miércoles, 6 de noviembre de 2013

NI DE JEREZ O TEPETONGO, ¡DE VILLANUEVA!

Periódico "Orientación" en el que aparece la entrevista a Dámaso Muñetón.
Fotografía de Bernardo del Hoyo Calzada
DÁMASO MUÑETÓN, ARTÍFICE DE LA ARQUITECTURA EN ZACATECAS...

En el periódico zacatecano “Orientación” del 3 de septiembre de 1932 aparece una entrevista que aclara definitvamente el origen de Dámaso Muñetón, cuya fecha y lugar de nacimiento se basaba en suposiciones. La copia de ese periódico la tiene Bernardo del Hoyo Calzada.
El reportero hace una descripción del personaje diciendo que “...viste sencillas prendas de kaki amarillo obscuro, camisa blanca y limpia a rayas azules y sombrero de paja. De estatura pequeña, de tez morena, curtida bajo los soles de dos siglos. Lentes con arillos de metal y bigote entrecano. El conjunto de su persona revela inteligencia: su frente es despejada y sus ojillos adquieren movilidad que penetra todas las cosas, con profundidad y sin malicia.”
Y ya entrado en la plática, Dámaso cuenta al entrevistador que “Nació en el rancho de “LA BOQUILLA”, DE LA JURISDICCIÓN DE VILLANUEVA, el día 11 de diciembre de 1863”.  Y refiere luego que sus padres lo dedicaron al trabajo del campo hasta los 20 años. En la ciudad de Jerez se inició como ayudante de cantero, con José María Ortega, durando con él dos años en los que se dedicó especialmente a “rostrero”. Más tarde se dedicó a realizar trabajos por cuenta propia, sin conocimientos previos de ninguna especie y por la sola intuición de los problemas que se le presentaban. Enfatiza que jamás estudió técnicamente el dibujo y siempre se abstuvo de hacer preguntas a sus compañeros de trabajo.
Catedral de Zacatecas antes de 1904.
-¿Cuales son los trabajos más importantes que hallevado a cabo en su vida? –inquiere el periodista y el arquitecto empírico contesta: “Trabajos importantes he hecho muchos, pero si usted desea que le diga el que más quiero, es el de la torre de Catedral del lado Norte, que realicé en cinco meses, el año de 1904, en que era Gobernador de Zacatecas el señor don Eduardo G. Pankhurst y Jefe Político el ingeniero don Luis Córdoba”. El reportero pregunta sobre cómo hizo para copiar las diferentes figuras de la torre antigua de catedral y el entrevistado precisa que: “Esa vez tanto el ingeniero Córdoba, como el Sr. Pankhurst, me daban el consejo de poner un castillo de madera alrededor de la torre vieja, para tomar las figuras por medio de moldes de yeso; pero a mí me pareció que este procedimiento requería un triple trabajo, y entonces me propuse y así lo llevé a efecto, tomar las figuras de la antigua torre por medio de dibujos en miniatura, subiendo por una escalera colgante. Después ampliaba los dibujos al tamaño conveniente y los distribuía entre los canteros. De esta manera fui dirigiendo el trabajo durante cinco meses, hasta quedar terminado. En las obras trabajaron como promedio, de veinte a treinta canteros y dos albañiles con dos peones.
Sobre el costo de la obra dice que con todo y lo que se distribuyó como “bolos” al descubrirse la torre, el importe fue de trece mil pesos y que él no cobró nada extraordinario más que su sueldo de dos pesos con cincuenta centavos durante el tiempo que duró la construcción de la torre.
Y en su casa de la Merced Vieja No. 20 amplía la información al reportero, mostrándole una hoja de papel amarillento, rayado en forma de tabular en la que se lee:
Dámaso Muñetón termina su obra en catedral.
 “Solideo Honor Gloria”
Señor mío Jesucristo, esta obra que voy a hacer dígnate purificarla y bendecirla”.
Y después de este católico apéndice, viene la esencia de una vida, con expresión de fechas, lugares, trabajos y guarismos:
De 1881 a 1932, concluyó 7 capillas nuevas, 2 reformadas, 50 altares nuevos, 3 altares reformados, 2 colegios, 3 escuelas, 5 torres nuevas, 1 terminada (la de Catedral); 2 cúpulas, 2 bodegas o almacenes, 5 tiendas de comercio, 17 casas particulares de familia, 3 kioscos, 3 pórticos, 6 monumentos grandes para familias, 8 lápidas y monumentos, 4 pararrayos, 1 presa nueva, 1 presa continuada, 1 rastro, 1 noria y bebedera, una estación terminal (la de Saltillo), 1 baño, 3 mercados y un puente!....Ese bagaje arquitectónico, en distintos lugares del Estado y la Estación terminal de Saltillo, cuyo anteproyecto alcanzaba un costo de $ 13,000,000.00.
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A las 8 de la noche del 28 de enero de 1939, en un cuarto de los altos del mercado “Victoria” de Concepción del Oro, murió a consecuencia de vómito de sangre consecutiva a una bronquitis crónica senil el arquitecto Dámaso Muñetón.
Dámaso Muñetón.
Sus biógrafos a veces presumen de tener datos fidedignos sobre su nacimiento, vida y muerte. Pero nada mejor que este artículo en el que es el biografiado quien indica la fecha y lugar donde nació. Ni en Jerez, ni en Tepetongo, en la jurisdicción de Villanueva.
El matrimonio de Vicente Muñatones y Joaquina Murguía se aposentó en el siglo XVIII en la hacienda de Buenavista, donde forjó una gran familia que en los registros de bautismo anotan como “españoles”. Entre los hijos de don Vicente está José Ydubige Muñatones quien se casa con Juana de Armas. De este matrimonio nace José de Jesús Muñatones allá por 1813 y que se casa en 1836 con Ydubijes Salazar que muere en 1838. Él contrae matrimonio en segundas nupcias en febrero de 1843 con Leonarda González, originaria de El Caquixtle y vecina de Buenavista desde la infancia. Es probable que aunque su lugar habitual de residencia fuera Buenavista, los “Muñetones”, “Muñatones” ó “Moyetones” (como en los diferentes registros los nombran), trabajaran de jornaleros en haciendas y ranchos cercanos, como en el Estanque de los Aparicio, El Niño Jesús, etc. De ahí que Dámaso naciera en el cercano rancho de la Boquilla de Villanueva.
Por desgracia, el registro de su nacimiento no aparece ni en Tepetongo, Villanueva o Jerez, causa a que muchos libros han sido robados o se perdieron. Ahora tenemos esta copia del periódico “Orientación” en el que el mismo Dámaso dice la fecha y lugar de su nacimiento.


martes, 7 de mayo de 2013

DON RUBEN GONZALEZ DE LA TORRE


Ilustración de Vicky Berumen Félix
Hace pocos días falleció el maestro Rubén González de la Torre. Un hombre sencillo que supo ganarse un lugar muy importante entre los jerezanos gracias a su bonhomía, a su dedicación, a su humildad y a muchos otras cualidades con que fue dotado.
Fue el segundo hijo de don Salomón González Salazar y de doña Consuelo de la Torre Berumen. Don Salomón y doña Consuelo se preocuparon, como todos los González de La Estancia, de que su familia a pesar de ser numerosa (14 hijos) tuviera la mejor educación.
Contaba don Rubén, que lo de ser artista lo traía en las venas, pues desde niño preparaba obras de teatro con muñecos que él mismo hacía. Les inventaba los diálogos y hasta cobraba a los niños que acudían a sus representaciones: “Según el chango era la pedrada” –recordaba- “Un cinco o un diez, lo que trajeran era bueno”.
Don Rubén y su esposa Zita Valdés Jaramillo
En la escuela Tipo hizo su primaria, “como todos mis hermanos, y como éramos muchos, mi papá casi siempre era el presidente de la sociedad de padres de familia. Podría decir que la escuela era nuestra”. Luego don Salomón envió a su hijo a que siguiera estudiando en la Normal de San Marcos. “El inglés nomás no se me dio y por eso solo llegué hasta segundo. Además que nos levantaban muy temprano, como a las cinco de la mañana para cultivar lo que después nos comeríamos. Y lo que son las cosas: mejor me fui de mojado a Texas, yo que odiaba el inglés”.
“Allá solo duré cosa de un año, me regresé a Jerez con unos cuantos dólares y el alma llena de rencor por la discriminación que nos hacían los gringos”.
Don Salomón tenía un negocio de abarrotes muy bien surtido, por el callejón de la Parroquia. “El Muelle” se llamaba, y Rubén su hijo, a pocos pasos, -en la esquina del callejón y calle del Placer- estableció su propia tienda de abarrotes a la que llamó “La Playa”. –“Ya teníamos la playa y el muelle, solo nos faltaba el mar. Y nada que aparecía el mar de gentes que esperaba atender en mi tienda, porque como don Salomón estaba bien aclientado, no dejaba nada para mí. Para entonces tenía veinte años, me entretenía dibujando en el papel de envoltura y haciéndoles caricaturas a los poquitos clientes que llegaban”.
Don Salomón advirtiendo que de abarrotero no se iba a mantener, le aconsejó que se fuera a la ciudad de México, a ver si allá le iba mejor con sus dibujos. “Allá llegué con un tío, y a los poquitos días corrí con suerte, pues pude inscribirme en un curso de historieta en la escuela libre de arte y publicidad. Al principio éramos muchos los interesados, pero al último solo quedamos seis”.
Desde entonces ingresó al mundo de la historieta, aprendiendo de muchos maestros como el reconocido dibujante Antonio Gutiérrez Salazar, recordado por sus dibujos en medio tono impresos en sepia en la mayoría de las publicaciones de “Lágrimas, Risas y Amor”, con guiones de Yolanda Vargas Dulché y Guillermo de la Parra. En esa editorial “Argumentos” (EDAR) don Rubén encontró acomodo por más de veinte años, dibujando, dibujando y dibujando.


A mediados de los ochenta, decide junto con su familia regresar a su tierra, donde en la casa que había adquirido puso su taller de dibujo. En ese taller se hacía la revista “Fuego” que semana a semana circulaba con un tiraje de más de 500 mil ejemplares. El guión se lo enviaban de México, y aquí don Rubén hacía los monos, y sus ayudantes (que eran de la familia) se repartían el trabajo complementario: escenografía, vestuario, letras, detalles, sombras, etc. Cada 15 día se enviaban por Omnibus de México las láminas de varios números. Aproximadamente don  Rubén y familia participaron en 800 números de esa revista.
Ahí mismo en su hogar, en su taller, recibía a jóvenes con aptitudes artísticas y los aconsejaba para que encauzaran esas aptitudes. El maestro Rubén colaboró ampliamente con el Instituto Jerezano de Cultura donde por muchos años estuvo al frente del Taller de Dibujo.
Afortunadamente, fue una persona noble, nada egoísta, por lo que sus conocimientos no se fueron con él, sino que en diferentes etapas de su vida los compartió y han servido para que quienes se acercaron a él, hayan podido abrevar de sus conocimientos.
Sit tibi terra levis, RUGOTO.

domingo, 20 de enero de 2013