viernes, 29 de octubre de 2010

RECUERDOS DEL JEREZ DE ANTAÑO



Algunos lectores me han mencionado que les gustaría muchísimo conocer en su totalidad las memorias de don Margarito Acuña, de las que he ido sacando algunos apuntes en estas últimas semanas, pues nos hablan del Jerez de la última mitad del siglo XIX y primera del siglo XX (1850-1930). Esas memorias son un testimonio escrito de una persona que fue testigo de los acontecimientos que narra, y en ellas encontramos mucha riqueza de narración.
Ahora les ofrezco algo más de esas memorias:
RECUERDOS DEL JEREZ QUE YO VIVI
“Aunque por los años que cargo sobre mis espaldas soy ya un viejo que está por pasar a la eternidad, por mi entusiasmo para estas cosas me considero joven; pero no se me oculta que lo que llevo escrito está en desorden y mi parte quiero evitarlo en cuanto pueda y para ello empezaré por el centro de la población (Jerez), describiendo lo que para mí sea de recordar y que sea a la vez de positivo interés para quienes lean estos apuntes. Seré breve y conciso en lo que diga pues así lo creo necesario.
Por la calle del Santuario que divide la ciudad antigua (al poniente), diré que en la acera del poniente del Jardín está la portada y frente de lo que fue la antigua Jefatura Política y anexa a la misma la Penitenciaría en el siglo pasado y primera decena del actual. Es notable por su estilo colonial; de sólida construcción aunque de mal gusto arquitectónico.
Siguen en la misma acera (hoy casas comerciales) la que fue casa de don José María Carasa, donde vivió y murió. Este señor era español que vino a México en un batallón de la Península, el año de 1814 y le tocó militar en esta región contra los insurgentes. Cuando terminó la guerra, él se vino a radicar a la entonces villa de Xerez, donde se licenció del batallón a que pertenecía. Seguro era persona muy honorable y bien vista en la región por razón de que gobernó la hoy ciudad con el título de Alcalde, en el año de 1833. Todavía en 1895 lo ví y aunque estaba ya muy anciano, se conservaba muy erecto pues el bastón lo usaba más bien como por costumbre pero no que le fuera indispensable. Se conservaba muy tieso, guapo y pulcro en su vestir, como si fuera un joven todavía.
En la rinconada que forma el Portal de los Escobedo y la acera sur del jardín, a regular altura había una hornacina en el muro donde se encontraban dos estatuas de cantera que correspondían a los Santos Patronos de la Villa, San Ildelfonso de Toledo y Santo Domingo de Guzmán. Decía mi padre que éstas fueron quitadas a raíz de la Guerra de Reforma, por los liberales jerezanos, quienes lazaron las imágenes y a cabeza de silla las arrastraron haciéndolas pedazos (unos Llamas y Escobedos). También en ese tiempo perdió su cabeza uno de los Santos fundadores que de piedra estaban sobre unas columnas en las dos esquinas del atrio parroquial. Así duró muchos años, mutilada, hasta que el señor Cura Macías la restauró, como lo ve hasta la fecha.
Como algunos años estuve fuera de Jerez, cuando volví a la ciudad a principios de este siglo, ya no existía el señor don José Ma. Caraza. Parecía un Patriarca con su larga barba blanca que le llegaba hasta el pecho; su extirpe a la fecha parece ya haberse extinguido.
El “Salón Verde” o “Casa del Campesino” ocupa el lugar donde antes existía el Monte de Piedad (Montepío), que se incendió sin saberse el motivo y en cuya catástrofe se perdió mucho dinero en las prendas allí depositadas.
En lo que fue la Calle Nueva (Aquiles Serdán) estuvo el primer templo protestante que era a cargo de un señor de apellido Fernández y a quien en Jerez le decían el “Berrendo” por “Reverendo” (ignorancia o mala fé, no sé decirlo) como le llamaban los suyos. Poco duró este templo que se abrió al culto después de la Guerra de Reforma, pues los muchachos les hacíamos muchas travesuras cuando estaban los fieles en su culto.
Frente al Santuario está el hermoso edificio de la Escuela “De la Torre”, cuya fachada es de cantera y está conceptuado como una verdadera obra de arte. Fue construida por el arquitecto don Dámaso Muñetón. El interior es reducido y antihigiénico por lo que se le considera inapropiado para el uso a que se destina.
El Santuario con sus dos torres gemelas y sus hermosos pórticos simétricamente ubicados, son notables por su construcción artística y de una belleza incomparable si se miran detenidamente. Transversalmente siguen las calles de “Las Flores” y “La Aurora”. En esta última y en la cuadra sur se encuentra el edificio que fue la casa de D. Antonio Sánchez Castellanos, levantada en la antepenúltima década del siglo pasado y que llama la atención por su belleza arquitectónica. El mueble para esta casa fue traído de París por los señores dueños; pero toda ella fue destruída por los revolucionarios que en 1914 encerraban caballada en las piezas, destruyendo el costoso mueble y espejos de tamaño entero, de procedencia francesa, costosos por su valor.
El señor Sánchez Castellanos y su esposa doña Guadalupe, su hermana, fueron benefactores de la ciudad pues a sus expensas construyeron el edificio llamada “Hospital Sánchez Castellanos” ubicado en la Plazuela llamada del Diezmo, llamada así porque allí estuvieron por más de doscientos años las bodegas donde se almacenaba el maíz colectado por concepto de diezmos en la Parroquia de Jerez. Anexo al Hospital estaba el Templo que se dedicó a la Virgen de Guadalupe y del que sus últimos Capellanes (también del Hospital) los señores Pbros. D. Aureliano Escalante y don Mariano Ballesteros, éste último era español. La Capilla estaba acondicionada de tal manera, que los enfermos desde el corredor del patio interior podían oír la santa misa. La revolución carrancista en el primer cuarto del siglo actual profanó el templo y convirtió en Cuartel al Hospital. Los señores Castellanos para la mejor atención del Hospital trajeron religiosas Mínimas de la Ciudad de León, Gto., que le tuvieron a su cargo hasta que el salvajismo carranclán las expulsó y obligó a huir de la ciudad cuyos habitantes tanto las respetaron y amaron…”.
MAS HISTORIAS DE CRISTEROS, REVOLUCIONARIOS Y DE TESOROS. Varios correos he recibido en donde me solicitan que retome temas de este tipo y ofrezca más narraciones. Sí tengo mucho material, y poco a poco lo daré a conocer. Mientras tanto les invito a que lean mis libros que están a la venta en Nevería “El Paraíso”, “Regalos Gersy”, Discos y Cassetes “Ara”, con don Miguel Estrada en los portales del mercado (donde venden los periódicos), en Publicaciones “Sofía” (allá junto al puente del río grande) y en la plazuela (frente al Porky). Y el libro encantado, nomás no puedo terminarlo… pero antes de que termine este año ya estará listo. Lo prometo.

EL PRIMER PANTEÓN


Hace tiempo comentaba acerca del descubrimiento que hizo Leonardo de la Torre Berumen, en los archivos de no sé donde, que ayuda mucho a esclarecer parte de la historia jerezana. Yo siempre he dicho que “la investigación histórica, es una investigación siempre en marcha”. Y me entusiasma mucho el encontrar el eslabón que une a diversos acontecimientos. Me llena de agradecimiento cuando me prestan documentos o fotografías antiguas y me permiten copiarlas. Así, Leonardo encontró documentos con los que la historia del Panteón de Dolores se modifica, pues según esos papeles el primer panteón (luego de los atrios de la Parroquia y del Templo de San Miguel), estuvo situado donde antes se había erigido un templo dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe. Ese templo levantado por la familia De la Torre estaba entre las calles de la Parroquia y del Espejo (la parte trasera del templo es donde están los Baños Lourdes).
Además de ser templo y panteón, también fue cuartel de los franceses, como nos lo explica don Margarito Acuña en sus memorias: “Por la calle de la Parroquia, por muchos años estuvieron las ruinas de un templo que se dedicó por los españoles, los señores de la Torre, a la Virgen de Guadalupe. En la ocupación francesa sirvió de cuartel y de ahí jamás volvió al servicio a que se destinó. Sus bóvedas se cayeron y sirvió de troje y corral. A fines del siglo pasado (se refiere al XIX) haciendo unas excavaciones en su interior, se sacaron muchos restos humanos y pedazos de gamuza, por lo que se creyó que eran de los chinacos que capturaban los franceses y después de fusilarlos, ahí los sepultaban sin que nadie se diera cuenta. También se decía que esos restos estaban ahí porque cuando prohibieron sepultar en los atrios de la parroquia y santuario, se usó el terreno de la capilla como primer panteón”.
Don Margarito también nos da luz acerca de los restos que hace poco tiempo fueron encontrados en la calle de la Aurora, cerca de la sacristía del Santuario, nos cuenta que: “Los pórticos del Santuario, almenas de las esquinas y el balaustrado que los circunda, se terminaron en el año de 1876 pero no me acuerdo cuando se inaugurarían. Lo que sí me acuerdo es, que al arreglar el piso para poner árboles quitaron muchas lápidas sepulcrales y sacaron muchos restos humanos por ser parte ahí del antiguo Camposanto de la Iglesia del Hospital de San Miguel, del barrio de los indios. Estos restos se volvieron a enterrar en zanjas al lado sur junto a un callejón que se abrió para dar paso de la calle de la Aurora a la calle larga”. Con eso confirmo la versión que ofrecí en su tiempo de esos restos, y desmiento por completo las vaguedades que diera el entonces aspirante a cronista.
Entonces, el panteón de Dolores se creó en 1842 más o menos, y no fue Juan Juárez –alias Melcochilla- el que tuviera el nada agradable honor de ser el primero sepultado ahí, sino en el otro panteón, en el primero, del que ignoro cómo se llamó. Y ya que andamos por los panteones, les vuelvo a relatar una historia que gustó mucho:
LAS MONEDAS DE LA MUERTE
“Don Ramoncito, era un arpista ciego que acostumbraba tocar su pesado instrumento en la cantina 30-30, en la esquina del callejón de la Parroquia y calle Dolores. El inventaba corridos, cantaba canciones de época y tocaba valses muy sentidos.
Los domingos a medio día cargaba con su instrumento y se sentaba en los escalones del atrio de la Parroquia, donde interpretaba muchas piezas, esperando la caridad de la gente que salía de misa de once. En una de esas ocasiones, un tipo al que le gustaba el juego y la mala vida, se acercó y le sustrajo las monedas que Ramoncito había recolectado en su sombrero que estaba sobre el piso. Ramoncito, aunque ciego, advirtió que lo estaban robando, y tentaleando tomó su sombrero y notó que no tenía ninguna moneda de las que había oído que caían. “¡No seas tan desgraciado, deja mi limosna, esas monedas representan para mí la vida, y para ti son la muerte! ¡No me robes, no me quites lo que no me das! ¡No seas méndigo ni tan hijo de tu…!”.
Pero el ladrón se fue riéndose de la indefensión del ciego músico. Y así, en muchas ocasiones le robó al arpista sus monedas. Sucedió que el ratero acudió un día a un sepelio, y mientras enterraban al difunto, él se entretuvo con varios tipos de su calaña jugando cartas arriba de una lápida, tan entretenidos estaban que se les hizo noche. Y por el frío y la oscuridad se fueron retirando uno a uno. Hasta que solo quedó el tipo que le robaba las monedas al arpista.
Se dispuso a guardar el dinero que había ganado jugando, cuando una de las monedas se cayó y brincó quedando en un resquicio de un mausoleo. Una moneda es una moneda, por lo que metió la mano al agujero donde oyó que cayó. De pronto su brazo quedó aprisionado fuertemente. Sus ayes de dolor, sus gritos de auxilio nadie los escuchó.
Al otro día, los encargados del panteón, lo encontraron muerto, su cuerpo rígido, con una mueca de terror, y al liberar su brazo notaron que tenía el puño fuertemente cerrado aprisionando una moneda. Nadie se imaginó la noche de terror que habría pasado antes de morir.
Efectivamente, como dijera el ciego: Las monedas serían su muerte. Los vecinos del lugar contaban que en las noches más frías y oscuras, se escucha como si rodara una moneda, y luego se ve una sombra siguiendo la moneda por entre las lápidas del lado norte del panteón de Dolores.

PIONEROS DE LAS COMUNICACIONES EN JEREZ

 La villa de Xerez de la Frontera desde su fundación había transcurrido su vida en una soporífera y muy plácida calma. Las noticias que de fuera llegaban, tardaban mucho tiempo en ser conocidas, dependiendo además de la estación, ya que se transmitían por vía de los carreteros que traían mercancías a la región. En tiempos de lluvia, se tardaban más, porque no podían atravesar las crecidas corrientes de los entonces caudalosos ríos. Ellos de manera oral informaban a la gente de lo que acontecía en otros lares, con lo que la comunicación se recibía tardía y las más de las veces, bastante distorsionada.
Los carreteros jugaron un papel fundamental en el desarrollo de los pueblos, pues fueron ellos con sus conductas o atajos de mulas los que llevaban alimentos, muebles, madera, vestido, etc. Prueba de su importancia, se puede ver en el tercer cuerpo del imafronte de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, donde, compartiendo espacio con Santa Bárbara y Santo Domingo de Guzmán se encuentra una imagen estilizada grabada en la cantera, de Santa Catalina de Alejandría, patrona de los carreteros. Santa Catalina fue atada a una rueda para martirizarla, sin que sufriera daño alguno, por tal milagro fue adoptada como patrona. Los carreteros, fueron de gran importancia, pues sin ellos, muchos pueblos podrían desaparecer ante el desabasto de los enseres básicos.
Cuando terminaron las revueltas de la guerra de independencia, la Villa de Xerez sufrió transformaciones radicales, pues hubo gran movimiento de personas, que buscaban el cobijo de un lugar seguro. El comercio se transformó, aprovechando los vecinos de Susticacán la plaza (actual Jardín Rafael Páez) para vender su alfarería y zapatos. Hubo más libertad de pensamiento y de acción, a partir de que en 1824 se instalara la primera imprenta en Zacatecas y en la región comenzaran a conocerse con más prontitud disposiciones emanadas de las autoridades estatales.
Años después, en las diligencias que venían de Zacatecas, traían ejemplares de los periódicos que profusamente se editaban en la capital de la entidad durante el siglo XIX, y que eran buscados y leídos por los jerezanos que sabían leer.
En la casona de la familia Brilanti, era común encontrar ejemplares de El Filograma, una revista dedicada a la literatura, ciencias y artes, en la que escribían don Luis de la Rosa Oteiza, don Vicente Hoyos, el poeta jerezano Fernando Sansalvador, Fernando Calderón Jr., Severo Cosío, Luis G. Ledesma, las poetisas María Guadalupe Calderón y Antonia Vallejo.
Los periódicos de esa época estaban muy limitados en cuanto a su capacidad de comunicación, pues el trabajo tipográfico era muy pesado, ya que letra por letra se tenía que levantar a mano de los cajetines, para luego hacer la forma de la plana. Las ilustraciones se tenían que hacer en grabados o clichés y no había en Zacatecas taller donde se hicieran, salvo el de don Nazario Espinoza.
Por desgracia, no hay información suficiente sobre los periódicos que en Jerez se imprimieran o editaran, solo sabemos que en 1895 se publicaba “El Turista”, un pequeño periódico informativo, y ese mismo año salió el semanario “La Unión Jerezana”, periódico independiente, de variedades, anuncios y edictos, mismo que administraban don Aniceto Fuentes y Darío Dena. Sus oficinas las tenían por la primera calle del Refugio, y en su semanario daban cabida a poesías, leyendas, notas cortas, y edictos. Se imprimió en la imprenta de los Becerra (bajos del Teatro Hinojosa), luego en la imprenta de Inguanzo (en la Plaza Principal) después en el Hospicio de Niños de Guadalupe, desapareciendo ante el problema de llevarlo a imprimir, esperar que lo formaran e imprimieran, y traerlo a Jerez.
LA GATA MOCHA Y EL LICENCIADO NALGAS
El jueves muy temprano, don Aniceto Fuentes salía en la diligencia de los Sánchez Castellanos, para llegar a Zacatecas por la tarde. En la plaza de Villarreal (hoy Jardín Independencia) agarraba el tranvía de mulitas para Guadalupe que lo dejaba cerca del Hospicio de Niños. Dormía en Guadalupe y el viernes por la mañana entregaba los originales de su periódico. Lo formaban y lo imprimían el mismo viernes, y el sábado en la mañana le daban sus ejemplares. Don Aniceto corría para agarrar de nuevo el tranvía de mulitas a Zacatecas, y de ahí, la diligencia que salía a las cuatro de la tarde a Jerez, llegando por la noche. Era mucho gasto y el periódico por sus cortas dimensiones no lo retribuía.
A propósito de Aniceto Fuentes, don Margarito Acuña en sus memorias nos cuenta que: A fines del pasado siglo y aún a principios del actual, eran ampliamente conocidos los señores Aniceto Fuentes, alias “Gata Mocha” y don Nicolás Fernández, el Lic. “Nalgas”, que tenían a su cargo los pleitos judiciales en los que siempre estaban metidos. “La Gata Mocha” tenía su “oficina” instalada por la calle Hidalgo y cerca ya del entroncamiento con la de la Fortuna, y el “Lic. Nalgas” en la del Santuario. Con el primero de los mencionados hizo su aprendizaje el que después fue recto y honrado tinterillo, don J. Encarnación González. “La Gata” salió huyendo de la revolución maderista y fue a morir a México, donde se refugió; pero el “Lic. Nalgas” falleció en Jerez, viejo y pobre. Luis Noyola Vázquez en su libro “Fuentes de Fuensanta”, dice que esta “Gata Mocha” fue quien le hizo la vida de cuadritos a don Guadalupe López Velarde.
En muchos archivos familiares hay recortes de “El Correo de Zacatecas” cuya aparición fue desde principios del siglo XX hasta poco tiempo antes de la revolución. Aunque el periódico era de Zacatecas, en Jerez tenía muchos lectores, pues se consideraba que era un periódico muy bien redactado y que ofrecía reportajes y noticias muy actuales.
En 1909 apareció de forma efímera “El Bastión” de variedades e información y en pequeño formato. En 1923 salió “La Voz”, periódico independiente y apoyado por los comerciantes locales. Por esos años apareció también “El Heraldo Católico” que editaba don Rafael Félix de Arellano. Don Rafael vivía por la calle de la Parroquia (muy cerca de donde está actualmente Radio Jerez). Como era un escritor muy combativo, a veces aparecían en su periódico escritos que no convenían al Jefe de Operaciones Militares que era el General Anacleto López Morales. Un amigo le advirtió al periodista: “Mira Rafail, ya no le eches al General, porque ha jurado que te va a mandar matar”. A lo que don Rafael contestó: “Pos, si no lo dudo, son tan cabrones”. A los pocos días, cuando estaba escribiendo en su vieja máquina de escribir Oliver, fue balaceado por la espalda por Pedro Garnica, uno de los testaferros del General López. El asesinato nunca fue castigado.
Por otra parte, en 1871 cuando la gente deja de confiar en Santa Bárbara (patrona jurada contra los rayos y centellas), pues aunque le rezaban y rezaban, los rayos y centellas caían en cualquier lado, se instala un pararrayos en las ruinas del Templo de Guadalupe. Y al comentar sobre la modernidad de esos aparatos, surge la inquietud de lograr la comunicación telegráfica en la región.
El 22 de junio de ese año, el Jefe Político José María del Hoyo solicita al gobierno estatal la colocación de postería y alambres para lograr la comunicación telegráfica. La solicitud es aceptada y para el 16 de septiembre se inaugura una línea telegráfica a Zacatecas utilizando 61,236 varas de alambre.
Varios años después, el 22 de octubre de 1878 se inaugura la comunicación telefónica entre Jerez y Zacatecas, siendo jefe político don José María Hinojosa y gobernador de la entidad, el general Trinidad García de la Cadena.
En algunas de las haciendas cercanas, se instalaron equipos de telefonía, con los que se conseguía comunicación rápida con la jefatura política. Por desgracia, los revolucionarios destruyeron este sistema de comunicación, mismo que volvió a instalarse hasta casi un siglo después.