lunes, 16 de junio de 2008

6 DE JUNIO

30 Y MUCHOS AÑOS.

El jueves anterior estuve en el convivio que organizó la administración municipal en honor de los comunicadores jerezanos, evento en el que fueron entregados reconocimientos a los que hemos dejado gran parte de nuestras vidas en los medios de comunicación.

Por supuesto, Javier Torres recibió el reconocimiento y el aplauso de los presentes al recordar que ya hace 53 años comenzó a llenarse las uñas de tinta… es el único representante de un periodismo muy diferente al actual. Un periodismo que se antoja quijotesco, pues muchas amenazas ha recibido en el transcurso de su vida. Las páginas de su periódico han sido semillero de gente que de alguna manera sigue ligada con la comunicación y que son profesionistas o políticos de renombre. Ha visto pasar unas veinte administraciones municipales y unas 9 o 10 estatales. “El Alacrán” sigue siendo un importante vínculo de expresión cuya lectura se sigue disfrutando domingo a domingo.

Luego, -volviendo al evento- se entregaron reconocimientos a quienes ya tienen más de treinta años bregando en esta incomprendida profesión. (digo, incomprendida porque es muy difícil quedar bien con todo mundo). Gerardo Díaz de León recibió su reconocimiento de manos de la alcaldesa Alma Avila. Yo recuerdo cuando Gerardo llegó a Jerez, cuando la XEXM no tenía ni pañales. Gerardo fue quien –a fuerza de constancia- logró darle la imagen sólida que hasta la fecha tiene Radio Jerez. Sin ser jerezano de nacimiento, ha hecho por nuestro terruño mucho más que los que presumimos de ser parientes del poeta López Velarde.

El periodismo serio, constante y que desde hace como 34 años ha influído en la vida local, también fue tomado en cuenta, y Gilberto González Berumen recibió el reconocimiento y la ovación de los compañeros. (No estoy bien seguro de la fecha en que inició su semanario porque no tengo el primer número a la mano, pero quiero reconocer que el archivo de “Diálogo” es una fuente muy bien documentada de los últimos treinta años de Jerez). Cuna de periodistas como Ricardo Evodio Cabral y Alberto Esquivel Muñoz. Además en sus páginas se han visto las inquietudes de excelsos escritores (Ahora solo se me viene a la mente María Isabel Miranda de Robles –A quien envío un saludo pues sé que le hacen llegar los periódicos jerezanos-).

Hace muchos, pero muchos años, Jaime Raygoza Vera ingresó al Club de Periodismo que los sábados llevábamos cuando estudiábamos en la Secundaria. Club que primero estuvo bajo la dirección del profesor Fernando Robles Zepeda, luego del profesor Eligio Román Aguirre, y después en manos del Profesor Luis Arellano Ortiz (ESFRALVE era el nombre de la publicación que por buen tiempo impulsó el profesor Arellano y que tuvo que ver conmigo, pues yo lo imprimía). Jaime Raygoza se ha caracterizado desde entonces por el ingenio que tiene para el dibujo, la pintura, la crítica. Y desde entonces se metió de lleno. Creo que ni él se acuerda cuantos cartones ha hecho, en cuantas publicaciones ha colaborado, pero siempre ha sido alguien inquieto.

“¡Y Castaño ahí estaba!” siempre le decimos a José Manuel Castaño, por su grandielocuencia cuando platica de algún evento “Yo lo ví, yo ahí estaba”. Y la verdad no sé desde cuando andaba Castaño revuelto en estos bretes. Pero desde que lo conocí también se ha metido de lleno en el mundo de la comunicación. Es alguien noble que a todos ayuda sin chistar, aunque no le paguen nunca. Recibió su reconocimiento y felicitaciones de todos los que “ahí estaban”.

Según mis cuentas, mis primeros pasos en el periodismo jerezano los dí en 1969, cuando aún bien pollito ingresé al Club de Periodismo que comandaba don Fernando Robles. Y fue precisamente él quien quizá advirtió que podría tener futuro en el periodismo, y me invitó luego a seguir escribiendo en su revista “Jerez”. El fue quien guió mis inquietudes en el mundo de la información. En febrero de 1973, cuando comencé a publicar “El Eco” en sus poquitas páginas tuve la colaboración semanal del profesor Robles, quien escribía sobre política, tema que yo no entendía aún (y sigo sin entender).

Pues en el evento de la noche del jueves, también recibí mi reconocimiento de parte de la Lic. Alma Avila (a quien me une una amistad de muchos años y a la que ella hizo referencia cuando los dos compartíamos el mesabanco en el taller de taquimecanografía de la escuela). Yo no soy ducho en hablar en público, así que lo único que se me ocurrió decir era que “deseaba seguir otros treinta años al menos en el periodismo”. Le voy a ganar a Javier…

RECONOCIMIENTO MUY ESPECIAL…

Mención aparte, merece la Sra. Ma. de Jesús Reveles de Vanegas, la que por causas familiares no pudo acudir. Con su lente ha captado gran parte de la vida de los jerezanos a través de rostros, los que en su expresión denotan diversos estados de ánimo; la mujer jerezana especialmente ha ocupado la mayor parte de su tiempo.

Jesusita Reveles, como cariñosamente la conocemos, ha colaborado prácticamente en todos los medios de comunicación impresos a nivel local y sus placas han engalanado la revista “Jerez” del profesor Fernando Robles desde mediados del siglo XX, “Primavera” y “Diálogo” de 1977 a la fecha, “El Alacrán”, “El Eco”, “Vibraciones” y “Crónica”, al igual que revistas como “La Feria”, “Jerez aquí y allá” y “Mi Tierra” y algunas que han desaparecido o se encuentran en receso, como las editadas por Ofelia Reveles, Guillermo González, el Pbro. Juan Manuel Quezada Berumen y otros.

Pero aparte ha incursionado de manera activa en las tareas de la información: a finales de los 40´s se idea un medio electrónico que consistía en poner música, enviar saludos de parejas o amistades y como objetivo principal el anunciar algunos establecimientos, “La voz del comercio” fue el nombre del programa en el cual era la locutora y encargada de darle continuidad, y mediante un sonido de potentes altoparlantes, cuyas vibraciones se oían hasta Ciénega, se difundía desde el Portal Humboldt, justo donde coincidentemente después nació XEXM Radio Jerez.

Formó parte también en el intento de continuidad del Semanario “Jerez”, tras la muerte de su fundador Fernando Robles Zepeda; constituyó también la unión de Fotógrafos y similares de Jerez.

Una mujer acostumbrada al trabajo, nada hay que le hubiera representado dificultad a sus delicadas manos; igual enrayaba una bicicleta, pues también laboró en un agencia de reparación, que retocar con finos trazos de su lápiz para corregir cualquier impureza en la imagen; ese es para ella el gran secreto y la base del trabajo artístico en la fotografía, lo cual aprendió inicialmente en los estudios para los que laboró, pero que fue perfeccionando de manera autodidacta desde que abrió su propio estudio “Claudia”, en el año de 1969. Nunca estudió ni llevó cursos, todo lo aprendió de sus maestros en el campo de trabajo y personalmente fue descubriendo todo lo que encierra esta actividad.

Su hobby principal ha sido la pintura y en sus ratos libres, dentro de la intimidad de su hogar, toma el pincel y plasma extraordinarias obras de arte, que muchas personas han tenido la oportunidad de apreciar en la exposición pictórica que anualmente se realizaba durante la feria de primavera, cerca de medio centenar de cuadros son los que ha realizado y en su mayoría se encuentran repartidos entre sus hijos, familiares y amigos. (La semblanza es de Evodio Cabral).

EL DINERO QUE SE VUELVE KURAGUMBI…

Y como acostumbro cada semana incluyo un relato. Este no me acuerdo quien me lo contó y es una versión algo parecida a una narración que aparece en el libro “Historias de Aparecidos y Tesoros” (que por cierto ya hay de nuevo).

“Muchas gentes dicen que sí han encontrado dinero, pero al sacarlo se les convierte en güesos, carbón, basura… Mi agüelita contaba que tenía una amiga que se llamaba Petronila y que vivía ahí en el rancho, en L’stancia. P’os había un muchacho que la pretendía y que acostumbraba pasar por el arroyo que cruzaba al norte del rancho. Ese arroyo en tiempos de secas servía como camino pa’ bajar del Agüichote y de la sierra. Y en tiempos de lluvias se convertía en un río muy bravo y lleno de agua.

“Po’s el muchacho iba pasando por el arroyo montado en su burro cuando notó que en uno de los barrancos remojados y medio redumbados había algo así como un cantarito como de un palmo y media de alto.

“P’os el muy curioso se descolgó por el barranco y se puso a ver el cantarito que estaba bien lleno de moneditas chiquitas de oro. Y dijo: “Ahhh, qué bueno que tengo dinero pa’ hacerle una casita a Petronila allá en San Joaquín”. Luego se puso a amarrar el cantarito con un mecate que traiba en el burro, ya ven que en el campo así andan los hombres con su mecate y su machete. Y se fue en su burro, con el cántaro bien tapado. Pero luego oyó como que el cántaro ya no pesaba. “¿P’os por qué se oyirá ese ruido omo si batieran lodo?”. Y que destapa el cántaro, y le dio rete harto asco, porque hasta hervía de inmundicia, todo lleno de suciedad. “¡No, pos si yo vi clarito que eran moneditas de oro! Esto ha de ser cosa del chamuco!”. Y desamarró el cantarito y lo rompió en las piedras del camino, quedando todo aquello muy cochino.

“De ratito, pasó por ahí mi agüelito. Mi agüelito salía a los ranchos, lejos de su casa, y ese día iba pa’ Jerez a comprar mercancía, porque el era “varillero”, de esos que en sus burros llebavan agujas, hilo, cosas de esas de mercería”. Y que iba pasando y que veía brillar y brillar. “¡Ay!, ¿pos que será eso tan encandilador?”. Y que va viendo todas las moneditas de oro tiradas por el camino. Lo recogió y ya no anduvo vendiendo en los ranchos nada, porque se compró una casa y puso una mercería en Tepetongo y de ahí les vendía a los varilleros.

La Petronila no se casó con el muchacho, es más, no se casó con nadie porque se murió en la epidemia de tifoidea del 33”.

29 DE MAYO

En el canal 9 local aparecen unas cortinillas con fotos antiguas de Jerez. En esta semana las voy a cambiar porque creo ya aburrieron, pero antes de hacerlo, obsequiaré un dvd con tal presentación a las 5 primeras personas que me digan el nombre del vals y el autor del mismo que usamos como fondo. No he podido termiar el relato del Mesón del Silencio, pero mientras ofrezco esta narración inédita de mi hermana Victoria:

JUANITO

“Imploro una caridad

a los buenos pasajeros

que tuvieran la bondad

de querer escuchar

lo que les pido con humildad

y se tomaran la licencia

de darme una caridad”.

La plañidera voz y su lastimero pregón parecía brotar del suelo del frente del Hotel Jardín. Perdido entre las piernas de los viajeros que subían y bajaban de los camiones que hacían alto en esta terminal se encontraba Juanito implorando caridad.

Juanito era un guiñapo humano, de enjuto, retorcido y semiparalizado cuerpo que se arrastraba sobre un trozo de vaqueta mal curtida, impulsándose con los codos por las lozas de la banqueta, y desde ahí repetía su eterna salmodia:

“Caridad, caridad, una caridad,

disculpen el atrevimiento

de pedirles una caridad,

que el Señor de los Rayos

les pagará su bondad”

Así, a la manera de los mendigos medievales, a la de los limosneros ilustrados por Cervantes, a los que pulularon en la época de la colonia y sobrevivieron a las revoluciones, estos demandantes de la caridad pública rimaban sus peticiones trastocando en deudor a toda la corte celestial y dejándolas en la memoria abierta y maltrecho cuerpo de nuestro peticionario que con monótona voz las salmodiaba:

“Por su madre Santísima

que junto a El está

no me nieguen el socorro

de darme una caridá”.

Competía su clamor con el pregón de los vendedores que acudían a ofrecer su producto a los ocupantes de los frecuentes camiones que hacían la ruta para Tepechitlán y Nochistlán, o que tan solo iban en peregrinación a Temastián para visitar al milagroso Señor de los Rayos.

“La limosna que aquí se da

es una bendición del cielo,

para el necesitado un consuelo

y agradecida una eternidad”.

Gracias a la afluencia de viajeros y a la existencia de las dos terminales de autobuses, (Zacatecas-Jerez y Línea Verde) en ese costado del jardín principal se instalaron puestos de aguas frescas, jugos, “chocomiles”; y ahí se empezó a hacer famoso Darío con sus tortas.

Don Vicente Álvarez y su cajón de dulces hechos por sus hijas duró muchos años plantado en tan estratégico lugar, mismo que compartía con los “semilleros” y los chiquillos que le daban “bola” al calzado.

“Es una obra de misericordia

el dar una caridad,

Dios les premiará en la gloria

remediar mi necesidad”.

Abrazado a una alcancía de las “de cuadrito” dedicada al Señor San José, su voz se confundía con la del vendedor de gelatinas que cargando su aparadorcito de cristal, semejante a una transparente jaulita de varios niveles expendía al público su temblona y translúcida mercancía, la cual era sacada con sumo cuidado una vez que encontraba un comprador: “geeela…tiiinas” era su pregón.

Entre los cargadores que con sus terciadas cuerdas (aún no había “diablitos”) esperaban a quién solicitase de su fuerza para el traslado de bultos o equipaje estaban los paleteros, mismos que ofrecían por las ventanillas los manojos de refrescante colorida y licuefaciente golosina manufacturada en “Helados Regios” o “El Polo” que se vendía no importando el mes que fuese, pues al decir de un paletero: –la gente de Jerez está tan acostumbrada a tragar paletas que ya ni se fija ni en el frío…- además cuando no se conseguía trabajo quedaban dos caminos: el meterse de maestro (profesor) o de paleteros.

“No puedo en mi pobreza

mas que darles mi bendición

que Dios les pague su largueza

se lo pido de corazón”.

Se oía que despedía a los viajeros mientras los colegiales que salían de clase y los empleados de los comercios atendían con gusto aquel grito de “ …barquillos, barquiooo… barquiooo de nieve…” lanzado por el popular “gallo” Don Lupe. Otro nevero hacía también su aparición en búsqueda de la clientela foránea: don Matías, introductor de los vasitos de papel y cucharitas de madera para vender su nevado producto coronado con mermelada de piña; él se anunciaba con “laa ñeee…vé, aquí está su ñeee…vé”.

“Dios les de su salú

y les guíe en su camino,

ya que con ustedes va

como todos peregrino,

contando la caridá

que ustedes hacen conmigo.

Caridad, caridad, una caridá”.

Cuando retiraron las terminales del centro de la ciudad emigró Juanito con su cantinela. Ya no lo veíamos más dándose vuelo con un codo mientras adelantaba con el otro, casi besando el empedrado, con rumbo del “Mesón de las mariposas” o el de “Santa Rosa”.

Treinta años después reapareció por poco tiempo en Jerez; al costado oriente del mercado, pero esta vez postrado en una silla de ruedas, con una alcancía de bote y sin su letanía de:

Caridad, caridad, una caridad”.

DIA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

El próximo sábado seguramente no seremos invitados a las pachangas con motivo del Día de la Libertad de Expresión. Como este año no es político, no habrá comelitones ni nada. Esto me hace recordar que hace ya 37 años comencé en el campo del periodismo, y fue quien tuvo confianza en mí, el Profesor Fernando Robles Zepeda el que me diera oportunidad de escribir en su revista “Jerez” en 1971. De ahí seguiría con mi pequeño semanario “El Eco” y hasta la fecha sigo metido “hasta las cachas” en el mundo de la información. Y lo reitero: soy periodista por vocación y convicción. Ya soy representante de la vieja guardia… Y ya mero acabo el libro!!!

16 DE MAYO

BILLETES Y MONEDAS

Me cuentan que antes que el Banco de México fuera nombrado como la única institución facultada para emitir moneda, en cada entidad se fabricaba su papel circulante o billetes, el cual no era muy aceptado pues se prefería las monedas cuyo valor en metal era real, y no una vaga promesa de pago al portador.

Allá por 1891, el Banco de Zacatecas emitió unos billetes muy bien impresos que circularon en la última década del siglo XIX y principios del XX, que tenían bastante estimación tanto en Zacatecas como en Aguascalientes, pues en esos entonces el Banco de Zacatecas tenía fama de ser una institución muy sólida.

Los billetes eran de varias denominaciones y en ellos aparecía la efigie del jerezano gobernador Francisco García Salinas.

En el billete de a 50, al centro tiene un grabado donde se ve a una joven alimentando a una vaca, en el extremo izquierdo se encuentra un ranchero recargado en una parte de un corral y sujetando una guadaña. Lo curioso, es que más que un ranchero mexicano, parece europeo, ya que sus rasgos físicos son de cara larga y refinada, ojos y piel clara, además que su indumentaria parece la de alguien que vive en alguna región francesa. Bueno, tal vez esto se entendiera si vemos que estos billetes eran diseñados por la neoyorquina empresa “American Bank Note Company” que imprimió el papel moneda mexicano hasta 1968.

Este papel circulante, era llevado por los arrieros para hacer sus compras hasta en lugares de San Luis Potosí, donde a regañadientes era aceptado, pero su cambio era dado en el mismo papel.

Como no había monedas para dar los cambios, entonces los billetes eran cortados en cuatro partes, y en cada parte firmaba alguna autoridad que atestiguara el corte. Así, el arriero pagaba lo necesario y cuando se juntaban las cuatro partes del billete, se enviaban al Banco de Zacatecas para su reposición.

En la época prerevolucionaria, los jerezanos usaban de este papel como muy normal, ya que uno de los socios del Banco de Zacatecas lo había sido el Lic. Luis Escobedo quien dirigía el emporio comercial “Juan P. Escobedo Sucesores” que abastecía no solo a Jerez sino incluso a Zacatecas, dueño de la “Compañía Industrial de Fósforos” y de “El Palacio de Cristal”, además del negocio de telas de don Ignacio Escobedo en el Portal Humboldt. Propietarios también de la fábrica de cigarros “La Nacional”, mediante la cual impulsaron por un tiempo el cultivo del tabaco en la región, que luego se utilizaba para fabricar los cigarros de papel de arroz y lino.

Su fábrica de muebles llamada “El Progreso” era dirigida por Andrés U. Buhr, localizada en la calle de la Parroquia, en el número 24, finca que en 1896 compraran a don Francisco Llamas Carrillo para habilitarla como una moderna fábrica de muebles, utilizando maderas finas que se obtenían del aserradero de La Tinajita, cercano a Monte Escobedo, probablemente también de la familia. El aserradero tenía excelente maquinaria, además de una estufa y secadora para el desfleme de madera. “El Progreso” tenía como anexos una pequeña fábrica de aguarrás y otra de espejos. Esta familia, los Escobedo, fue una de las más significativas del Jerez porfiriano, no sólo por sus propiedades y capital, sino porque generaba un buen número de empleos.
Aparte, don Luis Escobedo era concesionario de grandes firmas como “M. Lambert y Cía.”, “Torre y Gutiérrez Sucr.”, “Cervecería de San Luis”” y “Juan Dockelar Sucr.”.

Pero, no solo los Escobedo detentaban el comercio jerezano. Entre los más populares estaban “El Centro Mercantil” de don Julio Casas y en el cual se vendía ropa; los negocios de telas de don Alfredo Reveles, Ignacio Escobedo y Francisco Gloria debajo del Portal Humboldt; las zapaterías “La Sorpresa”, en la Plaza Tacuba frente al Colegio de Niñas y “El Nuevo Mundo” de doña Vicentita Camacho; las tiendas de abarrotes “El Globo” de don Merced Juárez (donde está ahora el Salón Carta Blanca). “La Marina” propiedad de Melesio Cabral en la calle de Moctezuma. “El Sol” de don Chencho Salas en la calle del Alamo. Estaba también “La Bola” de don Jacinto Carlos y Mariano de Haro que tenía artículos de importación y “La Esmeralda” ubicada en la calle de Mina.

Otras fueron “El Chinchunchán” de Darío García, en la calle del Espejo. “La Fantasía” en la de la Fortuna.La Bufa” de don Petronilo Colmenero que se ubicaba en la Plaza Principal, la del “Ciprés” atendida por don Zeferino. “La Colonia” de don Marcos Dena en la calle del Hospital, y “La Norma” que se ubicaba en la esquina norte del Santuario, propiedad de Sixto y José Cabrera.

Y siguiendo con los billetes y monedas, además de los que el Banco de Zacatecas emitió con la imagen de Francisco García Salinas, he visto otros billetitos que los revolucionarios jerezanos imprimieron, y al que el pueblo dio por llamar “las palomas del tío justo” pues fue el General don Justo Avila quien impuso su circulación. También tengo algunos del tiempo de los cristeros, que circulaban solo en determinadas zonas del país. (Por ejemplo, en Mezquitic, Huejuquilla, Chalchihuites y en Jerez también se vieron).

LA HISTORIA CICLICA. Ya lo dije una vez, y lo reitero: el entusiasmo por la conservación y el conocimiento de la historia local va por ciclos, después se olvida. Y como se vienen los festejos del aniversario de López Velarde, no se de donde han surgido un montón de investigadores que quieren saber detalles que suponen desconocidos de la vida del vate jerezano. Que de que color era su bacinica, que si tenía mirasol, que si era con bordes azules y tapa. Que de qué número calzaba, que si tenía juanetes. Buscan y rebuscan en lo buscado detalles que suponen nadie conoce. Hacen glosas locas a su poesía. Glosas que ya se han hecho por escritores de renombre. En Junio, tales investigadores se paran como pavorreales esperando que todo mundo les elogie su disertación, y después… después el olvido. Lo bueno es que ya hay donde enviarlos para que les orienten, para que les presten fotografías antiguas y documentos que siempre se pierden, ahí, con el IVA. (Prometí no hablar mal de nadie en este mes de mayo, por ser el mes de la madre).

EL MESON DEL SILENCIO. Para la próxima semana tendré listo un relato sobre el Mesón del Silencio, que muy pocos saben donde se ubicaba. No encontré los documentos que tengo de él, así que los seguiré buscando.

16 DE MAYO

En esta ocasión no ofrezco semblanzas históricas, porque con los puentes, el calor y todo lo que se celebra en mayo, no me dieron muchas ganas de buscar en mis archivos, así que les ofrezco una leyenda cortita.

LA CUEVA DEL ZAPATERO

Por el rumbo a Fresnillo, muy cercano a la Ermita de los Murillo, cuentan que hay una cueva en el llamado “Cerro Grande”, y dicen que mas o menos a mitad del siglo pasado se podía todavía ver la abertura de la entrada como de un metro de altura, pero luego fue tapiada con piedras, porque muchas chivas se perdían al entrar ahí. Su profundidad era mucha, los pastores de la región entraban con velas diciendo que sentían como que alguien los llamaba... pero su valentía se disipaba al penetrar pocos metros, porque la tenebrosa oscuridad era imponente.

Mi papá, zapatero de oficio (maquilaba corte de zapato charro), contaba, que en el gremio (entonces muy abundante en Jerez), había un compañero muy dicharachero, muy echador y que se las daba de “vérselas hasta con el mismo chamuco”.

Un día en que desde muy temprano se fueron a cazar conejos, y a buscar referencias de tesoros enterrados, siguiendo antiguas consejas, llegaron a las cercanías de la cueva. Ahí, Casiano (que era el nombre del zapatero), retó a todos a que entraran hasta el fondo, pero viendo la oquedad, y luego que a los pocos metros se tenía que bajar a una especie de subterráneo, todos se echaron para atrás. Casiano se reía y les apostó que entraría hasta el fondo, y como prueba de ello, les traería una herradura de algún burro que se hubiera despeñado en la cueva.

Pues, entró el zapatero como a las diez de la mañana, y salió como hasta las ocho de la noche, ya no tan sonriente, pero sí con una herradura oxidada y muy gastada.

Al preguntarle los amigos que qué cosas había visto, él les comenzó a platicar con lujo de detalles, que cuando se le estaba apagando el ocote que llevaba para alumbrarse, muy adentro de la oquedad, se le apareció un catrín, ofreciéndole que podía llevarse un fabuloso tesoro que ahí estaba, con la condición de que dejara su firma escrita con sange de la mano izquierda.

Casiano le dijo al catrín que no iba por dinero, que solo quería una herradura de burro para mostrársela a sus amigos. Entonces el catrín le contestó que se la podía llevar, siempre y cuando hiciera lo que le pidiera. “Siéntate en esa silla, donde hay una víbora, y si no te muerde es señal que te podrás llevar la herradura”.

El zapatero contó que ya para esos momentos, desde que se le apareció el catrín, tanto era el susto que se había ensuciado en los pantalones, y cuando se sentó en la víbora, esta, a lo mejor por el mal olor no lo mordió o mordió en blandito. El catrín insistió diciéndole que se llevara el tesoro que ahí había, al cabo solo era necesaria una firmita. Casiano insistió también que solo quería una herradura de burro.

“Vas a treparte en esa mula prieta, y si no te tumba, te llevas tu herradura”. El zapatero refirió a sus amigos que apareció una espantosa mula, pero que él ya no sabía si estaba asustado o no, con una mano se apeñuscó muy bien de la crin del animal y con la otra le pegaba fuertemente en la cabeza para que no lo tumbara, y por más respingos que daba el animal, no lo tumbó.

“Aquí esta tu herradura”, le dijo el catrín, “pero recuerda que hay mucho oro esperando por ti, y solo me tienes que firmar con la sangre de tu brazo izquierdo cuando lo quieras”.

Así, el zapatero salió de la cueva, con la prueba que mostró a sus amigos, los que luego de escuchar su relación no quisieron ni tocar la herradura, la que volvió a echar Casiano a la cueva mientras decía “¡catrín, toma tu herradura y pónsela a la burra de tu madre que le hace mucha falta!”. Dicen que luego de esto, se escuchó un gran estruendo, como si la cueva se derrumbara, pero los zapateros ya venían “hechos la mocha” para Jerez.

“Y el alegre y dicharachero Casiano, duró solo como dos o tres años en Jerez” –contaba mi papá- “después no se supo de él, algunos decían que desesperado por la falta de dinero, fue a la cueva con el catrín a echar una firmita con sangre”.

Un cuarterón. En días pasados el Sr. Sotelo me hacía apreciaciones sobre lo que es el “cuarterón”, que yo mencioné en una historia de tesoros. Y me dijo que cuando quisiera podría visitarlo para que conociera como eran, que él tiene uno. Cualquier día de estos voy. Será interesante conocer sobre medidas antiguas.

Las motos paradas. La verdad, ando de genio, porque mis dos motos Italika están paradas, descompuestas, todo por una méndiga refacción que no se consigue: Un tapón de drenado del aceite que vale 9 pesos. Esas motocicletas nomás nuevas funcionan. Las ve uno en la tienda muy brillantes, muy bonitas y “en abonos chiquitos”. Se va uno con la finta… y ¡papas! Se lo enchufan gacho. Luego, luego todo les empieza a fallar y todo se les afloja. Lo malo es que el servicio técnico para esos vehículos no lo hay de calidad. Y lo más malo que no hay refacciones. Supuestamente se pueden pedir por Internet, pero casi nunca hay lo que se necesita, además que el envío se lo tardan como un mes y de pilón, casi siempre llega cambiado. Pero ahí anda uno de güey, comprando en Elektra motos sin buen soporte técnico ni refacciones…

9 DE MAYO

EL CUESTIONARIO DEL REY

Ese sábado 13 de octubre de 1584, luego de oír la misa matutina en el pequeño templo de la “Limpia Concepción”, cuyo atrio y frente estaban entonces orientado hacia el norte, se reunieron bajo una enramada cercana los principales vecinos de la naciente Villa de Xerez de la Frontera. Ahí había dispuestas algunas sillas rústicas y una mesa, con papel, tinta, arenilla y varias plumas de ganso convenientemente afiladas para que el escribano Pedro Ramírez pudiera dar fe de lo que se realizaría.

El Juez de Comisión y Justicia Mayor de la Villa, Diego Nieto Maldonado, les mostró a todos los presentes un cuestionario de 6 hojas, en las que relucía una “P” capitular en tinta roja. Les explicó lo que ya todos sabían: Felipe II necesitaba conocer todo su reino, ya desde 1577 Juan López de Velasco, cosmógrafo y cronista mayor de las Indias había hecho un cuestionario que por órdenes del monarca se distribuyó en todas las posesiones españolas. Por disposiciones de la Audiencia de la Nueva Galicia, lo debían responder “los gobernadores, corregidores o alcaldes mayores”. Eran tan solo 50 preguntas, pero a los vecinos, la mayoría españoles iletrados y que se vinieron en pos de la aventura y la fortuna, se les hacía muy difícil contestarlas, motivo por el cual se reunieron ese otoñal día para ver si entre todos podían hacer una contestación coherente a la “Memoria de las cofas, a que fe ha de refponder: y de que fe han de hazer las relaciones”.

El Escribano comenzó con su mejor caligrafía a redactar el documento: “En la Villa de Xerez de la Frontera a trece dias del mes de Otubre de mil y quinientos y ochenta y quatro años, El Ilustre Señor Diego Nieto Maldonado juez de comicion y justicia mayor de la dicha villa y valle de Taltenango por su majestad en cumplimiento de lo que es mandado por la real audiencia de este reyno sobre la relacion que su majestad mande que se le envie de la descricion de las yndias, estando presentes los señores juan bicente y hernan garcia alcaldes ordinarios de la dicha villa y esteban garcia regidor, les dio a entender lo contenido de la dicha instruyción y aviendoles sido leida dixeron y respondieron lo siguite”

La primera pregunta estaba sencilla, y respondieron: “Que desde la fundacion de esta dicha Villa se le puso nombre de la VILLA DE XEREZ, y ansi lo confirmo el avdiencia real de este reyno de la nueba galizia en cuyo destrito cae y que no a tenido mas nombre que este”. La segunda pregunta era sobre quien fue “el defcubridor y conquiftador de la dicha provincia y el año de fu defcubrimiento…”. Contestaron que “puede aver quinze años poco mas o menos que esta dicha villa se pobló de españoles que algunos de ellos oy en dia residen en ella la qual estava conquistada por los conquistadores antiguos de este reyno y descubridores de las minas de los cacatecas”.

Y así, se consultaban y seguían entre todos dando las respuestas a las preguntas, sobre el temperamento del clima, si es tierra llana, poblaciones de indios, distancias a otras villas, etc.

La pregunta 9 pedía se dijese “El nombre y fobrenombre que tiene, o vuiere tenido… y porque fe vniere llamado affi… y quien le pufo el nombre, y fue el fundador della, y por cuya orden y mandado la poblo y el año de fu fundación, y con quantos vezinos fe comencó a poblar, y los que al prefente tiene”..

La respuesta fue “la cavssa porque a esta villa se le puso el nombre de Xerez de la frontera fue porque es tierra a donde de ordinario andan indios de guerra robadores y matadores el qual nombre se acordó por los pobladores que de presente se hallaron en la poblacion de ellas y por la real avdiencia de este reyno le fue dado y señalado el dho nombre; y fue el primer fundador y poblador de ellas PEDRO CARRILLO DAVILA y PEDRO CALDERA y MARTIN MORENO, y ansi fueron viniendo de dia en dia, y llegaron a aver en la dcha villa treynta y seys vezinos españoles, cazados y solteros, y de presente hay doze y no más. La qual poblazón se hizo, con orden de la dcha real avdiencia, en el año de MIL Y QUINIENTOS Y SESENTA Y NUEBE”.

En 8 folios contestaron esos jerezanos pioneros todo lo que supieron sobre el valle que comenzaban a habitar. Lo interesante es que consignan que en 1569 se fundó la Villa de Xerez. Entonces no había posibilidad de que se equivocaran porque fue pocos años antes, muy pocos.

El documento lo signan Diego Nieto Maldonado, Hernan García, Juan Vicente, Esteban Garcia (que dibujó unos garabatos) y Cristobal Caldera, además de el escribano.

Sería interesante poder paleografiar y dar a conocer a los jerezanos el documento completo, pues nos habla de los primeros días de nuestra tierra. Ya varios investigadores lo han mencionado como Francisco del Paso y Troncoso (que vio el original), don Eugenio del Hoyo y don Valentín García Juárez.

El original se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, en el edificio marcado con el número 21 de la calle León de Madrid. Dicen que hay copias en el Archivo General de Indias, en la Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas, y en la Glasgow University Library. Una copia facsimilar llegada directamente desde el otro lado del charco, adorna mi archivo particular. (Me imagino que es la única que hay en Jerez). El documento no se ha digitalizado por lo que en los archivos de internet no está. Solo Bernardo y Leonardo del Hoyo tienen copias incompletas que yo les facilité. Sería interesante que algún día se pudiera publicar íntegro, perfectamente paleografiado y con sus conclusiones.

Hay otros documentos que nos hablan de los primeros días de nuestro pueblo. Incluso en uno se precisa una fecha que dará mucho de que hablar: Domingo 23 de Noviembre de 1569. ¿Qué ocurrió ese día para que sea importante para la historia de Jerez?.

ECHENSE ESTE TROMPO A LA UÑA MIS HISTORIADORES. (Incluyendo al Impuesto). Y para los que aún creen que los españoles llegaron al Valle el SABADO 22 de enero de 1536, y la primera Misa se celebró el DOMINGO 23 de enero, les digo que fue completamente improbable esa fecha. No hay documento alguno que avale tal versión, hasta el propio Juan N. Carlos desminitió esa fecha. Además el 22 de enero de 1536 fue MIERCOLES y el 23 JUEVES como cualquiera puede comprobar viendo un CALENDARIO PERPETUO tomando en cuenta las debidas correcciones del Calendario Gregoriano.

ASADO DE BODA ESTILO CHAPULIN. Gracias por la “reliquia” que una de las hijas del famoso comandante CH1, Gregorio Tiscareño me llevara a mi casa. Ya es tradicional el Novenario que celebran en honor del Santo Niño Doctor. Dios les de más, para que conviden más.

Saludos al Profesor don Carlos Garrido Roldán, de grata memoria para los que estudiamos en la Secundaria “Ramón López Velarde”. Un día de estos voy a visitarlo…

27 DE ABRIL

LA COCINA JEREZANA ES CHAFA, DICEN

En unos apuntes de Bernardo del Hoyo leí un artículo en el que el poblano Rafael Solana, con raíces jerezanas dice que “la cocina jerezana era en realidad, en tiempos de López Velarde y en cualesquier otros tiempos, lamentable por supuesto, por tratarse de un lugar de tierra adentro, para nada entra en ella pescado alguno, ni ningún otro producto del mar, como no sean las latas. Pero tampoco hay verduras, o las hay en muy escasa variedad, y cada una en fechas limitadas, de tal manera que la minuta diaria suele reducirse, como la manchega de tiempos de Don Quijote, a “salpicón las más veces” y a “algo más vaca que carnero”; el plato regional, bien poco artístico, era allá, en la primera mitad de este siglo, un cocido ramplón, sin ninguna delicadeza, y sin la variedad vegetal del de Madrid o el de Colombia”. Y sigue: “no valdría la pena de hacer un libro, ni de leerlo, con las recetas de la cocina jerezana de los tiempos de López Velarde; entre las muchas regiones de nuestro país dueñas de una cocina riquísima, variada y hasta colorida, Jerez de la Frontera no se cuenta. Zacatecas es uno de los pocos estados que no pueden presumir de poseer una cocina espléndida. Otra cosa son Puebla, Veracruz, Campeche, Mérida, Oaxaca, Guadalajara y hasta Chilpancingo”. Esto refiriéndose al libro de “La cocina jerezana” publicado por don Eugenio del Hoyo, en base a las recetas de doña Carmen Cabrera de Del Hoyo.

Pobre señor, se nota que en su casa lo tuvieron siempre “hambriado” o de plano les daba flojera cocinar a las mujeres de su casa. Tengo en mi poder cuadernos de cocina cuidadosamente escritos por tías abuelas, bisabuelas o tatarabuelas, en los que se describe la preparación de deliciosos platillos que seguramente hicieron las delicias de nuestros antecesores. Hay que recordar que antes de la revolución, las pequeñas ciudades eran autosuficientes, eran unidades de producción. Las frutas, verduras y legumbres se conservaban utilizando diferentes métodos, pues no existían refrigeradores, lo mismo que las carnes que se guardaban a medio cocer en recipientes de porcelana y en cuartos subterráneos llenos de arena.

Hay muchos platillos, que se hacen con los elementos de la región, que se preparaban “del diario” o en ocasiones especiales.

LA GRAN FAMILIA Y LAS PAPAS CON CHILE COLORADO

Nosotros fuímos 13 de familia, más otros tantos contando a mis primos y vecinos que revoloteaban por la casa a la hora de la comida. Siempre estaba la olla de frijoles muy bien cocidos, con sus ramitas de hepazote, esperando para que echaran taco, o la gran cazuela de papas con chile colorado que sigue siendo la delicia de mis parientes cuando vienen de visita. O el cocido con garbanzo y arroz en el que nos peleábamos por chupar los tuétanos. Las albóndigas con arroz o en caldo, y que en varias ocasiones me tocaba preparar las pelotitas, amasándolas y paseándolas sobre harina para que agarraran consistencia. Los frijoles guisados o refritos con su chile verde. (Nada despreciable es su aroma a la hora de almorzar). A diario también había sopas de pasta, que de ojo de pollo, munición, de letras, de fideo, de coditos, etc. Mi mamá doraba la sopa, luego le echaba jitomate, cebolla y un diente de ajo molidos y la dejaba que hirviera. Cuando aparecieron los cubos de caldo de pollo también les echaba. Y antes de que soltara el último hervor le vaciaba hierbas de olor bien moliditas, para que tuviera un sabor muy especial y distintivo. Todos los platillos que a diario preparaba eran de lo más chismosos, pues su olor se esparcía a los cuatro vientos, indicando el momento para que los limosneros fueran llegando por su taco. Cuatro o cinco tortillas recién torteadas servían como plato y cuchara y ahí se les servía el guiso del día. Se sentaban en la banqueta disfrutando de la sombra de los árboles (me crié en la calle Mina cuando había árboles). En el zaguán había una olla con agua del pozo y un jarro, para que no se “añusgaran”.

En lo particular, odié para toda la vida el caldo de pollo y la carne de pollo desde una vez que mi tía Lola mató una gallina de esas doradas. La agarró del pescuezo y le dio vueltas y vueltas hasta que la decapitó, con tan mala suerte que quedó todo el pasillo lleno de sangre. Me dio mucha tristeza ver a la gallina sin cabeza seguir corriendo, y a mi tía atrás de ella hasta que la atrapó y la echó a una vasija con agua hirviendo para desplumarla. Ese acontecimiento quedó bien grabado en mi mente y hasta la fecha no hay poder humano que me haga probar platillos que lleven pollo y menos gallinas doradas descabezadas.

Otro platillo odiado es el hígado. Cuando niño, tenía debilidad visual y propensión al estrabismo (estaba medio bizco pues). Mi tía Lupe muy acomedida me llevó a Aguascalientes con un oculista de los más afamados del país. (En esos tiempos poder ser atendido por un especialista era la gran cosa, y no cualquiera se podía dar el lujo, pero mi tío Polo Berumen cooperó para mi atención). El oftalmólogo me recetó gotas, pastillas y “que coma mucho hígado el muchachito”. Y ahí me tienen, comiendo hígado de res, hasta que quedé bien saturado y de ninguna forma que me lo prepararan me hicieron comerlo más. De la vista no sané con eso, más bien me alivié leyendo cuentos del pato Donald, Archi, Superman, Memín Pinguín, etc., que hasta le fecha sigo leyendo, pero ahora por internet.

El tercero en mi lista de odiados es la avena. “Si no se acaban su plato de avena, no salen de la cocina” nos decía mi mamá a mi hermano Anacleto y a mí, cuando teníamos como 5 y 7 años respectivamente. Como medida de escarmiento dejaba a “santa rita” muy a la vista. (Santa rita era una correa de cuero que usaba mi mamá como medida coercitiva y correctiva y que por cosas de la vida resonaba muy frecuentemente en mis nachitas. Muchas veces la tiré al pozo, pero cuando sacaban agua, la maldita correa salía cada vez más curtida, y así mojada me la daban a probar por ser yo invariablemente el que la trataba de esconder siempre). Bueno, pues ahí durábamos tratando de comernos la avena. Una vez sigilosamente me escapé de la cocina y tiré la avena de los dos platos en el corral donde estaban los cochinos, pero estos méndigos animales también la despreciaron y eso que estaba calientita y con leche y azúcar. La maldad fue descubierta y el castigo impuesto por partida doble. (Nos volvieron a servir avena pero ahora regada con lágrimas, porque “santa rita” se impuso). Combinaba la avena con lo que me encontraba en la cocina, pero con nada me la podía comer. Avena con frijoles, avena con fideo, avena con agua, avena con atole, avena con caldo de res. Y es que siempre llegaba a la conclusión que parecía “una vomitada”. Creo Anacleto mi hermano tampoco ha vuelto a comer avena. El come mapaches, correcaminos, víboras, ratas de campo y todo lo que se encuentre en sus correrías por la sierra.

En ocasiones especiales mi mamá preparaba platillos muy ricos, y cuyos ingredientes elegía desde días antes muy cuidadosamente mi hermana Victoria. El miércoles de ceniza, por ejemplo, la cocina y sus alrededores estaban vedados para nosotros hasta que oyeramos el ansiado grito “¡¡¡A comeeerr!!!”. Y todos (incluyendo visitantes que casi siempre había) nos aposentábamos esperando el desfile de comidas ricas de ese día. Desde huachales, nopalitos con chile colorado, chiles colorados rellenos de queso añejo, tortitas de camarón, hasta llegar a la capirotada.

También se preparaba un pozole muy rico en otras ocasiones, todo en base a recetas antiguas. Cabe mencionar que mi abuelo, don Rodolfo Félix, era matancero en La Estancia de los Berumen y sabía preparar todo tipo de embutidos usando recetas que mis antecesores trajeron desde Espronceda, en los montes de Navarra y de la bella Andalucía. Hacía un chorizo muy especial que no necesitaba guisarse para comerse. Lo preparaba con vino tinto, especias y carne de calidad. También preparaba quesos de muchos tipos. Me cuentan que la tradición quesera y choricera de La Estancia parte de ahí.

Comparto ahora, un “Asado de boda jerezano”, que no es comercial, más bien es para disfrutarse en casa. Necesitamos carne de puerco (preferentemente lomo), chile chilacate y chile guajillo (si no sabe cuales son, cualquier chilero le dice), chocolate (de metate, del de Carmela Murillo), piloncillo (a ver donde lo consigue), un poco de laurel, bolillo, cáscaras de naranja, ajo y sal.

Y se prepara así: la carne cortada en trocitos se dora en una sartén (entre más doradita, mejor sabrá el guiso). En una cacerola se doran los chiles y el ajo, a fuego lento. Mientras se remoja el piloncillo y el chocolate para poderlos moler. Cuando ya están los chiles, se muelen, así como el chocolate, el piloncillo, el laurel y la cáscara de naranja. Ya que esté todo bien molido se cuela y se le agrega la carne, poniendo en el fuego hasta que hierva. Antes de que agregue lo dulce, debe sazonar el guisado con sal al gusto. Pruébelo. ¡Ah!, el bolillo se incorpora a la salsa dulce para que espese.

¿Se han fijado que en esta ocasión me porté bien decente y no hablé mal ni del impuesto ni de los del dedo fácil y el coco seco?

16 DE ABRIL

DON JUAN N. CARLOS

Cuando yo contaba apenas con doce años me topé con un libro grueso, deshojado e incompleto: “Historia del Venerable Santuario de Jerez”. Ese fue uno de mis primeros encuentros con la historia local. Mi mamá me platicaba que el autor de ese libro fue su profesor en los dos o tres meses que don Rodolfo Félix (mi abuelo) le permitió asistir a la escuela rural de la Estancia de los Berumen. Mi papá me consiguió la dirección donde radicaba el historiador, ya que notó el entusiasmo que en mí había despertado el conocer más sobre lo que ha sido nuestro pueblo. Le escribí una extensa carta en la que le manifestaba algunas dudas que tenía sobre su obra, que él amablemente me contestó, lo que me llenó de alegría, y así me decidí a juntar mis domingos para ir algún día a Huanusco a conocer a este personaje, que se había ido a vivir ahí desde los años cincuentas. Y fue un domingo de una mañana de marzo de 1974 cuando llegué a su domicilio, y luego de explicarle el motivo de mi visita a una de sus hijas, me permitió ver a don Juan.

El estaba en el patio, bajo la sombra de una higuera, escribiendo en una mesita llena de papeles. Su invalidez lo tenía sujeto a una silla de ruedas, pero tenía mucho ánimo. “¡Buenos días muchacho!. No me digas quien eres. Eres hijo de Goyo y de Quica ¿Verdad?”. Fueron sus primeras palabras, y luego siguió una charla cordial, amable, en la que me estuvo contestando mis preguntas, disipando mis dudas, dándome ideas para que me adentrara en el mundo de la investigación histórica, y además me regaló muchos documentos interesantes que hasta la fecha han permanecido inéditos y que conservo en mi poder con la esperanza de algún día publicarlos.

Quedé muy formalmente de regresar, pero ya no pude, pues al mes me enteré que había muerto. Y con su muerte quedaron inconclusas muchas de sus obras, entre las que se contaba una recopilación histórica sobre Jerez y la región, en la que se corregían algunos errores que habían quedado en su primer libro, como el de la fecha de fundación de la villa de Xerez.

Don Juan era un personaje muy versátil, había estudiado latín, humanidades, filosofía y teología cuando estuvo en el seminario, pero su afición por el periodismo, el magisterio y la investigación histórica fueron más grandes. Por mucho tiempo estuvo como maestro y director de escuela allá por Susticacán y las rancherías que bordean el cerro del Despeñadero ganando un sueldo de miseria.

En su tiempo fue uno de los periodistas más fecundos de Zacatecas, pues lo mismo escribía de folklore regional, como de biografías de zacatecanos, hechos históricos, anécdotas, cuentos, leyendas, etc.

La mayor parte de su obra se encuentra sin publicarse, y según la colección que obra en poder de Armando González Quiñónez, consiste en lo siguiente:

“Apuntes históricos de Susticacán”. Escrita en Huanusco el 18 de Febrero de 1961. 29 páginas.

“Datos auténticos y verídicos sobre la Sra. Angela Ramos, alias Juana Gallo”. Fechada en Susticacán el 17 de marzo de 1950, Y contínua con “Valor Zacatecano: Juana Gallo”. 21 de septiembre de 1950.

“De los tiempos del Villismo” Región de Jerez, Zac. Personajes. 8 de Agosto de 1949.

“Año Santo. Efemérides Zacatecanas, tomadas del más antiguo Galván y además se han agregado otras para uso de Jun N. Carlos y de quien quiera servirse de ellas. 6 de Marzo de 1951.

“Apuntes Históricos de la Vicaría de Huanusco, Parroquia de Tabasco”. Huanusco, 5 de Julio de 1962.

“Semblanza del Padre Pedro Alonso 1886-1948 (notable sacerdote villanovense. Susticacán, Zac., Septiembre de 1957.

“Material Histórico recogido de la Notaría Parroquial de la Ciudad de Jerez, desde el año de 1648-1811”. Tepetongo, Zac., 11 de Julio de 1957.

“Documento relacionado con la Historia de Tepetongo. 1828”. Susticacán, 7 de septiembre de 1957.

“Copia de unos documentos antiguos manuscritos que me facilitaron en Atolinga, Zac.. que fueron escritos por tres personas siendo una de ellas veterano de la guerra de independencia”. Susticacán, 28 de agosto de 1957.

“Historia de Judas desde su nacimiento según la escritura”. Sin fecha.

“Humilde trabajo leído por el autor en la velada para inaugurar el Colegio Daniel Márquez Medina, la noche del 11 de enero de 1960. Huanusco, Zac., 19 de diciembre de 1960.

“Cosas de antaño: Pepita. Cuento. Este sucedido fue escrito originalmente en inglés e impreso en el periódico “Keepsake”, de donde se tradujo al francés” Susticacán, 9 de agosto de 1954.

“Aditamento a los apuntes históricos del convento de San Francisco de Zacatecas. Biografías de algunos personajes célebres de la época colonial en Zacatecas”. Huanusco, 3 de abril de 1972 (La primera parte se mandó imprimir, pero se perdió.

“Monografía Histórica de Susticacán (Cañada de Palmas Floridas”. Originales en poder de la Familia Reveles Hernández

“Apuntes Históricos proporcionados por D. José J. Hernández”. Es una transcripción manuscrita de los Apuntes para la Historia de Valparaíso.

“Transcripción manuscrita de un documento de reales ordenanzas de tierras sobre el uso de la vara de medir antigua o paso de Salomón para medir sitios de ganado mayor, menor y criaderos. Originales en poder de la Familia Reveles Hernández.

“Primer Cura de la Parroquia de Jerez”. Huanusco, 27 de septiembre de 1965. Colección Familia Reveles Hernández.

“Fundación de la Parroquia de Jerez”. Investigación sobre el nombramiento del Cura de Jerez a favor del Pbro. Diego Ruiz Jurado. Huanusco, 3 de octubre de 1965.

“Datos del Curato de Jerez, tomados de un viejo mapa existente en la Notaría Parroquial” (Se trata del mapa que en junio de 1885 elaboró J. Alberto Aldaco y que aún existe.

Además de la Historia de Jerez y la región, que tampoco se publicó y que está en poder de la Familia Reveles Hernández.

Don Juan Nepomuceno Carlos fue un gran historiador, que pese a los limitantes económicos pudo realizar muchas cosas en beneficio de la microhistoria regional. Por desgracia su trabajo no ha sido reconocido como se debe, y se está perdiendo para siempre…

SE CUMPLIERON FIELMENTE LOS AUGURIOS

En varias de mis colaboraciones mencioné que el asunto del CRONISTA estaba ya arreglado, pues obedecía a cumplir un compromiso político, y la sesión de cabildo donde se eligiera, sería puro “show” para poder decir luego a la ciudadanía que hubo democracia. En días pasados fue convocada una sesión extraordinaria, pues “urgía resolver el asunto del profe”. En la terna, para rellenar nos pusieron a Héctor Manuel Rodríguez y a mí, pero de antemano todos sabíamos el resultado porque la “aplanadora borreguil de los perredistas” ya estaba perfectamente aleccionada. Solo me dio tristeza una cosa: que dos personas que me conocen de toda mi vida, que han seguido mi trayectoria, que tienen todos mis libros y coleccionan mis escritos y a las que me unía una entrañable amistad familiar hayan antepuesto los intereses políticos al verdadero conocimiento. Me dio tristeza ver cuando levantaban el dedo para votar... no en mi favor, sí a favor de la imposición que ya se les había dictado. Pudo más el servilismo, la ambición y la conservación de canonjías políticas que todo lo demás. Mi concepto de amistad es muy especial, por eso es que tengo muy contadísimos amigos, y creo que estas personas, a pesar de lo que me decían, solo de dientes pa’ fuera me apreciaban. Gracias, al menos me permitió esto el conocerles mejor.

No me resta mas que desearle suerte al cronista impuesto (que no electo), porque es muchísimo el trabajo que le espera. La historia de Jerez es maravillosa, llena de acontecimientos que son dignos de contarse y de recordarse, no con largos e inentendibles discursos, ni con tediosos y reborujados párrafos, sí con narraciones ágiles y dirigidas a todo el que sepa leer. Hay pasajes de la vida de nuestros antecesores que no se han podido recuperar verídicamente, y hay que recuperarlos, no con mentiras ni con suposiciones. Sí con un trabajo exhaustivo de investigación. Hay mitos que necesitan desaparecerse definitivamente. Hay que rehacer la crónica de los últimos años, que nunca se hizo a pesar de que alguien por ahí presumiera de tener el libro de la crónica municipal. Hay que corregir toda la nomenclatura de las calles de Jerez, cuyas placas presumen fechas que no tienen sustento histórico y que se pusieron a capricho de no se quien. Uff, es mucho el trabajo que hay que hacer.

Y sigo con la idea que ser cronista no es el querer aparecer siempre en primera fila, tampoco lo es el manifestar con arrogancia ser el poseedor de la verdad absoluta. Ni el de aparecer convenientemente disfrazados en eventos como si fueran pasarelas. Ni tampoco hacer libros a destajo. El cronista es alguien a quien le guste la historia, la conservación de los hechos de su microcosmos, la difusión de los mismos, el saber aceptar críticas a su trabajo. El actuar con humildad Y aunque yo no llene esos requisitos, sí me hubiera gustado llegar para afrontar un nuevo reto. Mucha suerte al impuesto y que la misma historia que él debe conservar sea quien juzgue el actuar de los que sin meditar, alzaron el dedo en seguimiento a las instrucciones que se les dieron.

SALUDOS. Hoy no saludo a nadie en especial, pero sí les reitero mi aprecio y gratitud por entretenerse en este espacio, que a veces está lleno de mis resentimientos, como en esta ocasión.

10 DE ABRIL

PETICION DE PRESTAMO. De la manera más atenta solicito a alguno de mis lectores que tenga la colección del boletín “Recopilando” que editaba el Instituto Jerezano de Cultura hasta el año pasado, que me haga el favor de prestarme sus ejemplares por un rato para copiarlos, porque a mi colección le salieron alitas y ya hasta al perro regañé, pero no aparece. Lo más seguro es que alguien se la haya llevado pensando que en mi casa no estaría segura. Gracias de antemano.

Ahora les haré ameno el rato, invitándolos a leer una narración de mi barrio:

En nuestra provincia se dan situaciones y anécdotas que se antoja contarlas y transmitirlas aunque nos tachen de ingenuos, pero que por sí mismas son un testimonio de nuestra manera de ser, como la presente historia verídica de las viejitas que se comieron una casa:

LOLA Y MARGARITA

Lola y Margarita eran hermanas; Lola ya era viuda y Margarita nunca se casó, quizá su soltería se debiera a las cacarizas que la viruela y el sarampión, para las cuales no había vacuna aún, le dejaron en la cara.

Sobrevivientes de dos severas hambrunas y de dos guerras: la grande (revolución de 1910) y la chiquita (la cristiada), vivían tranquilas en su acogedora y limpia casita situada en la calle de La Estrella, casi esquina con la de La Culebrilla. Las dos mujeres se mantenían de hacer finos encajes de ganchillo y frivolité, además de que Margarita servía como lavandera en la casa de las señoritas Llamas (las Llamitas, les decía la gente) allá por la Calle del Santuario.

Lola tenía un hijo que se fué para los nortes cantando aquello de “Ay Susana, Susana, no llores por mi; que me voy a California a traer oro para ti…”; hijo que se largó en la gran oleada migratoria del veintitrés cuando una gran cantidad de paisanos se fue a barrer los dólares para acá. De este hijo no volvieron a tener noticia hasta el día que ya viejas ellas y casado él, se presentó para vender la casa.

En un acto compasivo y de amor filial hacia las ancianas, condicionó al comprador de que no tomara posesión de la casa hasta en tanto las dos ocupantes no se hubiesen muerto, cosa que juzgaba no tardaría mucho en suceder. Fue el único beneficio que obtuvieron las mujeres, ya que del dinero de la venta no vieron ni un quinto, porque Genarito, como le decían al hijo ingrato, alegó que su esposa, gringa por cierto, y sus gabachitos hijos, le generaban muchos gastos y necesitaba el dinero completo; de ellas no tenía que preocuparse, porque estaba seguro, les dijo, de que los vecinos no las iban a desamparar y mucho menos a dejarlas morir de hambre.

¿Qué hacer?, ¿qué hacer?. Orgullosas como eran no querían vivir de la caridad pública ni de dinero que no hubiesen ganado con su modesto trabajo, y a esas alturas Lola presentaba un cuadro de parálisis que la obligaba a moverse empujando una sillita de tule. Pensaron en rentar parte de la casa, pero al estar en calidad de enajenada ya no podían hacerlo. No le tenían rencor al comprador, pero sí algo de reproches para Genaro que de alguna forma debía de pagar, pero en esta vida, el sobresalto al que las sometió.

Le pensaron, ya que no podían trabajar y tenían gastos médicos que realizar, le pensaron y le pensaron hasta que dieron al clavo: ¡Se comerían la casa!...

Y así, con la discreta y decidida complicidad de los vecinos de la parte adjunta y la parte posterior, se dieron a la tarea de desmantelar la finca: primero los techos, luego de vendidas las vigas y las tabletas se siguió con los adobones, hasta llegar a las lozas de los pisos, sin descuidar por ello de mantener en pié la hermosa fachada misma que recibía su enjabelgada anual ocultando lo que en su interior pasaba.

Impaciente el comprador se paseaba por la banqueta de la casa haciendo sonar sus espuelas; aunque respetuoso del trato ya desesperaba de que se murieran, pero como las veía muy saludables cuando por las tardes éstas se sentaban a la puerta de la casa en sus sillitas bajitas a tejer puntillas y macazares a la luz mortecina del ocaso, y aduciendo de que se mantenían del dinero de la venta, socarrón les decía:

-Se están comiendo la casa, ¿no?.

-Si señor, nos la estamos comiendo. –le contestaban muy risueñas.

Al fin Lola se murió primero, se durmió y en la mañana ya no despertó para comer de su casa, pero Margarita siguió habitando el único cuarto que para el efecto habían dejado en pié. Y en ese mismo y único cuarto que sostenía la fachada, dos años después se veló su cuerpo cuando para alivio del comprador, la buena mujer se murió.

Y el mismo casi se muere de estupor cuando al pretender tomar posesión de la casa no encontró rastros de las demás habitaciones y dependencias. Un solar plantado de flores y hortalizas en lugar de recámaras y caballerizas; nada de cocinas ni alacenas, zahuán ni horno panadero, no había sala ni troje. Para el servicio sanitario solo había un pequeño chiquero desde donde lo saludaron dos marranos en engorda que estaban al propósito para pagar el cajón y el entierro, unas pocas gallinas que huyeron en manos de las vecinas, y el resto del pobre mobiliario se dejó para que el notario lo vendiera y lo mandara decir de misas.

Genaro, desde donde estaba tuvo que enfrentar una demanda por venta fraudulenta, debido a que el saqueo de la finca por manos de las dos ancianas, Lola y Margarita, no se pudo comprobar ya que no hubo ni siquiera un solo vecino que así lo quisiera atestiguar.

YA MERO ESTA EL LIBRO. Ya llevamos impresa gran parte del libro, poco a poco se va avanzando. Pronto lo daremos a conocer.

SALUDOS al Profr. Federico Berumen, a quien le agradezco mucho por leer esta columna domingo a domingo, y quien me hizo unas observaciones sobre algo de lo que he publicado. Es bueno compartir la información que se tiene. Yo soy de los que creen que la historia es una investigación siempre en marcha, y el que no investiga, se queda y se queda.

21 DE MARZO

FALTO LA ESCUELA. Quienes han adquirido la revista “MI TIERRA” me dicen que faltó ahí la historia de la Escuela Tipo y fotos a color de los edificios iluminados. Bueno, sí faltaron, pero es que todos los que realizan revistas decidieron publicar semblanzas de la Tipo y en su portada exponer la nueva cara del Jerez nocturno, por lo que pensé que sería mejor ofrecer otro tipo de cosas para no aburrir al lector con lo mismo. Además que para el fin de este año, el comité organizador de los festejos de la Tipo ofrecerá una revista con toda la memoria de la escuela, en la que –supongo- habrá aparte de la historia, un buen caudal de fotos que recolecten de los archivos y de los exalumnos.

Y a pesar de que pedí muy encarecidamente no usaran mi material, en una mal forjada “Guía” que se reparte gratis, encontré repetidos por enésima vez mis apuntes, pero ahora el editor con esa falta de vergüenza que le ha caracterizado siempre, ni siquiera menciona de donde lo sacó.

Y con dedicatoria especial para todos los que nos visitan, en esta semana les ofrezco una narración de la tierra de mis antepasados, que es parte del libro “Retazos de mi Mantel” de Malva. (Próximamente, junto con el de “Conozco Jerez” estará para que lo coleccione, así como todos los que hemos publicado):

EL CUCHO

No a todas las personas les sienta o les cae bien que las llamen por un mote o sobrenombre, y peor aún cuando hace alusión a un defecto físico.

Tal era el caso de este hombre que por haber nacido con el labio leporino, la malvada plebe le adjudicó el de “Cucho”.

Al decir de la madre, nació así porque una vaca le pateó el vientre al ir a ordeñarla estando ella en estado.

Por lo que haya sido, el caso es que la chiquillería en cuanto tenía oportunidad le gritaba: ¡cucho!, ¡cucho!, y el “cucho”, a pedradas primero, y a balazos después, los hacía correr despavoridos.

Se hizo de fama el mal genio que se cargaba gracias al motecito, tanto que ya se cuidaban muy bien de decírselo.

Pero como nunca faltan muchachos maldosos de esos que nada más andan buscándole la condición al prójimo, resultó Franco Félix ser uno de ellos, y en plática de palomilla les dijo:

-“Apuesto lo que quieran a que le digo “cucho” a Don Faustino cuantas veces quiera, y sin que se de cuenta”.

Divertidos con la propuesta apostaron un real por cabeza, lo que hicieron ocho reales.

-“Bueno muchachos, así queda, y nos vemos aquí el sábado en la mañanita”.

Y el sábado 26 de Febrero, ansiosos y nerviosos siguieron a Franco que, con una guitarra en la mano y paso decidido se dirigía al domicilio de la víctima en el rancho de El Marecito, llegando al cual el desgraciado mozalbete rasgueó la guitarra y comenzó a cantar:

“Buenos días Don Faustino Morales,

ya escucho su buen placer,

escucho a la madrugada,

y escucho al amanecer….”

(Y otros versos ramplones por el mismo estilo)

Complacido con la serenata salió el festejado y para asombro de todos, los invitó al sabroso almuerzo que su esposa ya le tenía preparado en espera de los compadres que vendrían a celebrar con Don Faustino su día de días.

Sudando frío y con temor de que el festejado se diera cuenta del engaño, en cuanto dieron fin a un desayuno que casi no disfrutaron por el mal sabor de boca que el miedo les proporcionaba, se salieron, ante el regocijo de Franco que los acucaba:

-“Con que pagando, palomitas, pagando”.

Y cobró sus ocho reales.

Pero como no faltaban también almas envidiosas, no faltó quien pusiera a Don Faustino al tanto del engaño y la estratagema usada, así como el nombre del autor. Pasada la ira del primer momento, meditó el malgeniado señor en el modo de vengarse y, una vez que lo pensó bien, citó a todos los implicados y a otros muchos testigos para delante de ellos reclamarle su felonía al audaz sujeto.

Creídos estaban de ver llegar la hora final de aquel muchacho fanfarrón a manos de Don Faustino, quien al verlo le espetó lo siguiente:

-“Con que muy ingenioso el muchachito, ¿no?, y ¿Cuánto dice que ganó con su burla?

-“Pues ocho reales”.- Contestó el acusado con trémula voz.

-“Ocho reales ganados a mis costillas, ¿no?, pues ahora verá lo que yo le daré”.

Y aflojándose la plateada hebilla, se sacó de un furioso tirón el cinturón de vaqueta, como quien va a dar una “cueriza” de aquellas, pero en vez de ello sacó ocho monedas de oro del forro del mismo cinto y le dijo al pálido, pero sereno muchacho:

-“Aquí tienes, te las mereces por el ingenio y el atrevimiento”.

Y volviéndose ante todos prosiguió:

-“¡Pero juro por mi madre y por la madre de cada uno de los aquí presentes que a quien lo repita le daré igual cantidad, pero de plomazos en el hígado, desgraciados!”

Creo que desde entonces y hasta ahora nadie se ha atrevido a decirle “cucho” al Cucho.

SABADO DE GLORIA. Efectivamente, la cerveza corre a raudales dígase lo que se diga. La lana es canija. Una cosa es decir y la otra hacer. Ahora, veremos si los enanitos toreros de Irene Ibarra y su negra compañía se presentarán en la Plaza de Toros, sin pagar nada al Patronato.

CRONISTA. Me dicen que yo no puedo ser cronista porque no se decir discursos ni ando en todos los eventos sociales presumiendo mi uniforme o traje. Yo sigo en la creencia que el cronista debe ser alguien que conozca la historia local, que siempre esté al día con la investigación de los acontecimientos del pasado, que de a conocer todo lo que sabe, que lleve la crónica diaria y no un lamebotas cualquiera…