martes, 26 de enero de 2010

UNA TRAGICA HISTORIA: LA MUERTE DE LOS DOS NACHOS

MI ARCHIVO DESORDENADO
En días pasados se le dio mucha importancia a la donación que hiciera el cronista de Río Grande de 3 expedientes pequeños –sin relación entre sí-. Hasta sesión extraordinaria de cabildo se hizo para recibir tal donación. Se habló de que esos documentos son bastante importantes para la historia de Jerez, y hasta en un noticiero radiofónico se dijo que podrían cambiar lo que sabemos de nuestra historia.
Mi opinión muy personal, es que esos documentos por sí solos, no tienen valor. Son expedientes aislados que necesitan agregarse a los que ya se tienen para que sean más eslabones de la cadena que conforman lo que ha sido nuestro pasado. Había insistencia del cronista riogense por entregar esos papeles a un profesor de lentes que por ahí andaba. Mal haría, porque indiscutiblemente se perderían. La alcaldesa habló que serían enviados al archivo histórico para evitar que cayeran en manos de particulares.
La misma historia jerezana nos ha enseñado que los que menos interés tienen por cuidar el acervo documental, son precisamente las autoridades. ¿Quién no recuerda a un presidente municipal que ordenó quemar todos los periódicos de la hemeroteca jerezana? “quémalos, nomás tan ocupando campo” –recuerdo que le dijeron-. ¿Dónde está el archivo de la maestra Lupe Campos?. Cuando yo necesitaba algún documento o foto que tuviera que ver con el magisterio, el folclore jerezano o hasta la política de los años cuarenta iba con la maestra, y me facilitaba lo que ocupara. Hasta que me dijo, ya en los últimos años de su vida: “Ya no tengo mis papeles, se los entregué todos al municipio para que los valoren y utilicen”. Mucho los han valorado y mucho los han utilizado, que a la fecha nadie sabe donde están. ¿Qué pasó con el valioso archivo fotográfico “Garfias” que hace 13 años fuera recibido por el profesor Benito Juárez? Era una colección de fotografías de todas (dije todas) las fachadas jerezanas de los años 70, que estaban en 5 ó 6 largas cajas de madera. La última vez que supe de ellas las encontré arrumbadas entre algunos triques del Instituto de Cultura, llenas de polilla y humedad, casi deshaciéndose. Solicité mediante oficio, me permitieran escanearlas y clasificarlas, pero eran los tiempos álgidos y de ignorancia de la administración bermudista y por supuesto, que se me negó el permiso. En el archivo histórico del municipio tampoco están. Alguien las ha de tener, pero ni las recupera ni deja que otros las recuperen.
Y volviendo al tema de las donaciones, si por tres expedientes pequeños le dieron un reconocimiento al cronista de Río Grande. ¿Qué merecerá Bernardo del Hoyo? Pues él no ha donado unos cuantos papeles. No, la mayoría de las fotos antiguas que de Jerez se conocen, él las ha facilitado a todos los que se las solicitamos, menos a uno. Documentos, libros, lo que hable del ayer jerezano tiene el sello de Bernardo, que sin tanto argüende coopera con los que nos interesamos verdaderamente por recuperar el pasado histórico de nuestro entorno.
En Jerez solo hay cuatro repositorios o archivos de valía: El archivo parroquial que atinadamente fue rescatado y ordenado por Leonardo de la Torre Berumen, el archivo histórico del municipio que también está a cargo de Leonardo, y su archivo particular. Y por supuesto, el mío. (Hay que aclarar que el archivo de Bernardo del Hoyo no lo cuento porque está en Guadalupe, y es el lugar ideal donde abrevan todos los microhistoriadores de la entidad).
No es por presumirles, pero mi archivo lo considero el más floreciente, creciente y desordenado. Ahí hay documentos originales (y muchos) que hablan de Jerez en los siglos pasados. Hay fotocopias de expedientes completos. Hay fotografías (originales también). Copias digitalizadas de fotos, documentos, ilustraciones, etc. Y se ha nutrido de generosas aportaciones que gente de Jerez hace. “Tenga, le regalo estas fotos porque sé que usted sí las va a usar y dar a conocer”. “Venga por unos papeles, si no, los tiramos a la basura”. También de copias de archivos que se encuentran por diversas partes del mundo y que me son enviadas por correo (de ese que muerden los perros) y por e-mail. Hay libros familiares (de esos que escribían las abuelas o abuelos para dejar constancia de diversos hechos ocurridos en su familia). Recetas antiguas, impresos viejos, etc. Mención aparte, los documentos que en archivos del otro lado del charco me han sido enviados.
Antes, acostumbraba atender con amabilidad a quienes acudían a solicitarme algún dato, foto o les contara sucesos antiguos. Ya no, con la misma amabilidad que me caracteriza (¿cuál?) los mando donde oficialmente los deben atender, aunque casi siempre los dejan igual.
UNA TRAGICA HISTORIA: LA MUERTE DE LOS DOS NACHOS
Los lectores de este semanario se han quejado de que ellos no tienen la culpa de que haya inserciones que ocupen planas completas, y que les quiten espacio a los columnistas. “Mire, yo compro el periódico nomás por ver las mafufadas del pitirijas, los sesudos e irónicos análisis políticos de Tito Cortés, los recuerdos de Javier cuando andaba de cabrón y las mentiras que usté cuenta”. A veces hasta me dicen que les devuelva sus seis pesos, cuando no aparece esta página. Y uno de esos pocos lectores, me pidió escribiera más sobre las atrocidades del “Dañel Vanegas” del que he relatado algo ya en números pasados. Y p’os, dicen que recordar a los que hicieron mal, es engrandecer a desgraciados, yo hago esta narración solo con el afán de que no se pierdan los sucesos históricos. La historia a veces es gacha, pero más gacho ha de haber sido el sufrimiento de quienes vivieron sucesos tormentosos.
El 30 de octubre de 1913 los revolucionarios tomaron Jerez, y no hubo intentos de los federales de retomar la plaza, así que los generalazos de la División del Centro se instalaron en las mejores casas de Jerez. Justo e Isidoro Avila, Santos Bañuelos, Inés Vargas se peleaban por conseguir la mejor finca. En sus ratos libres, ponían a los soldados a que escarbaran, buscaran en los pozos y destruyeran las macetas, buscando las riquezas que suponían habían dejado los dueños de esas fincas. Los demás jefes revolucionarios se posesionaron de ranchos y haciendas. Daniel Vanegas, que había sido peón en “El Ojo de Agua”, floreciente hacienda de don Teodosio Salinas, para pronto la convirtió en su feudo. Lugar en que se realizaban todo tipo de tropelías y maldades.
Luego de que fuera tomada Zacatecas, el 24 de junio, los villistas se sintieron completamente seguros y dueños de Jerez, por lo que los asesinatos que cometían eran cosa de todos los días.
Daniel Vanegas tenía rencor con don Refugio Peña, un señor que andaba ya por los ochenta años, y le tenía rencor porque cuando Dañel era “boyero” (de los que le pican la cola con el gorgúz a los bueyes para que caminen) don Cuco no le quiso prestar una lana. Y como ahora el antiguo boyero era de los meros villistas, el señor Peña se había ocultado con la intención de buscar el momento propicio para salir de la ciudad a escondidas.
Los secuaces de Vanegas lo encontraron por casualidad y lo aprehendieron la tarde del 28 de julio. Allá en el Ojo de Agua lo estuvieron martirizando para que les dijera donde había escondido la lana, y como don Cuco ya no tenía, se lo llevaron rumbo al rancho de San Antonio donde lo acuchillaron de manera cobarde. Aún moribundo le cortaron un dedo para sacarle un anillo que parecía de oro. Dicen que don Cuco tenía dos dientes de oro, mismos que con una piedra el propio Vanegas se los desprendió y se guardó en el bolsillo del chaquetín. El oro es el oro…
Gente piadosa que encontró luego el informe cadáver lo sepultó al pie de un barranco. Cuando pasó la era del terror villista, sus familiares exhumaron sus restos y los llevaron al panteón de Dolores, donde todavía está su lápida.
Gente de la peor ralea conformaba la tropa de Dañel Vanegas, que estaban en la revolución no por seguir ideales nobles, sino por deseos de venganza, de riqueza, de poder. La crónica respetable de don Juan Nepomuceno Carlos relata que el 2 de agosto de ese año, don Nachito Acosta se disponía a comer, cuando llamaban a la puerta de su casa. Pero no llamaban haciendo toc, toc, sino golpeando con las culatas de los rifles la puerta y profiriendo todo tipo de amenazas e insultos. Don Nacho fue de inmediato a ver qué ocurría, encontrándose con la desagradable sorpresa de que era el mismo Dañel Vanegas, quienes con todo y caballo se metieron a la casa. Doña Carmen corrió al lado de su esposo (don Nacho), dispuesta a compartir con él la suerte que le tocara.
Vanegas quería que don Nacho, que había sido cochero de don Teodosio Salinas, a quien le arrebatara el Ojo de Agua, le entregara las escrituras de la hacienda. Como andaba bien briago Vanegas, no entendía razones y lo sacóa a empellones y a golpes de la casa. Ante el alboroto, salió a asomarse don Ignacio Rodarte –que había sido sirviente de los Félix de Arellano-, y pa’pronto que se lo pescan los villistas, y se lo llevan junto con su tocayo para el Ojo de Agua.
La esposa e hijos de don Nacho Acosta, los siguieron, con la esperanza que Vanegas los soltara sin matarlos. Pero cuando llegaban, les formaron cuadro para fusilarlos. Don Nacho Acosta no pudo soportar ver ahí a su familia suplicando por él, y bajó el ala de su sombrero sobre su cara. Don Nacho Rodarte cubrió su cara con el antebrazo derecho y agachado recibió también las descargas que acabaron con su vida. La esposa sollozaba sin poder arrimarse a donde estaba el cadáver del señor Acosta. Los hijos, con mirada espectante primero, y llorando después, guardaron para siempre el recuerdo de cómo había sido asesinado de manera cobarde su padre.
Pero Vanegas, que andaba más cuete que de costumbre, ordenó a sus secuaces que colgaran los cuerpos en la salida a Jerez (por el rumbo del camino al Huejote). Tampoco ahí les permitieron acercarse a los familiares. Doña Carmen se fue para Jerez, consiguiendo que el jefe de armas (Isidoro Avila) le diera permiso para recoger el cadáver de su esposo, mientras que el otro asesinado estuvo colgado toda la noche y hasta el siguiente día fue recogido por sus familiares. La tarde del 3 de agosto, dos negros ataúdes fueron llevados al Panteón de Dolores por una silenciosa multitud, que maldecían a Vanegas, y a todos los revolucionarios, que creyéndose omnipotentes se hacían dueños de las vidas, de las propiedades y de los dineros…
¿Y EL DINERO?. Pues me dicen que ya se conformó el comité pro festejos del bicentenario. Mis felicitaciones a la maestra Nicolasa Sánchez (un afectuoso abrazo navideño), Emilio H. Torres Márquez y a la culta señora Chole Berumen de Ramírez. Les deseo suerte en su encomienda, porque dinero… no creo que les den. Los funcionarios municipales y regidores van a andar en otros bretes, porque aparte de ser el bicentenario del inicio de la independencia y centenario del inicio de la revolución, es año político, y todos andan viendo ya a cual carreta se trepan o trepan a sus familiares.
GRACIAS. Muchas gracias a Silvia Vanegas Reveles por haberme conseguido la enciclopedia de la revolución. (Su apellido no tiene nada que ver con el de la narración, aclaro). Mis deseos que doña Jesusita se encuentre bien de salud. Y Feliz Navidad a todos los que se toman la molestia de pasar sus ojos por esta página.

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