sábado, 1 de octubre de 2011

LAS ANIMAS DEL PUENTE DEL RIO CHIQUITO

NO ESTOY PARA DARLE GUSTO A NADIE. Aclaro que yo escribo aquí, porque me gusta, no por obligación, ni porque le quiera echar competencia a nadie. Así que a quien no le guste lo que aquí plasmo, lo invito a que lea otra cosa, aunque sea la envoltura del papel del baño o cualquiera de esos hebdomadarios medio fantasmones que aparecen cuando hay año político y desaparecen cuando se acaban las elecciones. No escribo de política ni de cosas de esas, para eso están los que por años han mamado de la ubre gubernamental y cuando se les acaba la lechita patean gachamente la vaca. Así que mejor disfruten de esta leyenda jerezana:
LAS ANIMAS DEL PUENTE DEL RIO CHIQUITO
Todavía los historiadores no se explican el porqué la Villa de Xerez no se fundó obedeciendo las ordenazas reales, que indicaban que toda población debía hacerse al lado oriente de los ríos con el propósito de tener mayor sanidad en el uso de las aguas. Y la villa se comenzó a fincar precisamente al poniente del río Chiquito y muy retirada del río Grande. Tal vez sería porque los veneros de agua provenientes de la sierra de Los Cardos estaban casi a flor de tierra.
El río Chiquito nacía en un ojo de agua que manaba constante en terrenos al norte de la villa, posiblemente originado por un afluente subterráneo emanado del siempre caudaloso río grande de Jerez. Esa vía de agua era el límite oriente de la Villa, después, estaban varios caseríos informes, como el barrio de “El rescoldillo” y el ranchito de San Pedro habitados principalmente por mestizos e indios tarascos. En tiempos de lluvias era imposible pasar el arroyo de aguas casi quietas que se convertía en caudaloso y bronco río por lo que a principios del siglo XIX las autoridades decidieron hacer un puente “de cal y canto”. También se necesitaba un puente en el río grande, pero esa era una obra impensable por la anchura y bravura de su caudal.
En la parte inferior derecha se puede ver el nacimiento del Río Chiquito.

En los documentos existentes en el Archivo General de la Nación encontramos que tuvieron que ademar con piedra labrada más de 50 metros de cada lado de donde se construiría el puente, además de hacer cimientos mucho muy profundos porque la tierra era arenisca y blanda. El presupuesto fue rebasado y con mucho, porque fue necesario poner barandillas a los lados del puente que se estrenó en abril de 1809 con el consiguiente júbilo de los habitantes de la villa que le llamaron “De San Luis” y que con esa vía de comunicación crecería poco a poco hasta juntarse con el río Grande.
Este puente se encontraba por el lado norte de la calle de San Luis, frente al mercado, casi donde estaban “El Caballito” y “La Bodega Roja”. 
Cuentan las crónicas (de cronistas de antes) que en una casucha muy cercana al puente vivía una joven mestiza conocida como María Rosa y un soldado llamado Pedro Menchaca. La pareja tenía una existencia feliz, pues con lo que sembraban en su pequeño huerto y la paga del soldado satisfacían plenamente sus necesidades. Pero ocurrió que los soldados fueron llamados a sofocar la rebelión que iniciara el cura Hidalgo, allá por la muy lejana villa de Dolores. El soldado partió pues para Huejúcar y Colotlán, con su compañía, no sin jurarle a su mujer que estaría de regreso antes de que naciera el hijo que ella esperaba.
Al despedirse en el puente, ella con gran tristeza y muchas lágrimas  le expresó que todos los días estaría esperando su regreso en ese lugar.  De noche o de día, con sol o lluvia María Rosa cumplió su palabra y a pesar de su avanzado estado de gravidez siempre acudía al puente en espera de su amado soldado.
Pedro Menchaca, constantemente le enviaba dinero y comestibles, por medio de otros soldados a los que indicaba le dijera que aunque la guerra parecía no tener fin, pronto estaría con ella. Luego de algunos meses, ella por fin tuvo una niña. Y su nacimiento coincidió con la llegada de un soldado que llevaba los acostumbrados recados, además de pan y dinero.
Pero, ya unos hombres ambiciosos se habían dado cuenta que María Rosa recibía dinero, que aunque era bien poco, serviría para aplacar su codicia.  En cuanto se alejó el militar, los torvos sujetos entraron a la casucha y descargaron las hojas afiladas de sus cuchillos sobre los cuerpos de la mestiza y de su hija. Las víctimas no exhalaron ningún grito ante el sorpresivo y cruel ataque.
Fue hasta el tercer día que las vecinas se dieron cuenta del alevoso crimen, cuando advirtieron que María Rosa no acudía al puente como acostumbraba hacerlo. Las autoridades de la villa nada hicieron por investigar el crimen, y manos piadosas dieron sepultura en una misma fosa a las dos asesinadas.
La casucha abandonada pronto quedó en ruinas, pues el soldado y su compañía nunca volvieron. Poco a poco el crimen se fue olvidando, aunque los vecinos del río chiquito, del lado oriente del puente, aseguraban escuchar gritos crispantes, desgarradores y hasta el llanto lastimero de un recién nacido. Luego de ser testigos de espantables apariciones, acudieron ante el alcalde mayor, quien no les hizo caso alguno, ni siquiera el cura de la parroquia de la villa se dignó tomar en cuenta sus miedos. Los vecinos juraban que en el puente, donde María Rosa esperaba a su marido, se aparecía un ánima cargando a un bulto pequeño. Insistían en que los espectros se situaban en el sitio en que ella en vida juró aguardaría el regreso del amado.
Cuentan que las apariciones fueron frecuentes y que la gente temerosa comenzó a evitar pasar apenas pardeaba la tarde. Entonces a alguien se le ocurrió quemar la casucha, sugiriendo que así terminarían las apariciones. Cosa inútil, pues aquellas figuras dolientes continuaban vagando hasta llegar al puente. Dicen que hubo quien se atreviera a preguntar a los espectros el motivo de su penar esperando, quizá, les dijeran de algún tesoro o algo. Pero el ánima solo sollozaba y pedía justicia, mientras que el bebé lloriqueaba. Muchas veces fueron las ocasiones en que los religiosos rociaran con agua bendita el lugar donde había estado la casucha y todo el camino hacia el puente, y el puente mismo. Pero las ánimas seguían manifestándose.
La ya pequeña ciudad fue creciendo, y el puente quedó incorporado a la calle, pues a ambos lados del río Chiquito se levantaron fincas. Ahí estaba el mesón de San Antonio, con puerta para la calle de San Luis, y pegado a él, el de Santa Rosa que daba para el callejón de las Tunas. El río chiquito poco a poco fue perdiendo su caudal, convirtiéndose luego en drenaje, siendo entubado allá por los años setenta del siglo XX.
Hay quienes aseguran que en las noches tranquilas en que se cruza por el lado norte de la calle de San Luis, precisamente donde estaban El Caballito y La Bodega Roja, se puede ver la silueta de una madre con su bebé en brazos que solloza y se lamenta profundamente porque su soldado no ha regresado.
En las cercanías de "La Violeta" y la Fábrica de Sodas de don José de Lara dicen que ocurrió esto.
MUCHAS GRACIAS. El pasado 15 de septiembre fueron bastantes las personas que se acordaron de mí (pero bien). Les agradezco sus deseos y felicitaciones. Hoy terminé el Tercer tomo de “Leyendas y Relatos de Jerez”, mismo que muy pronto estará a la venta, en los mismos lugares donde se venden los demás: en NEVERIA EL PARAISO, en REGALOS GERSY, en Discos y Cassetes ARA, con don Miguel Estrada (en los portales del mercado), en VIDEO REC, en PUBLICACIONES SOFIA, en Artesanías VIQUEZ (Junto a la Presidencia),  en Reforma No. 51 y en otros lugares más.