jueves, 14 de agosto de 2014

LA DILIGENCIA DE LOS SÁNCHEZ CASTELLANOS (Segunda parte)


La diligencia que había partido esa madrugada de Zacatecas iba con retraso, y es que don Lorenzo Escobedo pagó generoso flete para que le transportaran dos grandes y pesados baúles cuyo contenido quedó en el secreto guardado gracias a unas cuantas monedas de oro que pasaron de manos del dueño de los baúles a las manos del encargado de las diligencias. Se tuvo que cambiar el tronco de caballos por uno de mulas para que pudieran con el tirón, porque también llevaban diez pasajeros, más el cochero, el ayudante y el corredor.
Además los rayos de una rueda trasera se dañaron, por lo que tuvieron que parar cerca del ranchito “Las Cocinas” mientras que el carpintero de la Hacienda de Malpaso repuso los rayos y revisó las demás ruedas. Y para acabarla de fregar, en la posta de Las Cocinas no hubo mulas de repuesto, por lo que volvieron a cambiar por caballos.
Como el terreno era llano en su mayor parte, el viaje transcurrió en calma, si se le puede llamar calma el escuchar las gruesas interjecciones que de cuando en cuando el cochero dirigía a los animales, mismas que acompañaba con chasquidos de un gran látigo y que eran festejadas ruidosamente por los borrachines que viajaban en el techo de la diligencia.
A López Velarde le tocó viajar en diligencias de postín, porque escribe: “…y va la diligencia fatigosa / sobre la sierra, y van los postillones / cantando bienandanza o desamor, / súbita surge la lección esbelta / y firme de tus torres, y saludo / desde lejos tu altar…” (A la patrona de mi pueblo).

El carruaje paró en un sitio llamado “Las Hacienditas”, donde un par de guardias saludaron al cochero que se bajó del pescante y los saludó afablemente.
-¿Qué pasó compadre? Llega casi con tres horas de retraso. Ya casi es hora de comer. Su pasaje ha de venir bien molido.
-En la nochecita le cuento, cuando acabe su turno, sirve que nos echamos unos pulquitos en la plaza. Nomás viera qué ganas traigo de un buen curado.
-Po’s nomás diga. Ya sabe que los compadres no se dejan morir solos. Y ¿qué trai en la diligencia? ¿No trai contrabando como de costumbre? Jabón, tabaco, o algo escondido por ahí…
-No compadre, ya sabe que cuando cargo algo le aviso pa’ que usté saque también tajada. Traigo las sacas del correo, el equipaje de los pasajeros y po’s nomás…
-¿Y esos velizotes que vienen atrás y adelante? ¿Qué train? Dígale al dueño que baje pa’ revisarlos.
Al llamado del cochero, don Lorenzo bajó y al preguntarle sobre la propiedad de los baúles, contestó que eran de él. Cuando el guardia de la garita le indicó que los bajaran y abrieran para revisar su contenido, se lo llevó aparte y algo le dijo, mientras le daba unas monedas que el guardia escondió rápidamente, mientras hacía gestos de afirmación con la cabeza.
-Po’s sígale compadre, que ya la comida ha de estar fría en el Hotel Oriente. Todo está bien. Solo que va a haber un problema a lo que veo.
-¿Qué problema compadre? A ver dígame…
-Que el río traí muncha agua. Y su carro como viene de cargado a lo mejor se clava en el vado. Si quere le presto el guayín, ese de ahí, nomás me ayuda a enganchar las mulas. Mientras vayan subiendo toda la carga que trai, en especial esos velizotes, que si siguen en la diligencia van a llegar bien moja’os.
En un carretón de cuatro ruedas, tirado por dos mulas acomodaron toda la carga. Don Lorenzo estuvo muy atento a lo que se hacía con sus baúles, y decidió acompañar al ayudante del cochero en el carretón, para no descuidar ni un momento su equipaje.
Así, la diligencia pasó el río grande, que entonces sí era grande y ancho. Y no había puente. Atrás el carretón, controlado por el ayudante, que se daba vuelo gritándoles a las mulas todo el vocabulario aprendido del cochero, intercalando de vez en cuando palabrejas de su particular cosecha. Perros y niños que salieron de sabrá Dios donde y en ruidosa algarabía siguieron a los carros que con su ruidajo alertaban a la amodorrada y pequeña ciudad de Jerez. Entraron por la calle de San Luis y luego dieron vuelta por la calle del Refugio, parando frente al hotel Oriente, propiedad también de don Antonio R. Castellanos y socios.
Todos los pasajeros reclamaron sus equipajes. Algunos se dirigieron al interior del hotel, atraídos por el olor de la comida y en busca de habitaciones para alojarse. El señor Escobedo llamó al cochero:
-¡Oiga! Yo necesito ir hasta Monte Escobedo. De aquí, ¿cómo le hago?
-¡Újule! ¡Eso sí que va a estar bien cabrón! Pa’l Monte no hay modo. Mire, la diligencia del correo que va a Tlaltenango nomás sale los sábados muy temprano. Esa lo dejaría en Huejúcar. Ya más cerquita, pero no crioque lo quera llevar con esa carga tan pesada. No. Esa diligencia es ligera, nomás lleva el correo y cuando muncho a seis viajeros. Como el tronco es de cuatro caballos, no va a poder con sus triques.
-¡Necesito salir hoy mismo para allá! ¿No hay otra forma?
-Po’s la única forma es que rente un guayín como este y con cuatro mulas. Aunque es muy incómodo, porque va a resentir el camino, que como es sierra, está muy malo. A veces puritita brecha. Y es que en lugar de dar güelta hasta Huejúcar, nos vamos por la sierra de Juanchorrey, por el camino de los arrieros
-¿Y dónde puedo rentar el guayín que me dice?
-Po’s mire, Aquí hay carros, pero hasta mañana se los rentan. Es que todos los animales los descansan para que tengan bríos en la madrugada. Y si de veras le urge, po’s dígale a mi compadre, alcabo ya está su equipaje arriba del carro… Dígale, estas mulas están frescas. Y si salen en una hora pueden aprovechar toda la tarde. Campean un rato en la nochecita y muy temprano le siguen. Quen quite y mañana anocheciendo ya estén allá.
-Vamos con su compadre, a ver si jala con el carretón.
-Mire, deje que vaya uno de los postillones, al’cabo les gusta correr, sirve que descansan estas mulas y se traen otras dos y un cochero y un guardia.
-¿Y el guardia pa’qué? Yo voy en el pescante con el cochero.
-Po’s si sabe y trai armas no se hable más. Le digo, es que el camino está muncho muy feo, y además hay bandidos, de esos que le llaman “tulises”. No quera Dios y se los encuentre...


LA PRÓXIMA SEMANA CONCLUYE…