jueves, 28 de agosto de 2008

UNAS HORAS DE NOCHE EN EL PANTEON

EXPOSICION. Una de las personas que lee esta columna, me aclara que fue en tiempos de mi “nino” Arturo Villarreal, cuando se inauguró la exposición fotográfica “Reinas Jerezanas” en la planta alta del Teatro Hinojosa. El 3 de septiembre de 1977, Sonia I, reina de la feria de ese año junto con la señora Silvia Pinedo de Rodríguez (reina en 1955) cortaron el listón inaugural.
A esa memorable velada, me dicen acudieron Lupita Flores, princesa en 1990; Rocío Galván, princesa en 1993, Chayito Piña, princesa en 1995; Eva Espitia, reina en 1987; Araceli Salas, princesa en 1992. Adela González, princesa en 1993; Claudia Ileana Castillo, reina en 1993; Eufrosina García, princesa en 1963; Nena Reveles, reina en 1962; Silvia Pinedo, reina en 1955; Conchita Veyna, princesa en 1962. También estuvieron Guille Miranda Girón, princesa en 1997; Alma Eva Coronel, princesa en 1997; Rosalba Mercado, reina en 1982, y muchas más representantes de la belleza jerezana.
Uno de los aciertos de la administración de mi “nino” fue precisamente el haber nombrado al profe Nicolás Esquivel Muñoz director del Instituto Jerezano de Cultura. Y Nico (una persona modesta, amable, de trato sencillo, pero de gran carisma y mucho conocimiento) demostró que pudo con el nombramiento, ya que realizó actividades bastante importantes, y trabajó tiempo completo en beneficio de la cultura regional, a pesar del muy raquítico presupuesto destinado al Instituto.
Recuerdo que más antes, las fotos de las reinas (las que no se robaban) ornaban las paredes de la oficina que se designaba para que trabajara ahí la “Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material” que era la encargada de organizar todo lo referente al festejo primaveral. Luego, se decidió que debería estar la galería en un lugar donde pudieran ser apreciadas por todo mundo, eligiéndose para ello la planta alta del Teatro Hinojosa. Pero comenzaron los trabajos de restauración, y las fotos se guardaron en cajas y se “arrecholaron”, sin que nadie se preocupara de su destino. Ahora, la exposición luce (aunque incompleta) en una sede que pudiera ser temporal, pero que en un futuro no lejano podría instalarse definitivamente en alguna sala propiedad del municipio.
Hace dos semanas ofrecí dos relatos de don Alberto Márquez Pérez “El Farolito”, y al parecer gustaron, porque me han pedido más. Me preguntan si don Alberto debe tener un vasto archivo, ya que aparte de hacer calaveras, era pintor, hacía retablos, y era, un representante de la “bohemia” del Jerez de los cuarenta. Por supuesto que hay mucho qué contar de él. Ahora, de sus apuntes, les ofrezco:
UNAS HORAS DE NOCHE EN EL PANTEON
“Tenía mi taller de pintura en la esquina de las calles Dolores y San Luis, y un día de agosto de 1942 llegaron Jesús Félix, José Ruiz y Juan Sifuentes a invitarme a saborear un mole de conejo que en ocasiones les preparaba la familia del encargado del ranchito de los Suárez del Real.
“Ya en otras ocasiones los había acompañado, y sabía que como a las 4 de la tarde teníamos que estar presentes en el ranchito de Guadalupe, para no hacer la espera larga, estuvimos tomando cerveza y se le ocurrió a José Ruiz pedir algo fuerte, por lo que compré dos anforitas de mezcal. Como a las 3 y media de la tarde, se fueron un poco alegres, yo no quise ir porque me sentía algo descontrolado.
“Pasadas las 4 de la tarde, salí a la puerta y ví que por la calle Morelos se acercaban varias personas con un muerto, amarrado del pecho y piernas en una tabla; cerré la puerta y me fui siguiendo el cortejo, guardando una anforita que había quedado en la bolsa del pantalón.
“Al llegar al panteón, se dirigieron con el cuerpo al descanso que era un cuarto oscuro pegado a la pared del fondo de la capilla, en cuyo centro había una base cuadrada de piedra donde colocaban los cadáveres, y ahí pusieron al muerto con todo y tabla. Le pregunté a una señora que porqué lo habían llevado ahí, contestándome que esperaban al doctor que lo iba a revisar, que eso les había dicho el comisario del rancho. También me dijo que al occiso lo habían encontrado en el río, entre la arena, con una puñalada en el corazón. El tiempo pasaba y el médico no llegaba, mientras yo había tomado mezcal de la anforita, con lo que me daba valor y me acerqué a ver al muerto, que efectivamente tenía una gran herida con sangre revuelta con arena.
“Al fin, pasadas las 5 de la tarde, llegó la persona que lo revisaría, pero no era médico, era don Manuel Román, propietario de la botica “La Purísima”. En ese tiempo había pocos médicos, tal vez por eso el señor Román era el forense. Don Manuel era mi amigo y se extrañó al verme ahí, le expliqué cómo los acompañé al panteón. Luego ví que tenía repulsión a acercarse al cadáver, pues me preguntó que donde tenía la herida. Le dije que en el corazón, preguntándome de nuevo si estaría muy profunda, entonces metí el dedo índice en la herida y le mostré que se había ido todo, él anotaba en una libretita. Al terminar se quedó platicando con los dolientes, mientras yo salí a lavarme la mano. Creo que con el airecito me alcanzó el licor, recuerdo que el dedo con sangre lo restregaba en un montón de tierra y lo limpiaba con el pañuelo, luego llegó a mi mente el recuerdo de mi padre y mi tío, y para sus tumbas me fui. Ahí seguí tomando perdiendo la noción del tiempo y como me quedé dormido al lado de la lápida, los camposanteros no me vieron cuando se fueron y cerraron el panteón.
“Cuando desperté, estaba bien oscuro, y de pronto no analicé en donde estaba, pero cuando me levanté comprendí que me había quedado encerrado en el panteón sintiendo un miedo horrible, pero de cualquier manera caminé entre las lápidas siguiendo una luz que se veía en el descanso. Sentí alivio en mi ánimo, pensando que estarían velando al fidunto y que ahí estarían las personas que lo llevaron. Pero al llegar a la puertita me quise caer, pues me dio más miedo al ver al cadáver con una vela en la cabecera y otra en los pies. Como pude me encaminé al cancel del panteón, aferrándome a él con desesperación, y no sabía ni qué horas serían porque no se veían los números del elojito que traía. Cuando volteaba al fondo del panteón, me daba pánico pues me imaginaba que el muerto del descanso se levantaría, veía las sombras de los árboles y de las lápidas y me horrorizaba, pero no escuchaba nada.
“Don Germán Salazar tenía su negocio de abarrotes en la esquina de las calles de el Sol y Moctezuma y en ese tiempo era regidor de panteones y tenía llave de ellos, yo lo sabía porque le pinté el rótulo de su tienda. En aquel tiempo, el frente del panteón en la noche era muy solo y oscuro, el “llanito” del camposanto (así era conocido el terreno que lo circundaba) al frente no había casas, llegaba el terreno hasta el río chiquito hasta una cerca de piedras sobrepuestas antes del río y carrizales crecidos, al otro lado de la cerca seguía el puente y por el lado norte empezaban las casas para el centro en la calle del Reposo (antes más conocida como calle de las Fraguas). En el lado sur sí había casas hasta el frente de la capilla, calle de por medio.
“Desesperado seguía agarrado a la reja de la puerta, cuando escuché que alguien iba caminando por la calle de las Fraguas y silbaba una canción. Cuando llegó al “llanito”, yo con voz trémula le grité: “¡Señor, por favor, acérquese, me dejaron encerrado!”. Se quedó parado un momento, yo le volví a gritar, pero entonces emprendió veloz carrera, y con voz llorosa oí que gritaba “¡Ay Diosito de mi vida!” mientras corría por la calle Dolores que estaba sola y oscura.
“Yo estaba casi llorando y con un miedo atroz, cuando al poco advertí que otra persona iba pasando por la calle del Alamo, frente al panteón. Me tranquilicé y con la voz más serena que pude le pedí que se acercara por favor, que me habían encerrado. El sujeto corrió dando vuelta al panteón con dirección al río grande. Ya para entonces yo estaba con mucho miedo y desesperación, cuando volví a escuchar que del mismo rumbo –calle del Alamo- dos personas caminaban platicando, los dejé que se acercaran y cuando pasaban frente al panteón, les dije que era El Farolito, que me habían dejado dentro del panteón. Estos se acercaron a la reja, les expliqué lo que me había pasado, uno de ellos era mi amigo y me dijo que había conocido mi voz, por eso se acercaron. Me dijeron que era temprano, que serían como las 9 de la noche, suplicándoles que fueran con don Germán para que les prestara la llave, pero les pedí que fuera solo uno y el otro se quedara conmigo. El que era mi amigo se fue, regresando muy pronto. Luego fuimos con don Germán a regresarle la llave, festejando este mucho el incidente. Me dijo que habían dejado ahí al muerto porque no tenían dinero para la caja, y que al siguiente día lo sepultarían.
“Yo pasé varios días muy nervioso. El amigo que me ayudó a salir de esa horrible pesadilla vivía por la calle 5 de Mayo esquina con calle del Sol, se llamaba Luis, no recuerdo el apelativo, pero le decían “La Galuza”. Después de muchos años, me llegó ese recuerdo”.
EMMA LISSET LOPEZ MURILLO es el nombre de quien seguramente dará mucho de qué hablar en el futuro. A su juventud se aúna su perseverancia, las ganas que tiene de que las cosas se hagan bien, y hasta su audacia. Por lo pronto ya regañó a sus compañeros diputados por flojos y de pilón recuperó solita el carro que le robaron. Gracias por su visita y sus buenos deseos.
www.miguelberumen.blogspot.com es donde encontrarán las columnas anteriormente escritas, y si alguien quiere enviarme un saludo o alguna historia, mi e-mail es miguel.berumen@gmail.com y mi teléfono 945 88 74. Hasta la próxima.

LA GALERIA DE LA BELLEZA JEREZANA


Me causó muy grata sorpresa el saber que en las oficinas de Turismo, casi en la esquina de la calle del Espejo y del Sol (Luis Moya y Libertad) en una sala con vista a la calle, se montó la galería fotográfica de las Reinas de la Feria de Primavera. Gracias a la iniciativa de Rafael Sánchez Zendejas y Héctor Manuel Nava Rodríguez se rescató esta muy importante serie de gráficas que permanecía completamente abandonada. Ahora, lo importante es que las autoridades no les nieguen el apoyo necesario para que esta “fototeca” perdure. Ahí encontramos a representantes de la belleza jerezana desde 1935, aunque faltan algunas fotos, que se dañaron, se “extraviaron”, o de plano se las robaron. Sería interesante que el Departamento de Turismo, -que al parecer es quien ha tomado la batuta de este rescate- habilite a una persona que sirva como guía a quienes visiten la galería, y les pueda ofrecer alguna explicación sobre el reinado de cada una de las jerezanas que ahí están, en imagen. ¿Y si se elaborara también una pequeña guía con la reseña de cada reinado?.
Hace varios domingos en mi página solicitaba que alguien con autoridad rescatara estas fotos, que son parte muy importante de la historia galana de Jerez. Y ahora veo que se están dando pasos positivos. Ojalá y esta exposición se enriquezca. Héctor me dio una lista de las fotos faltantes a ver qué me encuentro en mi saqueado archivo para compartir.
Me cuentan que una regidora tiene la inquietud de que se plasmara en óleo y lienzo la imagen de cada una de las reinas, como la galería de los presidentes jerezanos que realizara la gran pintora Martha Georgina Muro González (un afectuoso saludo para ella). No es mala la idea, aunque no creo se realice por el momento, pues cada lienzo costaría un dineral que no lo hay. Solo que en fechas posteriores se destinara parte de las ganancias de la feria a este fin. (Por lo regular casi nunca hay ganancias tampoco). Entonces lo mejor, es tratar de completar la galería fotográfica. Las aportaciones creo son bienvenidas.
Así como se están rescatando estas páginas de la historia de nuestro terruño, hay la inquietud de formar una galería con las fotografías de las reinas y princesas del Carnaval jerezano en sus distintas etapas. Qué bueno que haya deseos de recuperar mucho de lo que se está perdiendo. Hay tantas cosas por hacer en pro del rescate histórico y cultural de Jerez, pero no hay quien le ponga el cascabel al gato…
Mi hermano Anacleto tiene muchos años de radicar en Juchipila, lugar en el que tiene su carpintería y su empresa de artículos de “última necesidad”, de esos que se compran porque se compran (ataúdes de madera, pues). Y en sus ratos libres se dedica a buscar tesoros (como yo), a andar por la sierra recopilando historias (como yo), a curar gente (eso si no lo hago yo). Pues, me ha enviado varias de sus historias, que iré compartiendo con quienes me leen:
EL ARROYO DEL FRIO Y EL JINETE DE NEGRO Y EL CATRIN
Yendo hacia el oriente de Juchipila, después de pasar Amoxochitl, toma el camino real antiguo hacia San Miguel de la escondida y antes de llegar al arroyo de Antigüe, pasando el cerro grande de Amoxóchitl y antes de llegar al bajo del trigo, hay un arroyo pequeño, sin ningun chiste, sólamente que aunque sea tiempo de calor, ahí siempre hace frío, aunque sea medio día.
Anteriormente ahí se cruzaba el camino real que iba para el Fresno, y se cuenta que seguido se miraba un jinete vestido de negro, aparecía de pronto ante la vista de los caminantes, pero sin hacer caso de nada, sólamente siguiendo el camino; al poco rato se aparecía un catrín, también vestido de negro, y montado en caballo negro, de muy buena estampa, apurando el paso se le encuataba al jinete anterior y se miraban juntos un buen trecho del camino y luego desaparecían.
Las gentes aseguraban que ni siquiera había marcas de huellas o de herraduras en el polvo del camino, lo que sí es que el frío se volvía más intenso, de modo que se les erizaban los cabellos, motivo por el cual, evitaban estar mucho tiempo en ese camino, lo cruzaban rápido. Al principio, los relacionaban con los bandidos que habitaban en el corral cuadrado o en el cerro de la campana, ya que ahí tenían sus guaridas y se habla también de relaciones que dejaron por ahí, pero la explicación que daban los más ancianos, decía que ya eso era de mucho antes, que ese arroyo era así porque por ahí pasaba el diablo cuando se llevaba el alma de algún desgraciado.
Pero ahora pocos saben de esto, esta es una de las muchas historias que se están perdiendo, luego le cuento otras, ya que hay bastante que contar, lástima que a los de aquí no les interese, includo al cronista de Juchi, le he preguntado algunos datos pero no sabe, ellos se basan en lo tradicional y ahí siguen macheteándole a lo mismo de siempre…
NOVENARIO DE LA VIRGEN DE LA SOLEDAD
Esta festividad que diera vida a la Feria de Primavera, está muriendo. Ya no es el Novenario de antes, en que prácticamente todos los jerezanos se volcaban con mucha fe para venerar a la Patrona de Jerez. Todavía recuerdo las interminables procesiones de los campesinos del sur que venían a ofrendar la mejor caña de su cosecha. Ahora los pocos que peregrinan tienen qué comprar las cañas o flores que traen para presentar a la imagen de la Virgen.
Recuerdo el entusiasmo por asistir a las Mañanitas y la algarabía en la quema de pólvora. Ya todo eso se acabó. Me dicen que podría haber una exposición de los vestidos y accesorios que la imagen de la Virgen jerezana ha llevado durante los más de doscientos años que ha compartido su presencia con nosotros. Podría ser un evento de relevancia, siempre y cuando se realizara al estilo Bernardo del Hoyo, que nunca escatimó esfuerzo alguno por hacer presentaciones que realmente valieran la pena… mis mejores saludos a los familiares de don Pedro Dena García, uno de los últimos precursores de la veneración a la Virgen de la Soledad.

DOS HISTORIAS DE FANTASMAS



EL QUESO GRUYERE. En la calle de la Acordada se encontró un hoyo profundo, y se especuló que podría ser parte de un túnel, pero un perito del INAH, Elías Corrales García, comentó que solo se trataba de “una oquedad que se pudo haber abierto por derrame de agua, o que pudo haber sido un tiro de un pozo de agua. Hasta el momento se descarta que sea un túnel, pues se tienen que hacer las investigaciones necesarias para determinarlo”. Y luego, en una nota aparecida en El Sol de Zacatecas en días pasados, se dice que “Esta situación es la primera que se presenta en Jerez, aunque se sabe de un túnel en un edificio que ocupa una institución educativa, pero esto no quiere decir que el hallazgo pertenezca a ese túnel, hasta que no se hagan las investigaciones correspondientes, en lo que se refiere a arqueología urbana, pues primero se tiene que elaborar un proyecto para darle el seguimiento, pues en su defecto, lo correcto es sellar el lugar, sellando con una plancha de concreto, para evitar cualquier accidente”.

Bueno, yo muchas veces he dicho, que en las fincas antiguas se practicaban varios tipos de galerías subterráneas: la del venero del pozo, la del común, la de la despensa, y en algunos casos galerías que intercomunicaban algunas casas con otras. Pero ya el experto dio su opinión con lo que entendemos que Jerez está asentado en un terreno parecido a un queso gruyere (de esos con muchos agujeros). Y luego refieren que “esta situación es la primera que se presenta en Jerez” se nota claramente que desconocen lo que es la historia y la arqueología urbana de nuestra ciudad”. Hablan de “elaborar un proyecto para darle el seguimiento”. Y conociendo la burocracia del INAH, sé que no habrá nada de nada. Se sella el bujero y se concluye la historia. Testimonios de la existencia de túneles en Jerez, solo existirán en las fotos y videos oportunamente tomadas, ya que los dueños de las fincas han preferido sellarlos a permitir que cualquier chango ande luego excavando por debajo de su propiedad.

Don Alberto Márquez Pérez, gran amigo mío, me ha confiado todo su archivo, todos sus recuerdos, y ahora estoy bien entretenido revisando sus escritos, con la intención de hacer una remembranza de su fructífera vida. En esta ocasión comparto con ustedes dos relatos de él que aparecieron en la revista “PRIMAVERA” de hace 12 años. Que disfruten su lectura.

HECHOS MISTERIOSOS E INEXPLICABLES

Tenía yo 6 años, cuando vivía con mis padres y tres hermanitas, a mitad de la segunda cua­dra de la Calle Moctezuma; mi tío Cirilo y fa­milia ocupaban una casa, calle de por medio, frente a la nuestra, él era hermano de mi pa­dre; mi tío Jesús Pérez, tenía su hogar, al comenzar la última cuadra, pasando la calle del sol. Otro tío vivía, en el Callejón Angosto. Todos eran músicos.

Corría el año de 1924, cuando alguien contrató la Or­questa Típica, a la que pertenecían mis tíos y mi padre, Luis Márquez, para que fueran a trabajar "tocar", a las fiestas regionales de Juchipila, Zac. Dicha orquesta típi­ca la dirigía el Sr. Rosario Rodríguez, el popular "Chayo" de aquellos años. En esa época no había automóviles, ni carreteras y el viaje lo hicieron por travesía muy tranqui­lo, decidieron que sus familias vivieran unidas en su au­sencia, habitando una sola casa, que fue la de mi tío Jesús

La casa tenía zaguán y la sala, una puerta para la calle, todos dormíamos en la recámara que era muy am­plia. En la noche, para ir al corral pasábamos por un pa­sillo oscuro, había caballerizas, al fondo estaba el servi­cio, subiendo gradas de madera y atrás un corral de puercos.

En ese tiempo el alumbrado público era deficiente, había una plantita eléctrica por la calle Hidalgo que deja­ba de trabajar a las diez de la noche y en las calles había pocos focos. La mayoría de los habitantes de Jerez, nos aluzábamos en las noches con aparatos de bombilla, con mechas, que consumían petróleo. También con velas de parafina. Una noche fui al corral pasadas las once de la noche, me llevé una vela estaba un poco claro, había luna, al entrar se apagó la vela y distinguí un poco retira­da una sombra, como de mujer, yo creí que era una de mis tías por eso me tranquilicé, me salí, llegué a la recámara y me acosté a dor­mir.

Pasaron días y en varias noches íbamos dos o tres primos y yo, después de las once de la nocne pero nada veíamos. Una noche fui yo solo, llevaba la vela en la mano y cuando ya regresaba se apagó y distinguí la sombra o figura de mujer y le pregunté, que cual de mis tías era, pero su contestación fue que lanzó un alarido. Me salí del corral despavorido sin cerrar la puerta la vela la tiré y llegué llorando a los brazos de mi madre y le dije lo que me sucedió, mis tías estaban despiertas y después supe que todas escucharon el alarido. A partir del siguiente día, al oscurecer se cerraban con llave y tranca las puer­tas de la sala y recámara que se comunicaban con el patio y no se abrían hasta el siguiente día y en la noche todo el movimiento para afuera se hacía por la puerta de la sala, comunicada para la calle.

Lo terrible fue que desde esa vez se siguieron es­cuchando los lamentos pasada la media noche, por eso con más razón se cerraban las puertas para el patio.

Al volver los músicos a sus hogares la vida para to­dos tornó a la normalidad, lo raro del caso fue que la aparición y el llanto de la mujer ocurrió únicamente cuan­do las familias estaban reunidas, porque ya después no se volvieron a escuchar los lamentos, nadie vio más, nada anormal.

Diez meses más tarde, mis padres y nosotros, sus hijos, nos mudamos a la casa ubicada en la esquina de las calles San Luis y Dolores. En 1925 es recordado por los jerezanos de aquella época, como el año que llovió torrencialmente día y noche (el año del diluvio); durante muchos días la mayoría de las casas de adobe se vinieron abajo y las que no, se gotearon como si lloviera por dentro. En la que vivíamos no fue la excepción. Muchas familias encontraron refugio en el Teatro Hinojosa, les permitieron instalarse en los corredores y pórticos. En los tres portales de Jerez: Humboldt, Inguanzo y de las Palomas, varias personas dormían ahí, permaneciendo también de día. En nuestra casa, zaguán, sala, recámara y otras habitaciones pare­cían coladeras sólo una pieza recién construida se salvó de gotearse y ahí dormíamos y cocinaba mi madre en un bracero con carbón que ponía en la puerta; el piso de la sala estaba bajo del nivel de la banqueta, de la calle San Luis, 5 pulgadas o más y se llenaba de agua la sala.

Una noche que estaba hasta el borde, mi padre me dijo que fuéramos a echar el agua para la calle con cubetas, eso lo hacíamos seguido, en la tarde lo había­mos realizado; eran pasadas las 12 de la noche, a las diez habían apagado la luz eléctrica, mi padre colocó una vela en una mesita que estaba entre el agua, y abrió la puerta de la calle y empezamos a tirar agua para afuera con cubetas, como a los 20 minutos me dijo que continuara yo, que él iba a ver si no se goteaba la pieza don­de estaba mi madre y hermanas, se fue y yo seguí con mi tarea pero a pesar de que llovía, escuché un rumor y me quedé viendo para la calle Morelos y por la banqueta de la casa donde hoy es "El Grano de Oro" observé una mujer que caminaba con dirección a la esquina de la ca­lle de San Luis, tenía yo 7 años y creía que era una seño­ra que iba para algún lugar. La sombra o lo que fuera llegó a la esquina y lanzó un lastimero llanto yo me que­dé viendo para fuera la lluvia y a la mujer sin comprender que sería, creo que mi padre escuchó el llanto porque llegó corriendo y cerró la puerta, diciéndome que al día siguiente seguiríamos sacando el agua, yo le decía que en la esquina estaba una mujer pero no me contestó y nos fuimos para adentro. No comentó nada con mi ma­dre, ni después, nunco lo escuché mencionar algo.

El tiempo pasó, mi padre murió, yo me hice joven y a veces llegaba a media noche a la casa. Muchas veces volvía a ver esa silueta o sombra de mujer, que camina­ba para la esquina pero nunca se escuchó más el llanto. Mi madre y mis hermanas ya grandes también la llega­ron a ver cuando me tardaba y me esperaban a media noche tras un barandal que había, donde ahora está una cortina metálica. Esa silueta de mujer se desprendía siem­pre de la puerta de entrada de la casa de la Calle Morelos que es hoy propiedad del Sr. Gustavo Murillo.

SE ACABARON LAS VACACIONES. Ya el lunes comienzo a trabajar y ni modo… a darle… www.miguelberumen.blogspot.com es la página donde pueden releer todas las columnas que cada ocho días aparecen en “EL ALACRAN” .