La semana anterior narraba una leyenda de El Fuerte, de la casa que don Porfirio comprara y que dentro de una falsa pared encontrara un fabuloso tesoro. Pero… ¿Quién emparedó ese tesoro y por qué lo dejó ahí?
Quizás esta interrogante tenga respuesta si le hacemos caso a la vieja leyenda que cuenta de un "sucedido" que ya nadie recuerda pero que dicen fue palpable realidad.
LLEGAN LOS CONDES DE RETES
A principios del siglo XIX, cuando todavía no éramos nación mexicana sino la Nueva España, se dice que llegó a América una pareja de jóvenes esposos pertenecientes ambos a la nobleza española, y se vinieron a radicar directamente a El Fuerte, con el propósito de comerciar con metales preciosos, es decir ellos con una disponibilidad amplia de dinero comprarían aquí oro y plata para enviarlo a España por el único medio de transporte de entonces o sea por mar, con los riesgos y peligros que ello implicaba. Por principio de cuentas edifican una gran mansión obviamente de estilo colonial y ahí comienzan su preciada tarea.
Es tan vieja la leyenda que el nombre de él se perdió en el olvido, sólo se sabe que pertenecía al linaje de los llamados Condes de Retes, en cambio el de ella si se conserva en la memoria, se llamaba Arcadia González.
Como en esos tiempos las cajas fuertes no se inventaban, la pareja optó por hacer una bóveda en medio de dos cuartos levantando una gruesa contrapared y dejando en medio la oquedad requerida. Cuando aquella original caja de seguridad quedó terminada, se le dotó de una pequeña ventana en la parte alta y por ahí empezaron a vaciar a granel barras de oro y plata, así como monedas de alta denominación en oro. Para llevar a cabo esta tarea de compra y almacenamiento se tardaban años, para así completar un buen cargamento y enviarlo a sus contactos a España.
La armonía y felicidad de la pareja hubiera sido completa a no ser por una sola cosa: no pudieron tener hijos. Esto provocó una gran frustración en los dos, dando por resultado ciertas desavenencias que mermaron la buena marcha de aquella relación.
En la casa tenían a su servicio una bella doncella sierreña y sonrosada que se había traído del rumbo de Batopilas a donde viajaban seguido a hacer sus arreglos de las compras de oro y plata.
Aquella joven pronto salió embarazada por culpa del patrón, esto lo supo perfectamente la esposa y para "desembarazarse" de aquella situación que sería una gran vergüenza ante el aristocrático círculo social que les rodeaba, el español optó por desaparecer a la sirviente a la cual se dice envenenó y sepultó clandestinamente en un lugar oculto en la mansión, y propalando por supuesto la versión de que la joven se había ido para su tierra.
Pero este caso se repitió con otra joven en iguales circunstancias y con los mismos resultados. Esto por supuesto indignó en grado superlativo a su esposa Arcadia, y las relaciones conyugales tomaron cariz tenso y hasta peligroso; no tuvo vuelta, a eliminar también a esta otra; él quizá pensaba así como había eliminado a las dos mujeres hacerlo igual con su esposa para así rehacer su vida con quien sí pudiera darle hijos, cosa que era su gran preocupación, pues cómo se iba a cortar la dinastía de los Retes. Ella por su parte no dormía con el temor de correr igual suerte, ya que a esas alturas nadie podría haber asegurado que la salud mental de uno o de los dos cónyuges seguía siendo cien por ciento normal. Con ese estado las cosas, en esa tensión constante, la hermosa Arcadia una noche lo decidió todo.
A la siguiente noche ya estaba velando el cuerpo del apuesto Conde de Retes, quién horas antes había muerto repentinamente de una fuerte intoxicación. Le pegó "congestión" dijo la gente, efectivamente lo habían "congestionado" tres diminutos gramos de estricnina aplicada cuidadosamente en la comida.
La bella Arcadia mando embalsamar el cuerpo de su "querido" esposo y cuando estuvo listo, cerró el portón que era la única entrada a la mansión y así cuerpo y dama se fueron a la capital de la Nueva España, a la ciudad de México, y de ahí lo llevó a Veracruz embarcándose en ese puerto rumbo a España naturalmente. Toda esta etapa hasta aquí narrada debe haber transcurrido entre 1800 y 1810. Doña Arcadia preparaba su viaje de regreso acá en México cuando a un cura se le ocurre prender la mecha de un movimiento independentista, esto hace que la dama suspenda obviamente su regreso, pues la cosa se ponía fea en verdad, ese cura de nuestra historia todos sabemos que se llamó don Miguel Hidalgo y Costilla. Y como la guerra de independencia duró once años, fueron al parecer los mismos que doña Arcadia permaneció en España sin poder volver acá al Fuerte, todo ese tiempo su casa permaneció cerrada y su tesoro ahí incólume durmiendo el sueño de los justos.
Llegó el año de 1921, México recobró su libertad que por 300 años había perdido; españoles y otros extranjeros pudieron nuevamente viajar sin sobresalto por el nuevo país que tomó el nombre de República Mexicana; y entonces la ahora otoñal doña Arcadia un día se apareció por El Fuerte, abrió el oxidado portón de su casa, abrió las espaciosas habitaciones y demás piezas que componían la propiedad, donde se percibía un fuerte olor a humedad, se dio a la tarea de dejar su casa como antes y prosiguió con su antiguo oficio de comprar metales preciosos que iba almacenando día con día, sin ninguna prisa en el lugar de siempre.
Echándole números al asunto podemos sacar las siguientes conclusiones: Si doña Arcadia regresó cuando ya se habían aplacado los ánimos y los disturbios de la guerra, debe haber sido por 1825, en la fecha ella debe tener de 45 a 50 años; luego como se dice que permaneció trabajando en El Fuerte algunos años. Así vivió doña Arcadia como única dueña de aquello tan oculto pero que todo El Fuerte conocía o al menos sospechaba.
Un día Doña Arcadia tapó cuidadosamente la entrada de su preciada bóveda, la enjarró, cerró el zaguán y se fue de viaje a la capital de lo que había sido la Nueva España, la ciudad de México, que orgullosamente ostentaba hoy el titulo de Capital de la República Mexicana, aunque regida por un dictador como lo fue el General Antonio López de Santa Anna; Se cuenta que Doña Arcadia ya no volvió, que desapareció misteriosamente y que su casa no se abrió en muchos años; otros dicen sin asegurarlo, que Doña Arcadia murió en El Fuerte y que al no tener familiares aquí, la casa fue cerrada por las autoridades pasando así mucho tiempo, de tal manera que quedó sin dueño por mucho tiempo y como el país ya independiente siguió en guerra no hubo reclamación de nadie por la propiedad.
“MEXICO MUTILADO” es el nombre de una novela de tipo histórico que hace tiempo mencionaba en esta columna. Y ¿a que no saben qué? Desde Estados Unidos, Ezequiel Ramírez me hizo el favor de enviarme esta obra original de Francisco Martín Moreno. Muchas gracias Ezequiel. En los días anteriores a la Feria de primavera, también tuve el grato placer de recibir un disco de Raúl Carrillo Huízar, con sus composiciones musicales. En aquellos días no tuve la oportunidad de escucharlo como se debe. Ahora sí, me da gusto comprobar que hay personas que le echan ganas a lo que hacen. Luego comentaré sobre su obra, don Raúl. Mil Gracias y reciba un afectuoso saludo.
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