Leyendas, Costumbres, narraciones y mucho más, producto de las investigaciones, recopilaciones y trabajo de Luis Miguel Berumen Félix
miércoles, 29 de julio de 2009
LOS DURITOS DEL PORKY
No tengo a la mano la Ley o Reglamento de Imagen Urbana, pero hay muchos cambios y ordenamientos que atentan contra lo que es parte de la identidad jerezana, todo en aras de un Programa que la verdad no ha traído grandes beneficios a nuestro municipio. Siempre dicen que bien vale el sacrificio de orita porque los beneficios se verán a futuro. Ya quisiera yo que hubiera alguien que me garantizara la vida pa’ mañana. Se cuenta que se va a regular la venta de duritos y tostadas. Y es curioso, los jerezanos identificamos a quienes se dedican a esta actividad, como íconos de la ciudad. La esquina de Pino Suárez y García Salinas no sería igual sin El Durazo, lo mismo la Reforma y Guanajuato sin El Foxy y Raúl, o la Plazuela sin El Porky.
En Zacatecas y Fresnillo, aprovechan la mercadotecnia y lanzan ganchos para atraer clientela, así han florecido los locales y expendios donde se pregona “Aquí las auténticas y originales tostadas y duritos jerezanos de El Porky”. Y, como conozco al Porky -Carlos García-, porque vivo frente a donde a diario vende su producto, se me ocurrió preguntar: ¿Oiga, y en Jerez donde se pone el Porky? –Orale patrón ahí le hablan-, dijo uno de los empleados. Y se me acercó un sujeto moreno, gordo preguntándome que qué deseaba. –Pura curiosidad, quería saber donde se instala el Porky en Jerez. -¡Ah, mire! Ahí en el mero centro, en la esquina de una calle que va para la iglesia. Por cierto, orita le voy a hablar pa’ que me mande más mercancía, porque… ¡viera cómo se venden sus tostadas!-. Ya no dije nada y me fui riéndome para mis adentros, pues las tostadas y las salsas no se parecen en nada a las que disfrutamos con alguno de los hermanos García y dudo mucho que el gordo moreno conociera a cualquier durero jerezano.
La gente de Zacatecas, Fresnillo y otros lugares, vienen a Jerez, preferentemente los fines de semana, a comer tostadas y duritos, comprar carne y dar una vuelta por el mercado. Disfrutar de una buena tostada o un crujiente durito, puede resultar muy peligroso por la facilidad con que ocurren las salpicaduras de líquido colorado, especialmente donde no hay ni mesas ni sillas para los antojados. Cuando las tostadas están bañadas en salsa se pueden convertir en manchadoras esquirlas que caen en los platos y salpican la ropa. El riesgo es mayor cuando no hay un lugar donde apoyar el plato y se tienen que hacer maniobras en el aire para sostener el plato con tostadas o enrroscados duritos, el refresco y la servilleta. Una salpicadura de chile en la camisa del licenciado, en el uniforme del repartidor de bimbo o del chofer de la camioneta blindada, en el blanco atuendo de la enfermera, en el traje sastre de la secretaria o en la camisola del estudiante son muestra de la impericia para maniobrar tan exquisito antojo. Los jerezanos han desarrollado toda una técnica para comer duritos y algunos son verdaderos expertos que son capaces de despacharse un buen número de enchilosas tostadas ataviados con elegantes trajes sin que quede el más mínimo registro de salpicadura colorada.
Lo básico es asegurar un buen lugar, una bardita cercana, un tronco de árbol o el cofre de un auto que pueda servir de centro de operaciones. Hay que proveerse de servilletas. Suficientes para limpiar manos y bocas las veces que sea necesario, y también para capturar y disimular las lágrimas y mocos que afloran con lo picante del chile. También hay que pedir con anticipación un buen refresco que apague el fuego en la lengua en caso de urgencia y ayude a que el alimento baje adecuadamente a la panza, que no se atore en el camino pues.
Sudar, resoplar o moquear en estos lugares no son manifestaciones de sufrimiento, al contrario, son muestra del gusto por lo que se está comiendo. Creo que esto, es parte de nuestras tradiciones, aunque a los regidores “cultos” (como el que me reclamó hace días) se les haga chocante que Jerez sea más conocido en otras latitudes por sus tostadas y duritos enchilosos, y no por la verborrea de insípidos poetastros y grises escritores que hablan y aprovechan la figura de López Velarde, sin siquiera adentrarse en lo que es realmente su obra. Por cierto, cuando el poeta jerezano estuvo en Venado, aprovechó mucho de sus “tiempos muertos” en escribir unas “Crónicas de Provincia”. ¿Podría alguien de los que presumen conocer todo lo referente a él decirme donde están tales Crónicas?.
POZOLE A LA JERAZANA
QUEBRÓ EL NEGOCIO. Como tengo mi tallercito de diseño gráfico y publicidad, hace poco más de dos meses me fue solicitada la impresión de dos libros con un tiraje de mil ejemplares cada uno, con carácter de “super recontra urgentes” porque el tiempo se les había echado encima, y no había ya ninguna imprenta que se echara el paquete de terminarlos en la fecha que se requería su entrega y presentación. Po’s ahí ando de buena gente atendiendo las súplicas y ruegos; pero hice la aclaración que yo no contaba (ni cuento) con capital para la compra de insumos ni material necesario, por lo que el trato era que “dando y dando”. Me apoyé en amigos y familiares, trabajando duro hasta altas horas de la madrugada y así, un lunes empleados de la institución solicitante recogieron el trabajo, que estuvo terminado en el tiempo indicado. Por la tarde de ese lunes se presentaron dichos ejemplares ante la flor y nata de la gente culta jerezana, con gran pompa, todos se echaron flores, pero se les olvidó pagarme. De pronto les llegó una gran amnesia. Realicé gestiones ante los administradores de tal institución, y nomás vieran qué buenos pa’ la mentira. Hasta la fecha no me han querido pagar (ya a más de un mes de la entrega del trabajo). Todos se echan la pelotita, pero de dinero nada. Y mientras, me cortaron la luz por falta de pago, tuve que pagar reconexión, el teléfono igual, la tarjeta ni se diga, mis proveedores me quitaron los descuentos que me daban por pronto pago, y otros de plano me retiraron el crédito. No les he liquidado a quienes me auxiliaron. Y como todo esto es una cadena, no he podido seguir trabajando por falta de material. Todo por creerme de las promesas de los representantes de esa institución que no han sabido administrar y que ahora sufren ataques de repentina amnesia y que seguramente se encuentran en la más fulminante inopia.
LA COMIDA JEREZANA. Desgraciadamente –como ya lo dije en otras ocasiones- las tradiciones jerezanas se están perdiendo o se nos están metiendo con cuña otras que nada qué ver con la región. Hay restaurantes de Zacatecas que se jactan de ser “la cuna del original asado de boda jerezano”. Así que ante la perdida de identidad, no hay que extrañarnos si los mismos que nos impusieron los pisos de esas espantosas calles –otrora provincianas, tranquilas y pintorescas de la provincia jerezana-, nos impongan platillos raros y estrambóticos como los propios de “este pueblo mágico”.
Hay que recordar que la comida va junto con los afectos, con el encuentro con los demás. Aquí en Jerez mantenemos el gusto por lo prehispánico, el chile, el maíz, las frutas y verduras de origen americano, pero no descartamos el gusto por la carne y los lácteos, sabores arraigados desde la fundación de nuestra pequeña ciudad. El chile en muchas de sus variedades está presente en los platillos jerezanos. Luego está el maíz, el arroz y el trigo. Después los lácteos y la carne de cerdo, las aves y carne de res. Nuestra comida popular también es de barrio, es callejera y se diversifica por todos los rincones de Jerez donde casi en cualquier esquina hay carritos, mesas y sillas para disfrutar de una rica cena de antojitos a la jerezana, tacos o gorditas. El ambiente es familiar y nos arraigamos al puesto de tacos nocturnos, llegamos saludando y nos despedimos deseando “buen provecho” al marcharnos. Cuando disfrutamos de un rico menudo en el mercado o con Polo (López Velarde y Reposo) estamos atentos a pasar las servilletas, la cebolla picada, orégano, limones o la sal.
El Pozole se prepara cuando hay algo qué celebrar o nomás de puro antojo. Se elabora en una olla grande, de modo que quede siempre para el recalentado, que suele ser más sabroso. Regularmente se ofrece como comida o cena, y si en el hogar no lo hay, es fácil encontrarlo en cenadurías callejeras y el mercado.
Dicen que su origen es ancestral, y proviene de Jalisco. Al respecto hay una leyenda: La reina de Tonalá, Itzoapilli Tzapontzintli recibió en marzo de 1530 al conquistador Nuño Beltrán de Guzmán con danzas y un suculento pozole. Pues estaba Nuño y sus conquistadores elogiando las cualidades del platillo, cuando se acercaron a la olla pozolera por más y vieron que entre el maíz había restos humanos inconfundibles. Muy enojados quebraron la olla, conminando a la reina y a los tonaltecas a ya no comer carne humana. Esto no pasa de ser una leyenda, pues los historiadores explican que no hay evidencias de que existiera la antropofagia por estos lugares. Del pozole se dice que es un platillo mestizo, pues se conjuga la nixtamalización del maíz con la suculencia de la carne de cerdo que trajeron los españoles.
Aquí en Jerez, el pozole se elabora todavía de manera artesanal, pues no es aceptado todavía el maíz pozolero que ya viene preparado en botes cerrados. Desde un día anterior o muy temprano por la mañana, se pone a cocer un kilo de maíz con dos cucharadas (de las cucharas grandes, soperas) de cal. Luego que ya está cocido, se lava el maíz para quitarle la cáscara, se refriega como si estuviera tallando ropa en el lavadero. Hay viejitas que se ponen con toda la calma del mundo a quitarle la punta al grano, dicen que así revienta más bonito el maíz.
En unos tres litros de agua se pone a cocer carne de cerdo (generalmente es de cabeza –pozole gordo-, pero mi mamá lo hacía de lomo o pierna y quedaba mucho más delicioso). Aparte se le echan huesos del espinazo de cerdo, que le darán un sabor muy agradable al caldito. El pozole tradicional lleva su buena dotación de chile colorado, que le da un toque muy especial.
En Jalisco hay varios tipos de pozole: blanco, natural y rojo. El rojo solo se tiñe con salsa de chile ancho remojado y molido o con salsa “Valentina”. Se usa también un “pozolillo” que se prepara con maíz tierno, pollo y tomates.
El pozole se srive calientito, en platos hondos de barro, acompañado de repollo, orégano y salsa picante o chiles de árbol. La tradición manda que se acompañe con tostadas, y si son de con las hermanas Galván o “Del Indio” mejor.
En una ocasión me invitaron a disfrutar este platillo en Acapulco. Y ¡oh sorpresa!. Un pozole muy diferente, blanco, insípido. “¡Cuñao, échele la botana a su pozole!” –me dijeron- mientras que me arrimaban rábanos picados, rebanadas de aguacate, rebanadas de naranja y una salsera de chile verde. No me gustó nadita.
LA COMIDA JEREZANA. Desgraciadamente –como ya lo dije en otras ocasiones- las tradiciones jerezanas se están perdiendo o se nos están metiendo con cuña otras que nada qué ver con la región. Hay restaurantes de Zacatecas que se jactan de ser “la cuna del original asado de boda jerezano”. Así que ante la perdida de identidad, no hay que extrañarnos si los mismos que nos impusieron los pisos de esas espantosas calles –otrora provincianas, tranquilas y pintorescas de la provincia jerezana-, nos impongan platillos raros y estrambóticos como los propios de “este pueblo mágico”.
Hay que recordar que la comida va junto con los afectos, con el encuentro con los demás. Aquí en Jerez mantenemos el gusto por lo prehispánico, el chile, el maíz, las frutas y verduras de origen americano, pero no descartamos el gusto por la carne y los lácteos, sabores arraigados desde la fundación de nuestra pequeña ciudad. El chile en muchas de sus variedades está presente en los platillos jerezanos. Luego está el maíz, el arroz y el trigo. Después los lácteos y la carne de cerdo, las aves y carne de res. Nuestra comida popular también es de barrio, es callejera y se diversifica por todos los rincones de Jerez donde casi en cualquier esquina hay carritos, mesas y sillas para disfrutar de una rica cena de antojitos a la jerezana, tacos o gorditas. El ambiente es familiar y nos arraigamos al puesto de tacos nocturnos, llegamos saludando y nos despedimos deseando “buen provecho” al marcharnos. Cuando disfrutamos de un rico menudo en el mercado o con Polo (López Velarde y Reposo) estamos atentos a pasar las servilletas, la cebolla picada, orégano, limones o la sal.
El Pozole se prepara cuando hay algo qué celebrar o nomás de puro antojo. Se elabora en una olla grande, de modo que quede siempre para el recalentado, que suele ser más sabroso. Regularmente se ofrece como comida o cena, y si en el hogar no lo hay, es fácil encontrarlo en cenadurías callejeras y el mercado.
Dicen que su origen es ancestral, y proviene de Jalisco. Al respecto hay una leyenda: La reina de Tonalá, Itzoapilli Tzapontzintli recibió en marzo de 1530 al conquistador Nuño Beltrán de Guzmán con danzas y un suculento pozole. Pues estaba Nuño y sus conquistadores elogiando las cualidades del platillo, cuando se acercaron a la olla pozolera por más y vieron que entre el maíz había restos humanos inconfundibles. Muy enojados quebraron la olla, conminando a la reina y a los tonaltecas a ya no comer carne humana. Esto no pasa de ser una leyenda, pues los historiadores explican que no hay evidencias de que existiera la antropofagia por estos lugares. Del pozole se dice que es un platillo mestizo, pues se conjuga la nixtamalización del maíz con la suculencia de la carne de cerdo que trajeron los españoles.
Aquí en Jerez, el pozole se elabora todavía de manera artesanal, pues no es aceptado todavía el maíz pozolero que ya viene preparado en botes cerrados. Desde un día anterior o muy temprano por la mañana, se pone a cocer un kilo de maíz con dos cucharadas (de las cucharas grandes, soperas) de cal. Luego que ya está cocido, se lava el maíz para quitarle la cáscara, se refriega como si estuviera tallando ropa en el lavadero. Hay viejitas que se ponen con toda la calma del mundo a quitarle la punta al grano, dicen que así revienta más bonito el maíz.
En unos tres litros de agua se pone a cocer carne de cerdo (generalmente es de cabeza –pozole gordo-, pero mi mamá lo hacía de lomo o pierna y quedaba mucho más delicioso). Aparte se le echan huesos del espinazo de cerdo, que le darán un sabor muy agradable al caldito. El pozole tradicional lleva su buena dotación de chile colorado, que le da un toque muy especial.
En Jalisco hay varios tipos de pozole: blanco, natural y rojo. El rojo solo se tiñe con salsa de chile ancho remojado y molido o con salsa “Valentina”. Se usa también un “pozolillo” que se prepara con maíz tierno, pollo y tomates.
El pozole se srive calientito, en platos hondos de barro, acompañado de repollo, orégano y salsa picante o chiles de árbol. La tradición manda que se acompañe con tostadas, y si son de con las hermanas Galván o “Del Indio” mejor.
En una ocasión me invitaron a disfrutar este platillo en Acapulco. Y ¡oh sorpresa!. Un pozole muy diferente, blanco, insípido. “¡Cuñao, échele la botana a su pozole!” –me dijeron- mientras que me arrimaban rábanos picados, rebanadas de aguacate, rebanadas de naranja y una salsera de chile verde. No me gustó nadita.
EL TESORO DE PACO PELON
RECLAMACIONES. “Habemos regidores que somos muy cultos” me dijo una persona sobre lo que comenté la semana anterior de los Juegos Florales, agregando que lo que yo escribí era retrógrada, falto de información y de visión a futuro. Bueno, realmente yo no estoy en contra de que no se hagan, pero creo que desde su nacimiento vienen viciados. Tal vez los organizadores se quisieron proyectar de una vez “a lo grande”. “Jerez es un pueblo mágico y eso hay qué pregonarlo a todo el mundo, los resultados vendrán después” –insistía el regidor culto-. Tampoco estoy de acuerdo, Jerez está dentro del programa “Pueblos Mágicos” y algunas gentes, con entusiasmo desmedido y falta de conocimiento, están fincando los techos sin pensar en las paredes ni en los cimientos. Le están dando en toda la madre a las tradiciones, costumbres y a la identidad que caracterizaba a nuestra pequeña ciudad y que la hizo ser merecedora de ingresar al citado Programa. Nunca he estado de acuerdo con la fisonomía que los sabihondos arquitontos de Zacatecas pretenden darle a Jerez. ¡Qué espantosas esas orejas de elefante que “adornan” la parroquia! Calles adoquinadas “a lo güey”, y espérense, que pronto vienen los arreglos de fachadas.
Volviendo al tema de los Juegos, ¿No cree usted que sería más loable que se realizara un “Certamen de Poesía y Narrativa Regional”, en el que pudieran participar todos los poetas y escritores de la región –que no pueden aspirar a ganar un premio de los susodichos “Juegos Florales” pues ahí se placean purititas chuchas cuereras muy ladinas y bien amaestradas en esas lides?. Yo pienso que le daría más realce a Jerez, porque se le estaría dando la oportunidad a gente de la región, de Jerez y los municipios vecinos para que dieran a conocer su obra. Los premios quedarían en casa y se gastarían en casa. La obra publicada se vería, se leería y se comentaría en los hogares regionales. El o los escritores ganadores ganarían la aclamación y el reconocimiento popular, y esto serviría para que más paisanos se esforzaran por cultivar las bellas artes. Los Juegos Florales llegaron, pasaron y le apuesto que nadie se acuerda quienes fueron los premiados, ni de estos ni de los anteriores. Esa es mi opinión muy particular, muy propia y que hoy comparto con ustedes.
LAS HACIENDAS DE LA REGION
A petición de un lector, que me pide explique que eran las “Haciendas” que tanto menciono en mis libros y narraciones:
Las Haciendas fueron importantes centros agrícolas y ganaderos, que durante toda la época de la colonia, el siglo XIX y principios del siglo XX predominaron en todo el país. Se habla que muchas de ellas eran completamente autosuficientes. El mando de ellas estaba en el casco o casa grande, donde vivía la familia del hacendado, y en su entorno existían otras casas más modestas destinadas al personal de confianza, como mayordomos, administradores, capataces. Más lejos del casco, preferentemente en los centros de labor, vivían los peones “acasillados” y en chozas o ranchitos de agua, los peones de tarea, que eran jornaleros que ocasionalmente (en tiempos de siembra o cosecha) prestaban sus servicios a la hacienda.
Dentro del casco, en la mayoría de las Haciendas se erigía una capilla en la que se daban los servicios religiosos a todos los habitantes. Existían las trojes, las eras para guardar y moler los granos, así como los corrales y establos para los animales que se criaban en grandes cantidades.
Tal sistema llegó a su fin cuando se vino el movimiento revolucionario, mismo que culminó con una nueva legislación agraria, por medio de la cual se repartieron casi todos los bienes inmuebles de los hacendados. Como resultado de este reparto agrario, la mayoría de las haciendas se hicieron ejidos, y entonces, muchos de los beneficiados, destruyeron vandálicamente las casas grandes, quedando ahora solo ruinas de ellas. Y de los ejidos, ya ni quien se acuerde.
Actualmente, muy pocas de estas fincas se han rescatado y se han habilitado como hoteles, residencias particulares o como viviendas comunales, pero muchas han caído en el olvido y la indiferencia (como La Labor, Buenavista, Malpaso, El Tesorero, etc.
La mayoría de las ex haciendas son fuente de investigación histórica, pues se relacionan con el poder, la vieja nobleza rural de la región, la agricultura y la ganadería. Es interesante el buscar como era la construcción original de las mismas, sus “castillos” (como Buenavista), los “laberintos” (como se dice existía en la de Malpaso), los cascos que interiormente muestran grandes espacios con habitaciones, patios y corredores con arquerías de medio punto. En algunas más lujosas se aprecian estilos neoclásicos y hasta barroco. En su construcción se utilizó preferentemente la cantera, piedra labrada, adobe, tabique, cal, etc. Sus muebles eran macizos, y además tenían elementos de lujo europeo (preferentemente franceses). Algunas haciendas contaban con jardines, norias, fuentes, acueductos, molinos, etc.
EL TESORO DE PACO PELON
En Malpaso, es muy recordada la leyenda del tesoro de “Paco Pelón”, de quien los estudiosos no se han puesto de acuerdo sobre su verdadera identidad, pero creen que su nombre era Francisco de Crespo Apezechea (Pichichea).
Cuentan que a finales del siglo XIX, se presentó en Malpaso esta persona con una carreta llena de monedas de oro, pretendiendo comprar la hacienda, que había pertenecido a su familia muchos años antes. Don Benjamín Gómez Gordoa, dueño del lugar como no estaba en su ánimo vender, invita muy cordialmente al Pichichea a quedarse unos días, mientras investigan si hay alguna hacienda cercana en venta que le gustara.
El Pichichea se queda, y tiene trato con toda la gente de la hacienda, por lo que muchos creían que era el dueño. Dicen que era extremadamente feo, y que había sufrido el rechazo de una zacatecana dama, que para evitar el asedio se había metido de monja, por lo que Francisco de Crespo se encierra en la habitación que le habían destinado en la Hacienda. No salía para nada. Sus alimentos se los pasaban en una bandeja por debajo de la puerta. Y cuentan que, como no sacaba la bacinilla ni nada, los desechos se fueron acumulando en el interior del cuarto, formando una pestilencia gacha, que ya se sentía por gran parte de la casa grande.
Platican que ese encierro se prolongó por muchos años, más de cinco, y que en las noches se escuchaban maldiciones, invocaciones al chamuco, hasta que los habitantes de la casa notaron que los ruidos eran esporádicos, entonces abrieron el cuarto y encontraron al Pichichea moribundo, muy flaco, barbón, completamente desfigurado.
En cuanto murió, dicen que fue sepultado en el interior del Templo, y luego en el atrio, pero que la tierra no lo quería, hasta que lo mandaron al panteón. Como se suponía lo enterraron con toda su lana, luego luego los lugareños excavaron pero solo encontraron en el esqueleto un anillo, que desprendieron con todo y dedo.
De la tumba violada, nadie se hizo cargo, y cuentan que los huesos andaban rodando luego y nadie se preocupó por volverlos a sepultar.
Después, dicen que el Pichichea o Paco Pelón se aparecía por toda la Hacienda, y que ni con la bendición del Cura se iba el siniestro espíritu.
Muchos buscaron por toda la Hacienda el fabuloso tesoro de Francisco Crespo de Apezechea, y al parecer todavía no lo encuentran.
Esta leyenda la leí en el libro del Dr. José Humberto Vargas Alonso, que no se quien fregados se llevó de mi biblioteca. El que lo tenga, por favor, devuélvamelo y evítese unas cuantas maldiciones nahuas.
LA GUERRA BIOLOGICA MEXICANA
Leyendo un libro de Paco Ignacio Taibo sobre la revolución mexicana, encontré un dato, que entonces sonaría descabellado, pero que ahora vemos que es completamente factible.
Para evitar la invasión americana, el profesor García de Letona le propuso a mediados de febrero de 1913 a Huerta un plan muy completo para detener a los gringos: Hacer una alianza con Japón, electrificar el país, armar con bombas de mano a 150 mil soldaderas, preparar cultivos de fiebre amarilla y soltar jaulitas repletas de moscos en sus campamentos, inocular de rabia a todos los perros disponibles y echárselos…
Volviendo al tema de los Juegos, ¿No cree usted que sería más loable que se realizara un “Certamen de Poesía y Narrativa Regional”, en el que pudieran participar todos los poetas y escritores de la región –que no pueden aspirar a ganar un premio de los susodichos “Juegos Florales” pues ahí se placean purititas chuchas cuereras muy ladinas y bien amaestradas en esas lides?. Yo pienso que le daría más realce a Jerez, porque se le estaría dando la oportunidad a gente de la región, de Jerez y los municipios vecinos para que dieran a conocer su obra. Los premios quedarían en casa y se gastarían en casa. La obra publicada se vería, se leería y se comentaría en los hogares regionales. El o los escritores ganadores ganarían la aclamación y el reconocimiento popular, y esto serviría para que más paisanos se esforzaran por cultivar las bellas artes. Los Juegos Florales llegaron, pasaron y le apuesto que nadie se acuerda quienes fueron los premiados, ni de estos ni de los anteriores. Esa es mi opinión muy particular, muy propia y que hoy comparto con ustedes.
LAS HACIENDAS DE LA REGION
A petición de un lector, que me pide explique que eran las “Haciendas” que tanto menciono en mis libros y narraciones:
Las Haciendas fueron importantes centros agrícolas y ganaderos, que durante toda la época de la colonia, el siglo XIX y principios del siglo XX predominaron en todo el país. Se habla que muchas de ellas eran completamente autosuficientes. El mando de ellas estaba en el casco o casa grande, donde vivía la familia del hacendado, y en su entorno existían otras casas más modestas destinadas al personal de confianza, como mayordomos, administradores, capataces. Más lejos del casco, preferentemente en los centros de labor, vivían los peones “acasillados” y en chozas o ranchitos de agua, los peones de tarea, que eran jornaleros que ocasionalmente (en tiempos de siembra o cosecha) prestaban sus servicios a la hacienda.
Dentro del casco, en la mayoría de las Haciendas se erigía una capilla en la que se daban los servicios religiosos a todos los habitantes. Existían las trojes, las eras para guardar y moler los granos, así como los corrales y establos para los animales que se criaban en grandes cantidades.
Tal sistema llegó a su fin cuando se vino el movimiento revolucionario, mismo que culminó con una nueva legislación agraria, por medio de la cual se repartieron casi todos los bienes inmuebles de los hacendados. Como resultado de este reparto agrario, la mayoría de las haciendas se hicieron ejidos, y entonces, muchos de los beneficiados, destruyeron vandálicamente las casas grandes, quedando ahora solo ruinas de ellas. Y de los ejidos, ya ni quien se acuerde.
Actualmente, muy pocas de estas fincas se han rescatado y se han habilitado como hoteles, residencias particulares o como viviendas comunales, pero muchas han caído en el olvido y la indiferencia (como La Labor, Buenavista, Malpaso, El Tesorero, etc.
La mayoría de las ex haciendas son fuente de investigación histórica, pues se relacionan con el poder, la vieja nobleza rural de la región, la agricultura y la ganadería. Es interesante el buscar como era la construcción original de las mismas, sus “castillos” (como Buenavista), los “laberintos” (como se dice existía en la de Malpaso), los cascos que interiormente muestran grandes espacios con habitaciones, patios y corredores con arquerías de medio punto. En algunas más lujosas se aprecian estilos neoclásicos y hasta barroco. En su construcción se utilizó preferentemente la cantera, piedra labrada, adobe, tabique, cal, etc. Sus muebles eran macizos, y además tenían elementos de lujo europeo (preferentemente franceses). Algunas haciendas contaban con jardines, norias, fuentes, acueductos, molinos, etc.
EL TESORO DE PACO PELON
En Malpaso, es muy recordada la leyenda del tesoro de “Paco Pelón”, de quien los estudiosos no se han puesto de acuerdo sobre su verdadera identidad, pero creen que su nombre era Francisco de Crespo Apezechea (Pichichea).
Cuentan que a finales del siglo XIX, se presentó en Malpaso esta persona con una carreta llena de monedas de oro, pretendiendo comprar la hacienda, que había pertenecido a su familia muchos años antes. Don Benjamín Gómez Gordoa, dueño del lugar como no estaba en su ánimo vender, invita muy cordialmente al Pichichea a quedarse unos días, mientras investigan si hay alguna hacienda cercana en venta que le gustara.
El Pichichea se queda, y tiene trato con toda la gente de la hacienda, por lo que muchos creían que era el dueño. Dicen que era extremadamente feo, y que había sufrido el rechazo de una zacatecana dama, que para evitar el asedio se había metido de monja, por lo que Francisco de Crespo se encierra en la habitación que le habían destinado en la Hacienda. No salía para nada. Sus alimentos se los pasaban en una bandeja por debajo de la puerta. Y cuentan que, como no sacaba la bacinilla ni nada, los desechos se fueron acumulando en el interior del cuarto, formando una pestilencia gacha, que ya se sentía por gran parte de la casa grande.
Platican que ese encierro se prolongó por muchos años, más de cinco, y que en las noches se escuchaban maldiciones, invocaciones al chamuco, hasta que los habitantes de la casa notaron que los ruidos eran esporádicos, entonces abrieron el cuarto y encontraron al Pichichea moribundo, muy flaco, barbón, completamente desfigurado.
En cuanto murió, dicen que fue sepultado en el interior del Templo, y luego en el atrio, pero que la tierra no lo quería, hasta que lo mandaron al panteón. Como se suponía lo enterraron con toda su lana, luego luego los lugareños excavaron pero solo encontraron en el esqueleto un anillo, que desprendieron con todo y dedo.
De la tumba violada, nadie se hizo cargo, y cuentan que los huesos andaban rodando luego y nadie se preocupó por volverlos a sepultar.
Después, dicen que el Pichichea o Paco Pelón se aparecía por toda la Hacienda, y que ni con la bendición del Cura se iba el siniestro espíritu.
Muchos buscaron por toda la Hacienda el fabuloso tesoro de Francisco Crespo de Apezechea, y al parecer todavía no lo encuentran.
Esta leyenda la leí en el libro del Dr. José Humberto Vargas Alonso, que no se quien fregados se llevó de mi biblioteca. El que lo tenga, por favor, devuélvamelo y evítese unas cuantas maldiciones nahuas.
LA GUERRA BIOLOGICA MEXICANA
Leyendo un libro de Paco Ignacio Taibo sobre la revolución mexicana, encontré un dato, que entonces sonaría descabellado, pero que ahora vemos que es completamente factible.
Para evitar la invasión americana, el profesor García de Letona le propuso a mediados de febrero de 1913 a Huerta un plan muy completo para detener a los gringos: Hacer una alianza con Japón, electrificar el país, armar con bombas de mano a 150 mil soldaderas, preparar cultivos de fiebre amarilla y soltar jaulitas repletas de moscos en sus campamentos, inocular de rabia a todos los perros disponibles y echárselos…
LA LLORONA DEL BARRIO DE SAN PEDRO
QUE LE FALTÓ DIFUSIÓN a los eventos de los Juegos Florales 2009, dicen por ahí. Y no es cierto: difusión hubo, y mucha. Se publicitó en los semanarios, en los diarios, en los canales locales de TV y en la radio. Entonces, ¿A qué se debe que la asistencia a los eventos haya sido nula, poca o raquítica?. Se debe a que los jerezanos no somos cultos, presumimos de ser cultos, de ser parientes de López Velarde, de haber nacido en la Atenas de Zacatecas. Pero hasta ahí. Sé de los esfuerzos que hizo la doctora Esther para llevar aunque fuera gente de “apoyo” y de “agüevo”. (Los que llevaban su pollito eran los funcionarios y regidores –que se hicieron ojo de hormiga- y los que llevaban su huevito eran los trabajadores).
La verdad, la mayoría de los jerezanos no sabemos con qué se come eso de juegos florales, y hasta el nombre se nos hace medio amariconado. Y júrelo, preguntando preguntando me dijeron que si en lugar de hacer mesas redondas con pláticas de viejitos aburridos, presentaran un “encuentro perrón de bandas velardeanas” la plaza Tacuba estaría super llena. O que en el Teatro Hinojosa se ofreciera un espectáculo de máscara contra cabellera entre la parca bizarra y el bardo canek, no habría ni un lugar disponible, ni siquiera en gayola. O que se hiciera un concurso de narcocorridos jerezanos. O un ciclo de cine de ficheras del premier, lugares faltarían siempre. Es lo malo de los jerezanos, que no sabemos diferenciar ni apreciar lo que verdaderamente es cultura, lo que de verdad enaltece al espíritu, llena de satisfacción al alma y además sirve para que tengamos más agilidad mental, más trabajo cerebral.
También, cabe mencionar que a muchos eventos se invita a gente que se “cree” aprecia la cultura. Incluyendo a regidores y funcionarios, pero hay que recordar que ellos están en su puesto de forma temporal, solo por tres años, y la cultura no se pega así, tan de repente. La cultura casi “se mama”, viene con el nacimiento, desde los valores que se le inculcan al niño en su hogar, luego en la escuela, y los que va tomando posteriormente. Ha habido regidores y funcionarios (y hasta presidentes municipales) que de milagro saben escribir su nombre. Poco les ha de importar que los parientes de Ramón escribieran usando plumas de ganso, que a Josefa de los Ríos la conocieran como “La mustia”, antes que fuera la musa del poeta, etc.
Y… francamente lo de los Juegos Florales, me parece que es una cosa “amafiada” en la que solo tienen cabida quienes son amigos o alumnos o maestros de los jurados o mantenedores. “La obra de fulanito la conozco al dedillo, pues es mi íntimo amigo…”, “las poesías de zutano me las se de memoria porque yo he abrevado de sus conocimientos”, “el estilo de mengano es insuperable y fácilmente recordable…” he escuchado decir al jurado calificador, así que, aunque lleven los trabajos seudónimos y seudónimos, los ganadores siempre serán de los mismos: poetas y escritores que andan tras las convocatorias de juegos florales por todo el país, pero cuya obra nomás no trasciende, aunque se lleven sus flores de oro y su lanota. Esos juegos florales están vetados para el común de quienes escribimos. Son solo privilegio del “Club de Elogios Mutuos”, que entre ellos mismos son jurados, mantenedores, organizadores y ganadores…
Y ahora, a mis incultos lectores, que leen mis narraciones, que en nada se parecen a las elucubraciones locas ganadoras de los juegos florales, les relataré una leyenda de allá de la calle Morelos:
LA LLORONA DEL BARRIO DE SAN PEDRO
Me cuentan que esto ocurrió en los años veinte del siglo XX. En unos cuartuchos pequeños y semiderruídos, casi en la esquina de la calle Morelos y García Salinas vivía una mujer que vestía siempre de negro, dicen que en luto perpetuo por la pérdida de su marido, quien había fallecido dos años antes. La mujer se consolaba en dos pequeños hijos que para ella eran su único motivo de vida, y que de alguna manera la hacían luchar para seguir viviendo. Jerez había padecido muchas penurias, los destrozos de la revolución, el año del hambre, la epidemia de la influenza española. Los pocos habitantes que quedaban luego de esas luchas fraticidas, vagaban buscando el sustento y trabajo, que no había por el anárquico gobierno agrarista que se trataba de imponer.
Y a todas las desgracias anteriormente citadas, se vino a unir una más: el 20 de noviembre de 1924 comenzó a caer una menuda lluvia, pertinaz, que luego se convertiría en tormenta perenne y contínua y que terminaría hasta el segundo día de enero de 1925. (Esto fue conocido como “el diluvio jerezano”).
La mujer a que nos referimos, trabajaba a veces ayudando en una casa de la calle de la Parroquia, y a veces cosiendo a mano ropa ajena, por lo que dejaba todo el día a sus hijos solos.
Dicen que el más pequeño de sus vástagos enfermó en los últimos días de noviembre, por la humedad, el frío y la desnutrición. Una bronquitis fulminante. La madre le proporcionaba cuanto yerbajo, té o curación le proponían sin que el niño mostrara signo de alivio alguno.
El niño tosía y arrojaba sangre, y ya casi ni respirar podía, por lo que la mamá salió desesperada en una fría y lluviosa noche a buscar el auxilio del médico.
Y como en Jerez no había médico, el único boticario (creo era don Bartolito Román) accedió de buena gana a acompañarla llevando en su botiquín pomadas y medicamentos que podrían servir, aunque él sabía de antemano que el pequeño ya estaba al borde de la muerte.
Con paso presuroso se dirigieron a los cuartuchos de la calle Morelos, pero casi al llegar, un estruendo resonó sobre el chipi chipi de la lluvia. Temiendo lo peor apresuraron el paso, solo para ver entre nubes de tierra y polvo cómo se terminaba de caer los cuartos.
La madre prorrumpió en un desesperado sollozo, lanzándose hacia lo que había sido su hogar. ¡¡Mis hijos!! ¡¡Mis hijos!!. Algunos curiosos se dispusieron a buscar entre los escombros, quitando vigas y piedras, excavando con las manos, encontrando después los cuerpecitos destrozados de los dos niños que han de haber muerto al instante del derrumbe. La congoja, la impotencia, la tristeza y el dolor de la mujer no se pueden narrar.
Dicen que enloqueció y que luego se le veía vagar por las calles, con la mirada pérdida, sollozando siempre, hasta que un día se arrojó a la crecida corriente del río grande, no encontrando su cuerpo jamás.
Por mucho tiempo, los vecinos del barrio, aseguraban que en las noches lluviosas se podía apreciar la silueta de una mujer que sollozaba y pedía por sus hijos….
ACLARO. Esos cuartuchos no estaban donde ha sido el hogar de la familia De la Cruz, para que mi amigo don Dany de la Gamada no me reclame luego y me diga que soy un mentiroso de veinte suelas.
La verdad, la mayoría de los jerezanos no sabemos con qué se come eso de juegos florales, y hasta el nombre se nos hace medio amariconado. Y júrelo, preguntando preguntando me dijeron que si en lugar de hacer mesas redondas con pláticas de viejitos aburridos, presentaran un “encuentro perrón de bandas velardeanas” la plaza Tacuba estaría super llena. O que en el Teatro Hinojosa se ofreciera un espectáculo de máscara contra cabellera entre la parca bizarra y el bardo canek, no habría ni un lugar disponible, ni siquiera en gayola. O que se hiciera un concurso de narcocorridos jerezanos. O un ciclo de cine de ficheras del premier, lugares faltarían siempre. Es lo malo de los jerezanos, que no sabemos diferenciar ni apreciar lo que verdaderamente es cultura, lo que de verdad enaltece al espíritu, llena de satisfacción al alma y además sirve para que tengamos más agilidad mental, más trabajo cerebral.
También, cabe mencionar que a muchos eventos se invita a gente que se “cree” aprecia la cultura. Incluyendo a regidores y funcionarios, pero hay que recordar que ellos están en su puesto de forma temporal, solo por tres años, y la cultura no se pega así, tan de repente. La cultura casi “se mama”, viene con el nacimiento, desde los valores que se le inculcan al niño en su hogar, luego en la escuela, y los que va tomando posteriormente. Ha habido regidores y funcionarios (y hasta presidentes municipales) que de milagro saben escribir su nombre. Poco les ha de importar que los parientes de Ramón escribieran usando plumas de ganso, que a Josefa de los Ríos la conocieran como “La mustia”, antes que fuera la musa del poeta, etc.
Y… francamente lo de los Juegos Florales, me parece que es una cosa “amafiada” en la que solo tienen cabida quienes son amigos o alumnos o maestros de los jurados o mantenedores. “La obra de fulanito la conozco al dedillo, pues es mi íntimo amigo…”, “las poesías de zutano me las se de memoria porque yo he abrevado de sus conocimientos”, “el estilo de mengano es insuperable y fácilmente recordable…” he escuchado decir al jurado calificador, así que, aunque lleven los trabajos seudónimos y seudónimos, los ganadores siempre serán de los mismos: poetas y escritores que andan tras las convocatorias de juegos florales por todo el país, pero cuya obra nomás no trasciende, aunque se lleven sus flores de oro y su lanota. Esos juegos florales están vetados para el común de quienes escribimos. Son solo privilegio del “Club de Elogios Mutuos”, que entre ellos mismos son jurados, mantenedores, organizadores y ganadores…
Y ahora, a mis incultos lectores, que leen mis narraciones, que en nada se parecen a las elucubraciones locas ganadoras de los juegos florales, les relataré una leyenda de allá de la calle Morelos:
LA LLORONA DEL BARRIO DE SAN PEDRO
Me cuentan que esto ocurrió en los años veinte del siglo XX. En unos cuartuchos pequeños y semiderruídos, casi en la esquina de la calle Morelos y García Salinas vivía una mujer que vestía siempre de negro, dicen que en luto perpetuo por la pérdida de su marido, quien había fallecido dos años antes. La mujer se consolaba en dos pequeños hijos que para ella eran su único motivo de vida, y que de alguna manera la hacían luchar para seguir viviendo. Jerez había padecido muchas penurias, los destrozos de la revolución, el año del hambre, la epidemia de la influenza española. Los pocos habitantes que quedaban luego de esas luchas fraticidas, vagaban buscando el sustento y trabajo, que no había por el anárquico gobierno agrarista que se trataba de imponer.
Y a todas las desgracias anteriormente citadas, se vino a unir una más: el 20 de noviembre de 1924 comenzó a caer una menuda lluvia, pertinaz, que luego se convertiría en tormenta perenne y contínua y que terminaría hasta el segundo día de enero de 1925. (Esto fue conocido como “el diluvio jerezano”).
La mujer a que nos referimos, trabajaba a veces ayudando en una casa de la calle de la Parroquia, y a veces cosiendo a mano ropa ajena, por lo que dejaba todo el día a sus hijos solos.
Dicen que el más pequeño de sus vástagos enfermó en los últimos días de noviembre, por la humedad, el frío y la desnutrición. Una bronquitis fulminante. La madre le proporcionaba cuanto yerbajo, té o curación le proponían sin que el niño mostrara signo de alivio alguno.
El niño tosía y arrojaba sangre, y ya casi ni respirar podía, por lo que la mamá salió desesperada en una fría y lluviosa noche a buscar el auxilio del médico.
Y como en Jerez no había médico, el único boticario (creo era don Bartolito Román) accedió de buena gana a acompañarla llevando en su botiquín pomadas y medicamentos que podrían servir, aunque él sabía de antemano que el pequeño ya estaba al borde de la muerte.
Con paso presuroso se dirigieron a los cuartuchos de la calle Morelos, pero casi al llegar, un estruendo resonó sobre el chipi chipi de la lluvia. Temiendo lo peor apresuraron el paso, solo para ver entre nubes de tierra y polvo cómo se terminaba de caer los cuartos.
La madre prorrumpió en un desesperado sollozo, lanzándose hacia lo que había sido su hogar. ¡¡Mis hijos!! ¡¡Mis hijos!!. Algunos curiosos se dispusieron a buscar entre los escombros, quitando vigas y piedras, excavando con las manos, encontrando después los cuerpecitos destrozados de los dos niños que han de haber muerto al instante del derrumbe. La congoja, la impotencia, la tristeza y el dolor de la mujer no se pueden narrar.
Dicen que enloqueció y que luego se le veía vagar por las calles, con la mirada pérdida, sollozando siempre, hasta que un día se arrojó a la crecida corriente del río grande, no encontrando su cuerpo jamás.
Por mucho tiempo, los vecinos del barrio, aseguraban que en las noches lluviosas se podía apreciar la silueta de una mujer que sollozaba y pedía por sus hijos….
ACLARO. Esos cuartuchos no estaban donde ha sido el hogar de la familia De la Cruz, para que mi amigo don Dany de la Gamada no me reclame luego y me diga que soy un mentiroso de veinte suelas.
UNA LEYENDA DEL BARRIO DE SAN PEDRO
En el oriente de la ciudad, muy cerca del Río Grande existe una calle, en pleno corazón del barrio de San Pedro, conocida actualmente como “Degollado” y me platican los que ahí viven que desde siempre esa calle ha llevado su nombre, antiguamente era parte del rancho de San Pedro (el caserío del rancho de San Padreo estaba ubicado en la primera y segunda manzanas de la calle que se conocería como de “San Pedro” y hoy Nicolás Bravo).
Yo creía que a esa calle se le había puesto el nombre de “Degollado” en honor al general juarista Santos Degollado, aunque no he encontrado documentos que avalen ello, pero también hay una leyenda extraña que apenas recuerdo, que me dicen es el origen real de la calle.
Hace ya muchos años, cuando salía de la escuela, me impresionaba mucho una anciana que en una pequeña mesa de tijera vendía naranjas y manzanas sanjuaneras con chile piquín y que eran las únicas golosinas a las que podíamos aspirar en ese entonces. La viejita hablaba suave y en los ojillos que apenas se le veían entre las arrugas, se le notaba siempre una sonrisa indescifrable.
Mis compañeros de escuela me decían que no comprara nada con ella, porque era bruja y encantaba lo que vendía. ¿A poco de verdad será bruja? Me preguntaba, pero la curiosidad infantil era más grande que el miedo y poco a poco fui conociendo más de esa persona. Doña María, le decían, y por el respeto hacia los mayores que me inculcaron mis padres, siempre le saludaba “Adiós doña María, buenas tardes”. La viejita sonreía y agitando su descarnado brazo correspondía a mi saludo. A veces por la tarde, cuando me enviaban a comprar la leche con don Antonio Morales, todavía me la encontraba, sentada en una sillita de mimbre y con su mesita con mercancía que no había vendido.
Mientras llegaba el carretón con la leche recién ordeñada, me sentaba en cuclillas a un lado suyo o en la banqueta, para escuchar mucho de lo que ella recordaba. Le gustaba contar cuentos de espantos, me decía de las luces que se miraban en el panteón de Dolores cuando era niña, y también de las veces que había escuchado los lúgubres lamentos de la llorona y cosas así, que por supuesto yo no repetía ni contaba a mis padres, porque seguro que me prohibirían el ver a doña María.
Una tarde, la noté como desesperada, cansada y me pidió que de favor le ayudara a llevar sus cosas a su casa porque el niño que se las llevaba no había ido y se sentía mal. Yo traté de evadirme, porque no sabía donde vivía, y además si me tardaba, “Santa Rita” me esperaba en casa con todo su rigor. (Santa Rita era una correa con la que mi mamá domaba a toda la jauría, yo siempre que podía la echaba al pozo, pero cuando sacaban agua, la maldita correa salía, bien mojada y bien curtida).
Le ayudé a levantarse, y recogí su mercancía en una bolsa que le entregué, mientras me cargaba con la mesita y la sillita. A mis diez años me pareció que fueron muchas calles las que caminamos, hasta que llegamos a una casita hecha de adobes, con una vieja puerta de madera. Recuerdo que solo era una pieza pequeña, como sala, y atrás una especie de pequeño corral. Yo para no perderme le pregunté que como se llamaba esa calle. “Degollado, siempre se ha llamado así”. “¿Y por qué se llama así?”. “Si mañana vas más temprano, te cuento la historia”, me dijo mientras se sentaba.
Al siguiente día, hice mi tarea lo más pronto posible, y hasta inventé una excusa para que me dieran pronto el dinero de la leche. En cuanto pude, ahí estaba con doña María, esperando con angustia lo que sabía sería un sabroso relato. Todavía, parece que escucho la voz cascada de esa anciana contándome esta historia.
“Yo era una chamaquilla, un poco más chica que tú, y mi madre me envió con una de mis tías para que le ayudara a limpiar la casa, porque ella se había caído y casi no podía ni caminar. Esa tía Eustolia vivía cerca de mi casa, pero entonces era como un ranchito, había grandes arboledas y unas pocas casas. Le decían el rancho de San Pedro. Mi mamá decía que por la caída a lo mejor mi tía ya no duraría mucho, que le ayudara en lo que pudiera. Timoteo creo que también lo sabía, él era mi primo, hijo de mi tía pero que no vivía con ella, pero en cuanto supo que estaba encamada, luego se dejó venir como zopilote porque quería quedarse con las dos casas de mi tía, una donde ella vivía y otra un poquito más adelante, en la entrada de un huerto, propiedad de su mamá Eustolia. Timoteo me decía muchas groserías, que yo era una metiche y arrimada, y me hacía malas caras, pero yo aconsejada por mi mamá ni lo volteaba a ver y lo dejaba que siguiera diciendo sus majaderías.
“Una noche, Timoteo llegó bien borracho, maldiciendo, gritando y pateando. Mi tía, que tenía su carácter, lo corrió y lo envió a dormir a la otra casa; éste, bien endiablado le gritaba que ya era hora que se fuera muriendo, que no la iba a seguir aguantando. Y se fue Timoteo. A lo lejos, entre el ladrar de los perros se podían escuchar sus gritos, maldiciéndonos a las dos.
“A mi me dio mucho miedo eso, porque era una niña apenas, pero como pude me dormí. Al siguiente día, salí tempranito con mi mamá para que me diera tortillas y algo para darle de desayunar a mi tía, cuando me topé con unas señoras que espantadas admitían que habían escuchado por la noche la carreta de la muerte. Paré oreja pues me asustaba todo eso, y oí cómo decían que cuando se escuchaba el rodar de esa carreta de ruedas de fierro no tardaba alguien ni tantito en morirse. Pensé en mi tía Eustolia, y me fui con mi mamá, contándole todo lo que había ocurrido y oído. Mi mamá me tranquilizaba diciéndome que esas viejas se espantaban hasta de su sombra y que no creyera en esos cuentos, porque no dejaban nada bueno. Le platiqué también lo de Timoteo y me dijo que ese tenía ya un pie en el infierno, y que era un desgraciado.
“Por la tarde, regresó mi primo a la casa, muy furioso reclamándole a su madre que si lo había corrido para qué fue a tocarle toda la noche y a rogarle que volviera. Mi tía, sorprendida le decía que ella no se podía mover y él le contestó que no era estúpido, que conocía muy bien su voz y que lo estuvo llamando toda la noche. Ella le respondió que era su conciencia, que le indicaba que hacía mal. Timoteo se fue más enojado y al salir le dijo a su mamá que la iba mejor a matar para que no lo siguiera molestando.
“Pues toda esa noche lloramos de miedo mi tía y yo, que no me animaba ni siquiera a salir a hacer del cuerpo al corral, por miedo a que Timoteo estuviera por ahí. En cuanto amaneció, fui con mi mamá porque quería decirle que mejor se llevara a mi tía a la casa y a mí, porque no aguantaba más. En el camino, me encontré a las mismas señoras del día anterior. Y ahí estaban a cuente y cuente, que habían oído la carreta otra vez. Una dijo que se oyó como si se dirigiera a la casa del huerto de mi tía. Me devolví con mi tía y al verla que dormía, muy valiente fui a la casa de mi primo, me caía muy mal pero no era para dejar que se muriera. Ahí estaba dormido Timoteo, bien borracho, le hablé despacito para que no se fuera a enojar y me quedara sin decirle nada. Se despertó diciéndome que me largara. Yo como pude le dije que se había oído la carreta de la muerte y que si se asomaba ya no iba a durar para otro día, pero él soltó una estruendosa carcajada y me corrió aventándome uno de sus huaraches. En casa de mi tía, no hice otra cosa que rezar para que nada malo le pasara y compadecerme de su suerte.
“Como la anterior noche no había podido dormir, en la tardecita estuve durmiendo, pero de pronto sentí que me jalaban de los pelos y entre golpes y gritos reconocí a Timoteo, que me decía que no volviera a molestarlo por las noches, que no iba a creer esas patrañas. Mi tía como pudo intentó levantarse para defenderme, pero en su intento cayó al piso, el muy cobarde salió corriendo de la casa pensando que su mamá se había muerto. Yo como pude la levanté y estuve con ella hasta que abrió los ojos asegurándome que estaba bien.
“Pasaron varios días sin que Timoteo nos molestara, pero una tarde volvió diciendo que una de las dos había estado tocando en su puerta toda la noche y hablándole, que nos iba a matar a las dos. En eso mi mamá, que iba llegando a buscarme, oyó todo y le dijo muy seria y con mucha energía a Timoteo que todo lo que le ocurría no podía ser otra cosa mas que las respuestas a sus malas acciones. Este trató de vieja loca a mi mamá, gritando que era cosa de tarados el creer que fue el diablo o la muerte a tocarle la puerta. Mi mamá todavía le dijo que por nada del mundo abriera la puerta ni se asomara a la ventana por la noche, pero él, más necio que una mula, le advirtió que si seguíamos molestándolo, también a ella la iba a matar.
“Con la ayuda de unos vecinos, nos llevamos a mi tía a la casa de mi mamá, por el miedo que nos invadía a las tres. Esa noche, un grito horrible rompió el silencio de todo el ranchito, los perros aullaban como locos, y el viento azotaba las puertas y ventanas. Todos nos despertamos ante aquel desgarrador grito. Mi tía Eustolia, llorosa, le pidió a mi mamá que fuera por un vecino para que le dieran una vuelta a Timoteo. Y seguía llorando como si presintiera algo. Fueron varios los vecinos que se animaron a ir a la casa de la huerta, pero a los pocos minutos volvieron cabizbajos.
“Dicen que lo encontraron en la puerta, con el cuello partido en dos y con una mueca de terror en los ojos. Nosotras sabíamos que la muerte lo había degollado, y no nos quedó otra que rogar por el alma de Timoteo, para que descansara en paz y no anduviera apareciéndose como espanto por la muerte tan horrible que había sufrido. Y por muchos años, cada vez que alguien iba a morir allá por mi barrio, se escuchaba el galope de un caballo junto con el rechinar de ruedas de una vieja carreta, y que desde la casa del huerto se escucha un grito que nos horrorizaba, y todos aseguran que es el alma atormentada de Timoteo, que con terror se topa cara a cara con la muerte”.
Así terminaba el cuento doña María, la viejita que vendía naranjas y manzanas sanjuaneras y me atemorizaba con sus historias que ahora comparto.
Yo creía que a esa calle se le había puesto el nombre de “Degollado” en honor al general juarista Santos Degollado, aunque no he encontrado documentos que avalen ello, pero también hay una leyenda extraña que apenas recuerdo, que me dicen es el origen real de la calle.
Hace ya muchos años, cuando salía de la escuela, me impresionaba mucho una anciana que en una pequeña mesa de tijera vendía naranjas y manzanas sanjuaneras con chile piquín y que eran las únicas golosinas a las que podíamos aspirar en ese entonces. La viejita hablaba suave y en los ojillos que apenas se le veían entre las arrugas, se le notaba siempre una sonrisa indescifrable.
Mis compañeros de escuela me decían que no comprara nada con ella, porque era bruja y encantaba lo que vendía. ¿A poco de verdad será bruja? Me preguntaba, pero la curiosidad infantil era más grande que el miedo y poco a poco fui conociendo más de esa persona. Doña María, le decían, y por el respeto hacia los mayores que me inculcaron mis padres, siempre le saludaba “Adiós doña María, buenas tardes”. La viejita sonreía y agitando su descarnado brazo correspondía a mi saludo. A veces por la tarde, cuando me enviaban a comprar la leche con don Antonio Morales, todavía me la encontraba, sentada en una sillita de mimbre y con su mesita con mercancía que no había vendido.
Mientras llegaba el carretón con la leche recién ordeñada, me sentaba en cuclillas a un lado suyo o en la banqueta, para escuchar mucho de lo que ella recordaba. Le gustaba contar cuentos de espantos, me decía de las luces que se miraban en el panteón de Dolores cuando era niña, y también de las veces que había escuchado los lúgubres lamentos de la llorona y cosas así, que por supuesto yo no repetía ni contaba a mis padres, porque seguro que me prohibirían el ver a doña María.
Una tarde, la noté como desesperada, cansada y me pidió que de favor le ayudara a llevar sus cosas a su casa porque el niño que se las llevaba no había ido y se sentía mal. Yo traté de evadirme, porque no sabía donde vivía, y además si me tardaba, “Santa Rita” me esperaba en casa con todo su rigor. (Santa Rita era una correa con la que mi mamá domaba a toda la jauría, yo siempre que podía la echaba al pozo, pero cuando sacaban agua, la maldita correa salía, bien mojada y bien curtida).
Le ayudé a levantarse, y recogí su mercancía en una bolsa que le entregué, mientras me cargaba con la mesita y la sillita. A mis diez años me pareció que fueron muchas calles las que caminamos, hasta que llegamos a una casita hecha de adobes, con una vieja puerta de madera. Recuerdo que solo era una pieza pequeña, como sala, y atrás una especie de pequeño corral. Yo para no perderme le pregunté que como se llamaba esa calle. “Degollado, siempre se ha llamado así”. “¿Y por qué se llama así?”. “Si mañana vas más temprano, te cuento la historia”, me dijo mientras se sentaba.
Al siguiente día, hice mi tarea lo más pronto posible, y hasta inventé una excusa para que me dieran pronto el dinero de la leche. En cuanto pude, ahí estaba con doña María, esperando con angustia lo que sabía sería un sabroso relato. Todavía, parece que escucho la voz cascada de esa anciana contándome esta historia.
“Yo era una chamaquilla, un poco más chica que tú, y mi madre me envió con una de mis tías para que le ayudara a limpiar la casa, porque ella se había caído y casi no podía ni caminar. Esa tía Eustolia vivía cerca de mi casa, pero entonces era como un ranchito, había grandes arboledas y unas pocas casas. Le decían el rancho de San Pedro. Mi mamá decía que por la caída a lo mejor mi tía ya no duraría mucho, que le ayudara en lo que pudiera. Timoteo creo que también lo sabía, él era mi primo, hijo de mi tía pero que no vivía con ella, pero en cuanto supo que estaba encamada, luego se dejó venir como zopilote porque quería quedarse con las dos casas de mi tía, una donde ella vivía y otra un poquito más adelante, en la entrada de un huerto, propiedad de su mamá Eustolia. Timoteo me decía muchas groserías, que yo era una metiche y arrimada, y me hacía malas caras, pero yo aconsejada por mi mamá ni lo volteaba a ver y lo dejaba que siguiera diciendo sus majaderías.
“Una noche, Timoteo llegó bien borracho, maldiciendo, gritando y pateando. Mi tía, que tenía su carácter, lo corrió y lo envió a dormir a la otra casa; éste, bien endiablado le gritaba que ya era hora que se fuera muriendo, que no la iba a seguir aguantando. Y se fue Timoteo. A lo lejos, entre el ladrar de los perros se podían escuchar sus gritos, maldiciéndonos a las dos.
“A mi me dio mucho miedo eso, porque era una niña apenas, pero como pude me dormí. Al siguiente día, salí tempranito con mi mamá para que me diera tortillas y algo para darle de desayunar a mi tía, cuando me topé con unas señoras que espantadas admitían que habían escuchado por la noche la carreta de la muerte. Paré oreja pues me asustaba todo eso, y oí cómo decían que cuando se escuchaba el rodar de esa carreta de ruedas de fierro no tardaba alguien ni tantito en morirse. Pensé en mi tía Eustolia, y me fui con mi mamá, contándole todo lo que había ocurrido y oído. Mi mamá me tranquilizaba diciéndome que esas viejas se espantaban hasta de su sombra y que no creyera en esos cuentos, porque no dejaban nada bueno. Le platiqué también lo de Timoteo y me dijo que ese tenía ya un pie en el infierno, y que era un desgraciado.
“Por la tarde, regresó mi primo a la casa, muy furioso reclamándole a su madre que si lo había corrido para qué fue a tocarle toda la noche y a rogarle que volviera. Mi tía, sorprendida le decía que ella no se podía mover y él le contestó que no era estúpido, que conocía muy bien su voz y que lo estuvo llamando toda la noche. Ella le respondió que era su conciencia, que le indicaba que hacía mal. Timoteo se fue más enojado y al salir le dijo a su mamá que la iba mejor a matar para que no lo siguiera molestando.
“Pues toda esa noche lloramos de miedo mi tía y yo, que no me animaba ni siquiera a salir a hacer del cuerpo al corral, por miedo a que Timoteo estuviera por ahí. En cuanto amaneció, fui con mi mamá porque quería decirle que mejor se llevara a mi tía a la casa y a mí, porque no aguantaba más. En el camino, me encontré a las mismas señoras del día anterior. Y ahí estaban a cuente y cuente, que habían oído la carreta otra vez. Una dijo que se oyó como si se dirigiera a la casa del huerto de mi tía. Me devolví con mi tía y al verla que dormía, muy valiente fui a la casa de mi primo, me caía muy mal pero no era para dejar que se muriera. Ahí estaba dormido Timoteo, bien borracho, le hablé despacito para que no se fuera a enojar y me quedara sin decirle nada. Se despertó diciéndome que me largara. Yo como pude le dije que se había oído la carreta de la muerte y que si se asomaba ya no iba a durar para otro día, pero él soltó una estruendosa carcajada y me corrió aventándome uno de sus huaraches. En casa de mi tía, no hice otra cosa que rezar para que nada malo le pasara y compadecerme de su suerte.
“Como la anterior noche no había podido dormir, en la tardecita estuve durmiendo, pero de pronto sentí que me jalaban de los pelos y entre golpes y gritos reconocí a Timoteo, que me decía que no volviera a molestarlo por las noches, que no iba a creer esas patrañas. Mi tía como pudo intentó levantarse para defenderme, pero en su intento cayó al piso, el muy cobarde salió corriendo de la casa pensando que su mamá se había muerto. Yo como pude la levanté y estuve con ella hasta que abrió los ojos asegurándome que estaba bien.
“Pasaron varios días sin que Timoteo nos molestara, pero una tarde volvió diciendo que una de las dos había estado tocando en su puerta toda la noche y hablándole, que nos iba a matar a las dos. En eso mi mamá, que iba llegando a buscarme, oyó todo y le dijo muy seria y con mucha energía a Timoteo que todo lo que le ocurría no podía ser otra cosa mas que las respuestas a sus malas acciones. Este trató de vieja loca a mi mamá, gritando que era cosa de tarados el creer que fue el diablo o la muerte a tocarle la puerta. Mi mamá todavía le dijo que por nada del mundo abriera la puerta ni se asomara a la ventana por la noche, pero él, más necio que una mula, le advirtió que si seguíamos molestándolo, también a ella la iba a matar.
“Con la ayuda de unos vecinos, nos llevamos a mi tía a la casa de mi mamá, por el miedo que nos invadía a las tres. Esa noche, un grito horrible rompió el silencio de todo el ranchito, los perros aullaban como locos, y el viento azotaba las puertas y ventanas. Todos nos despertamos ante aquel desgarrador grito. Mi tía Eustolia, llorosa, le pidió a mi mamá que fuera por un vecino para que le dieran una vuelta a Timoteo. Y seguía llorando como si presintiera algo. Fueron varios los vecinos que se animaron a ir a la casa de la huerta, pero a los pocos minutos volvieron cabizbajos.
“Dicen que lo encontraron en la puerta, con el cuello partido en dos y con una mueca de terror en los ojos. Nosotras sabíamos que la muerte lo había degollado, y no nos quedó otra que rogar por el alma de Timoteo, para que descansara en paz y no anduviera apareciéndose como espanto por la muerte tan horrible que había sufrido. Y por muchos años, cada vez que alguien iba a morir allá por mi barrio, se escuchaba el galope de un caballo junto con el rechinar de ruedas de una vieja carreta, y que desde la casa del huerto se escucha un grito que nos horrorizaba, y todos aseguran que es el alma atormentada de Timoteo, que con terror se topa cara a cara con la muerte”.
Así terminaba el cuento doña María, la viejita que vendía naranjas y manzanas sanjuaneras y me atemorizaba con sus historias que ahora comparto.
MUCHOS TESOROS
Desde el domingo anterior, nuestro compañero JAIME RAYGOZA VERA sostuvo una enérgica lucha en la que al parecer salió triunfante. Negros eran los pronósticos sobre su salud, pero afortunadamente, gracias al Creador, gracias a su compañera Pina Enciso, gracias a las oraciones de sus amigos, gracias a la energía que le transmitieron todos sus compañeros Jaime ha salido adelante… y pronto andará de nuevo en estas lides, haciendo cartones, conduciendo programas, pintando, escribiendo, reporteando…
Tuve en esta semana el enorme placer de saludar a la maestra Nico, (Nicolasa Sánchez) a quien le debo gran amistad, ella es poseedora de una envidiable colección de fotografías, que son el sueño de todo historiador. Mis mejores saludos y deseos de bienestar.
Me preguntaron que por qué es tanta mi insistencia en hablar sobre tesoros, que son cosas que ni existen. Pero tiene su razón de ser: Antes la gente no confiaba en los bancos, aparte de que tampoco había, y guardaba su dinero en la casa. No existían los electrodomésticos, las computadoras, ni nada en qué gastar. Así que iban juntando su dinerito y guardándolo en un lugar seguro de la casa, hasta que reunían lo suficiente para comprarse un animalito, una casa, un terreno o un rancho. Aparte, que se preferían las monedas al papel. Abajo del colchón, en los roperos, macetas, azucareras de doble fondo se guardaban los ahorros y cuando estos crecían, se les buscaban lugares más adecuados. Como en dobles paredes, alacenas ocultas en la pared, se enterraban en el piso, a una profundidad de 60 centímetros a 2 metros, dependiendo de si era mujer u hombre quien excavaba el agujero para guardarlo.
Pero muchas veces las personas morían de manera intempestiva y esas fortunas enterradas se perdían, pues nadie sabía de ellas. Muchos entierros se hicieron ante la zozobra y el peligro que representaban las diferentes guerras que vivió nuestra región en el siglo XIX y XX.
Los revolucionarios, bandoleros y soldados, cuando llegaban a Jerez, lo primero que hacían era quebrar las macetas de las casas, buscando en el fondo de ellas los entierritos… y revisar los pozos, en busca de algún cántaro escondido en algún venero. Y cuentan que muchos tuvieron suerte.
Quienes saben de tesoros, dicen que durante la Semana Santa aparecen indicios de donde podrían estar los “entierros”, incluso hay oraciones precisas para buscar el jueves y viernes santo, pues se cuenta que hay espíritus o entes que resguardan los tesoros, y que hasta dan indicaciones de cómo debe ser su reparto. Por ejemplo, si un grupo de amigos, encontraba algo, y la codicia les ganaba, ese algo se les convertía en carbón o fétido excremento. Y cuando la intención es “pura”, los beneficiados lograban su cometido y salían de pobres.
Don Pancho el zapatero, muy amigo de mi papá, me platicaba que allá por 1930 las fincas en Jerez no valían mucho, que estaban todas descuidadas, abandonadas o semidestruídas, por la revolución, los agraristas y el famoso “diluvio” que comenzó el 20 de noviembre de 1924 y terminó el 2 de enero de 1925 que contribuyó para que muchas fincas perdieran sus techos.
Entonces, don Antonio Galavíz, decidió irse a Guadalajara a vivir, por lo que dejó la casa que habitaba a una familia que lo atendía. La casa estaba por la segunda cuadra de la calle de Guanajuato, y no había nada rescatable, dos o tres cuartos que amenazaban caerse. Los nuevos ocupantes, se pusieron a limpiar las habitaciones, a recoger el escombro, y en una alacena de una semiderruída pared, encontraron un cántaro lleno de monedas de oro y plata, mismas que les sirvieron para reedificar la casa (Sí me dijeron cual era, pero no puedo hacer público el dato).
Por la calle del Refugio había casas muy viejas y otras ya demolidas, quedando un informe conjunto de corrales de adobes viejos. Cuando comenzaron a construir un nuevo edificio, los trabajos iban muy atrasados, por lo que “el maistro” les pidió a sus chalanes que trabajaran en días santos. Los albañiles son muy católicos, por lo que solo dos de ellos de media cuchara y cuatro ayudantes se presentaron a trabajar. Cuando excavaban para colocar zapatas de concreto, que se van encontrando un buen “entierro”. Esto ocurrió ya más recientemente, y como es ilegal el quedarse con los tesoros encontrados, los albañiles y el maistro hicieron gala de discreción, trabajaron toda la semana santa y luego desaparecieron, y cuentan que después los volvieron a ver, radicados en Torreón, dedicados a la industria de la construcción, pero a lo grande.
Por supuesto, la mayoría de estas leyendas tiene bastante de mito y de romanticismo, sin embargo aun hoy, algunas personas las recuerdan con nostalgia. Sobre todo los que han buscado y no han encontrado nunca nada… o los albañiles aquellos, los que no fueron a trabajar los días santos.
Cuentan los que saben que es común que los entierros tengan un “guardián” sobrenatural, que podría ser alguna persona asesinada al momento de enterrar la fortuna. Igualmente hay otro “antiguardián” cuyo trabajo es que el tesoro fuera descubierto por aquella persona que lo merezca. En ocasiones el guardián es el mismo antiguardián en un cambio de papeles mítico, pero que no pierde la simpatía y la nostalgia por las narraciones de este tema.
En Jerez, son muy conocidas las historias de tesoros enterrados en el cerro de El Tajo, en El Despeñadero, en el Cerro Grande y en las misteriosas y perdidas cuevas de la sierra de Los Cardos. Incluso, la narración más simple nos habla de la cueva repleta de oro allá por el cerro de La Campana, cuyo guardián es bien canijo y egoísta y deja a todos con un palmo de narices al enjarretarles el “todo o nada”. En las viejas fincas de la ciudad pululan las historias de aparecidos que piden una misa por la salvación de su alma. De catrines que en medio de la noche quieren dejar el encargo, de revolucionarios que están de guardia esperando órdenes superiores. De chinacos que dejan encargos. Pero eso lo veremos en otra ocasión.
Tuve en esta semana el enorme placer de saludar a la maestra Nico, (Nicolasa Sánchez) a quien le debo gran amistad, ella es poseedora de una envidiable colección de fotografías, que son el sueño de todo historiador. Mis mejores saludos y deseos de bienestar.
Me preguntaron que por qué es tanta mi insistencia en hablar sobre tesoros, que son cosas que ni existen. Pero tiene su razón de ser: Antes la gente no confiaba en los bancos, aparte de que tampoco había, y guardaba su dinero en la casa. No existían los electrodomésticos, las computadoras, ni nada en qué gastar. Así que iban juntando su dinerito y guardándolo en un lugar seguro de la casa, hasta que reunían lo suficiente para comprarse un animalito, una casa, un terreno o un rancho. Aparte, que se preferían las monedas al papel. Abajo del colchón, en los roperos, macetas, azucareras de doble fondo se guardaban los ahorros y cuando estos crecían, se les buscaban lugares más adecuados. Como en dobles paredes, alacenas ocultas en la pared, se enterraban en el piso, a una profundidad de 60 centímetros a 2 metros, dependiendo de si era mujer u hombre quien excavaba el agujero para guardarlo.
Pero muchas veces las personas morían de manera intempestiva y esas fortunas enterradas se perdían, pues nadie sabía de ellas. Muchos entierros se hicieron ante la zozobra y el peligro que representaban las diferentes guerras que vivió nuestra región en el siglo XIX y XX.
Los revolucionarios, bandoleros y soldados, cuando llegaban a Jerez, lo primero que hacían era quebrar las macetas de las casas, buscando en el fondo de ellas los entierritos… y revisar los pozos, en busca de algún cántaro escondido en algún venero. Y cuentan que muchos tuvieron suerte.
Quienes saben de tesoros, dicen que durante la Semana Santa aparecen indicios de donde podrían estar los “entierros”, incluso hay oraciones precisas para buscar el jueves y viernes santo, pues se cuenta que hay espíritus o entes que resguardan los tesoros, y que hasta dan indicaciones de cómo debe ser su reparto. Por ejemplo, si un grupo de amigos, encontraba algo, y la codicia les ganaba, ese algo se les convertía en carbón o fétido excremento. Y cuando la intención es “pura”, los beneficiados lograban su cometido y salían de pobres.
Don Pancho el zapatero, muy amigo de mi papá, me platicaba que allá por 1930 las fincas en Jerez no valían mucho, que estaban todas descuidadas, abandonadas o semidestruídas, por la revolución, los agraristas y el famoso “diluvio” que comenzó el 20 de noviembre de 1924 y terminó el 2 de enero de 1925 que contribuyó para que muchas fincas perdieran sus techos.
Entonces, don Antonio Galavíz, decidió irse a Guadalajara a vivir, por lo que dejó la casa que habitaba a una familia que lo atendía. La casa estaba por la segunda cuadra de la calle de Guanajuato, y no había nada rescatable, dos o tres cuartos que amenazaban caerse. Los nuevos ocupantes, se pusieron a limpiar las habitaciones, a recoger el escombro, y en una alacena de una semiderruída pared, encontraron un cántaro lleno de monedas de oro y plata, mismas que les sirvieron para reedificar la casa (Sí me dijeron cual era, pero no puedo hacer público el dato).
Por la calle del Refugio había casas muy viejas y otras ya demolidas, quedando un informe conjunto de corrales de adobes viejos. Cuando comenzaron a construir un nuevo edificio, los trabajos iban muy atrasados, por lo que “el maistro” les pidió a sus chalanes que trabajaran en días santos. Los albañiles son muy católicos, por lo que solo dos de ellos de media cuchara y cuatro ayudantes se presentaron a trabajar. Cuando excavaban para colocar zapatas de concreto, que se van encontrando un buen “entierro”. Esto ocurrió ya más recientemente, y como es ilegal el quedarse con los tesoros encontrados, los albañiles y el maistro hicieron gala de discreción, trabajaron toda la semana santa y luego desaparecieron, y cuentan que después los volvieron a ver, radicados en Torreón, dedicados a la industria de la construcción, pero a lo grande.
Por supuesto, la mayoría de estas leyendas tiene bastante de mito y de romanticismo, sin embargo aun hoy, algunas personas las recuerdan con nostalgia. Sobre todo los que han buscado y no han encontrado nunca nada… o los albañiles aquellos, los que no fueron a trabajar los días santos.
Cuentan los que saben que es común que los entierros tengan un “guardián” sobrenatural, que podría ser alguna persona asesinada al momento de enterrar la fortuna. Igualmente hay otro “antiguardián” cuyo trabajo es que el tesoro fuera descubierto por aquella persona que lo merezca. En ocasiones el guardián es el mismo antiguardián en un cambio de papeles mítico, pero que no pierde la simpatía y la nostalgia por las narraciones de este tema.
En Jerez, son muy conocidas las historias de tesoros enterrados en el cerro de El Tajo, en El Despeñadero, en el Cerro Grande y en las misteriosas y perdidas cuevas de la sierra de Los Cardos. Incluso, la narración más simple nos habla de la cueva repleta de oro allá por el cerro de La Campana, cuyo guardián es bien canijo y egoísta y deja a todos con un palmo de narices al enjarretarles el “todo o nada”. En las viejas fincas de la ciudad pululan las historias de aparecidos que piden una misa por la salvación de su alma. De catrines que en medio de la noche quieren dejar el encargo, de revolucionarios que están de guardia esperando órdenes superiores. De chinacos que dejan encargos. Pero eso lo veremos en otra ocasión.
JEREZ NO ES CIUDAD COLONIAL
Jerez, al contrario de lo que muchos piensan, no es una ciudad que se enorgullezca de su patrimonio colonial. No es una ciudad colonial. ¿y por qué aseguro esto? Porque solo hay un edificio de arquitectura religiosa que procede de los tiempos de la colonia, y es precisamente la Parroquia de la Inmaculada, reconstruída en varias ocasiones. El Santuario fue terminado de edificar allá por 1890, su estilo es neoclásico, entonces tampoco pertenece al período colonial. Sí hay algunos muros de dos o tres casonas céntricas que podrían pertenecer a los primeros años de vida de la Villa de Xerez, pero de ahí en más, nada.
Para 1800, la villa de Xerez de la Frontera no era lo que creemos, solo un caserío informe, casas de adobe, chozas y ranchitos o puestos. Ni siquiera por la calle del Espejo donde vivían los descendientes de los fundadores los edificios presentaban características que los hicieran duraderos.
Fue hasta el siglo XIX en que se construyeron formalmente los edificios que hoy caracterizan a nuestra ciudad. Mismos edificios que sufrieron el abandono, el saqueo, la destrucción, siendo reconstruídos parcialmente en la década de los treinta del siglo XX.
Bastante ha cambiado el nombre de las calles de Jerez desde el siglo XIX hasta la actualidad. Desde principios del 1800, cuando se determinó por mandato el urbanizar la Villa de Xerez, algunos barrios y calles comenzaron a ser conocidos, como el ya legendario Barrio de San Miguel en la parte poniente de la villa, el barrio de “los de Guanajuato” (toda la salida norte), el rancho de San Pedro, el barrio del rescoldillo, llamado así, porque ahí vivía “el rescoldo” de la sociedad, gente pobre que no tenía ni para comprar ropa. Hay nombres que no nos imaginamos siquiera a qué calle actual corresponden.
A fines del siglo XIX, encontramos que en Jerez existían calles cuyo nombre se ha ido perdiendo, y pocos saben cuales son en la actualidad, como el “Callejón de la Cerbatana”, la Calle del Vínculo, el Callejón del Nardo, Calle de los Pajaritos, Plazuela de la Loza, calle de la Purísima, Calle de los Gallos, Callejón del Alamo, Callejón de la Palma, Callejón de las Campanas, Calle del Toro, Callejón de Nuestra Señora de Guadalupe, Molinos de San José, Callejón de Diana, Calle de las Higueras, etc.
En 1908, en la memoria administrativa del gobernador de Zacatecas, Eduardo G. Pankhurst aparece un plano de Jerez, con la nomenclatura de calles, casi como las conocemos.
Luego, hubo un cambio de nombres, cuando Narciso Balsós era Ministro de Educación y por disposición suya en toda la república se debían cambiar los nombres de poblados y calles que se refirieran a Santos, por héroes mexicanos.
De Oriente a poniente quedaron así:
Nicolás Bravo, Degollado, Oriente, 16 de Septiembre, Colón, Morelos, Pino Suárez, Constitución, Alvaro Obregón, Mina, Esmeralda, Culebrilla, Guerrero y Alameda sur.
También 18 de Julio, Guadalupe Victoria, Independencia, 5 de Mayo, Moctezuma, Dolores, Placer, Rayón, López Velarde, Luis Moya, Bizarra Capital, Hidalgo y Rosales.
De Norte a sur:
Tres Cruces, Reforma, Emilio Carranza, Callejón del Gusto, Flores, De las Artes y Fortuna.
Además González Ortega, Gómez Farías, García Salinas, Suave Patria, Callejón Allende, Libertad y Reposo.
Esa nomenclatura aún se recuerda, pues se tuvo especial cuidado en colocar placas de antimonio en casi todas las esquinas de las manzanas, además de dotar con números del mismo metal a todas las casas habitación.
Fue cuando don Jesús Sánchez García tomó posesión como presidente del municipio por segunda vez, cuando se dispuso que algunas de las calles y rancherías tomaran su nombre anterior, como las siguientes calles:
Pino Suárez Del Refugio
Constitución San Francisco
Alvaro Obregón De Guanajuato
Luis Moya Del Espejo
Suave Patria San Luis
Emilio Carranza Del Hospicio, etc.
También se colocaron placas de cantera en algunas esquinas, con la referencia sin sustento histórico alguno del año en que se comenzó a llamar así a la calle.
Para 1800, la villa de Xerez de la Frontera no era lo que creemos, solo un caserío informe, casas de adobe, chozas y ranchitos o puestos. Ni siquiera por la calle del Espejo donde vivían los descendientes de los fundadores los edificios presentaban características que los hicieran duraderos.
Fue hasta el siglo XIX en que se construyeron formalmente los edificios que hoy caracterizan a nuestra ciudad. Mismos edificios que sufrieron el abandono, el saqueo, la destrucción, siendo reconstruídos parcialmente en la década de los treinta del siglo XX.
Bastante ha cambiado el nombre de las calles de Jerez desde el siglo XIX hasta la actualidad. Desde principios del 1800, cuando se determinó por mandato el urbanizar la Villa de Xerez, algunos barrios y calles comenzaron a ser conocidos, como el ya legendario Barrio de San Miguel en la parte poniente de la villa, el barrio de “los de Guanajuato” (toda la salida norte), el rancho de San Pedro, el barrio del rescoldillo, llamado así, porque ahí vivía “el rescoldo” de la sociedad, gente pobre que no tenía ni para comprar ropa. Hay nombres que no nos imaginamos siquiera a qué calle actual corresponden.
A fines del siglo XIX, encontramos que en Jerez existían calles cuyo nombre se ha ido perdiendo, y pocos saben cuales son en la actualidad, como el “Callejón de la Cerbatana”, la Calle del Vínculo, el Callejón del Nardo, Calle de los Pajaritos, Plazuela de la Loza, calle de la Purísima, Calle de los Gallos, Callejón del Alamo, Callejón de la Palma, Callejón de las Campanas, Calle del Toro, Callejón de Nuestra Señora de Guadalupe, Molinos de San José, Callejón de Diana, Calle de las Higueras, etc.
En 1908, en la memoria administrativa del gobernador de Zacatecas, Eduardo G. Pankhurst aparece un plano de Jerez, con la nomenclatura de calles, casi como las conocemos.
Luego, hubo un cambio de nombres, cuando Narciso Balsós era Ministro de Educación y por disposición suya en toda la república se debían cambiar los nombres de poblados y calles que se refirieran a Santos, por héroes mexicanos.
De Oriente a poniente quedaron así:
Nicolás Bravo, Degollado, Oriente, 16 de Septiembre, Colón, Morelos, Pino Suárez, Constitución, Alvaro Obregón, Mina, Esmeralda, Culebrilla, Guerrero y Alameda sur.
También 18 de Julio, Guadalupe Victoria, Independencia, 5 de Mayo, Moctezuma, Dolores, Placer, Rayón, López Velarde, Luis Moya, Bizarra Capital, Hidalgo y Rosales.
De Norte a sur:
Tres Cruces, Reforma, Emilio Carranza, Callejón del Gusto, Flores, De las Artes y Fortuna.
Además González Ortega, Gómez Farías, García Salinas, Suave Patria, Callejón Allende, Libertad y Reposo.
Esa nomenclatura aún se recuerda, pues se tuvo especial cuidado en colocar placas de antimonio en casi todas las esquinas de las manzanas, además de dotar con números del mismo metal a todas las casas habitación.
Fue cuando don Jesús Sánchez García tomó posesión como presidente del municipio por segunda vez, cuando se dispuso que algunas de las calles y rancherías tomaran su nombre anterior, como las siguientes calles:
Pino Suárez Del Refugio
Constitución San Francisco
Alvaro Obregón De Guanajuato
Luis Moya Del Espejo
Suave Patria San Luis
Emilio Carranza Del Hospicio, etc.
También se colocaron placas de cantera en algunas esquinas, con la referencia sin sustento histórico alguno del año en que se comenzó a llamar así a la calle.
LA CASA DE DOÑA ARCADIA (SEGUNDA PARTE)
La semana anterior narraba una leyenda de El Fuerte, de la casa que don Porfirio comprara y que dentro de una falsa pared encontrara un fabuloso tesoro. Pero… ¿Quién emparedó ese tesoro y por qué lo dejó ahí?
Quizás esta interrogante tenga respuesta si le hacemos caso a la vieja leyenda que cuenta de un "sucedido" que ya nadie recuerda pero que dicen fue palpable realidad.
LLEGAN LOS CONDES DE RETES
A principios del siglo XIX, cuando todavía no éramos nación mexicana sino la Nueva España, se dice que llegó a América una pareja de jóvenes esposos pertenecientes ambos a la nobleza española, y se vinieron a radicar directamente a El Fuerte, con el propósito de comerciar con metales preciosos, es decir ellos con una disponibilidad amplia de dinero comprarían aquí oro y plata para enviarlo a España por el único medio de transporte de entonces o sea por mar, con los riesgos y peligros que ello implicaba. Por principio de cuentas edifican una gran mansión obviamente de estilo colonial y ahí comienzan su preciada tarea.
Es tan vieja la leyenda que el nombre de él se perdió en el olvido, sólo se sabe que pertenecía al linaje de los llamados Condes de Retes, en cambio el de ella si se conserva en la memoria, se llamaba Arcadia González.
Como en esos tiempos las cajas fuertes no se inventaban, la pareja optó por hacer una bóveda en medio de dos cuartos levantando una gruesa contrapared y dejando en medio la oquedad requerida. Cuando aquella original caja de seguridad quedó terminada, se le dotó de una pequeña ventana en la parte alta y por ahí empezaron a vaciar a granel barras de oro y plata, así como monedas de alta denominación en oro. Para llevar a cabo esta tarea de compra y almacenamiento se tardaban años, para así completar un buen cargamento y enviarlo a sus contactos a España.
La armonía y felicidad de la pareja hubiera sido completa a no ser por una sola cosa: no pudieron tener hijos. Esto provocó una gran frustración en los dos, dando por resultado ciertas desavenencias que mermaron la buena marcha de aquella relación.
En la casa tenían a su servicio una bella doncella sierreña y sonrosada que se había traído del rumbo de Batopilas a donde viajaban seguido a hacer sus arreglos de las compras de oro y plata.
Aquella joven pronto salió embarazada por culpa del patrón, esto lo supo perfectamente la esposa y para "desembarazarse" de aquella situación que sería una gran vergüenza ante el aristocrático círculo social que les rodeaba, el español optó por desaparecer a la sirviente a la cual se dice envenenó y sepultó clandestinamente en un lugar oculto en la mansión, y propalando por supuesto la versión de que la joven se había ido para su tierra.
Pero este caso se repitió con otra joven en iguales circunstancias y con los mismos resultados. Esto por supuesto indignó en grado superlativo a su esposa Arcadia, y las relaciones conyugales tomaron cariz tenso y hasta peligroso; no tuvo vuelta, a eliminar también a esta otra; él quizá pensaba así como había eliminado a las dos mujeres hacerlo igual con su esposa para así rehacer su vida con quien sí pudiera darle hijos, cosa que era su gran preocupación, pues cómo se iba a cortar la dinastía de los Retes. Ella por su parte no dormía con el temor de correr igual suerte, ya que a esas alturas nadie podría haber asegurado que la salud mental de uno o de los dos cónyuges seguía siendo cien por ciento normal. Con ese estado las cosas, en esa tensión constante, la hermosa Arcadia una noche lo decidió todo.
A la siguiente noche ya estaba velando el cuerpo del apuesto Conde de Retes, quién horas antes había muerto repentinamente de una fuerte intoxicación. Le pegó "congestión" dijo la gente, efectivamente lo habían "congestionado" tres diminutos gramos de estricnina aplicada cuidadosamente en la comida.
La bella Arcadia mando embalsamar el cuerpo de su "querido" esposo y cuando estuvo listo, cerró el portón que era la única entrada a la mansión y así cuerpo y dama se fueron a la capital de la Nueva España, a la ciudad de México, y de ahí lo llevó a Veracruz embarcándose en ese puerto rumbo a España naturalmente. Toda esta etapa hasta aquí narrada debe haber transcurrido entre 1800 y 1810. Doña Arcadia preparaba su viaje de regreso acá en México cuando a un cura se le ocurre prender la mecha de un movimiento independentista, esto hace que la dama suspenda obviamente su regreso, pues la cosa se ponía fea en verdad, ese cura de nuestra historia todos sabemos que se llamó don Miguel Hidalgo y Costilla. Y como la guerra de independencia duró once años, fueron al parecer los mismos que doña Arcadia permaneció en España sin poder volver acá al Fuerte, todo ese tiempo su casa permaneció cerrada y su tesoro ahí incólume durmiendo el sueño de los justos.
Llegó el año de 1921, México recobró su libertad que por 300 años había perdido; españoles y otros extranjeros pudieron nuevamente viajar sin sobresalto por el nuevo país que tomó el nombre de República Mexicana; y entonces la ahora otoñal doña Arcadia un día se apareció por El Fuerte, abrió el oxidado portón de su casa, abrió las espaciosas habitaciones y demás piezas que componían la propiedad, donde se percibía un fuerte olor a humedad, se dio a la tarea de dejar su casa como antes y prosiguió con su antiguo oficio de comprar metales preciosos que iba almacenando día con día, sin ninguna prisa en el lugar de siempre.
Echándole números al asunto podemos sacar las siguientes conclusiones: Si doña Arcadia regresó cuando ya se habían aplacado los ánimos y los disturbios de la guerra, debe haber sido por 1825, en la fecha ella debe tener de 45 a 50 años; luego como se dice que permaneció trabajando en El Fuerte algunos años. Así vivió doña Arcadia como única dueña de aquello tan oculto pero que todo El Fuerte conocía o al menos sospechaba.
Un día Doña Arcadia tapó cuidadosamente la entrada de su preciada bóveda, la enjarró, cerró el zaguán y se fue de viaje a la capital de lo que había sido la Nueva España, la ciudad de México, que orgullosamente ostentaba hoy el titulo de Capital de la República Mexicana, aunque regida por un dictador como lo fue el General Antonio López de Santa Anna; Se cuenta que Doña Arcadia ya no volvió, que desapareció misteriosamente y que su casa no se abrió en muchos años; otros dicen sin asegurarlo, que Doña Arcadia murió en El Fuerte y que al no tener familiares aquí, la casa fue cerrada por las autoridades pasando así mucho tiempo, de tal manera que quedó sin dueño por mucho tiempo y como el país ya independiente siguió en guerra no hubo reclamación de nadie por la propiedad.
“MEXICO MUTILADO” es el nombre de una novela de tipo histórico que hace tiempo mencionaba en esta columna. Y ¿a que no saben qué? Desde Estados Unidos, Ezequiel Ramírez me hizo el favor de enviarme esta obra original de Francisco Martín Moreno. Muchas gracias Ezequiel. En los días anteriores a la Feria de primavera, también tuve el grato placer de recibir un disco de Raúl Carrillo Huízar, con sus composiciones musicales. En aquellos días no tuve la oportunidad de escucharlo como se debe. Ahora sí, me da gusto comprobar que hay personas que le echan ganas a lo que hacen. Luego comentaré sobre su obra, don Raúl. Mil Gracias y reciba un afectuoso saludo.
Quizás esta interrogante tenga respuesta si le hacemos caso a la vieja leyenda que cuenta de un "sucedido" que ya nadie recuerda pero que dicen fue palpable realidad.
LLEGAN LOS CONDES DE RETES
A principios del siglo XIX, cuando todavía no éramos nación mexicana sino la Nueva España, se dice que llegó a América una pareja de jóvenes esposos pertenecientes ambos a la nobleza española, y se vinieron a radicar directamente a El Fuerte, con el propósito de comerciar con metales preciosos, es decir ellos con una disponibilidad amplia de dinero comprarían aquí oro y plata para enviarlo a España por el único medio de transporte de entonces o sea por mar, con los riesgos y peligros que ello implicaba. Por principio de cuentas edifican una gran mansión obviamente de estilo colonial y ahí comienzan su preciada tarea.
Es tan vieja la leyenda que el nombre de él se perdió en el olvido, sólo se sabe que pertenecía al linaje de los llamados Condes de Retes, en cambio el de ella si se conserva en la memoria, se llamaba Arcadia González.
Como en esos tiempos las cajas fuertes no se inventaban, la pareja optó por hacer una bóveda en medio de dos cuartos levantando una gruesa contrapared y dejando en medio la oquedad requerida. Cuando aquella original caja de seguridad quedó terminada, se le dotó de una pequeña ventana en la parte alta y por ahí empezaron a vaciar a granel barras de oro y plata, así como monedas de alta denominación en oro. Para llevar a cabo esta tarea de compra y almacenamiento se tardaban años, para así completar un buen cargamento y enviarlo a sus contactos a España.
La armonía y felicidad de la pareja hubiera sido completa a no ser por una sola cosa: no pudieron tener hijos. Esto provocó una gran frustración en los dos, dando por resultado ciertas desavenencias que mermaron la buena marcha de aquella relación.
En la casa tenían a su servicio una bella doncella sierreña y sonrosada que se había traído del rumbo de Batopilas a donde viajaban seguido a hacer sus arreglos de las compras de oro y plata.
Aquella joven pronto salió embarazada por culpa del patrón, esto lo supo perfectamente la esposa y para "desembarazarse" de aquella situación que sería una gran vergüenza ante el aristocrático círculo social que les rodeaba, el español optó por desaparecer a la sirviente a la cual se dice envenenó y sepultó clandestinamente en un lugar oculto en la mansión, y propalando por supuesto la versión de que la joven se había ido para su tierra.
Pero este caso se repitió con otra joven en iguales circunstancias y con los mismos resultados. Esto por supuesto indignó en grado superlativo a su esposa Arcadia, y las relaciones conyugales tomaron cariz tenso y hasta peligroso; no tuvo vuelta, a eliminar también a esta otra; él quizá pensaba así como había eliminado a las dos mujeres hacerlo igual con su esposa para así rehacer su vida con quien sí pudiera darle hijos, cosa que era su gran preocupación, pues cómo se iba a cortar la dinastía de los Retes. Ella por su parte no dormía con el temor de correr igual suerte, ya que a esas alturas nadie podría haber asegurado que la salud mental de uno o de los dos cónyuges seguía siendo cien por ciento normal. Con ese estado las cosas, en esa tensión constante, la hermosa Arcadia una noche lo decidió todo.
A la siguiente noche ya estaba velando el cuerpo del apuesto Conde de Retes, quién horas antes había muerto repentinamente de una fuerte intoxicación. Le pegó "congestión" dijo la gente, efectivamente lo habían "congestionado" tres diminutos gramos de estricnina aplicada cuidadosamente en la comida.
La bella Arcadia mando embalsamar el cuerpo de su "querido" esposo y cuando estuvo listo, cerró el portón que era la única entrada a la mansión y así cuerpo y dama se fueron a la capital de la Nueva España, a la ciudad de México, y de ahí lo llevó a Veracruz embarcándose en ese puerto rumbo a España naturalmente. Toda esta etapa hasta aquí narrada debe haber transcurrido entre 1800 y 1810. Doña Arcadia preparaba su viaje de regreso acá en México cuando a un cura se le ocurre prender la mecha de un movimiento independentista, esto hace que la dama suspenda obviamente su regreso, pues la cosa se ponía fea en verdad, ese cura de nuestra historia todos sabemos que se llamó don Miguel Hidalgo y Costilla. Y como la guerra de independencia duró once años, fueron al parecer los mismos que doña Arcadia permaneció en España sin poder volver acá al Fuerte, todo ese tiempo su casa permaneció cerrada y su tesoro ahí incólume durmiendo el sueño de los justos.
Llegó el año de 1921, México recobró su libertad que por 300 años había perdido; españoles y otros extranjeros pudieron nuevamente viajar sin sobresalto por el nuevo país que tomó el nombre de República Mexicana; y entonces la ahora otoñal doña Arcadia un día se apareció por El Fuerte, abrió el oxidado portón de su casa, abrió las espaciosas habitaciones y demás piezas que componían la propiedad, donde se percibía un fuerte olor a humedad, se dio a la tarea de dejar su casa como antes y prosiguió con su antiguo oficio de comprar metales preciosos que iba almacenando día con día, sin ninguna prisa en el lugar de siempre.
Echándole números al asunto podemos sacar las siguientes conclusiones: Si doña Arcadia regresó cuando ya se habían aplacado los ánimos y los disturbios de la guerra, debe haber sido por 1825, en la fecha ella debe tener de 45 a 50 años; luego como se dice que permaneció trabajando en El Fuerte algunos años. Así vivió doña Arcadia como única dueña de aquello tan oculto pero que todo El Fuerte conocía o al menos sospechaba.
Un día Doña Arcadia tapó cuidadosamente la entrada de su preciada bóveda, la enjarró, cerró el zaguán y se fue de viaje a la capital de lo que había sido la Nueva España, la ciudad de México, que orgullosamente ostentaba hoy el titulo de Capital de la República Mexicana, aunque regida por un dictador como lo fue el General Antonio López de Santa Anna; Se cuenta que Doña Arcadia ya no volvió, que desapareció misteriosamente y que su casa no se abrió en muchos años; otros dicen sin asegurarlo, que Doña Arcadia murió en El Fuerte y que al no tener familiares aquí, la casa fue cerrada por las autoridades pasando así mucho tiempo, de tal manera que quedó sin dueño por mucho tiempo y como el país ya independiente siguió en guerra no hubo reclamación de nadie por la propiedad.
“MEXICO MUTILADO” es el nombre de una novela de tipo histórico que hace tiempo mencionaba en esta columna. Y ¿a que no saben qué? Desde Estados Unidos, Ezequiel Ramírez me hizo el favor de enviarme esta obra original de Francisco Martín Moreno. Muchas gracias Ezequiel. En los días anteriores a la Feria de primavera, también tuve el grato placer de recibir un disco de Raúl Carrillo Huízar, con sus composiciones musicales. En aquellos días no tuve la oportunidad de escucharlo como se debe. Ahora sí, me da gusto comprobar que hay personas que le echan ganas a lo que hacen. Luego comentaré sobre su obra, don Raúl. Mil Gracias y reciba un afectuoso saludo.
LA CASA DE DOÑA ARCADIA
LOS PERIODISTAS DE OPORTUNIDAD. Quienes andamos de alguna manera dentro del ámbito de la comunicación, nos conocemos desde hace muchos ayeres. Y sin temor a equivocarme, estamos catalogados como trabajadores de tres generaciones. Yo pertenezco a la de los más vetarros, abanderada por Javier Torres, seguido por Gilberto, Castaño, Raygoza y otros. En la generación intermedia podemos anotar a apreciados compañeros, como Evodio, Silvia, Alberto, Tito Cortés, Iván y varios más. Y en la más nueva hay gente que ya tiene tiempo y experiencia en las tablas, como Guille, Sandra, Juan Carlos, Lalo, etc. Realmente no somos muchos, pero cuando es tiempo de campañas políticas, cuando se acerca el mes de junio, de no sé donde aparecen por kilos “periodistas” (así con comillas) que se creen la mamá de los pollitos, que presumen tener toda la experiencia del mundo, y se regordean en cuanto evento o comida hay sintiéndose los dueños de la verdad absoluta. Donde quiera andan con cámara en mano y grabadora en joda, haciendo preguntas de lo más estúpidas, para creerse el centro del mundo, pero… en ningún medio, en ninguna parte se ven los resultados de sus trabajos. Y así como aparecen, desaparecen luego que se acaba todo el barullo, las invitaciones y los obsequios… es más, hasta los hermanitos Díaz le dieron chanza a un nefasto y vulgar “payaso”, con lo que de plano se denigró el oficio del comunicador… pues para ser periodista se deben atender muchas, pero muchas cosas; hay que saber, decir y hacer las cosas en su momento, sin lastimar, sin denigrar, sin ofender, y el desgraciado aprendiz de payaso de todo mundo se mofaba. Qué bueno que se fue, junto con los Díaz. En el quehacer informativo jerezano seguimos los mismos de siempre. Pocos son los que han tomado con entusiasmo la vocación de la información, pocos son los que se han ido agregando al gremio en el que orgullosamente milito desde hace ya 38 años, cuando por invitación del Profesor Fernando Robles comencé a escribir mis primeras tarugadas en un periodismo juvenil, que sin embargo gustó a los jerezanos. Y aquí ando todavía tocando las campanas…
Recibí una carta de El Fuerte, Sinaloa, en donde dice: “De alguna manera nos sentimos hermanados con Jerez, y más ahora que acabamos de ser incluídos desde Febrero en el Programa de Pueblos Mágicos”. Felicitan a Jerez, y me envían un bonito ejemplar de leyendas e historias de aquel lugar, les convido de una, que me pareció muy similar a otras que he oído de aquí:
LA MISTERIOSA CASA DE DOÑA ARCADIA
Don Porfirio Quintero quién llegó a El Fuerte en el año de 1906 como encargado de la oficina del Timbre (Hacienda) en el gobierno porfirista del Gral. Francisco Cañedo como Gobernador de Sinaloa, se quedó en esta ciudad para siempre ya que aquí le fue de maravilla pues corrió con gran suerte al ser partícipe directo de acontecimientos en que la fortuna estuvo de su parte.
Esto le dio oportunidad de poder comprar en 1921 una casona colonial, ahí viviría don Porfirio el resto de su vida. La mansión citada venía arrastrando desde un siglo atrás una misteriosa leyenda de fabulosos tesoros escondidos en ella, así como de crímenes horrendos cometidos por sus primeros moradores.
Bueno, Don Porfirio al adquirir la finca, comenzó a restaurarla y acondicionarla para dedicarse a disfrutar de una placentera vida al lado de su joven y hermosa compañera. su esposa Carolina.
En uno de los cuartos de la casona, a Don Porfirio le extrañó que la vieja pintura que cubría una de las paredes no se veía pareja, es decir, claramente se marcaba un rectángulo donde la pintura adquiría otro tono, como si una pequeña ventana hubiera sido sellada y el nuevo enjarre se diferenciara del antiguo u original. Pero una cosa más le extrañaba a don Porfirio, aquel misterioso rectángulo se encontraba a una altura no apropiada para que hubiera sido ventana pues en aquella altísima pared de cinco metros, la mancha se dibujaba como a cuatro metros o sea cerca del techo.
Así anduvo Don Porfirio con aquella carcoma pero dejó pasar el tiempo, después otro detalle le llamó poderosamente la atención, se dio cuenta que aquella pared "ciega" que dividía dos grandes cuartos tenía dos metros de espesor mientras que en el resto de la casa los muros eran de poco menos de un metro.
Esos detalles, hicieron que don Porfirio se decidiera a investigar a fondo el asunto, puso a un trabajador de su entera confianza encaramado en una escalera a romper la pared donde se dibujaba el parche sobre la vieja pintura que ya contamos.
La demolición aquella no fue difícil, inmediatamente quedó al descubierto un enorme hueco hacia abajo entre pared y pared, utilizando lámparas de mano se trató de "afocar" aquella oquedad, pero la visibilidad no fue buena, algo había en el fondo indiscutiblemente, pero no se podía precisar. ¿Qué hacer?, simplemente romper la pared más abajo, cerca del piso y salir de aquella duda, de aquella emocionante curiosidad que envolvía a los participantes. Pues manos a la obra, se hizo la horadación del grueso muro y la tarea tuvo éxito, las bien fundadas sospechas de don Porfirio de que ahí había algo fueron comprobadas. Dicen, apareció ante su vista un enorme y fabuloso tesoro en barra de metal precioso y monedas de oro que ahí había sido depositado a granel, el cual se "desgranó" libremente por la rotura, para gran sorpresa, susto y emocionante satisfacción para aquellas dos personas.
Esa es la versión que la gente vieja de El Fuerte contaba con gran seguridad y que según parece sucedió en la década de 1930 y hubo detalles posteriores que indicaron que aquel hallazgo fue de proporciones muy considerables por su magnitud.
Como por ejemplo quienes en aquel tiempo eran chamacos de ocho y diez años y muy amigos de Nazario el hijo varón único de Don Porfirio, cuentan que éste con toda la inocencia que da la niñez les narró a sus compañeritos de juego que en su casa su papá había sacado mucho dinero de una pared, esos niños eran Chico Barreras y el Cheque Orozco (+).
Luego también algunos viejos policías de servicio nocturno de esa época como Severo "El Pitoto" y su hermano Filemón contaban que a media noche llegaba a El Fuerte un misterioso vehículo de forma y características no usual, no como los demás carros muy pocos por cierto- que en la ciudad circulaban. Este vehículo se paraba frente al zaguán de la casona después de las doce de la noche cuando el servicio de luz eléctrica municipal se suspendía, y empezaba a ser cargado con cajas de madera no muy grandes y al parecer algo pesadas. Esta tarea se realizaba con gran sigilo y movilidad, así como a las dos horas carro enfilaba en aquella oscuridad por la calle Obregón rumbo a la salida a Los Mochis.
Bueno, vamos a suponer que todo esto tenga algo de cierto, que no sea una más de las leyendas de El Fuerte, pero ¿y quién emparedó ese fabuloso tesoro y porqué lo dejó ahí?
Quizás esta interrogante tenga respuesta si le hacemos caso a la vieja leyenda que cuenta de un "sucedido" que ya nadie recuerda pero que dicen fue palpable realidad.
LLEGAN LOS CONDES DE RETES
A principios del siglo XIX, cuando todavía no éramos nación mexicana sino la Nueva España, se dice que llegó a América una pareja de jóvenes esposos pertenecientes ambos a la nobleza española, y se vinieron a radicar directamente a El Fuerte, con el propósito de comerciar con metales preciosos, es decir ellos con una disponibilidad amplia de dinero comprarían aquí oro y plata para enviarlo a España por el único medio de transporte de entonces o sea por mar, con los riesgos y peligros que ello implicaba. Por principio de cuentas edifican una gran mansión obviamente de estilo colonial y ahí comienzan su preciada tarea.
Es tan vieja la leyenda que el nombre de él se perdió en el olvido, sólo se sabe que pertenecía al linaje de los llamados Condes de Retes, en cambio el de ella si se conserva en la memoria, se llamaba Arcadia González.
Como en esos tiempos las cajas fuertes no se inventaban, la pareja optó por hacer una bóveda en medio de dos cuartos levantando una gruesa contrapared y dejando en medio la oquedad requerida. Cuando aquella original caja de seguridad quedó terminada, se le dotó de una pequeña ventana en la parte alta y por ahí empezaron a vaciar a granel barras de oro y plata, así como monedas de alta denominación en oro. Para llevar a cabo esta tarea de compra y almacenamiento se tardaban años, para así completar un buen cargamento y enviarlo a sus contactos a España.
La armonía y felicidad de la pareja hubiera sido completa a no ser por una sola cosa: no pudieron tener hijos. Esto provocó una gran frustración en los dos, dando por resultado ciertas desavenencias que mermaron la buena marcha de aquella relación.
En la casa tenían a su servicio una bella doncella sierreña y sonrosada que se había traído del rumbo de Batopilas a donde viajaban seguido a hacer sus arreglos de las compras de oro y plata.
Aquella joven pronto salió embarazada por culpa del patrón, esto lo supo perfectamente la esposa y para "desembarazarse" de aquella situación que sería una gran vergüenza ante el aristocrático círculo social que les rodeaba, el español optó por desaparecer a la sirviente a la cual se dice envenenó y sepultó clandestinamente en un lugar oculto en la mansión, y propalando por supuesto la versión de que la joven se había ido para su tierra.
Pero este caso se repitió con otra joven en iguales circunstancias y con los mismos resultados. Esto por supuesto indignó en grado superlativo a su esposa Arcadia, y las relaciones conyugales tomaron cariz tenso y hasta peligroso; no tuvo vuelta, a eliminar también a esta otra; él quizá pensaba así como había eliminado a las dos mujeres hacerlo igual con su esposa para así rehacer su vida con quien sí pudiera darle hijos, cosa que era su gran preocupación, pues cómo se iba a cortar la dinastía de los Retes. Ella por su parte no dormía con el temor de correr igual suerte, ya que a esas alturas nadie podría haber asegurado que la salud mental de uno o de los dos cónyuges seguía siendo cien por ciento normal. Con ese estado las cosas, en esa tensión constante, la hermosa Arcadia una noche lo decidió todo.
A la siguiente noche ya estaba velando el cuerpo del apuesto Conde de Retes, quién horas antes había muerto repentinamente de una fuerte intoxicación. Le pegó "congestión" dijo la gente, efectivamente lo habían "congestionado" tres diminutos gramos de estricnina aplicada cuidadosamente en la comida.
La bella Arcadia mando embalsamar el cuerpo de su "querido" esposo y cuando estuvo listo, cerró el portón que era la única entrada a la mansión y así cuerpo y dama se fueron a la capital de la Nueva España, a la ciudad de México, y de ahí lo llevó a Veracruz embarcándose en ese puerto rumbo a España naturalmente. Toda esta etapa hasta aquí narrada debe haber transcurrido entre 1800 y 1810. Doña Arcadia preparaba su viaje de regreso acá en México cuando a un cura se le ocurre prender la mecha de un movimiento independentista, esto hace que la dama suspenda obviamente su regreso, pues la cosa se ponía fea en verdad, ese cura de nuestra historia todos sabemos que se llamó don Miguel Hidalgo y Costilla. Y como la guerra de independencia duró once años, fueron al parecer los mismos que doña Arcadia permaneció en España sin poder volver acá al Fuerte, todo ese tiempo su casa permaneció cerrada y su tesoro ahí incólume durmiendo el sueño de los justos.
Llegó el año de 1921, México recobró su libertad que por 300 años había perdido; españoles y otros extranjeros pudieron nuevamente viajar sin sobresalto por el nuevo país que tomó el nombre de República Mexicana; y entonces la ahora otoñal doña Arcadia un día se apareció por El Fuerte, abrió el oxidado portón de su casa, abrió las espaciosas habitaciones y demás piezas que componían la propiedad, donde se percibía un fuerte olor a humedad, se dio a la tarea de dejar su casa como antes y prosiguió con su antiguo oficio de comprar metales preciosos que iba almacenando día con día, sin ninguna prisa en el lugar de siempre.
Echándole números al asunto podemos sacar las siguientes conclusiones: Si doña Arcadia regresó cuando ya se habían aplacado los ánimos y los disturbios de la guerra, debe haber sido por 1825, en la fecha ella debe tener de 45 a 50 años; luego como se dice que permaneció trabajando en El Fuerte algunos años. Así vivió doña Arcadia como única dueña de aquello tan oculto pero que todo El Fuerte conocía o al menos sospechaba.
Un día Doña Arcadia tapó cuidadosamente la entrada de su preciada bóveda, la enjarró, cerró el zaguán y se fue de viaje a la capital de lo que había sido la Nueva España, la ciudad de México, que orgullosamente ostentaba hoy el titulo de Capital de la República Mexicana, aunque regida por un dictador como lo fue el General Antonio López de Santa Anna; Se cuenta que Doña Arcadia ya no volvió, que desapareció misteriosamente y que su casa no se abrió en muchos años; otros dicen sin asegurarlo, que Doña Arcadia murió en El Fuerte y que al no tener familiares aquí, la casa fue cerrada por las autoridades pasando así mucho tiempo, de tal manera que quedó sin dueño por mucho tiempo y como el país ya independiente siguió en guerra no hubo reclamación de nadie por la propiedad.
Recibí una carta de El Fuerte, Sinaloa, en donde dice: “De alguna manera nos sentimos hermanados con Jerez, y más ahora que acabamos de ser incluídos desde Febrero en el Programa de Pueblos Mágicos”. Felicitan a Jerez, y me envían un bonito ejemplar de leyendas e historias de aquel lugar, les convido de una, que me pareció muy similar a otras que he oído de aquí:
LA MISTERIOSA CASA DE DOÑA ARCADIA
Don Porfirio Quintero quién llegó a El Fuerte en el año de 1906 como encargado de la oficina del Timbre (Hacienda) en el gobierno porfirista del Gral. Francisco Cañedo como Gobernador de Sinaloa, se quedó en esta ciudad para siempre ya que aquí le fue de maravilla pues corrió con gran suerte al ser partícipe directo de acontecimientos en que la fortuna estuvo de su parte.
Esto le dio oportunidad de poder comprar en 1921 una casona colonial, ahí viviría don Porfirio el resto de su vida. La mansión citada venía arrastrando desde un siglo atrás una misteriosa leyenda de fabulosos tesoros escondidos en ella, así como de crímenes horrendos cometidos por sus primeros moradores.
Bueno, Don Porfirio al adquirir la finca, comenzó a restaurarla y acondicionarla para dedicarse a disfrutar de una placentera vida al lado de su joven y hermosa compañera. su esposa Carolina.
En uno de los cuartos de la casona, a Don Porfirio le extrañó que la vieja pintura que cubría una de las paredes no se veía pareja, es decir, claramente se marcaba un rectángulo donde la pintura adquiría otro tono, como si una pequeña ventana hubiera sido sellada y el nuevo enjarre se diferenciara del antiguo u original. Pero una cosa más le extrañaba a don Porfirio, aquel misterioso rectángulo se encontraba a una altura no apropiada para que hubiera sido ventana pues en aquella altísima pared de cinco metros, la mancha se dibujaba como a cuatro metros o sea cerca del techo.
Así anduvo Don Porfirio con aquella carcoma pero dejó pasar el tiempo, después otro detalle le llamó poderosamente la atención, se dio cuenta que aquella pared "ciega" que dividía dos grandes cuartos tenía dos metros de espesor mientras que en el resto de la casa los muros eran de poco menos de un metro.
Esos detalles, hicieron que don Porfirio se decidiera a investigar a fondo el asunto, puso a un trabajador de su entera confianza encaramado en una escalera a romper la pared donde se dibujaba el parche sobre la vieja pintura que ya contamos.
La demolición aquella no fue difícil, inmediatamente quedó al descubierto un enorme hueco hacia abajo entre pared y pared, utilizando lámparas de mano se trató de "afocar" aquella oquedad, pero la visibilidad no fue buena, algo había en el fondo indiscutiblemente, pero no se podía precisar. ¿Qué hacer?, simplemente romper la pared más abajo, cerca del piso y salir de aquella duda, de aquella emocionante curiosidad que envolvía a los participantes. Pues manos a la obra, se hizo la horadación del grueso muro y la tarea tuvo éxito, las bien fundadas sospechas de don Porfirio de que ahí había algo fueron comprobadas. Dicen, apareció ante su vista un enorme y fabuloso tesoro en barra de metal precioso y monedas de oro que ahí había sido depositado a granel, el cual se "desgranó" libremente por la rotura, para gran sorpresa, susto y emocionante satisfacción para aquellas dos personas.
Esa es la versión que la gente vieja de El Fuerte contaba con gran seguridad y que según parece sucedió en la década de 1930 y hubo detalles posteriores que indicaron que aquel hallazgo fue de proporciones muy considerables por su magnitud.
Como por ejemplo quienes en aquel tiempo eran chamacos de ocho y diez años y muy amigos de Nazario el hijo varón único de Don Porfirio, cuentan que éste con toda la inocencia que da la niñez les narró a sus compañeritos de juego que en su casa su papá había sacado mucho dinero de una pared, esos niños eran Chico Barreras y el Cheque Orozco (+).
Luego también algunos viejos policías de servicio nocturno de esa época como Severo "El Pitoto" y su hermano Filemón contaban que a media noche llegaba a El Fuerte un misterioso vehículo de forma y características no usual, no como los demás carros muy pocos por cierto- que en la ciudad circulaban. Este vehículo se paraba frente al zaguán de la casona después de las doce de la noche cuando el servicio de luz eléctrica municipal se suspendía, y empezaba a ser cargado con cajas de madera no muy grandes y al parecer algo pesadas. Esta tarea se realizaba con gran sigilo y movilidad, así como a las dos horas carro enfilaba en aquella oscuridad por la calle Obregón rumbo a la salida a Los Mochis.
Bueno, vamos a suponer que todo esto tenga algo de cierto, que no sea una más de las leyendas de El Fuerte, pero ¿y quién emparedó ese fabuloso tesoro y porqué lo dejó ahí?
Quizás esta interrogante tenga respuesta si le hacemos caso a la vieja leyenda que cuenta de un "sucedido" que ya nadie recuerda pero que dicen fue palpable realidad.
LLEGAN LOS CONDES DE RETES
A principios del siglo XIX, cuando todavía no éramos nación mexicana sino la Nueva España, se dice que llegó a América una pareja de jóvenes esposos pertenecientes ambos a la nobleza española, y se vinieron a radicar directamente a El Fuerte, con el propósito de comerciar con metales preciosos, es decir ellos con una disponibilidad amplia de dinero comprarían aquí oro y plata para enviarlo a España por el único medio de transporte de entonces o sea por mar, con los riesgos y peligros que ello implicaba. Por principio de cuentas edifican una gran mansión obviamente de estilo colonial y ahí comienzan su preciada tarea.
Es tan vieja la leyenda que el nombre de él se perdió en el olvido, sólo se sabe que pertenecía al linaje de los llamados Condes de Retes, en cambio el de ella si se conserva en la memoria, se llamaba Arcadia González.
Como en esos tiempos las cajas fuertes no se inventaban, la pareja optó por hacer una bóveda en medio de dos cuartos levantando una gruesa contrapared y dejando en medio la oquedad requerida. Cuando aquella original caja de seguridad quedó terminada, se le dotó de una pequeña ventana en la parte alta y por ahí empezaron a vaciar a granel barras de oro y plata, así como monedas de alta denominación en oro. Para llevar a cabo esta tarea de compra y almacenamiento se tardaban años, para así completar un buen cargamento y enviarlo a sus contactos a España.
La armonía y felicidad de la pareja hubiera sido completa a no ser por una sola cosa: no pudieron tener hijos. Esto provocó una gran frustración en los dos, dando por resultado ciertas desavenencias que mermaron la buena marcha de aquella relación.
En la casa tenían a su servicio una bella doncella sierreña y sonrosada que se había traído del rumbo de Batopilas a donde viajaban seguido a hacer sus arreglos de las compras de oro y plata.
Aquella joven pronto salió embarazada por culpa del patrón, esto lo supo perfectamente la esposa y para "desembarazarse" de aquella situación que sería una gran vergüenza ante el aristocrático círculo social que les rodeaba, el español optó por desaparecer a la sirviente a la cual se dice envenenó y sepultó clandestinamente en un lugar oculto en la mansión, y propalando por supuesto la versión de que la joven se había ido para su tierra.
Pero este caso se repitió con otra joven en iguales circunstancias y con los mismos resultados. Esto por supuesto indignó en grado superlativo a su esposa Arcadia, y las relaciones conyugales tomaron cariz tenso y hasta peligroso; no tuvo vuelta, a eliminar también a esta otra; él quizá pensaba así como había eliminado a las dos mujeres hacerlo igual con su esposa para así rehacer su vida con quien sí pudiera darle hijos, cosa que era su gran preocupación, pues cómo se iba a cortar la dinastía de los Retes. Ella por su parte no dormía con el temor de correr igual suerte, ya que a esas alturas nadie podría haber asegurado que la salud mental de uno o de los dos cónyuges seguía siendo cien por ciento normal. Con ese estado las cosas, en esa tensión constante, la hermosa Arcadia una noche lo decidió todo.
A la siguiente noche ya estaba velando el cuerpo del apuesto Conde de Retes, quién horas antes había muerto repentinamente de una fuerte intoxicación. Le pegó "congestión" dijo la gente, efectivamente lo habían "congestionado" tres diminutos gramos de estricnina aplicada cuidadosamente en la comida.
La bella Arcadia mando embalsamar el cuerpo de su "querido" esposo y cuando estuvo listo, cerró el portón que era la única entrada a la mansión y así cuerpo y dama se fueron a la capital de la Nueva España, a la ciudad de México, y de ahí lo llevó a Veracruz embarcándose en ese puerto rumbo a España naturalmente. Toda esta etapa hasta aquí narrada debe haber transcurrido entre 1800 y 1810. Doña Arcadia preparaba su viaje de regreso acá en México cuando a un cura se le ocurre prender la mecha de un movimiento independentista, esto hace que la dama suspenda obviamente su regreso, pues la cosa se ponía fea en verdad, ese cura de nuestra historia todos sabemos que se llamó don Miguel Hidalgo y Costilla. Y como la guerra de independencia duró once años, fueron al parecer los mismos que doña Arcadia permaneció en España sin poder volver acá al Fuerte, todo ese tiempo su casa permaneció cerrada y su tesoro ahí incólume durmiendo el sueño de los justos.
Llegó el año de 1921, México recobró su libertad que por 300 años había perdido; españoles y otros extranjeros pudieron nuevamente viajar sin sobresalto por el nuevo país que tomó el nombre de República Mexicana; y entonces la ahora otoñal doña Arcadia un día se apareció por El Fuerte, abrió el oxidado portón de su casa, abrió las espaciosas habitaciones y demás piezas que componían la propiedad, donde se percibía un fuerte olor a humedad, se dio a la tarea de dejar su casa como antes y prosiguió con su antiguo oficio de comprar metales preciosos que iba almacenando día con día, sin ninguna prisa en el lugar de siempre.
Echándole números al asunto podemos sacar las siguientes conclusiones: Si doña Arcadia regresó cuando ya se habían aplacado los ánimos y los disturbios de la guerra, debe haber sido por 1825, en la fecha ella debe tener de 45 a 50 años; luego como se dice que permaneció trabajando en El Fuerte algunos años. Así vivió doña Arcadia como única dueña de aquello tan oculto pero que todo El Fuerte conocía o al menos sospechaba.
Un día Doña Arcadia tapó cuidadosamente la entrada de su preciada bóveda, la enjarró, cerró el zaguán y se fue de viaje a la capital de lo que había sido la Nueva España, la ciudad de México, que orgullosamente ostentaba hoy el titulo de Capital de la República Mexicana, aunque regida por un dictador como lo fue el General Antonio López de Santa Anna; Se cuenta que Doña Arcadia ya no volvió, que desapareció misteriosamente y que su casa no se abrió en muchos años; otros dicen sin asegurarlo, que Doña Arcadia murió en El Fuerte y que al no tener familiares aquí, la casa fue cerrada por las autoridades pasando así mucho tiempo, de tal manera que quedó sin dueño por mucho tiempo y como el país ya independiente siguió en guerra no hubo reclamación de nadie por la propiedad.
LOS SIMBOLOS SATANICOS
Ya los neo-poetas, poetastros y demás especies afines están afilando sus lápices para escribir sentidas “odas” a López Velarde, pues están a un paso sus aniversarios. Muchos copiarán las mejores letras de poetas supuestamente desconocidos y se adjudicarán como suyas tales creaciones, de modo que hasta podrán editar más libros de poesías que nadie lee. Hay unos que da pena leer, porque pertenecen al “Club de Elogios Mutuos” (mira qué bonito te quedó tu poema, quedó divis divis) y no aceptan la crítica, ya que (hablando con la verdad) muy pocos entienden el concepto real de lo que es poesía.
Un poquito de cultura general nos viene bien a todos, y esto viene al caso también porque he observado en la moda juvenil que muchos chavos y chavas lucen collares, cintos o anillos con figuras que dan en qué pensar. Si supieran que son símbolos que se relacionan con el mal. Y a las pruebas me remito:
LA CALAVERA: Es el símbolo de la muerte y usado para maldecir. En ritos satánicos sirve como recipiente para colocar la sangre de los sacrificios. Actualmente es usado en collares, pendientes, anillos y hebillas de cintos.
HEXAGRAMA. Es uno de los símbolos más potentes usados en los poderes de las tinieblas. Común en los trabajos de magia. Se confunde con la estrella de David, pero ésta estrella está dentro de un círculo.
SVASTICA O RUEDA DEL SOL. Es un símbolo religioso antiguo usado mucho tiempo antes de que Hitler tomara el poder. Ha sido usado en inscripciones Budistas, Monumentos Celtas y monedas Griegas. Representa el curso del sol en los cielos. También representa el poder del boomerang, todo lo que sube tiene que bajar, todo lo que haces se devuelve.
CUERNO ITALIANO. Unicornio. Fue introducido por los Druidas de Escocia e Irlanda. Es asociado con la buena suerte y la buena fortuna. También es usado como el “ojo del mal”. Además significa que Satanás tomaría control de tus finanzas.
CRUZ TAU. Símbolo del dios Matras de los Persas y de Aryans de la India. Para ellos, Mathras era el ángel de luz, o la luz celestial. Es usado por modernos masones como símbolo de la T cuadrada.
CRUZ INVERTIDA: Simboliza burla y rechazo a JESÚS. Los satanistas se ponen estas cruces como collares. Puedes verla en cantantes de Rock y en las portadas de sus discos.
CRUZ DE NERON: También se le conoce como signo de “amor y paz”. Otro signo que es de burla a la cruz de Jesús. También significa: Las ruinas del hombre muerto. Apareció en algunos bastones de los SS de Hitler.
EL ESCARABAJO SAGRADO: para algunos este símbolo egipcio significa reencarnación. Es además el símbolo de Belcebú, señor de las moscas (satanás). Si los satanistas lo tienen puesto, significa que tienen poder y es fuente de protección.
“S” SATANICA: Representa un rayo cayendo, que significa “destructor”. En la mitología, era el arma de Zeus. Puesta en el cuerpo o en la ropa significa poder sobre los demás. Además usada por los temidos SS de la Alemania nazi.
CRUZ SATANICA: Cruz que cuestiona la deidad de Dios. Dentro del ocultismo representa los tres príncipes coronados: Satanás, Belial y Leviathan. Significa completa sujeción bajo Lucifer.
UDJAT: También conocido como “el ojo que todo lo ve”. Uno de algunos de los símbolos que significa “Rey del Infierno Lucifer”. Es quien ellos piensan sería pasado el juicio. La lágrima significa el lamento de todos aquellos que no pueden salir de su influencia.
LA LENGUA EXTENDIDA: Es símbolo de muerte. Uno de los integrantes del grupo Kiss (Gene Simmons) acostumbraba a realizar esta expresión. En las portadas de Rolling Stones,aparecía este símbolo.
PIRAMIDES. Representa a la trinidad de la idolatría demoniaca: Nimrod (padre) Semiramis (diosa madre) Tammuz (dios hijo).Se dice que desprenden descargas eléctricas positivas y que concentran poderes cósmicos. Son usadas como instrumentos de suerte y adivinación, porque supuestamente contienen revelaciones y profecías del mundo.
JUEGO DE CARTAS Juego de azar, diseñado para la burla de Dios y la de los mandamientos. El rey representa al diablo, la reina a María la madre de Jesús, dando a entender que de esta unión blasfema nació nuestro salvador. Los corazones rojos representan la sangre de Jesús, las espadas la persecución y destrucción de los cristianos. Una burla a los mandamientos ya que los simbolizan con el número de cartas en un mazo. Los adivinos creen solucionar el pasado, el presente, el futuro, y predecir la suerte del consultante. Este juego pertenece a la cartomancia la cual consiste en usar las barajas como medios adivinos; una práctica prohibida en La Biblia. (Deuteronomio 18:10-12).
Y la lista es larga, les invito a que ejerciten su mente y a su alrededor busquen alguno de los símbolos ya mencionados…
Un poquito de cultura general nos viene bien a todos, y esto viene al caso también porque he observado en la moda juvenil que muchos chavos y chavas lucen collares, cintos o anillos con figuras que dan en qué pensar. Si supieran que son símbolos que se relacionan con el mal. Y a las pruebas me remito:
LA CALAVERA: Es el símbolo de la muerte y usado para maldecir. En ritos satánicos sirve como recipiente para colocar la sangre de los sacrificios. Actualmente es usado en collares, pendientes, anillos y hebillas de cintos.
HEXAGRAMA. Es uno de los símbolos más potentes usados en los poderes de las tinieblas. Común en los trabajos de magia. Se confunde con la estrella de David, pero ésta estrella está dentro de un círculo.
SVASTICA O RUEDA DEL SOL. Es un símbolo religioso antiguo usado mucho tiempo antes de que Hitler tomara el poder. Ha sido usado en inscripciones Budistas, Monumentos Celtas y monedas Griegas. Representa el curso del sol en los cielos. También representa el poder del boomerang, todo lo que sube tiene que bajar, todo lo que haces se devuelve.
CUERNO ITALIANO. Unicornio. Fue introducido por los Druidas de Escocia e Irlanda. Es asociado con la buena suerte y la buena fortuna. También es usado como el “ojo del mal”. Además significa que Satanás tomaría control de tus finanzas.
CRUZ TAU. Símbolo del dios Matras de los Persas y de Aryans de la India. Para ellos, Mathras era el ángel de luz, o la luz celestial. Es usado por modernos masones como símbolo de la T cuadrada.
CRUZ INVERTIDA: Simboliza burla y rechazo a JESÚS. Los satanistas se ponen estas cruces como collares. Puedes verla en cantantes de Rock y en las portadas de sus discos.
CRUZ DE NERON: También se le conoce como signo de “amor y paz”. Otro signo que es de burla a la cruz de Jesús. También significa: Las ruinas del hombre muerto. Apareció en algunos bastones de los SS de Hitler.
EL ESCARABAJO SAGRADO: para algunos este símbolo egipcio significa reencarnación. Es además el símbolo de Belcebú, señor de las moscas (satanás). Si los satanistas lo tienen puesto, significa que tienen poder y es fuente de protección.
“S” SATANICA: Representa un rayo cayendo, que significa “destructor”. En la mitología, era el arma de Zeus. Puesta en el cuerpo o en la ropa significa poder sobre los demás. Además usada por los temidos SS de la Alemania nazi.
CRUZ SATANICA: Cruz que cuestiona la deidad de Dios. Dentro del ocultismo representa los tres príncipes coronados: Satanás, Belial y Leviathan. Significa completa sujeción bajo Lucifer.
UDJAT: También conocido como “el ojo que todo lo ve”. Uno de algunos de los símbolos que significa “Rey del Infierno Lucifer”. Es quien ellos piensan sería pasado el juicio. La lágrima significa el lamento de todos aquellos que no pueden salir de su influencia.
LA LENGUA EXTENDIDA: Es símbolo de muerte. Uno de los integrantes del grupo Kiss (Gene Simmons) acostumbraba a realizar esta expresión. En las portadas de Rolling Stones,aparecía este símbolo.
PIRAMIDES. Representa a la trinidad de la idolatría demoniaca: Nimrod (padre) Semiramis (diosa madre) Tammuz (dios hijo).Se dice que desprenden descargas eléctricas positivas y que concentran poderes cósmicos. Son usadas como instrumentos de suerte y adivinación, porque supuestamente contienen revelaciones y profecías del mundo.
JUEGO DE CARTAS Juego de azar, diseñado para la burla de Dios y la de los mandamientos. El rey representa al diablo, la reina a María la madre de Jesús, dando a entender que de esta unión blasfema nació nuestro salvador. Los corazones rojos representan la sangre de Jesús, las espadas la persecución y destrucción de los cristianos. Una burla a los mandamientos ya que los simbolizan con el número de cartas en un mazo. Los adivinos creen solucionar el pasado, el presente, el futuro, y predecir la suerte del consultante. Este juego pertenece a la cartomancia la cual consiste en usar las barajas como medios adivinos; una práctica prohibida en La Biblia. (Deuteronomio 18:10-12).
Y la lista es larga, les invito a que ejerciten su mente y a su alrededor busquen alguno de los símbolos ya mencionados…
LAS FERIAS SE ACABARON
Pocos son los datos que se tienen para conocer cómo eran las Fiestas de Abril en el siglo XIX, pero la tradición de la quema de judas y el paseo charro viene de entonces. En la época porfirista se habla de que tuvieron mucho esplendor, pero son muy pocos los relatos y fotografías que de entonces hemos obtenido. El sábado 19 de abril de 1913 fue fatídico para los jerezanos ya que al ser tomada la ciudad de forma muy violenta y cruel, casi desapareció. Quienes sobrevivieron, pululaban como fantasmas, soportando atropellos constantes, mucha hambre, enfermedades y así terminaron muchas costumbres que le daban aires de cultura y grandeza a esta pequeña provincia. Y fue también en Abril, el viernes 14 (de Dolores) de 1916 cuando los villistas tomaron por enésima vez la ciudad, y la desmantelaron por completo. Por 22 días hubo un saqueo generalizado, desapareciendo así ricos mobiliarios, bibliotecas completas, pinturas, imágenes religiosas y cuanto veían mal parado los secuaces de Sabino Salas. Poco fue lo que se salvó de esa rapiña. Tres meses después, el hambre y una grave epidemia acabó con las dos terceras partes de la población de Jerez.
Don Francisco Reveles, cura de Jerez, inyectó entusiasmo entre la población para que se siguieran celebrando las fiestas de abril, y el 21 de abril de 1921 bendijo la campana mayor de la Parroquia, evento enmarcado en las fiestas, que dependían de la iglesia, ya que el ayuntamiento tenía especial preferencia por la celebración de las fiestas patrias.
Desde esa fecha, los jerezanos hacían esfuerzos por devolverle a Jerez el esplendor perdido, reactivando la pequeña industria y el comercio. Aunque había otro grupo, el de los agraristas, que tenían el mando político y más interesados estaban en hacerse de las antes fructíferas tierras de las Haciendas, convirtiéndolas después en ejidos improductivos y yertos.
En 1925, fue electa la primera reina de las Fiestas de Abril, y su coronación se realizó en uno de los andadores de la alameda. Ella fue Petrita Félix Sánchez, quien tres años antes fuera reina de las fiestas patrias.
Luego, se vinieron los conflictos de “la cristiada”, y todo el entusiasmo por revitalizar Jerez se fue al carajo. Entre los agraristas y las tropas de Anacleto López le dieron en toda la torre a la población. Fue hasta 1935 cuando tenemos noticias de que se reorganizaron las fiestas de primavera, con el auxilio de los militares acuartelados en Jerez al mando del Teniente Mario Ballesteros, quien coronó en esa ocasión a Cuquita Amozurrutia en el kiosco del jardín principal. De ahí, la organización de las fiestas de primavera fue corriendo a cargo de los comerciantes, y fue cobrando la importancia que tenía antes de la revolución, por ello en 1937 el gobernador del estado, Gral. Félix Bañuelos se dio su vueltecita por Jerez para coronar a la reina Josefina Escobedo Carlos (una niña de tan solo 15 años de edad).
El siguiente año, los organizadores de las fiestas se integraron en un “Comité Directivo para las Fiestas de Primavera”. José G. Gómez (autor de la Marcha Jerez) estuvo al frente de ese comité. Desde entonces se logró que personas representativas de la sociedad jerezana se encargaran del festejo anual. Nueva mentalidad, nuevos eventos, en los que destacó la “Exposición Agrícola Industrial y Ganadera”, que realmente fue la primera, aunque tales exposiciones se han computado desde 1959.
En los años cuarenta decae la fiesta, y solo hay noticias de que en 1944 se eligiera reina, siendo ella Rosa María del Río Lira, coronada por Jesús Vela en el Teatro Hinojosa.
En 1950, al término de la segunda guerra mundial, los jerezanos insisten en evolucionar y modernizar su fiesta, organizando eventos que se convertirían en tradicionales.
Para los que deveras eran charros se organizó “el juego de la sortija” en la alameda, que consistía en colgar listones de colores con una argolla de pocos centímetros de diámetro y el jinete tenía que ir a toda carrera en su caballo armado de una vara… y meter la vara en la sortija… ahora, los que dicen que son charros andan en friega lazando los judas,con el cuaco parado, y ni así le atinan…
En 1952 se convocó a las gentes más conocidas y más activas de Jerez para formar el Patronato pro feria, llamándole ya “Feria Regional de Primavera”, patronato encabezado por el Doctor José Acevedo Solís, el profesor Fernando Robles Zepeda, Antonio de Haro Saldívar y José Huízar.
En 1954 se realizó la primera carrera automovilística Zacatecas-Jerez que hizo muy famosa a la feria jerezana a nivel nacional, evento que sería interrumpido el 30 de abril de 1973 a causa de un grave accidente.
Como en 1957 el campo no fue favorecido con las lluvias, las fiestas de 1958 casi fueron suspendidas, no hubo elección de reina, limitándose a varios eventos aislados. Pero para que no murieran las tradiciones jerezanas, en 1959 se forma por primera vez la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material que por muchos años fuera la encargada de la organización de la Feria de Primavera.
Realmente era un honor el pertenecer a esta Junta, y por ello, quienes eran convocados para algún cargo, aceptaban de muy buena gana.
Cabe mencionar que durante la feria de Primavera de 1967, se realizaron los Juegos Florales “Suave Patria”, siendo los primeros y no los que organizaran el año pasado. El ganador de esos juegos se le entregó la “Flor de Oro” elaborada por don Pascual Torres, quien hiciera también la corona de la Virgen de la Soledad.
Es curioso, cuando la población de Jerez era menor, el Patronato de la feria (Junta de Mejoramiento moral, cívico y material) estaba integrado por casi una veintena de personas, cada una con una comisión qué cumplir. La feria dejaba utilidades jugosas. Ahora que la población es mayor, el patronato lo integran solo dos o tres gentes que actúan a su libre albedrío, sin pensar en el beneficio de Jerez, en el enriquecimiento y conservación de las tradiciones y costumbres… y nomás no dan una…
Don Francisco Reveles, cura de Jerez, inyectó entusiasmo entre la población para que se siguieran celebrando las fiestas de abril, y el 21 de abril de 1921 bendijo la campana mayor de la Parroquia, evento enmarcado en las fiestas, que dependían de la iglesia, ya que el ayuntamiento tenía especial preferencia por la celebración de las fiestas patrias.
Desde esa fecha, los jerezanos hacían esfuerzos por devolverle a Jerez el esplendor perdido, reactivando la pequeña industria y el comercio. Aunque había otro grupo, el de los agraristas, que tenían el mando político y más interesados estaban en hacerse de las antes fructíferas tierras de las Haciendas, convirtiéndolas después en ejidos improductivos y yertos.
En 1925, fue electa la primera reina de las Fiestas de Abril, y su coronación se realizó en uno de los andadores de la alameda. Ella fue Petrita Félix Sánchez, quien tres años antes fuera reina de las fiestas patrias.
Luego, se vinieron los conflictos de “la cristiada”, y todo el entusiasmo por revitalizar Jerez se fue al carajo. Entre los agraristas y las tropas de Anacleto López le dieron en toda la torre a la población. Fue hasta 1935 cuando tenemos noticias de que se reorganizaron las fiestas de primavera, con el auxilio de los militares acuartelados en Jerez al mando del Teniente Mario Ballesteros, quien coronó en esa ocasión a Cuquita Amozurrutia en el kiosco del jardín principal. De ahí, la organización de las fiestas de primavera fue corriendo a cargo de los comerciantes, y fue cobrando la importancia que tenía antes de la revolución, por ello en 1937 el gobernador del estado, Gral. Félix Bañuelos se dio su vueltecita por Jerez para coronar a la reina Josefina Escobedo Carlos (una niña de tan solo 15 años de edad).
El siguiente año, los organizadores de las fiestas se integraron en un “Comité Directivo para las Fiestas de Primavera”. José G. Gómez (autor de la Marcha Jerez) estuvo al frente de ese comité. Desde entonces se logró que personas representativas de la sociedad jerezana se encargaran del festejo anual. Nueva mentalidad, nuevos eventos, en los que destacó la “Exposición Agrícola Industrial y Ganadera”, que realmente fue la primera, aunque tales exposiciones se han computado desde 1959.
En los años cuarenta decae la fiesta, y solo hay noticias de que en 1944 se eligiera reina, siendo ella Rosa María del Río Lira, coronada por Jesús Vela en el Teatro Hinojosa.
En 1950, al término de la segunda guerra mundial, los jerezanos insisten en evolucionar y modernizar su fiesta, organizando eventos que se convertirían en tradicionales.
Para los que deveras eran charros se organizó “el juego de la sortija” en la alameda, que consistía en colgar listones de colores con una argolla de pocos centímetros de diámetro y el jinete tenía que ir a toda carrera en su caballo armado de una vara… y meter la vara en la sortija… ahora, los que dicen que son charros andan en friega lazando los judas,con el cuaco parado, y ni así le atinan…
En 1952 se convocó a las gentes más conocidas y más activas de Jerez para formar el Patronato pro feria, llamándole ya “Feria Regional de Primavera”, patronato encabezado por el Doctor José Acevedo Solís, el profesor Fernando Robles Zepeda, Antonio de Haro Saldívar y José Huízar.
En 1954 se realizó la primera carrera automovilística Zacatecas-Jerez que hizo muy famosa a la feria jerezana a nivel nacional, evento que sería interrumpido el 30 de abril de 1973 a causa de un grave accidente.
Como en 1957 el campo no fue favorecido con las lluvias, las fiestas de 1958 casi fueron suspendidas, no hubo elección de reina, limitándose a varios eventos aislados. Pero para que no murieran las tradiciones jerezanas, en 1959 se forma por primera vez la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material que por muchos años fuera la encargada de la organización de la Feria de Primavera.
Realmente era un honor el pertenecer a esta Junta, y por ello, quienes eran convocados para algún cargo, aceptaban de muy buena gana.
Cabe mencionar que durante la feria de Primavera de 1967, se realizaron los Juegos Florales “Suave Patria”, siendo los primeros y no los que organizaran el año pasado. El ganador de esos juegos se le entregó la “Flor de Oro” elaborada por don Pascual Torres, quien hiciera también la corona de la Virgen de la Soledad.
Es curioso, cuando la población de Jerez era menor, el Patronato de la feria (Junta de Mejoramiento moral, cívico y material) estaba integrado por casi una veintena de personas, cada una con una comisión qué cumplir. La feria dejaba utilidades jugosas. Ahora que la población es mayor, el patronato lo integran solo dos o tres gentes que actúan a su libre albedrío, sin pensar en el beneficio de Jerez, en el enriquecimiento y conservación de las tradiciones y costumbres… y nomás no dan una…
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