jueves, 26 de julio de 2012

LA CASTAÑA DE BERUMEN


Hace tiempo, cuando escribí sobre la pachanga que “Zeferino el leproso” hacía los sábados de gloria en su tienda de abarrotes “El Ciprés”, en que ponía en las afueras de su establecimiento una “castaña” de sotol y otra de mezcal, para que quien quisiera se sirviera en un jarro colocado ahí ex profeso, pa’ pronto me salió un sabihondo cronista afirmando que estaba mal, que no sería “castaña” sino “castellana” Admirándome de su sapiencia y de su manifestación espontánea de cultura general, le hice ver que una “castaña” es un barril hecho de palo colorado, castaño, roble, acacia, mora, cereza, etc. El se refería a las botellas alargaditas de tequila conocidas como “castellanas”, que muchas se ha de haber tomado…
Pues bien, hurgando en los archivos familiares me encuentro una historia en la que un antecesor mío es el protagonista, así como una castaña, que no es un barril…
LA VILLA MEDIEVAL DE BERUM
El apellido Berumen es muy antiguo, y viene desde las muy lejanas tierras de los países bajos: en un punto del pasaje Reiderlan existió un asentamiento medieval llamado “Berum”, que sucumbió por las olas del río Eems, que formaba la frontera entre Frisia oriental (Alemania) y la provincia de Groningen (Países Bajos). Historiadores holandeses (Stratingh y Venema) dicen que Berum era un pueblo grande y rico con una iglesia con torre muy alta. Los tratados de 1391 y 1420 lo mencionan como cabecera de campo. Todavía en manuscritos de fines del siglo XV se sigue mencionando en una lista de parroquias de Münster. Esta villa fue abandonada definitivamente cuando el agua les llegó a la cintura con las inundaciones del Eems en 1542.
Burg Berumen en la Baja Sajonia, habitado por reyes.
Entonces, quienes habitaban en este lugar, fueron emigrando, unos hacia la provincia de Groningen, en Holanda, donde en una colina artificial fundaron la villa de “Bierum” Estas colinas artificiales conocidas como “terp” se crearon para proporcionar terrenos seguros durante las mareas altas y son muy características de las zonas costeras de los países bajos. Bierum pertenece al municipio de Delfzjil, en el norte de Holanda, cercano al mar de Wadden. El pueblo aún existe y tendrá unos 800 habitantes.
Otros, se fueron hacia la Baja Sajonia, donde fundaron un pueblo y reconstruyeron un antiguo castillo, el que se conoce actualmente como “Burg Berum” (Castillo Berumen). A su alrededor existe la villa de Berum.
Los “Van Berum” (de Berumen) holandeses, también hicieron su castillo (Luinga Berum) donde habitaron míticos personajes como Remmert van Berum, enterrado en la iglesia principal de Bierum en 1554.
Castillo Luinga de Berum en Holanda
Encontramos entre los múltiples antecesores holandeses a Onno Kleitt Van Berum (Anacleto de Berumen), casado con Teteke Jarges, que tuvieron como hijo a Bernhard van Berumen (Bernardo de Berumen). Está Reemert van Berum  (Lamberto de Berumen) casado con Jeije Tedema. Encontramos luego a Francisco de Berumen, ya nacido en Sevilla en 1583, quien dice ser hijo de Lamberto Berumen y Margarita de los Abregos.
Francisco Berum, Beruben o Berumen pide permiso en la casa de contratación de Sevilla para venirse a la Nueva España en junio de 1603. Hay un vacío en la historia de este personaje, de quienes algunos afirman que desembarcado en Veracruz, de inmediato se estableció en Toluca en donde tuvo una gran familia (no tengo datos fidedignos de esto). En 1658 se casa con Juana de Vera en Tlaltenango, Zac. (ya tenía 75 años) y muere el 7 de mayo de 1670. Viejito, viejito pero todavía alcanzó a bautizar a varios de sus hijos con Juana de Vera: Josefa, Bernardo, Lamberto y Manuel.
Bernardo Berumen contrae matrimonio con Ana Carrillo y en 1711 su hogar se alegra con la llegada de uno de sus hijos, al que bautizaron como “Antonio”. Antonio se casó con la jerezana Francisca del Castillo y entre sus hijos tuvieron a Miguel Berumen y Castillo, nacido alrededor de 1750. Desde su llegada a México, los Berumen se distinguieron en el ramo del comercio y de la agricultura. Pero eso no se le dio a este Miguel Berumen, quien se convirtió en un auténtico perdulario.
LA BANDA DE MIGUEL BERUMEN
En los albores del siglo XIX, la familia Berumen, tenía muchas propiedades en la pequeña Villa de Xerez de la Frontera. Entre las fincas que ostentaba como suyas, estaba la mitad de la cuadra de la “primera calle de los de Guanajuato”. (O sea, donde ahora está el Carta Blanca hasta la esquina de las llaves de Villarreal). En la esquina que daba con la plaza de armas, erigieron un gran mesón, que por su ubicación era lugar obligado de descanso de todos los arrieros que llegaban a la villa. La finca se conocería después como “Mesón de la Soledad”.
En el centro de la calle, (más o menos donde ahora está el restaurant “Juana Gallo”) vivía Miguel Berumen. Era una casa antigua, de muchas y sombrías habitaciones que comunicaba por medio de un largo callejón con los corrales del mesón. Mi antepasado tenía a su servicio a 5 gañanes que supuestamente eran mozos de servicio del mesón y lo tenían siempre bien informado sobre todo lo que transportaban los arrieros, así que con esa información de primera mano, había formado una banda de asaltantes de caminos cuyas guaridas principales estaban en las inmediaciones del rancho de Lo de Luna, en las estribaciones de los llanos de La Ordeña y en unas frondosas mezquiteras al sur de la Ermita de Guadalupe. Golpe que daban, golpe que les resultaba fructífero por el conocimiento que tenían sobre las conductas que iban o venían de la Villa de Xerez. No despreciaban nada. En ocasiones llegaron a adueñarse de mulas, caballos y burros, mismos que llevaban a la costa de Nayarit y los vendían por allá. Géneros y ropa los vendían audazmente a Fresnillo y Sombrerete. Sabían de las acciones que la autoridad hacía para tratar de capturarlos y entonces ocultaban sus actividades por un tiempo. El escaparate perfecto era el rubro de comercio en que se ocultaba este antecesor mío. Nadie podía dudar de la procedencia de la mercancía ofrecida, ni de la honorabilidad de Miguel Berumen y Castillo
En una de las habitaciones de la casa de Miguel se reunían para hacer el conteo de sus hurtos. En un rincón, estaba una castaña, revuelta con otras que sí tenían vino,  en la que se depositaban todo lo que fuera oro, plata y joyas que tuvieran algún valor. Cuando los bandidos insistían sobre el reparto de ese botín, invariablemente el jefe les decía “Será cuando la castaña esté lista”.
Los asaltos se sucedían, y la dichosa castaña “nunca estaba lista”. Los bandidos se desesperaban, pero de alguna manera el jefe los convencía que deberían esperar.
Por la calle cerrada de la Parroquia vivía en ese entonces, una hermosa dama, ya treintañera, que por causa de sus celosos y bravucones hermanos no se había casado. De grandes ojos verdes y largo pelo que brillaba con tintes cobrizos. Integrante de una de las familias de más abolengo en la villa, era más conocida por su apodo que por su nombre, el cual seguramente se lo impuso su padre en un momento de embriaguez: María Emerenciana.
Emerenciana de la Torre levantaba los suspiros de los habitantes de la villa, y también de otras villas, pero refrenaban sabiamente sus suspiros al conocer el carácter belicoso de los hermanos. La llamaban “la castaña” refiriéndose al color de su pelo.
En la primera misa de ese domingo de abril de 1803,  se escuchó un cuchicheo, a “sottovoce”, que hizo que el sacerdote amonestara por varias veces a los madrugadores asistentes,  luego, en el atrio-camposanto se convirtió en rumor; después por toda la villa en un chisme generalizado: Se habían robado a “la castaña”. Nadie sabía cómo o a qué hora ocurrió. Lo que sí vieron era a los hermanos de la Torre, que con machete en mano afirmaban a grandes voces que pagaría con la muerte el que se hubiera atrevido a llevarse a su hermana.
“Se robaron a la castaña” –fue lo que escucharon los cómplices de Miguel- y pensando en su castaña se metieron a la casa de éste, se metieron al cuarto de las castañas… y no encontraron a la castaña ni a su patrón.
Quedó la duda… nunca se supo si Miguel Berumen se robó a la castaña del largo pelo, ojos verdes y feo nombre, o se robó la castaña del dinero… o se llevó a las dos…
En las crónicas familiares no aparece más su nombre... aunque en Nayarit, dicen que por 1803 llegó un Miguel Berumen acompañado de una bella mujer y fueron el tronco de la gran familia Berumen que vive por todo ese estado.