ROPA
Los expendios de ropa se encontraban preferentemente en las calles Juárez, del Comercio, Tacuba y de la Palma. Ahí don Baudelio Varela, Aurelio Valdés, Rafael Alcalde, José Escobedo de la T., Felipe Sotelo y otros compartían la clientela que acudían a comprar pantalones “Gacela”, camisas “Medalla”, paliacates, rebozos, chamarras, calcetines, cobijas y hasta calzones. Manuel Rosales se ostentaba como propietario de El Nuevo Mundo, don José Issa tenía su establecimiento en el portal Humboldt, y Salvador Sabag se preocupaba mucho porque en “La Nacional” siempre hubiera buen surtido de todo tipo de ropa. “El Correo Francés” de Arturo Avila, así como “La Ciudad de México” de Ezequiel Márquez aunque de poco capital, vendían prendas de vestir en abonos a la gente del campo.
Los pantalones de pechera y ropa de mezclilla que fabricaba don Alí Sabag Haraide se vendían en su local de Plaza Principal No. 1. Carlos Sabag y Anselmo Cabral tenían sus locales en la calle Tacuba. J. Guadalupe de León, en la calle Juárez No. 1. Eloísa Huerta de L., vendía ropa fina en “La Violeta”. Y en Tacuba No. 13 se encontraba “La Ciudad de Londres, S. A.” que no sé de quien era. No hay que olvidar la negociación de don Jesús Valdés y Valdés en calle Juárez No. 22.
MERCERIAS
Don Pedro Camacho tenía su negocio de mercería en la calle Juárez No. 24, y don Antonio Borrego en Plaza Principal 8, junto al negocio del mismo género de Salvador Vargas. Gabriel Acuña vendía sus hilos, botones y artículos varios en la esquina de calle de la Palma y López Velarde, Jesús Sotelo en Plaza Principal No. 2 y en la esquina de Comercio y López Velarde Jesús María Reveles atendía a su clientela.
JARCIA Y SOMBREROS DE PALMA
Los campesinos podían comprar sus sombreros y todo tipo de aperos agrícolas con Antonio Sánchez González, quien los atendía en la rinconada de la calle Nueva y Plaza Tacuba. Podían acudir también con Antonio de la Torre en Juárez # 5, o con Manuel Sotelo en el Portal de las Palomas, o con Porfirio Carlos Berumen o Salvador Correa en la Plaza Tacuba. Zeferino Rodríguez atendía en “El Capullito” y Pablo Rosales era propietario de “El Sombrero de Palma”. Benigno Briseño tenía su negocio en Plaza Principal No. 24 y en la primera cuadra de la calle Belisario Domínguez (San Luis) estaba don José Luis Camacho. Enrique Ortiz González también vendía sombreros, sogas, fustes y cosas del campo, pero no tengo el dato exacto sobre el lugar donde tenía su negocio.
BOTICAS
Los jerezanos de esa época más acostumbrados estaban a curar sus dolencias y males en casita, con remedios de la abuela o tatarabuela, por eso no había muchos establecimientos donde se vendieran medicinas de patente. Aunque en las boticas se encontraban todo tipo de preparaciones y fórmulas. La más prestigiosa de la época era la “De los Pobres” de Ma. Del Refugio Valdez C. Bartolo de la Torre y Daniel Román tenían sus boticas en el Portal Humboldt. Ma. Guadalupe Valenzuela por la calle Constitución y Luis Escobedo González por la calle de la Parroquia.
ARTICULOS DE TOCADOR
J. Sacramento Berumen Briseño vendía todo tipo de afeites y perfumes para damas en su local que estaba en el portal Inguanzo, ahí las niñas ponían dos centavos sobre el mostrador y sus manitas, indicando así que querían que les pintaran las uñas, acción que era cuidadosamente realizada por don Mento. En la calle de la Aurora, doña Aurora Varela tenía un negocio similar, y Aurelita Franco también, pero en la esquina de Aquiles Serdán.
NEVERIAS Y DULCERIAS
En Plaza Principal No. 4 doña Ma. de los Angeles Valdés y Pablo Torres atendían su Nevería y dulcería, misma que a la fecha perdura en el Portal Inguanzo. Atendían además un tabarete donde vendían dulces y cigarros. José Saldaña tenía un giro de este tipo también en el centro de la ciudad.
PANADERIAS
Parece increíble, pero solo tengo registradas 3 panaderías: la de Ma. Patrocinio Sierra en la calle de la Parroquia No. 14, la de don Pancho Reséndez en la que trabajaban 6 panaderos y la de Miguel Sujo con 4 operarios. Ellos tenían sus expendios en la plaza principal.
FABRICAS DE SODAS Y DE HIELO
Desde entonces, ya eran muy reconocidas las “sodas” y “vitas” que fabricaba don Melesio Berumen, por la calle Mina y Emilio Carranza No. 28. Le echaban competencia Alfonso Tiscareño, quien tenía su negocio en B. Domínguez # 25 (Calle de San Luis) y José de Santiago en la calle Constitución. José de Lara tenía su fábrica de hielo en la calle de San Luis No. 22.
GASOLINERAS
De todos era conocida la gasolinera de don Isidro de Santiago, en Plaza Principal # 8. Un poco más adelante estaba el tabarete de Benjamín Quezada y por la calle de San Luis # 15, el expendio de Antonio Enciso.
ZAPATERIAS
Había muchos zapateros, pero su producción era artesanal y la vendían principalmente en los expendios de jarcía. Solo tengo tres zapaterías registradas: la de Pedro Prieto Macías en López Velarde # 4, la de Manuel Carrillo Salazar en la calle Aquiles Serdán # 3 y la zapatería de Zeferino Borrego en la Plaza Principal.
BILLARES
En esos años, los billares eran centros de diversión muy atractivos para los hombres que andaban medio desocupadones. Los mejores billares eran los de Gabino Correa en Plaza Principal, Salvador Pérez Carrillo en Obregón # 2, José P. Acuña en López Velarde # 5, los de don Pancho Félix López en Carranza # 1, Amalia Alvarez de C., en la Plaza Principal, el de Melitón Sandoval en la calle 5 de Mayo # 39. En algunos ranchos también había mesas de billar como en Lo de Luna donde Francisco García Gómez la hacía de “coime” y cobraba como dueño.
MOLINOS DE NIXTAMAL
En esos años todavía se usaban tortear en casa. Para ello se preparaba desde muy temprano el nixtamal y se llevaba al molino, de los que había muchos por todos los rumbos de la ciudad.
Don J. Sabas Fernández era entonces el “Rey del nixtamal”, pues tenía toda una cadena de molinos: en Jardín Hidalgo # 1, Pino Suárez # 45, San Luis # 65 y 16 de Septiembre # 42. Además estaban el molino de doña Petra López en calle Dolores # 40, el de Santiago Barrios en Esmeralda # 18, el de Jesús Muñoz Nava por el callejón Allende, el de Antonio Castro Collazo en Estrella # 16, los de Anastacio Gamboa por la calle de Guanajuato # 46 y callejón Allende # 77, el de Emilia T. de Vanegas por la calle San Luis # 32, el de Pedro Lozano Nava, por la calle García Salinas y el de Jesús Barrios en Luis Moya # 55. También estaba el molino de Francisco Miranda Berumen en Pino Suárez # 35 y el de J. Marcos Nava Rodríguez en Nicolás Bravo # 1 bis. Enrique Galván Cortés tenía un molino de trigo por la calle Hidalgo # 14.
En las rancherías jerezanas también tenían sus molinos: J. Guadalupe Trujillo y Martín Landeros molían el nixtamal en la Ermita de Guadalupe. Luis de Santiago tenía su molino en Los Haro y Cornelio Alvarado en San Juan del Centro donde también estaba el molino de Florencio Carrillo. Julio Gurrola en Jomulquillo. En Lo de Luna, Severiano García y Socios habían establecido un molino muy moderno. Manuel Miranda molía en El Cargadero, J. Refugio Franco en El Huejote, Martín Arellano en Ciénega y Fortino Vázquez en El Molino. En Santa Rita, las señoras llevaban sus tinas de nixtamal al negocio de Santiago Orozco,
HOTELES Y MESONES
En esos años, la preferencia eran los mesones, donde por una módica cantidad podían proteger a los animales en los corrales y darles su ración de alfalfa y agua, por eso solo había dos hoteles: el de don Celestino Sánchez, en Pino Suárez # 14 y el de Francisco Avila García en López Velarde # 2. Un hotel económico, que más era vecindad o mesón era el Hotel Casa “Del Viajero”.
Los mesones que existían eran el de Alberto Lira en Rayón # 16, el de Baudelio Sandoval en Madero # 90 (Calle del Santuario), el de Juan Avila Ceballos por la calle de San Luis, el de Maximino Márquez por la calle del Reposo, el de José Antonio Martínez en el número 100 de la calle Madero, el de J. Merced Dorado en Rayón 28. En esta relación faltan otros céntricos mesones, pero no tengo la seguridad de que en esos años estuvieran en funciones.
CARNICERIAS
Los principales expendios de carnes se encontraban en la plaza Tacuba, en lo que nombraban “Mercado de Carnes”. Cesáreo García, Rafael Molina, Aurelio de la Cruz, J. Jesús Hurtado y Alejandro León eran los principales tablajeros. Don Aurelio de la Cruz tenía otro expendio por el callejón Allende o de la Parroquia.
CANTINAS, CERVECERIAS Y LICORERÍAS
Los hijos de don Mariano de Haro, en la esquina de Aurora y calle del Espejo vendían licores de todo tipo, además de amarguitos y tragos populares. José Jiménez Carrillo tenía su licorería en la calle López Velarde # 8. Enrique Colmenero tenía su cantina en la esquina de San Luis y calle de los Libres, Pancho Márquez en San Luis y López Velarde, Anastacio Carrillo en Obregón # 1, Antonio Lozano Ferniza en San Luis # 38, Enrique Acevedo de la T., en Plaza Principal # 2, Ignacio Aguirre Berumen en San Luis # 14, José Huízar en Plaza Principal # 2. Julio Trujillo vednía cervezas en Obregón # 10, Antonio Acevedo en San Luis # 50.
Por la calle García Salinas, en el número 45, Dorotea Arroyo Corona regenteaba una “casa de asignación” muy frecuentada por los políticos y personalidades de la época, a ese lugar le llamaban “La matanza”. Ma. Rosa Flores Román manejaba otra que aunque fue registrada como “cervecería” se dedicaba a otros menesteres y estaba en la esquina de Dolores y Libertad.
LEÑA Y CARBON
Por muchos rumbos de la ciudad existían lugares donde se podía comprar leña o carbón, pero los ignoro, solo tengo en mis apuntes anotados a Manuela Almaráz, en el callejón del Gallo # 32 y el de Matilde de Santiago por la García Salinas.
COMPRA VENTA DE SEMILLAS
Maíz, frijol, trigo, alimentos para vacas y cochinos se podían comprar o vender en estos lugares, de los que estaban preferentemente en el segundo cuadro de la ciudad. José Jiménez Carrillo en López Velarde # 8 era de los que más clientela manejaban. Don Trinidad Correa y José Pérez Pérez recibían granos y los vendían por la calle Madero # 38. Por la misma calle (Madero o del Santuario) estaba don Pedro de Santiago y había otro lugar llamado “Cereales y Forrajes S.R.L.” por esos mismos rumbos, pero no sé de quien era. Por la calle Alvaro Obregón # 62 José Muro Ramírez compraba maíz a granel y por tonelada, mismo que vendía luego más caro (la ganacia, pues).
HERRERIAS Y TALLERES MECANICOS
Los que se encargaban de ponerles zapatos nuevos a burros y caballos, estaban ubicados por la calle de las fraguas preferentemente, y en esa época Pascual Torres, Manuel Talavera, Tomás González, Severiano González, Guillermo Torres, Francisco Talaveras, Elías Reyes, Juan Francisco Rodarte y José Pérez eran los más reconocidos herreros.
En aquellos tiempos, no había refaccionarias para los motores de los vehículos, por ello en los talleres mecánicos como en el de don Melesio Berumen y Luis Garrido fabricaban las piezas. Otros talleres eran el de José Ortega y el de Jesús Ceballos.
FABRICAS DE CHOCOLATE
Don Sabas Fernández todavía no comenzaba a fabricar chocolate, entonces los que hacían marquetas eran Herculano Muñoz y Juan Salazar.
NEGOCIOS VARIOS
Juan Sifuentes era el propietario de la única imprenta existente en Jerez que estaba en la calle Madero # 4, su hermano Julio tenía un taller de Relojería por la calle de la Aurora # 4. Guadalupe Villaneda se dedicaba a la elaboración de artículos de piel. Antonio Dávila Espino vendía y reparaba artículos eléctricos, lo mismo que Lorenzo García, quien además rentaba bicicletas y tenía su negocio junto a la imprenta (Madero # 6). Ma. de los Angeles León era la propietaria de una Fábrica de Velas. Ramón Rodarte se entretenía en la compra y venta de fierros viejos.
SASTRERIAS
Fernando Rincón estaba a la cabeza de una sastrería que daba trabajo a 3 operarios, lo mismo que don Jesús de la Torre y Manuel Martínez. Jesús Félix trabajaba solo y don Rafael Acuña tenía 4 trabajadores.
MADERERIAS, CARPINTERIAS Y CARROCERIAS
Rafael Alcalde y Aurelio Argüelles eran quienes proporcionaban la madera necesaria para que trabajaran los carpinteros y ebanistas jerezanos, entre los que tengo registrados a Juan Pablo Avila, Pascual Correa, J. Refugio Ceballos, Juan P. Martínez, Enrique Márquez, Zacarías Guerrero, Ezequiel Viramontes, Tomás Acosta y Jesús Ramírez. Algunos de ellos se dedicaban además a fabricar cajones de muerto, de esos nomás pintados con humo de ocote.
Aunque ya circulaban muchos vehículos de motor, todavía había quien se dedicaba a fabricar carrocerías, como Zacarías Guerrero, Manuel Mejía, Luis Mejía y José María Ramírez.
LADRILLEROS
Aunque el adobe era el elemento de moda para la construcción, ya había personas que se dedicaban a quemar ladrillos, como Juan Cardona, José Montes, Domingo Rodarte, José Contreras y Espiridión Contreras.
ABARROTES Y MISCELANEAS
Entonces no había los grandes almacenes que hay en la actualidad, pero en las misceláneas de todo se podía encontrar. En este rubro, las más importantes eran “La Bola” de los hijos de don Mariano de Haro en la esquina de Aurora y del Espejo, el negocio de José Jiménez Carrillo en López Velarde # 8, el de Carlitos Acevedo en esquina Aurora y Madero, el de Francisco Félix López, en Plaza Principal # 1, el de Salvador Varela en Madero # 32.
Por todos los rumbos de la ciudad había pequeñas “tiendas” como la de José Ma. Sánchez en Plaza Principal, la de Gumercindo Luna, en el callejón de la Parroquia # 16, la de Sabino Pichardo en la calle de San Luis # 54, la de don Daniel Quezada en la esquina de Culebrilla y Reforma, por esa misma calle (Reforma) estaba la de don Leonardo Guardado. Mi tío Enrique Berumen tenía su tienda de abarrotes en la esquina de Emilio Carranza y Acordada, Teresa Sandoval en Obregón # 71, Alfonsa Rodarte en Pino Suárez # 34. Paula Pérez Vda. de Gamboa en Allende # 56, Felipe Sánchez en Independencia # 26, Tereso Félix en Madero # 111, Margarito Acuña en Madero # 98,Anastacio Silva en San Luis 52, Ma. Auxilio Olague en la esquina de Libres y Reposo. Antonio Trujillo Félix despachaba en la calle de la Parroquia # 71, Francisco de Haro en Pino Suárez # 82, Luis Cabrera Llamas en la esquina de la Parroquia y Aurora, Jerónimo Villegas en San Luis # 76, Jesús Ma. Salazar en San Luis # 62, Porfirio Berumen en Madero # 88, Francisco de la Torre en San Luis # 59, María García en la esquina de Obregón y García Salinas, Germán Salazar en Moctezuma y Libertad y Gregorio Ramírez en Dolores # 87.
J. Jesús Flores en Libertad # 43, Pablo Dorado en 16 de Septiembre # 32, José A. Ramírez en Allende # 17, Pedro García por el mismo callejón pero en el 77, Santiago Ramos en la esquina de Rosales y Flores, Felipe Félix en la esquina de Rosales y Fortuna, Antonio de Luna en Allende # 47, Pedro Acuña Padilla en Madero # 109. (Recordemos nuevamente que la calle Madero es la de el Santuario).
Beatriz Barrios en Rosales # 62, Salvador Varela en Madero # 32,Salomón González en Allende # 13, Francisco J. Acevedo en la Esquina de Madero y Serdán. Marcelina Blanca en Allende # 39, Juan Dorado en Emilio Carranza 4 y Ma. Carmen M. de Torres en la calle 5 de Mayo # 33. Como podemos ver en la presente relación, las tiendas de abarrotes se encontraban preferentemente a todo lo largo de la calle de San Luis, callejón Allende y calle del Santuario o Madero, que eran las principales salidas y entradas de Jerez.
Don Valentín García Juárez, en sus memorias “Jerez en los años veinte” nos da una emotiva descripción de lo que era nuestro pueblo en las dos primeras décadas del siglo veinte. Eugenio del Hoyo en “Jerez el de López Velarde” nos transporta algunos años más atrás.
Complementando esos recuerdos, he encontrado una relación de lo que era el Jerez de los años cuarenta, en el que la emigración ya era cosa cotidiana, porque nuestros paisanos iban a suplir a los gringos que andaban a la greña por allá en Europa y el Pacífico participando en una guerra a la que no habían sido invitados. Entonces solicitaban con urgencia “brazos” para que su industria no se quedara parada, y ahí van nuestros paisanos de braceros.
Jerez era una población pequeña, pero con mucho movimiento, ya que entonces era la única puerta de entrada del cañón de Tlaltenango, y por consiguiente, de aquí se surtían de todo tipo de productos los pueblos de la región.
EXPENDIOS DE ROPA
Los expendios de ropa se encontraban preferentemente en las calles Juárez, del Comercio, Tacuba y de la Palma. Ahí don Baudelio Varela, Aurelio Valdés, Rafael Alcalde, José Escobedo de la T., Felipe Sotelo y otros compartían la clientela que acudían a comprar pantalones “Gacela”, camisas “Medalla”, paliacates, rebozos, chamarras, calcetines, cobijas y hasta calzones. Manuel Rosales se ostentaba como propietario de El Nuevo Mundo, don José Issa tenía su establecimiento en el portal Humboldt, y Salvador Sabag se preocupaba mucho porque en “La Nacional” siempre hubiera buen surtido de todo tipo de ropa. “El Correo Francés” de Arturo Avila, así como “La Ciudad de México” de Ezequiel Márquez aunque de poco capital, vendían prendas de vestir en abonos a la gente del campo.
Los pantalones de pechera y ropa de mezclilla que fabricaba don Alí Sabag Haraide se vendían en su local de Plaza Principal No. 1. Carlos Sabag y Anselmo Cabral tenían sus locales en la calle Tacuba. J. Guadalupe de León, en la calle Juárez No. 1. Eloísa Huerta de L., vendía ropa fina en “La Violeta”. Y en Tacuba No. 13 se encontraba “La Ciudad de Londres, S. A.” que no sé de quien era. No hay que olvidar la negociación de don Jesús Valdés y Valdés en calle Juárez No. 22.
MERCERIAS
Don Pedro Camacho tenía su negocio de mercería en la calle Juárez No. 24, y don Antonio Borrego en Plaza Principal 8, junto al negocio del mismo género de Salvador Vargas. Gabriel Acuña vendía sus hilos, botones y artículos varios en la esquina de calle de la Palma y López Velarde, Jesús Sotelo en Plaza Principal No. 2 y en la esquina de Comercio y López Velarde Jesús María Reveles atendía a su clientela.
JARCIA Y SOMBREROS DE PALMA
Los campesinos podían comprar sus sombreros y todo tipo de aperos agrícolas con Antonio Sánchez González, quien los atendía en la rinconada de la calle Nueva y Plaza Tacuba. Podían acudir también con Antonio de la Torre en Juárez # 5, o con Manuel Sotelo en el Portal de las Palomas, o con Porfirio Carlos Berumen o Salvador Correa en la Plaza Tacuba. Zeferino Rodríguez atendía en “El Capullito” y Pablo Rosales era propietario de “El Sombrero de Palma”. Benigno Briseño tenía su negocio en Plaza Principal No. 24 y en la primera cuadra de la calle Belisario Domínguez (San Luis) estaba don José Luis Camacho. Enrique Ortiz González también vendía sombreros, sogas, fustes y cosas del campo, pero no tengo el dato exacto sobre el lugar donde tenía su negocio.
BOTICAS
Los jerezanos de esa época más acostumbrados estaban a curar sus dolencias y males en casita, con remedios de la abuela o tatarabuela, por eso no había muchos establecimientos donde se vendieran medicinas de patente. Aunque en las boticas se encontraban todo tipo de preparaciones y fórmulas. La más prestigiosa de la época era la “De los Pobres” de Ma. Del Refugio Valdez C. Bartolo de la Torre y Daniel Román tenían sus boticas en el Portal Humboldt. Ma. Guadalupe Valenzuela por la calle Constitución y Luis Escobedo González por la calle de la Parroquia.
ARTICULOS DE TOCADOR
J. Sacramento Berumen Briseño vendía todo tipo de afeites y perfumes para damas en su local que estaba en el portal Inguanzo, ahí las niñas ponían dos centavos sobre el mostrador y sus manitas, indicando así que querían que les pintaran las uñas, acción que era cuidadosamente realizada por don Mento. En la calle de la Aurora, doña Aurora Varela tenía un negocio similar, y Aurelita Franco también, pero en la esquina de Aquiles Serdán.
NEVERIAS Y DULCERIAS
En Plaza Principal No. 4 doña Ma. de los Angeles Valdés y Pablo Torres atendían su Nevería y dulcería, misma que a la fecha perdura en el Portal Inguanzo. Atendían además un tabarete donde vendían dulces y cigarros. José Saldaña tenía un giro de este tipo también en el centro de la ciudad.
PANADERIAS
Parece increíble, pero solo tengo registradas 3 panaderías: la de Ma. Patrocinio Sierra en la calle de la Parroquia No. 14, la de don Pancho Reséndez en la que trabajaban 6 panaderos y la de Miguel Sujo con 4 operarios. Ellos tenían sus expendios en la plaza principal.
FABRICAS DE SODAS Y DE HIELO
Desde entonces, ya eran muy reconocidas las “sodas” y “vitas” que fabricaba don Melesio Berumen, por la calle Mina y Emilio Carranza No. 28. Le echaban competencia Alfonso Tiscareño, quien tenía su negocio en B. Domínguez # 25 (Calle de San Luis) y José de Santiago en la calle Constitución. José de Lara tenía su fábrica de hielo en la calle de San Luis No. 22.
GASOLINERAS
De todos era conocida la gasolinera de don Isidro de Santiago, en Plaza Principal # 8. Un poco más adelante estaba el tabarete de Benjamín Quezada y por la calle de San Luis # 15, el expendio de Antonio Enciso.
ZAPATERIAS
Había muchos zapateros, pero su producción era artesanal y la vendían principalmente en los expendios de jarcía. Solo tengo tres zapaterías registradas: la de Pedro Prieto Macías en López Velarde # 4, la de Manuel Carrillo Salazar en la calle Aquiles Serdán # 3 y la zapatería de Zeferino Borrego en la Plaza Principal.
BILLARES
En esos años, los billares eran centros de diversión muy atractivos para los hombres que andaban medio desocupadones. Los mejores billares eran los de Gabino Correa en Plaza Principal, Salvador Pérez Carrillo en Obregón # 2, José P. Acuña en López Velarde # 5, los de don Pancho Félix López en Carranza # 1, Amalia Alvarez de C., en la Plaza Principal, el de Melitón Sandoval en la calle 5 de Mayo # 39. En algunos ranchos también había mesas de billar como en Lo de Luna donde Francisco García Gómez la hacía de “coime” y cobraba como dueño.
MOLINOS DE NIXTAMAL
En esos años todavía se usaban tortear en casa. Para ello se preparaba desde muy temprano el nixtamal y se llevaba al molino, de los que había muchos por todos los rumbos de la ciudad.
Don J. Sabas Fernández era entonces el “Rey del nixtamal”, pues tenía toda una cadena de molinos: en Jardín Hidalgo # 1, Pino Suárez # 45, San Luis # 65 y 16 de Septiembre # 42. Además estaban el molino de doña Petra López en calle Dolores # 40, el de Santiago Barrios en Esmeralda # 18, el de Jesús Muñoz Nava por el callejón Allende, el de Antonio Castro Collazo en Estrella # 16, los de Anastacio Gamboa por la calle de Guanajuato # 46 y callejón Allende # 77, el de Emilia T. de Vanegas por la calle San Luis # 32, el de Pedro Lozano Nava, por la calle García Salinas y el de Jesús Barrios en Luis Moya # 55. También estaba el molino de Francisco Miranda Berumen en Pino Suárez # 35 y el de J. Marcos Nava Rodríguez en Nicolás Bravo # 1 bis. Enrique Galván Cortés tenía un molino de trigo por la calle Hidalgo # 14.
En las rancherías jerezanas también tenían sus molinos: J. Guadalupe Trujillo y Martín Landeros molían el nixtamal en la Ermita de Guadalupe. Luis de Santiago tenía su molino en Los Haro y Cornelio Alvarado en San Juan del Centro donde también estaba el molino de Florencio Carrillo. Julio Gurrola en Jomulquillo. En Lo de Luna, Severiano García y Socios habían establecido un molino muy moderno. Manuel Miranda molía en El Cargadero, J. Refugio Franco en El Huejote, Martín Arellano en Ciénega y Fortino Vázquez en El Molino. En Santa Rita, las señoras llevaban sus tinas de nixtamal al negocio de Santiago Orozco,
HOTELES Y MESONES
En esos años, la preferencia eran los mesones, donde por una módica cantidad podían proteger a los animales en los corrales y darles su ración de alfalfa y agua, por eso solo había dos hoteles: el de don Celestino Sánchez, en Pino Suárez # 14 y el de Francisco Avila García en López Velarde # 2. Un hotel económico, que más era vecindad o mesón era el Hotel Casa “Del Viajero”.
Los mesones que existían eran el de Alberto Lira en Rayón # 16, el de Baudelio Sandoval en Madero # 90 (Calle del Santuario), el de Juan Avila Ceballos por la calle de San Luis, el de Maximino Márquez por la calle del Reposo, el de José Antonio Martínez en el número 100 de la calle Madero, el de J. Merced Dorado en Rayón 28. En esta relación faltan otros céntricos mesones, pero no tengo la seguridad de que en esos años estuvieran en funciones.
CARNICERIAS
Los principales expendios de carnes se encontraban en la plaza Tacuba, en lo que nombraban “Mercado de Carnes”. Cesáreo García, Rafael Molina, Aurelio de la Cruz, J. Jesús Hurtado y Alejandro León eran los principales tablajeros. Don Aurelio de la Cruz tenía otro expendio por el callejón Allende o de la Parroquia.
CANTINAS, CERVECERIAS Y LICORERÍAS
Los hijos de don Mariano de Haro, en la esquina de Aurora y calle del Espejo vendían licores de todo tipo, además de amarguitos y tragos populares. José Jiménez Carrillo tenía su licorería en la calle López Velarde # 8. Enrique Colmenero tenía su cantina en la esquina de San Luis y calle de los Libres, Pancho Márquez en San Luis y López Velarde, Anastacio Carrillo en Obregón # 1, Antonio Lozano Ferniza en San Luis # 38, Enrique Acevedo de la T., en Plaza Principal # 2, Ignacio Aguirre Berumen en San Luis # 14, José Huízar en Plaza Principal # 2. Julio Trujillo vednía cervezas en Obregón # 10, Antonio Acevedo en San Luis # 50.
Por la calle García Salinas, en el número 45, Dorotea Arroyo Corona regenteaba una “casa de asignación” muy frecuentada por los políticos y personalidades de la época, a ese lugar le llamaban “La matanza”. Ma. Rosa Flores Román manejaba otra que aunque fue registrada como “cervecería” se dedicaba a otros menesteres y estaba en la esquina de Dolores y Libertad.
LEÑA Y CARBON
Por muchos rumbos de la ciudad existían lugares donde se podía comprar leña o carbón, pero los ignoro, solo tengo en mis apuntes anotados a Manuela Almaráz, en el callejón del Gallo # 32 y el de Matilde de Santiago por la García Salinas.
COMPRA VENTA DE SEMILLAS
Maíz, frijol, trigo, alimentos para vacas y cochinos se podían comprar o vender en estos lugares, de los que estaban preferentemente en el segundo cuadro de la ciudad. José Jiménez Carrillo en López Velarde # 8 era de los que más clientela manejaban. Don Trinidad Correa y José Pérez Pérez recibían granos y los vendían por la calle Madero # 38. Por la misma calle (Madero o del Santuario) estaba don Pedro de Santiago y había otro lugar llamado “Cereales y Forrajes S.R.L.” por esos mismos rumbos, pero no sé de quien era. Por la calle Alvaro Obregón # 62 José Muro Ramírez compraba maíz a granel y por tonelada, mismo que vendía luego más caro (la ganacia, pues).
HERRERIAS Y TALLERES MECANICOS
Los que se encargaban de ponerles zapatos nuevos a burros y caballos, estaban ubicados por la calle de las fraguas preferentemente, y en esa época Pascual Torres, Manuel Talavera, Tomás González, Severiano González, Guillermo Torres, Francisco Talaveras, Elías Reyes, Juan Francisco Rodarte y José Pérez eran los más reconocidos herreros.
En aquellos tiempos, no había refaccionarias para los motores de los vehículos, por ello en los talleres mecánicos como en el de don Melesio Berumen y Luis Garrido fabricaban las piezas. Otros talleres eran el de José Ortega y el de Jesús Ceballos.
FABRICAS DE CHOCOLATE
Don Sabas Fernández todavía no comenzaba a fabricar chocolate, entonces los que hacían marquetas eran Herculano Muñoz y Juan Salazar.
NEGOCIOS VARIOS
Juan Sifuentes era el propietario de la única imprenta existente en Jerez que estaba en la calle Madero # 4, su hermano Julio tenía un taller de Relojería por la calle de la Aurora # 4. Guadalupe Villaneda se dedicaba a la elaboración de artículos de piel. Antonio Dávila Espino vendía y reparaba artículos eléctricos, lo mismo que Lorenzo García, quien además rentaba bicicletas y tenía su negocio junto a la imprenta (Madero # 6). Ma. de los Angeles León era la propietaria de una Fábrica de Velas. Ramón Rodarte se entretenía en la compra y venta de fierros viejos.
SASTRERIAS
Fernando Rincón estaba a la cabeza de una sastrería que daba trabajo a 3 operarios, lo mismo que don Jesús de la Torre y Manuel Martínez. Jesús Félix trabajaba solo y don Rafael Acuña tenía 4 trabajadores.
MADERERIAS, CARPINTERIAS Y CARROCERIAS
Rafael Alcalde y Aurelio Argüelles eran quienes proporcionaban la madera necesaria para que trabajaran los carpinteros y ebanistas jerezanos, entre los que tengo registrados a Juan Pablo Avila, Pascual Correa, J. Refugio Ceballos, Juan P. Martínez, Enrique Márquez, Zacarías Guerrero, Ezequiel Viramontes, Tomás Acosta y Jesús Ramírez. Algunos de ellos se dedicaban además a fabricar cajones de muerto, de esos nomás pintados con humo de ocote.
Aunque ya circulaban muchos vehículos de motor, todavía había quien se dedicaba a fabricar carrocerías, como Zacarías Guerrero, Manuel Mejía, Luis Mejía y José María Ramírez.
LADRILLEROS
Aunque el adobe era el elemento de moda para la construcción, ya había personas que se dedicaban a quemar ladrillos, como Juan Cardona, José Montes, Domingo Rodarte, José Contreras y Espiridión Contreras.
ABARROTES Y MISCELANEAS
Entonces no había los grandes almacenes que hay en la actualidad, pero en las misceláneas de todo se podía encontrar. En este rubro, las más importantes eran “La Bola” de los hijos de don Mariano de Haro en la esquina de Aurora y del Espejo, el negocio de José Jiménez Carrillo en López Velarde # 8, el de Carlitos Acevedo en esquina Aurora y Madero, el de Francisco Félix López, en Plaza Principal # 1, el de Salvador Varela en Madero # 32.
Por todos los rumbos de la ciudad había pequeñas “tiendas” como la de José Ma. Sánchez en Plaza Principal, la de Gumercindo Luna, en el callejón de la Parroquia # 16, la de Sabino Pichardo en la calle de San Luis # 54, la de don Daniel Quezada en la esquina de Culebrilla y Reforma, por esa misma calle (Reforma) estaba la de don Leonardo Guardado. Mi tío Enrique Berumen tenía su tienda de abarrotes en la esquina de Emilio Carranza y Acordada, Teresa Sandoval en Obregón # 71, Alfonsa Rodarte en Pino Suárez # 34. Paula Pérez Vda. de Gamboa en Allende # 56, Felipe Sánchez en Independencia # 26, Tereso Félix en Madero # 111, Margarito Acuña en Madero # 98,Anastacio Silva en San Luis 52, Ma. Auxilio Olague en la esquina de Libres y Reposo. Antonio Trujillo Félix despachaba en la calle de la Parroquia # 71, Francisco de Haro en Pino Suárez # 82, Luis Cabrera Llamas en la esquina de la Parroquia y Aurora, Jerónimo Villegas en San Luis # 76, Jesús Ma. Salazar en San Luis # 62, Porfirio Berumen en Madero # 88, Francisco de la Torre en San Luis # 59, María García en la esquina de Obregón y García Salinas, Germán Salazar en Moctezuma y Libertad y Gregorio Ramírez en Dolores # 87.
J. Jesús Flores en Libertad # 43, Pablo Dorado en 16 de Septiembre # 32, José A. Ramírez en Allende # 17, Pedro García por el mismo callejón pero en el 77, Santiago Ramos en la esquina de Rosales y Flores, Felipe Félix en la esquina de Rosales y Fortuna, Antonio de Luna en Allende # 47, Pedro Acuña Padilla en Madero # 109. (Recordemos nuevamente que la calle Madero es la de el Santuario).
Beatriz Barrios en Rosales # 62, Salvador Varela en Madero # 32,Salomón González en Allende # 13, Francisco J. Acevedo en la Esquina de Madero y Serdán. Marcelina Blanca en Allende # 39, Juan Dorado en Emilio Carranza 4 y Ma. Carmen M. de Torres en la calle 5 de Mayo # 33. Como podemos ver en la presente relación, las tiendas de abarrotes se encontraban preferentemente a todo lo largo de la calle de San Luis, callejón Allende y calle del Santuario o Madero, que eran las principales salidas y entradas de Jerez.
LAS DOCE MONEDAS DE PLATA
"Fue allá antes de los años treinta, cuando todo andaba patas pa'rriba. Un compadre y yo andábamos con los agraristas en un recorrido de protección contra los cristeros, de los que se temía tomaran en pocos días la ciudad de Jerez. El grupo lo formaban veinte pela'os, pero nomás nosotros éramos de la región, todos los demás venían del sur, de allá por el rumbo de Villa Guerrero. Po's andábamos por el rumbo de la hacienda de El Tesorero, donde arribita del arroyo de Godina se sabían hacer fuertes los cristeros. Habíamos almorzado en Los Haro, muy temprano, gorditas con jocoque y chiles asados que nos dieron en las casas de los agraristas de ahí, porque verá, en ese rancho todos estaban a favor del gobierno.
Pero sería que no habíamos comido nada el día anterior que cuando andábamos subiendo por ese arroyo, el de Godina, al poniente de las casas de la hacienda, que nos empieza la gruñidera de tripas a mi compa y a mí, que íbamos cabalgando juntos haciendo una línea para ir peinando todo el lugar. No, po's nos tuvimos que apear para irnos a descalzonar. Había unos encinitos y ahí mero nos acomodamos pa' hacer lo que el mexicano no hace solo.
Po's 'taba en plena faena, cuando mi compadre que también estaba en lo suyo me dijo: "Ira, ira compa, una calavera". Entonces era muy común encontrar güesos de cristiano por donde quiera. Ya vé, las guerras, matazones, y por ese rumbo en tiempos de la revolución hubo munchos enfrentamientos. El casco de la hacienda era un lugar estratégico donde los revolucionarios se proveían de comestibles para asediar Fresnillo y Jerez. En los años de la revolución, El Tesorero y la hacienda de Fresnillo eran como cuarteles de los que estaban contra el gobierno de los huertistas. Es por eso que las haciendas quedaron muy destruídas.
Po's, cuando mi compadre me dijo que ahí enfrente mío como a unos dos pasos estaba una calavera, agarré mi cuchillo y se lo aventé, pero no era una calavera. Con el golpe se movió y ví que era una olla de barro llena de monedas de plata.
"¡Ah cabrón!, ¿qué es eso?" dijo mi compadre como si no hubiera visto y oído las monedas, y se paró todavía sin acabar de hacer del cuerpo. "Pérate, pérate" le respondí, aconsejándole que no hiciera argüende. Ya cuando acabamos de hacer lo nuestro le dije: "Mira, vamos pensándole bien. El cantarito está lleno de monedas de plata. Dime, ¿cómo nos las vamos a llevar?. ¿Conoces bien a alguno de los 18 que nos acompañan? ¿No, verdá?. Po's una cosa te digo: que si nos ven o tantean que traemos esa plata, lo más seguro es que nos quiebren y nos tiren en cualquier nopalera y ya pa' mañana los coyotis nos hayan comido".
Po's no lograba convencer a mi compadre, hasta que le dije que tomáramos unas monedas y escondiéramos la olla. Nos orientamos bien, la enterramos al pie de un encino, como a unos veinte metros del arroyo, ya luego seguimos con los agraristas peinando la zona. Pero como a eso de las tres de la tarde el cielo se empezó a oscurecer y tuvimos que buscar refugio en unas trojes de la hacienda de Sarabia, muy arriba de la sierra, porque se venía una tormenta, de esas buenas.
Dos días duramos en ese lugar, porque la lluvia nomás no amainaba. Dos días nomás haciendo maldituras, jugando baraja y tomando aguardiente. Cuando ya más o menos clarió, empezó el desorden, cada quien agarró su cabalgadura y se vino pa' Jerez por donde mejor pudo, las brechas estaban resbalosas de tan enlodadas, charcos y arroyos por dondequiera no dejaban pasar. Entonces, mi compadre y yo, nos venimos al pasito, hasta bajar por el Sauz rumbo al Tesorero. Nos ubicamos bien: ahí está el cerro, allá se ven los encinos, ¡pero el arroyo de Godina era un río bien ancho! Hasta después supimos que en tiempos de lluvias se convertía en lo que es el nacimiento del caudaloso río de Jerez.
A'luego, nos pusimos a vadear la corriente, y mire… como a cien metros de donde dejamos enterrada nuestra olla, estaba el encino a cuyo pie la habíamos dejado… la creciente había arrancado de cuajo el árbol y también la olla que me imagino la ha de haber despedazado y regado las monedas que nunca las encontrarían ya. Yo tanteo que en el cantarito habría unas doscientas monedas.
"¡Ja, ja,ja! -se reía nervioso mi compadre- "¿Ya ve compa? No nos tocaba, si nos las hubiéramos llevado, lo más seguro es que en la borrachera allá en Sarabia nos hubieran mata'o. Y también aquí nos las arrebató el río. ¡No nos tocaba!".
Po's tristones porque vimos pasar la plata por nuestras manos nos venimos pa' Jerez siguiendo el curso del río por donde se podía. En la ciudad preguntamos en el cuartel que estaba junto a la capilla abandonada del Diezmo por nuestros compañeros, y nadie supo darnos razón. Lo más seguro es que se jueran pa' su rancho, allá por Villa Guerrero, en Jalisco.
Jueron doce monedas las que sacó mi compadre de la olla, doce monedas que nos gastamos en varias borracheras que nos pusimos allá por una casa que le decían "la matanza".
Pero sería que no habíamos comido nada el día anterior que cuando andábamos subiendo por ese arroyo, el de Godina, al poniente de las casas de la hacienda, que nos empieza la gruñidera de tripas a mi compa y a mí, que íbamos cabalgando juntos haciendo una línea para ir peinando todo el lugar. No, po's nos tuvimos que apear para irnos a descalzonar. Había unos encinitos y ahí mero nos acomodamos pa' hacer lo que el mexicano no hace solo.
Po's 'taba en plena faena, cuando mi compadre que también estaba en lo suyo me dijo: "Ira, ira compa, una calavera". Entonces era muy común encontrar güesos de cristiano por donde quiera. Ya vé, las guerras, matazones, y por ese rumbo en tiempos de la revolución hubo munchos enfrentamientos. El casco de la hacienda era un lugar estratégico donde los revolucionarios se proveían de comestibles para asediar Fresnillo y Jerez. En los años de la revolución, El Tesorero y la hacienda de Fresnillo eran como cuarteles de los que estaban contra el gobierno de los huertistas. Es por eso que las haciendas quedaron muy destruídas.
Po's, cuando mi compadre me dijo que ahí enfrente mío como a unos dos pasos estaba una calavera, agarré mi cuchillo y se lo aventé, pero no era una calavera. Con el golpe se movió y ví que era una olla de barro llena de monedas de plata.
"¡Ah cabrón!, ¿qué es eso?" dijo mi compadre como si no hubiera visto y oído las monedas, y se paró todavía sin acabar de hacer del cuerpo. "Pérate, pérate" le respondí, aconsejándole que no hiciera argüende. Ya cuando acabamos de hacer lo nuestro le dije: "Mira, vamos pensándole bien. El cantarito está lleno de monedas de plata. Dime, ¿cómo nos las vamos a llevar?. ¿Conoces bien a alguno de los 18 que nos acompañan? ¿No, verdá?. Po's una cosa te digo: que si nos ven o tantean que traemos esa plata, lo más seguro es que nos quiebren y nos tiren en cualquier nopalera y ya pa' mañana los coyotis nos hayan comido".
Po's no lograba convencer a mi compadre, hasta que le dije que tomáramos unas monedas y escondiéramos la olla. Nos orientamos bien, la enterramos al pie de un encino, como a unos veinte metros del arroyo, ya luego seguimos con los agraristas peinando la zona. Pero como a eso de las tres de la tarde el cielo se empezó a oscurecer y tuvimos que buscar refugio en unas trojes de la hacienda de Sarabia, muy arriba de la sierra, porque se venía una tormenta, de esas buenas.
Dos días duramos en ese lugar, porque la lluvia nomás no amainaba. Dos días nomás haciendo maldituras, jugando baraja y tomando aguardiente. Cuando ya más o menos clarió, empezó el desorden, cada quien agarró su cabalgadura y se vino pa' Jerez por donde mejor pudo, las brechas estaban resbalosas de tan enlodadas, charcos y arroyos por dondequiera no dejaban pasar. Entonces, mi compadre y yo, nos venimos al pasito, hasta bajar por el Sauz rumbo al Tesorero. Nos ubicamos bien: ahí está el cerro, allá se ven los encinos, ¡pero el arroyo de Godina era un río bien ancho! Hasta después supimos que en tiempos de lluvias se convertía en lo que es el nacimiento del caudaloso río de Jerez.
A'luego, nos pusimos a vadear la corriente, y mire… como a cien metros de donde dejamos enterrada nuestra olla, estaba el encino a cuyo pie la habíamos dejado… la creciente había arrancado de cuajo el árbol y también la olla que me imagino la ha de haber despedazado y regado las monedas que nunca las encontrarían ya. Yo tanteo que en el cantarito habría unas doscientas monedas.
"¡Ja, ja,ja! -se reía nervioso mi compadre- "¿Ya ve compa? No nos tocaba, si nos las hubiéramos llevado, lo más seguro es que en la borrachera allá en Sarabia nos hubieran mata'o. Y también aquí nos las arrebató el río. ¡No nos tocaba!".
Po's tristones porque vimos pasar la plata por nuestras manos nos venimos pa' Jerez siguiendo el curso del río por donde se podía. En la ciudad preguntamos en el cuartel que estaba junto a la capilla abandonada del Diezmo por nuestros compañeros, y nadie supo darnos razón. Lo más seguro es que se jueran pa' su rancho, allá por Villa Guerrero, en Jalisco.
Jueron doce monedas las que sacó mi compadre de la olla, doce monedas que nos gastamos en varias borracheras que nos pusimos allá por una casa que le decían "la matanza".
LA SOLDADERA DE LO DE LUNA
Yo he dicho siempre que los archivos son fuente inagotable de historias, de vivencias, de tragedias y del diario acontecer de quienes nos precedieron, y basándome en ellos precisamente, en esta ocasión presento una historia algo trágica, ocurrida en Lo de Luna.
LA SOLDADERA DE LO DE LUNA
Luego de que Jerez sufriera grandemente por los desmanes de la revolución, todavía en 1919 la región estaba infestada de gavillas de bandidos que por donde quiera hacían de las suyas. Uno de sus puntos favoritos era la Mesa de Lo de Luna, por donde pasaba el camino real a Zacatecas. El 9º. Regimiento que protegía a la población jerezana, tenía en esa ranchería un destacamento al mando del subteniente Sierra. Esta fuerza militar hacía rondas constantes por todo el rumbo, pero eso no amilanaba a los bandoleros, que se las ingeniaban para robar y asesinar a los viandantes y era tanta su temeridad que se enfrentaban al ejército.
El 24 de diciembre de ese año (1919), fue una jornada muy fatídica para el destacamento del subteniente Sierra, pues tuvieron que enfrentarse a una numerosa gavilla de bandoleros en la mesa contigua a Lo de Luna. En la lucha fallecieron el sargento J. Jesús Cruz, el cabo Froilán Galindo, así como los soldados Antonio Regis Ledesma, Pedro Ramírez, Quirino Salazar, y Andrés, Epigmenio y Joaquín de los que se ignora su apellido. Además de otros que heridos tuvieron que ser trasladados a Jerez. Los militares fallecidos fueron sepultados en el panteón de Lo de Luna, en una fosa grande. El agente municipal, que era Daniel Ortiz se aprestaba para venir a Jerez a dar parte de lo ocurrido, pero el Subteniente Sierra que venía con los pocos soldados que le quedaron resguardando a los heridos le dijo que no era necesario, que él lo haría. Tal vez se le olvidó pues hasta un año después las autoridades jerezanas conocieron de ese hecho.
Muchos de los soldados, que eran gente del pueblo, arrancada de su lugar de origen por la leva, traían tras de sí a sus mujeres e hijos, como Antonio Regis, que era acompañado por su fiel soldadera, la misma que cuando murió lloró lágrimas amargas por el amor que le tenía, por el incierto destino que le esperaba a ella y a un niño de brazos. Sola, en un lugar desconocido, casi desértico, sin nadie que se compadeciera de ella. Tocó puertas, en todo el rancho y solo una viejecita se acomidió a darle cobijo y abrigo. La soldadera trató de agradecer y le ayudaba en sus labores a la viejecita, que compartía sus parcas posesiones con ella.
La viuda de Regis, a pesar de todo, quería volver a su lugar de origen, con su gente, -dicen que era de tierras michoacanas-, y se acomedía a realizar cualquier trabajo que poco a poco le asignaban los vecinos de Lo de Luna. Ahorraba todo lo que podía con la esperanza de ir a Jerez a buscar información sobre la manera de volver a su tierra.
El domingo de Ramos de 1921, le encargó mucho su pequeño hijo a la viejecita que la había acogido, mientras ella iba a Jerez. Desde muy temprano, caminando, descalza, con alegría pensaba que pronto volvería con los suyos.
A su protectora le había prometido que le compraría en Jerez telas, hilos y si se podía hasta una escoba decente para barrer bien los pisos de tierra, pues solo usaban de esas de popotillo que las obligaba a barrer encorvadas.
Pero… no se supo por muchos días de la mujer. La viejecita creía que a lo mejor se había ido para su tierra dejándole el niño, y como ella no lo podía mantener, lo envió con el agente Daniel Ortiz a Jerez, para que preguntara qué había pasado con la madre y de paso le buscara un hogar al infante.
Ortiz, en Jerez, anduvo preguntando pero nadie le daba razón. Hasta que platicando con Pascual Félix, que era Juez de Letras, este recordó un hecho acontecido días antes…
El domingo de Feria, el 27 de marzo, Eulogio Espinoza se había presentado ante el presidente de Jerez que era el comerciante J. Merced Juárez (tenía sus abarrotes donde ahora es el Carta Blanca), para reportarle que en el camino que va a Zacatecas, tirada bajo un mezquite, había una mujer que tenía ya varios días muerta.
Don Merced mandó hacer lo que se hace en esos casos, recoger el cadáver y llevarlo al descanso del panteón, lugar donde el práctico Jesús Juárez le hizo el reconocimiento. Concluyeron que la mujer se había protegido de la tormenta que hubo el miércoles 23, pero que un rayo la había fulminado.
Nadie supo su nombre, no hubo quien la conociera. Ella era de cuerpo regular, color trigueño, pelo y cejas negras; frente, nariz y boca regular. Vestía saco blanco, enaguas negras con pinturas blancas, descalza… Y, traía una escoba y un quimilito con varios objetos. Como nadie la reclamó, fue inhumada en una fosa común en el panteón de la Soledad.
Daniel Ortiz dejó el niño a cargo de don Merced Juárez, quien lo llevó a una de las casonas de la calle del espejo, donde luego era conocido como “Toñito el de Regis”. Después, no se sabe qué pasó con él…
AFGANISTAN.- No sabía que el semanario “El Alacrán” llega hasta esas lejanas tierras. Pero sí, René Barajas Correa lo recibe y se entretiene leyendo lo que ocurre en la tierra de sus mayores. Un afectuoso saludo para él. Y también saludo en esta ocasión a “La morena” del DIF, quien ha expresado muy buenos comentarios de las historias que escribo. Gracias
LA SOLDADERA DE LO DE LUNA
Luego de que Jerez sufriera grandemente por los desmanes de la revolución, todavía en 1919 la región estaba infestada de gavillas de bandidos que por donde quiera hacían de las suyas. Uno de sus puntos favoritos era la Mesa de Lo de Luna, por donde pasaba el camino real a Zacatecas. El 9º. Regimiento que protegía a la población jerezana, tenía en esa ranchería un destacamento al mando del subteniente Sierra. Esta fuerza militar hacía rondas constantes por todo el rumbo, pero eso no amilanaba a los bandoleros, que se las ingeniaban para robar y asesinar a los viandantes y era tanta su temeridad que se enfrentaban al ejército.
El 24 de diciembre de ese año (1919), fue una jornada muy fatídica para el destacamento del subteniente Sierra, pues tuvieron que enfrentarse a una numerosa gavilla de bandoleros en la mesa contigua a Lo de Luna. En la lucha fallecieron el sargento J. Jesús Cruz, el cabo Froilán Galindo, así como los soldados Antonio Regis Ledesma, Pedro Ramírez, Quirino Salazar, y Andrés, Epigmenio y Joaquín de los que se ignora su apellido. Además de otros que heridos tuvieron que ser trasladados a Jerez. Los militares fallecidos fueron sepultados en el panteón de Lo de Luna, en una fosa grande. El agente municipal, que era Daniel Ortiz se aprestaba para venir a Jerez a dar parte de lo ocurrido, pero el Subteniente Sierra que venía con los pocos soldados que le quedaron resguardando a los heridos le dijo que no era necesario, que él lo haría. Tal vez se le olvidó pues hasta un año después las autoridades jerezanas conocieron de ese hecho.
Muchos de los soldados, que eran gente del pueblo, arrancada de su lugar de origen por la leva, traían tras de sí a sus mujeres e hijos, como Antonio Regis, que era acompañado por su fiel soldadera, la misma que cuando murió lloró lágrimas amargas por el amor que le tenía, por el incierto destino que le esperaba a ella y a un niño de brazos. Sola, en un lugar desconocido, casi desértico, sin nadie que se compadeciera de ella. Tocó puertas, en todo el rancho y solo una viejecita se acomidió a darle cobijo y abrigo. La soldadera trató de agradecer y le ayudaba en sus labores a la viejecita, que compartía sus parcas posesiones con ella.
La viuda de Regis, a pesar de todo, quería volver a su lugar de origen, con su gente, -dicen que era de tierras michoacanas-, y se acomedía a realizar cualquier trabajo que poco a poco le asignaban los vecinos de Lo de Luna. Ahorraba todo lo que podía con la esperanza de ir a Jerez a buscar información sobre la manera de volver a su tierra.
El domingo de Ramos de 1921, le encargó mucho su pequeño hijo a la viejecita que la había acogido, mientras ella iba a Jerez. Desde muy temprano, caminando, descalza, con alegría pensaba que pronto volvería con los suyos.
A su protectora le había prometido que le compraría en Jerez telas, hilos y si se podía hasta una escoba decente para barrer bien los pisos de tierra, pues solo usaban de esas de popotillo que las obligaba a barrer encorvadas.
Pero… no se supo por muchos días de la mujer. La viejecita creía que a lo mejor se había ido para su tierra dejándole el niño, y como ella no lo podía mantener, lo envió con el agente Daniel Ortiz a Jerez, para que preguntara qué había pasado con la madre y de paso le buscara un hogar al infante.
Ortiz, en Jerez, anduvo preguntando pero nadie le daba razón. Hasta que platicando con Pascual Félix, que era Juez de Letras, este recordó un hecho acontecido días antes…
El domingo de Feria, el 27 de marzo, Eulogio Espinoza se había presentado ante el presidente de Jerez que era el comerciante J. Merced Juárez (tenía sus abarrotes donde ahora es el Carta Blanca), para reportarle que en el camino que va a Zacatecas, tirada bajo un mezquite, había una mujer que tenía ya varios días muerta.
Don Merced mandó hacer lo que se hace en esos casos, recoger el cadáver y llevarlo al descanso del panteón, lugar donde el práctico Jesús Juárez le hizo el reconocimiento. Concluyeron que la mujer se había protegido de la tormenta que hubo el miércoles 23, pero que un rayo la había fulminado.
Nadie supo su nombre, no hubo quien la conociera. Ella era de cuerpo regular, color trigueño, pelo y cejas negras; frente, nariz y boca regular. Vestía saco blanco, enaguas negras con pinturas blancas, descalza… Y, traía una escoba y un quimilito con varios objetos. Como nadie la reclamó, fue inhumada en una fosa común en el panteón de la Soledad.
Daniel Ortiz dejó el niño a cargo de don Merced Juárez, quien lo llevó a una de las casonas de la calle del espejo, donde luego era conocido como “Toñito el de Regis”. Después, no se sabe qué pasó con él…
AFGANISTAN.- No sabía que el semanario “El Alacrán” llega hasta esas lejanas tierras. Pero sí, René Barajas Correa lo recibe y se entretiene leyendo lo que ocurre en la tierra de sus mayores. Un afectuoso saludo para él. Y también saludo en esta ocasión a “La morena” del DIF, quien ha expresado muy buenos comentarios de las historias que escribo. Gracias
LA PISTOLA DEL MOLINO VIEJO DE LA LABOR
Dicen los que presumen de saber, que para qué criticamos, si ni sabemos de cultura, de modernidad, ni de cosas de esas. Pos bueno, ahí seguimos en nuestra ignorancia permitiendo que hagan de nuestro pueblo un desastre. Ahora me dicen que yo vivo adelante de la calle “de los camellos”. ¿Y cual es esa? –dirán- pues una que luego de los arreglos que le hicieran para el drenaje pluvial quedara más llena de jorobas que los más beduinos camellos… y espérense a la temporada de lluvias, como es costumbre, no compactaron bien lo tapado y el resultado saldrá a la vista… nomás acuérdense de la calle Rayón que como veinte veces tuvo que reparar el arquitecto Varela allá en los tiempos de Villarreal…
Pero, tengo prohibido hacer críticas, así que mejor les convido de un relato que me hicieran hace ya como 40 años. Algunos se preguntarán cómo es que tengo relatos y cosas tan viejas. En mi casa tengo dos archivos, un papelerío de la fregada, y con mis hermanas, está el archivo grande. Dice Tato (mi hijo) que cuando me muera, lo primero que va a tirar a la basura son las máquinas de impresión, y con los papeles y libros va a hacer una gran pira funeraria que se va a ver desde la bufa…
LA PISTOLA DEL MOLINO VIEJO DE LA LABOR
“Mire, le voy a contar cómo fue que me hice de los centavitos con qué compré esa casita donde usté está viviendo, aunque no se si me crea, porque es algo raro.
Fue allá por 1946, entonces Jerez era muy diferente, muy chiquito y eran otras las costumbres.
-’os veníanos mi compadre y yo muy de madrugada pa’ Jerez, montados en nuestras mulas. La intinción era de mercar varias cosas pa’ estar prevenidos pa’ las fiestas de abril. Yo traiba encargos de telas, hilos y guaraches, ansí que dejaría mi animal en el mesón de las mariposas y de ahí me iría junto con mi compadre pa’ la plaza Tacuba, donde estaba toda la vendimia de lo que buscábamos. Hacía las cuentas alegres, pueque hasta un sombrero nuevo comprara con Pilo Carlos porque el que traiba ya estaba muy viejito.
Entramos por la calle de la Fortuna y emparejando a una tienda que le decían “El Vacilón”, a mi compadre se le ocurrió comprar una botella de aguardiente, que para hacer la mañanita. Déjeme decirle que más antes en las tienditas se vendía tequilita y vinos, y nadie decía nada. P’os nos apeamos y ahí voy con él.
Mi compadre conocía al de la tienda y le saludó muy amistosamente, yo mientras prendí mi cigarrito farito acá en un ladito, cuando noté que un pela’o de esos muy desalmado al que le dicían “El charrascas” taba tomando cerveza y tenía como unas cinco en el mostrador, ya destapadas, nomás pa’ irselas tomando conforme se le acabaran. Aparte tenía una pistola junto a las cervezas.
Me vio y ordenó: “¡Tómese una cerveza!”. Yo le dije que no, que no podía tomar, que munchas gracias. Se molestó y me gritó: “A mí nadien me hace un desaigre. ¡Agarre esa botella y tómesela!”,
Yo no soy de pleito, siempre he sido gente de paz, pero me molestó mucho su actitud, así qe no le dije nada, y viendo a mi compadre de reojo, nos dispusimos a salir. El Charrascas me alcanzó a agarrar de mi chamarra y me gritó que a él nadie le daba la espalda, que eso no era de hombres y sabe cuantas cosas más. Nomás le di el jalón a mi chamarra y me quise zafar pa’ juirme porque veía como que se iba a complicar la cosa.
Y mire, pescó la pistola del mostrador y me tiró un balazo. Obra’e Dios que no me atinó. Y p’os nomás atiné a agarrare la mano y tratar de quitarle la fusca. Forcejeamos y hasta la calle fuimos a dar. Tovía me tiró dos balazos más, yo sentía la polvareda en los ojos, pero no me atinaba. Al último no se ni cómo le alcancé a quitar el arma, disparé al aire los tiros que le quedaban y se la aventé.
-¡Ahí está tu mugrero! Nomás un cobarde como tú agrede a la gente de paz y si queres que trague alguien trague mierda contigo, pídeselo por las güenas-. Todo mosqueado y limpiándose con el paliacate la sangre de la nariz, porque sí me lo soné macizo cuando forcejeamos en el suelo, agarró su pistola y se metió pa’ la tienda. Yo le hice señas a mi compadre que nos treparamos a las mulas pa’ irnos. Ahí, en la esquina, en la contracalle, estaba un viejito enrredado en una cobija, y se me arrimó y me dijo: -Oiga, es la primera vez que veo que alguien se atreve a poner en su lugar al charrascas. Es un pela’o muy mala cabeza, y ya debe varias muertes, así que le aconsejo que se cuide de él, es muy traicionero y lo puede buscar pa’ venadearlo.
Me rasqué la cabeza, y recuerdo que le dije “Mmm, p’os ya me jodí, yo no tengo ni un méndigo machete con qué quererlo”. El viejito sonrió, recomendándome que me cuidara, pero luego se me acercó y al oído me dijo: “Mire, yo tengo una pistolita, ya está viejita, pero se la voy a regalar, porque nunca había visto que el charrascas se fuera como perro apaleado”. Le dije que no necesitaba arma ni nada, pero el viejito insistió: “La pistola que le digo está guardada en una cajita, vaya por ella y es toda suya con lo que ahí está, se la regalo de corazón”.
Luego me dijo que si la quería fuera por ella hasta la hacienda de La Labor ¡ir por una méndiga pistola roñosa tan lejos!. Le seguí dando las gracias ya montado en la mula, pero no me dejaba ir. “Váyase por el camino viejo, por el rancho del padre Alfaro y siga la vereda hasta el molino viejo de La Labor, en el muro que da hacia el lado del sol, antes de los arcos, cuente cuatro pasos, como los suyos, y ahí encontrará una piedra lisa empotrada en la pared, como de treinta centímetros, a u na vara de altura, más o menos está disimulada; quite la piedra y ahí está su regalito. Vaya por él, no se arrepentirá, verdá de Diosito santo”.
P’os, a los poquitos días me entró la curiosidá… ¿Por qué tanto misterio del viejito? Una pistola se guarda donde quiera, pero… ¿en los muros de una finca?. Así que un domingo me fui con rumbo de La Labor, por el camino del ranchito del Padre Alfaro, ahí anduve viendo el molino que yo ni lo conocía denantes. Muy destruído, porque crioque muchos buscadores de tesoros habían excarbado por todos lados, y otros se habían llevado las piedras de cantera. Como era domingo, la gente andaba en Jerez, ansina que con muncha tranquilidá busqué la piedra que me dijo el viejito. Ahí estaba, la quité, y adentro, en una como alacenita, estaba una pistola vieja, pero lo que se dice vieja, adentro de una cajita de puros. Juntito, me encontré tres bolsitas de gamuza, mire, más o menos de este pelo, pesaditas las bolsitas, llenas de centenarios, de esos de oro que habían salido como veinte años antes… p’os como el viejito dijo que lo que encontrara era mío, me lo traje todo, nadie me vio… es más, ni siquiera volví a poner la piedra tapando la alacena.
P’s mire, me compré esa casita y otra aquí en Jerez, y me hice de unas tierritas. Anduve dando vueltas por “El Vacilón” buscando al viejito, pero, no me lo va a creer, nadie se acordaba de haberlo visto por ahí… nadie me supo dar razón. ¿Verdá que es increíble?
Y del “charrascas”… me anduve cuidando mucho tiempo. Pero no sabía que estaba en la cárcel por una muerte. Lo metió Cuco Pulido, y dicen que salió con los pies por delante solo para darles de comer a los gusanos.
Pero, tengo prohibido hacer críticas, así que mejor les convido de un relato que me hicieran hace ya como 40 años. Algunos se preguntarán cómo es que tengo relatos y cosas tan viejas. En mi casa tengo dos archivos, un papelerío de la fregada, y con mis hermanas, está el archivo grande. Dice Tato (mi hijo) que cuando me muera, lo primero que va a tirar a la basura son las máquinas de impresión, y con los papeles y libros va a hacer una gran pira funeraria que se va a ver desde la bufa…
LA PISTOLA DEL MOLINO VIEJO DE LA LABOR
“Mire, le voy a contar cómo fue que me hice de los centavitos con qué compré esa casita donde usté está viviendo, aunque no se si me crea, porque es algo raro.
Fue allá por 1946, entonces Jerez era muy diferente, muy chiquito y eran otras las costumbres.
-’os veníanos mi compadre y yo muy de madrugada pa’ Jerez, montados en nuestras mulas. La intinción era de mercar varias cosas pa’ estar prevenidos pa’ las fiestas de abril. Yo traiba encargos de telas, hilos y guaraches, ansí que dejaría mi animal en el mesón de las mariposas y de ahí me iría junto con mi compadre pa’ la plaza Tacuba, donde estaba toda la vendimia de lo que buscábamos. Hacía las cuentas alegres, pueque hasta un sombrero nuevo comprara con Pilo Carlos porque el que traiba ya estaba muy viejito.
Entramos por la calle de la Fortuna y emparejando a una tienda que le decían “El Vacilón”, a mi compadre se le ocurrió comprar una botella de aguardiente, que para hacer la mañanita. Déjeme decirle que más antes en las tienditas se vendía tequilita y vinos, y nadie decía nada. P’os nos apeamos y ahí voy con él.
Mi compadre conocía al de la tienda y le saludó muy amistosamente, yo mientras prendí mi cigarrito farito acá en un ladito, cuando noté que un pela’o de esos muy desalmado al que le dicían “El charrascas” taba tomando cerveza y tenía como unas cinco en el mostrador, ya destapadas, nomás pa’ irselas tomando conforme se le acabaran. Aparte tenía una pistola junto a las cervezas.
Me vio y ordenó: “¡Tómese una cerveza!”. Yo le dije que no, que no podía tomar, que munchas gracias. Se molestó y me gritó: “A mí nadien me hace un desaigre. ¡Agarre esa botella y tómesela!”,
Yo no soy de pleito, siempre he sido gente de paz, pero me molestó mucho su actitud, así qe no le dije nada, y viendo a mi compadre de reojo, nos dispusimos a salir. El Charrascas me alcanzó a agarrar de mi chamarra y me gritó que a él nadie le daba la espalda, que eso no era de hombres y sabe cuantas cosas más. Nomás le di el jalón a mi chamarra y me quise zafar pa’ juirme porque veía como que se iba a complicar la cosa.
Y mire, pescó la pistola del mostrador y me tiró un balazo. Obra’e Dios que no me atinó. Y p’os nomás atiné a agarrare la mano y tratar de quitarle la fusca. Forcejeamos y hasta la calle fuimos a dar. Tovía me tiró dos balazos más, yo sentía la polvareda en los ojos, pero no me atinaba. Al último no se ni cómo le alcancé a quitar el arma, disparé al aire los tiros que le quedaban y se la aventé.
-¡Ahí está tu mugrero! Nomás un cobarde como tú agrede a la gente de paz y si queres que trague alguien trague mierda contigo, pídeselo por las güenas-. Todo mosqueado y limpiándose con el paliacate la sangre de la nariz, porque sí me lo soné macizo cuando forcejeamos en el suelo, agarró su pistola y se metió pa’ la tienda. Yo le hice señas a mi compadre que nos treparamos a las mulas pa’ irnos. Ahí, en la esquina, en la contracalle, estaba un viejito enrredado en una cobija, y se me arrimó y me dijo: -Oiga, es la primera vez que veo que alguien se atreve a poner en su lugar al charrascas. Es un pela’o muy mala cabeza, y ya debe varias muertes, así que le aconsejo que se cuide de él, es muy traicionero y lo puede buscar pa’ venadearlo.
Me rasqué la cabeza, y recuerdo que le dije “Mmm, p’os ya me jodí, yo no tengo ni un méndigo machete con qué quererlo”. El viejito sonrió, recomendándome que me cuidara, pero luego se me acercó y al oído me dijo: “Mire, yo tengo una pistolita, ya está viejita, pero se la voy a regalar, porque nunca había visto que el charrascas se fuera como perro apaleado”. Le dije que no necesitaba arma ni nada, pero el viejito insistió: “La pistola que le digo está guardada en una cajita, vaya por ella y es toda suya con lo que ahí está, se la regalo de corazón”.
Luego me dijo que si la quería fuera por ella hasta la hacienda de La Labor ¡ir por una méndiga pistola roñosa tan lejos!. Le seguí dando las gracias ya montado en la mula, pero no me dejaba ir. “Váyase por el camino viejo, por el rancho del padre Alfaro y siga la vereda hasta el molino viejo de La Labor, en el muro que da hacia el lado del sol, antes de los arcos, cuente cuatro pasos, como los suyos, y ahí encontrará una piedra lisa empotrada en la pared, como de treinta centímetros, a u na vara de altura, más o menos está disimulada; quite la piedra y ahí está su regalito. Vaya por él, no se arrepentirá, verdá de Diosito santo”.
P’os, a los poquitos días me entró la curiosidá… ¿Por qué tanto misterio del viejito? Una pistola se guarda donde quiera, pero… ¿en los muros de una finca?. Así que un domingo me fui con rumbo de La Labor, por el camino del ranchito del Padre Alfaro, ahí anduve viendo el molino que yo ni lo conocía denantes. Muy destruído, porque crioque muchos buscadores de tesoros habían excarbado por todos lados, y otros se habían llevado las piedras de cantera. Como era domingo, la gente andaba en Jerez, ansina que con muncha tranquilidá busqué la piedra que me dijo el viejito. Ahí estaba, la quité, y adentro, en una como alacenita, estaba una pistola vieja, pero lo que se dice vieja, adentro de una cajita de puros. Juntito, me encontré tres bolsitas de gamuza, mire, más o menos de este pelo, pesaditas las bolsitas, llenas de centenarios, de esos de oro que habían salido como veinte años antes… p’os como el viejito dijo que lo que encontrara era mío, me lo traje todo, nadie me vio… es más, ni siquiera volví a poner la piedra tapando la alacena.
P’s mire, me compré esa casita y otra aquí en Jerez, y me hice de unas tierritas. Anduve dando vueltas por “El Vacilón” buscando al viejito, pero, no me lo va a creer, nadie se acordaba de haberlo visto por ahí… nadie me supo dar razón. ¿Verdá que es increíble?
Y del “charrascas”… me anduve cuidando mucho tiempo. Pero no sabía que estaba en la cárcel por una muerte. Lo metió Cuco Pulido, y dicen que salió con los pies por delante solo para darles de comer a los gusanos.
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