miércoles, 29 de diciembre de 2010

DON FRANCISCO MATA DELGADO “EL PERICO”

 Con un afectuoso saludo para Elena Acuña

Por bastantes años, en la Feria de Jerez fue muy grata y esperada la presencia de alguien que supo ser más jerezano que muchos aquí nacidos.
Nacido casi con el siglo XX, don Francisco Mata Delgado vio la luz primera allá por Tepetongo, y a los pocos años, su familia se traslada a Jerez. Aquí, nuestro biografiado comienza a trabajar ante la creciente necesidad de su familia. Colocándose como policía, gritón, rotulista, etc., y dando sus primeros pasos en las artes gráficas al ingresar como aprendiz en el taller de los Becerra, convirtiéndose años después en inseparable amigo de don Daniel Alvarado, quien fuera maestro de las actuales generaciones de tipógrafos jerezanos.
En los primeros años de la década de los veinte, funda un periodiquito semanal al que le llama “El Perico”, y de ahí el pueblo le endilgaría el apodo con que sería conocido toda su vida. Como dato curioso, en esos años se le ocurre a don Pancho hacer un reglamento de tránsito para Jerez, pero entonces solo había un auto, por lo que el reglamento –muy bien redactado y que sirvió como modelo para años subsecuentes- se aplicó a burros y carretones que circulaban por las empedradas y no tanto calles de la pequeña ciudad.
Años despúes, don Pancho se trasladaría a la ciudad de México a emprender su negocio de artes gráficas, que hasta la fecha se encuentra en pleno corazón de la capital: la reconocida “Imprenta Ilusión”, en las céntricas calles de Allende, y la que por muchas décadas ha sido la más calificada para imprimir los volantes, carteles, trípticos, boletaje y todo lo necesario para las ferias de todo el país, presentaciones artísticas, así como de los torneos de gallos.
Nunca se olvidó de sus raíces, siempre estuvo colaborando de diversas formas para lograr que Jerez fuera reconocido a diferentes niveles, editando e imprimiendo por cuenta propia miles de folletos y revistas que luego se distribuían de manera gratuita para promover la Feria de Primavera y la arquitectura jerezana y de Zacatecas incluso.
Mientras vida tuvo nunca faltó a la Feria de Primavera, y siempre fue elemento activo para tales festividades.
Personaje popular, que se pudo jactar de haber sido dibujado en caricatura por Eduardo del Rio “Rius”, culto y emprendedor, fue muy conocido en el ambiente de los gallos. Pues la fiesta de los palenques era su pasión. En los principales torneos de la República fungió como juez de arena y asiento. En su juventud, comentan quienes lo conocieron, “daba partido” como amarrador con los ojos vendados.
Por 1950, algunos entusiastas paisanos, junto con don Pancho Mata instauran el “Día del Zacatecano” a celebrarse el segundo día del mes de junio en el bosque de Chapultepec. Durante toda su vida, “el perico” da auge a esta festividad, siendo parte importante de su organización, y año con año llevaba grupos representativos, folklóricos y culturales, así como invitaba a las autoridades jerezanas en turno.
Todos los años, en navidad, venía cargado de costales de juguetes que eran repartidos entre los niños pobres de Jerez y de Tepetongo, lo cual ya era tradicional, y siempre era esperada la presencia de ese tipo bonachón y regordete, que sin ser Santa Claus, daba un poco de alegría a los que menos tenían.
Don Pancho Mata, cuando acudía a las fiestas de primavera, venía a divertirse, a disfrutar al máximo de los eventos que se organizaban, y de los que él era parte esencial. Y así, en los bailes, corridas de toros, torneos de gallos, convites, tapancos, etc., su presencia era símbolo de un Jerez en feria.
A todos los jerezanos que acudían a su empresa en el Distrito Federal, nunca les negó la ayuda, y aunque no lo hubiera, siempre les proporcionaba trabajo.
Su luz se extinguió el 8 de octubre de 1976, heredando a su hijo y a sus nietos una amplia trayectoria como empresario y benefactor. Sus restos descansan en Tepetongo, municipio al que nunca olvidó a pesar de que no le hubiera podido dar lo necesario para el sustento suyo y de su familia, que tuvieron que buscar en Jerez y más tarde en la capital del país.

jueves, 23 de diciembre de 2010

EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS


Antes, muchísimo antes de que el hombre descubriera la escritura y las computadoras, dejó constancia de su paso por este mundo en piedras. A veces con signos sencillos, en ocasiones con dibujos cincelados. Y es en piedras donde podemos encontrar muchos rasgos de nuestra historia. En Jerez es bastante fácil encontrar testimonios de nuestros antepasados, en el panteón de Dolores por ejemplo, en la Parroquia, en el Santuario, en muchas fincas antiguas, etc., pero hay que saber reconocer y apreciar los mensajes que dejaron estampados ahí nuestros antepasados.
Lápidas en el lado sur de la Parroquia. Detalle de foto de 1877.
La Parroquia es la más antigua construcción arquitectónica religiosa y en ella encontramos muchos elementos que a veces nos confunden al tratar de interpretarlos. Desgraciadamente en sus reconstrucciones y remodelaciones se han perdido ante la ignorancia y el valemadrismo de las autoridades eclesiásticas, civiles o responsables.
Hay qué recordar que antiguamente los templos servían como cementerios, y la Parroquia no era la excepción, pues su interior estaba pletórico de lápidas y criptas en las que se recordaba a los fallecidos, lo mismo en el atrio, y gran parte de la calle de la Aurora, donde en viejas fotos aún se pueden ver las lápidas. Esas piedras luego formaron parte de las banquetas de la calle de la Parroquia y cuando esa calle fue adocretada, los que realizaban los trabajos, al levantar las lozas vieron con sorpresa que eran lápidas con sus inscripciones hacia abajo. Mucho me hubiera gustado haber podido estudiar y copiar los textos de esas piedras, pero dicen que fueron llevadas a la Plaza de toros y después no se supo donde quedaron.
Placa que rescató don Gabriel Acuña y que está al frente del templo
En una de esas remodelaciones, entre los escombros iba una piedra grabada que a nadie le importaba. Fue don Gabriel Acuña quien la rescató y empotró en el frente de la Parroquia, donde aún se puede ver, y reza: “La vía sacra está erigida en esta Parroquia y su cementerio con todas las solemnidades y circumstancias necesarias para lograr todas las indulgencias plenarias y parciales de los lugares santos de Jerusalén. Y se colocó el día 15 de fevrero de 1793. Por el R.P.F. Rafael de Oliva, misionero del Colegio de N.S. de Guadalupe de Zacatecas”. Con esto entendemos que el Franciscano Rafael de Oliva estuvo desde tiempo antes, y ha de haber colaborado grandemente para que las antiguas columnas que representaban el Vía Cruxis fueran erigidas. Don Juan de Santiago aseguraba que este fraile fue quien compuso los versos que luego retomara don Eugenio del Hoyo en su “Jerez el de López Velarde”: Esas gentes de Jerez, / miel y veneno a la vez: / todos son nobles sin título, / todos ricos sin “haber”, / “todititos son parientes / y no hay dos que se puedan ver”.
Santo Domingo de Guzmán con paloma.
El frontis de la Parroquia muestra interesantes imágenes bastante difíciles de explicar, pero ahora solo escribiré sobre las que ornan el remate frontal. Al centro, en un nicho formado por un altar decorado con motivos florales se aprecia una escultura de Santo Domingo de Guzmán, quien en la mano izquierda porta un libro y una casita. Se dice que anteriormente lo acompañaba un perrito con  una antorcha, pero ya no está, ignorándose cuando se desmoronó, quedando solo la base rota. Me explican que el libro es una biblia que representa la fuente de predicación y espiritualidad, la casita representa la Catedral Madre. Sobre la frente de la imagen del santo, tiene grabada una estrella y según la leyenda se dice que surgió cuando fue bautizado.
Santa Bárbara
Al lado sur, hay un altorelieve que representa a Santa Bárbara la que tiene en la mano derecha la Santa Custodia como recuerdo de que fue confortada con la eucaristía y en la izquierda la palma del martirio. En sus sienes lleva una especie de corona-torre, como alegoría de la torre en que fue encerrada. Pero, ¿por qué Santa Bárbara en lo más alto del frente de la Parroquia? ¡Ah! Porque ella es la protectora que defiende del rayo, el fuego, la muerte repentina sin confesión y la provocada por explosiones, y los jerezanos de antes confiaban sus bienes y sus vidas a la santa, mientras le rezaban piadosamente: “Santa Bárbara doncella, que del cielo eres estrella, líbranos del rayo y también de la centella”.  Pero, según las crónicas, la santa debería tener mucho trabajo y descuidaba a los jerezanos, por lo que en junio de 1871 mejor pusieron el primer pararrayos en el cercano y derruído templo de Guadalupe.
Santa Catalina de Alejandría
Del lado norte, en el mismo tercer cuerpo de la fachada principal, escoltada por dos columnas con elementos geométricos y florales, encontramos el altorelieve que representa a Santa Catalina de Alejandría. Su mano derecha descansa sobre una rueda de molino que fue utilizada para torturarla, en la izquierda sostiene una espada con la que fue cortada la cabeza de su verdugo, y en su pecho reposa una paloma, símbolo de su pureza. Es la patrona de los barberos, carreteros, cordeleros, traperos, estudiantes, hilanderas, molineros, notarios, nodrizas, oradores, filósofos, fontaneros, alfareros, predicadores, afiladores, sastres, teólogos, torneros y de pilón, de las solteras. Ya se comprende el porqué la pusieron en tan elevado lugar.
Clave del arco de entrada de la fachada norte.
Todas las claves que cierran los diferentes arcos de la Parroquia merecen un estudio formal, si nos fijamos en la fachada lateral norte, encontramos dos figuras antropomorfas sin vestimenta y con un tocado en la cabeza, y poco más abajo, en la clave del arco de la entrada, se encuentra otra figura desnuda que semeja tener una gran cabellera y levantando la mano derecha. Parada sobre lo que parece una letra “H” misma que descansa sobre motivos florales que sostiene un querubín. ¿Cuál es el significado de esas imágenes? Lo más probable sería que se refiriera al “hijo del hombre”, pero también podríamos pensar que hay simbolismo de los naturales oculto, pues las figuras son de manufactura plenamente indígena.
San Luis Rey en el Santuario de la Soledad
Y ya que andamos por el lado norte de la Parroquia, nos vamos hasta el Santuario, donde encontramos en su fachada lateral que en su parte superior tiene un altorelieve circular coronado por motivos marinos, y la imagen de San Luis Rey con una cruz en su mano izquierda como defensor de la religión católica. Al ver la imagen surge la pregunta, ¿Por qué San Luis Rey? ¿Por qué se llamó a la principal calle de Jerez calle de “San Luis”? ¿Cuál sería la historia al respecto o quien impulsó el culto hacia el rey Luis IX de Francia?. Hay muchas cosas que los que nos creemos historiadores desconocemos todavía…
NAVIDAD. Bueno, pues muchas gracias por los buenos deseos, bendiciones y todo lo que me hicieron llegar a mi familia y a mí. Estos días son siempre de reflexión, de análisis, de acercamiento espiritual y afectivo.  

viernes, 3 de diciembre de 2010

LA ERUPCION DEL VESUBIO EN EL HINOJOSA

El Teatro Hinojosa en 1880.
Los primeros días de agosto de 1887 conmocionaron a Jerez, pues se esperaba un evento nunca visto en la provincia: nada menos que la erupción del Vesubio en el interior del entonces majestuoso y casi recién estrenado Teatro Hinojosa. Tal evento era anunciado por la compañía dramática que dirigían los primeros actores Miguel Inclán y Rosendo Navarro, y precisaban que el beneficio sería para la actriz Aurora Castañeda de Isunza y los actores Rosendo Navarro y Manuel Isunza.
De acuerdo con el programa el espectáculo comenzaría con una sinfonía interpretada por la Banda del Municipio, para luego dar paso a la representación “del sublime drama de gran aparato y maquinaria original de D. Víctor Balaguer”, llamada “El Vesubio de Nápoles”. Anunciaban que, en un momento de la obra, se desplomaría el edificio que figura la quinta del Conde de San Luis, dejándose ver una preciosa decoración que representaba el volcán en erupción y la ciudad de Nápoles en panorama. Para lograr este artilugio usarían muchas luces de bengala.
En el primer entreacto se presentaría “la chistosísima pieza” de don José Yakson Veyan titulada “Guerra a las Mujeres”. En el segundo se obsequiarían tres objetos útiles para una casa entre el público de galería. Y para finalizar la noche se presentaría una preciosa “Guaracha cubana”.
Los organizadores argumentaban que los precios de entrada eran caros debido a los crecidos gastos que ocasionaba montar todo ese espectáculo, muy novedoso y nunca visto en la región. Plateas con seis entradas 3 pesos con 75 centavos. Luneta 75 centavos. Palcos 31 centavos y la democrática galería solo 18 centavos y el derecho a participar en la rifa.
Teresa de San Luis era interpretada por la Sra. Castañeda, Blanca Florencini por la Sra. Patiño, María por la Sra. Flores, el conde Gustavo de San Luis por el Sr. Inclán, el marqués Jacobo Giordani por el Sr. Navarro, Víctor Rosal por el Sr Arteaga y Lorenzo por el Sr. Estevas.
Desde muy temprana hora de ese caluroso jueves 4 de agosto, los criados de las principales familias jerezanas comenzaron a llevar lujosas sillas y pequeñas alfombras para que sus amos disfrutaran plácidamente de esa espectacular velada muy anunciada con vistosos programas impresos en el taller de A. Orozco, y con desfiles y convites precedidos por la banda municipal. El recinto teatral se veía esplendoroso, muy iluminado, pues arriba del candil central, estaba un gran espejo que reflejaba ampliamente las luces de este. Hay que aclarar que el candil que actualmente tiene el Hinojosa, no es el mismo que tenía originalmente, como erróneamente afirman algunas personas.
A las 8 de la noche comenzaron a llegar las linajudas señoras Gertrudis Zesati de Escobedo, Cuca Amozurrutia de Inguanzo, Librada Llamas de Reveles, María Llamas de Escobedo, Concepción Suárez del Real de Páez, Refugio P. de Román, Bibiana C. de Sánchez, Clara M. de los Ríos, Luisa Sánchez de Llamas, Celsa M. de Robles, Concepción Llamas de Llamas, Refugio de la Torre de Llamas y Francisa M. de Llamas.
No se diga de las señoritas, que lucían sus mejores ropajes y perfumes: Lupita Inguanzo, Chole de los Ríos, Pepita Inguanzo, Luz Colmenero, Conchita Rubalcava, Aurelia Robles, Conchita Mier, Lucina Llamas, Clara Fernández, Herlinda Hinojosa, Angelita Llamas, Anita Escobedo, Regina de la Torre, Carmelita Brilanti, Mariana Félix, Carmen Roux, Dolores Caraza, Rosario Villalobos, Jesusita Cabrera, Luisa Ruiz y Toñita del Hoyo.
El canónigo Varela fuera del Teatro
Claro está que las damas y sus hijas, iban acompañadas por los señores, que vestían sus mejores trajes, sombreros y bastones, y ahí estaba don José María Hinojosa muy contento en el teatro que ya llevaba su nombre, el adusto Antonio Román Castellanos, don Francisco Llamas Carrillo, el Sr. Eufemio de los Ríos, el Dr. Jesús Villalobos Escobedo, el Licenciado Guadalupe López Velarde, don Alberto Sánchez, don Néstor Berumen, don Miguel Inguanzo, don Sóstenes Colmenero, los licenciados Francisco Tenorio y Carlos Vásquez Borrego, el Dr. José S. Peña, don Mariano Tello Fernández y don Celedonio Navarro.
Toda la flor y nata de la sociedad jerezana se encontró en esa noche en que por más de cuatro horas se disfrutó de lo que ofrecía la compañía teatral. Los dependientes del comercio, cuyos vestuarios en nada desmerecían a los de sus patrones también acudieron al Teatro, pero ocupando lugares de palcos y otros de galería. Ahí estaba Alberto Bonilla, Aurelio Ramos, Aureliano Muro, Andrés Colmenero, Aniceto Flores, Cipriano Rizada, Cayetano Pérez, Domingo González, Eleno Acuña, Eduardo Salas, Elías y Miguel Berumen, Epigmenio García, Espiridión Menchaca, Enrique Miranda, Fernando Vargas, Guillermo Vargas, J. Inés Berumen, José Acevedo, Juan Aguilar, José Sánchez, Jacinto Miranda y Joaquín Félix.
También asistieron Jesús Fernández, Jesús Ma. Orozco, Jesús Ma. Landeros, Julián Flores, Juan Quiroz, Julián Fernández, José Avila, Jesús Ma. García, Juan Escobedo, José Ma. Pinedo, José Ma. del Río, José Valdez Escobedo, Lino C. Castillo, Luis Escobedo, Luis García, Luis Franco, Lorenzo Berumen, Luis Madera, Mariano de Haro, Macario Barragán, Manuel Lira, Manuel Bonilla, Mariano Sánchez, Pánfilo Varela, Petronilo Colmenero, Pedro Raigoza, Pedro Estrada, Pedro Alvarez, Pascual Sánchez, Pascual Carrillo, Paulino Lares, Pascual Hinojosa, Rafael Amozurrutia, Rosa González, Severiano García y Vicente Cuevas.
La erupción del Vesubio dejó honda huella en la sociedad jerezana de aquel entonces, la obra se ofreció como se anunciaba, la compañía teatral volvió muchas veces más hasta la muerte de Rosendo Navarro. La afición de los jerezanos era mucha, pues era una de las únicas puertas donde podían vislumbrar lo que ocurría en el mundo.  Entre los niños jerezanos, se hizo muy popular a jugar a la erupción del Vesubio, haciendo volcanes con lodo y piedritas, mismos que hacían explotar con bengalas y palomitas.
Por desgracia, el teatro jerezano acabó con la revolución, cuando el recinto fue quemado por supuestos villistas y apagado por los jerezanos, no se usó por mucho tiempo para representar obras. En otra ocasión escribiré de ello.
Cartel de El Vesubio de Nápoles en el Teatro Hinojosa.

viernes, 26 de noviembre de 2010

EL GRAN SAQUEO DE LA REVOLUCION

Siento desilusionar a mis lectores, pues no escribiré nada de la exgobernadora ni de la expresidenta, me referiré al saqueo que hicieron los villistas y demás revolucionarios por allá a principios del siglo XX en nuestras tierras.
Jerez sufrió como muchas ciudades pequeñas del país, las tropelías de las gentes armadas que llegaban a ella en diferentes épocas de la revolución. Desde que el sábado (de gloria por cierto) 19 de abril de 1913 las tropas de Pánfilo Natera tomaron la pequeña, bella y laboriosa ciudad de Jerez, los saqueos eran cosa de todos los días. Los principales jefes militares ocupaban las mejores casonas, echando de ellas a sus propietarios, o simplemente matándolos. Muchas familias alcanzaron a huir en la oscuridad de la noche, para establecerse en Zacatecas, Torreón,  Guadalajara o México en busca de protección, pues sus apellidos eran como una señal para asesinarlos. Aunque aparentemente había autoridades, para nada servían, pues cualquier jefecillo imponía su ley y hacía lo que su conciencia le dictaba para su disfrute y enriquecimiento personal.
En ese fatídico año (el de 1913) desfilaron por la presidencia el comerciante Juan Zesati (del 14 de abril al 10 de mayo). Cuando los gobiernistas o huertistas al mando del General José Delgado recuperan la plaza, imponen como presidente a José María Díaz Hinojosa, quien administró del 10 al 24 de mayo, luego seguiría por otro mes Miguel Hinojosa Silva, suplido por el Capitán Isaac Velasco. Pero el 28 de agosto los villistas con lujo de fuerza rodean la ciudad y se adueñan de sus garitas. Justo Avila entra por la salida a San Juan, Félix Bañuelos por el sur, se dice que cada uno de ellos con más de doscientos hombres. Cuando derrotan a los huertistas advierten que en la torre sur del santuario aún hay afortinados y subiendo por la escalera sorprenden al coronel Genaro Sotakímbar, al que lanzan al vacío, quedando su cuerpo atravesado por las lanzas del cancel del atrio. Nadie se atrevió a retirar su cuerpo que por tres días estuvo ahí, hasta que los mismos villistas lo recogieron en medio de burlas y risotadas.
Los villistas asesinaron a jerezanos pacíficos
Casi a fines de septiembre, el Coronel Timoteo Andrade, al mando de una fuerza de 700 hombres desalojó a los villistas, pero la alternancia era de un mes sí y un mes no, así que para el 30 de octubre los villistas toman nuevamente Jerez. Ya reinaba una completa anarquía. Los diferentes militares se estorbaban en el mando civil. Santos Bañuelos, Justo e Isidoro Avila y otros se posesionan de casas y haciendas, con todo lo que en su interior encontraban.
En 1914, se suponía que mandaba Miguel M. González (de marzo al 23 de abril), le siguió el polémico Rafael Félix de Arellano, quien firma los papeles administrativos del 26 de abril al 16 de junio. Y del 17 de junio al 18 de noviembre quedó el Mayor Leocadio Carrillo, terminando el año Jesús Carrillo García.
Leocadio Carrillo siguió al frente de la presidencia hasta el 17 de junio de 1915. Después hubo un completo desconcierto, pues no había autoridades establecidas. Ya el pleito era entre villistas y carrancistas. Ese año de 1915 ocurrieron muchas atrocidades protagonizadas principalmente por el cabecilla Daniel Vanegas quien fue ajusticiado el 21 de julio y sus restos enterrados afuera del panteón de Dolores, donde su padre puso una lápida que por muchos años quedó como testimonio de que no podían quedar enterrados en camposanto las víctimas y su victimario.
EL 25 de julio salieron muy de madrugada los villistas, llevándose en carros de mulas y cuatro carros de motor, mucho de lo que habían robado desde 1913. Dos días después entraba a la ciudad al frente de un regimiento de caballería el general Agustín Albarrán y Figueroa. Comienza a reorganizar la moribunda región, que ya no contaba con fuentes de empleo, ganadería ni agricultura. Impone como autoridad a José L. Trujillo quien solo resiste las broncas hasta el 8 de septiembre. Mariano Arrieta Ponce queda al frente de la administración otro mes, y así en noviembre le toca a Miguel M. González y termina el año Domingo Berumen.
Billetes de circulación forzosa, que un día sí valían y al siguiente quien sabe y al otro no.
En 1916 se reúnen jefes villistas en el Sauz de los García, Dionisio García, Justo Avila, Bonifacio Vázquez y otros. Su intención es atacar por enésima vez a Jerez, cosa que logran hacer el viernes de dolores, 14 de abril. Se apoderan de la ciudad pero solo con la finalidad de sacar todo lo que habían dejado escondido, de llevarse sus tesoros. Por 22 días hay saqueo generalizado.
Por las noches  se veían salir muchas recuas de animales cargadas con voluminosos bultos. Los cuatro carros de motor continuamente echaban viajes llevándose todo lo que podían. Muebles finos, catres de las casas de los ricos, colchones, grandes espejos, bultos de ropa nueva, cobijas, cajones con fina loza de China, carretones llenos de frijol y maíz. En la mañana del 6 de mayo, muchas casas ardían, ya que lo que no se pudieron llevar lo quemaron. Por la calle del Espejo había piras enormes de libros, muebles y otros enseres. Las columnas de humo hacían pensar a los que de lejos veían Jerez que se estaba incendiando por completo. Como a eso de mediodía, los villistas abandonaron Jerez, de manera precipitada, balaceando a los que tuvieron la mala fortuna de atravesarse en su huída. Dicen que se fueron con rumbo de Susticacán y Monte Escobedo. Las tropas carrancistas o constitucionalistas les pisaban los talones. Un mes después regresaría el General Albarrán a Jerez, pero solo para encontrar la muerte un año después contagiado de tifo.
Don Ygnacio Berumen firma esta constancia del encargado del panteón, donde dice enterró muchos cuerpos.
Del 1º. de junio al 4 de diciembre, don Ignacio Berumen Escobedo firma como presidente municipal. Este don Nacho era originario de El Marecito y vivía en la calle de El Espejo No. 21, casado con Altagracia Félix. Del 5 de diciembre de 1916 al 22 de enero de 1917 presidió la asamblea jerezana Samuel Borrego, quien cedió el mando a Francisco Miranda Salazar, quien con muchas suplencias estuvo por todo 1917.
Las fuerzas carrancistas persiguieron a los villistas y mataron a Guillermo Moya y al General Santos Bañuelos. Por desgracia, a consecuencia de tantas barbaridades comenzó una hambruna en abril de 1916 que llevaría a la tumba a más de cinco mil jerezanos
Pero, los villistas huyeron con todo el botín –se dice- para el sur de la entidad, ocultándose en Monte Escobedo, Susticacán, Tepetongo, y de ahí por la sierra. ¿Dónde habrían quedado todos esos tan lujosos muebles que en carretones y carretas se transportaron por 22 días? ¿Dónde las bolsas de joyas y dinero que se llevaron de las casonas jerezanas? ¿Dónde los finos tibores y grandes espejos que habían servido para reflejar la iluminación en noches oscuras?. En ese entonces la gente estaba más preocupada por sobrevivir que por saber esto. Hay quien dice que en las cercanías de Cueva Grande hay otra cueva no tan grande, con sus entradas convenientemente tapadas y desconocidas para nosotros en que se resguardaron muchos de esos tesoros que vilmente se llevaron los últimos villistas.
SE ACABAN!!! Todavía hay libros de “Leyendas y Relatos de Jerez” Tomo I en la Nevería “El Paraíso”, en “Novedades Gersy”, en Discos y Cassetes “Araceli”, con don Miguel en los portales del mercado, en Publicaciones “Sofía” (junto al puente) y en Reforma 51 (en la plazuela frente al Porky). Y ya en pocos días “Conozco Jerez”… el cacaraqueado libro encantado…

LA CASA DONDE ENTERRARON A LOS REVOLUCIONARIOS

Hace mucho que no les comparto relatos de esos que en los últimos años del siglo pasado coleccionaba y que ahora forman parte de mi extenso acervo de narraciones:
“De esto que le voy a platicar, hace ya como cuarenta años que pasó, ya las  casas y las calles de Jerez están mucho muy cambiadas. Para entonces, vivía con mis hermanos en una casa muy cerca del jardín grande, del lado poniente pues. Esa casa debió haber sido endenantes de gente rica, pues aparte de las habitaciones para la gente, tenía caballerizas, una troje grande, corrales con puerta falsa, pero con el paso de los años como que se abandonó, porque se vendió en partes. El patio estaba pavimentado con lozas negras rectangulares, grandotas y muy bien cortadas, y al fondo había una pila cuadrada de cantera, junto al pozo.
“Por la parte terminal de uno de los corrales pasaba la acequia que llegaba hasta el jardín grande y era un deleite verla cuando corría el agua. La cocina tenía un “poyo” con sus hornillas hechas de ladrillo, parecía bastante antiguo. Un corredor que comunicaba la sala con el zaguán estaba techado y un arco grandote de cantera le daba un aire colonial y de riqueza a esa casa.
“Cuando acababa de llover por las noches pasaba algo que siempre me pareció muy extraño, pues en la mera mitad del patio, se veía una llamarada así como blanca azulosa, pero no una llamaradita chiquita, no, era una llamaradota grandota que duraba casi como un minuto. Todos nos decían que era porque ahí habían enterrado mucha gente en tiempos de la revolución. Que los dueños de esa casa fueron gentes de por allá de la sierra y que cuando tomaron Jerez los revolucionarios de Natera, por la calle del Hospicio como los revolucionarios venían a “matacaballo” po’s entre ellos mismos se estorbaban, si se caían, los mismos caballos los pisoteaban. La calle que le digo no es como orita la conoce, era como de la mitad de ancha, y po’s ¿cuántos caballos podrían caber? Nos contaba un viejito que vivía cerca del mesón de los de Jomulquillo, que la federación les disparaba desde las azoteas de la presidencia, que entonces era “Jetatura Política”, y de las fincas vecinas. Y que era un matadero de revolucionarios que se estorbaban por llegar hasta el jardín. Que viendo como estaba de cuerpos la calle, un jefe revolucionario ordenó a varios de sus hombres que los metieran al corral de la casa que le digo, y crioque se les han de haber olvidado o ahí los enterraron.
“Pienso que así fue, porque en la troje de esa casa espantaban, se oían rumores como si rezaran, se veían luces como las del patio, así que un día nos decidimos y escarbamos. No necesitamos escarbar mucho cuando encontramos huesos de cristiano. Si viera la de miedo que nos dio. Mejor tapamos todo y llevamos a un padrecito a que rociara el lugar con harta agua bendita.
“De noche era un martirio ir al corral a hacer uno sus necesidades, entonces no había baños ni drenajes ni nada de eso. Sentía uno la sensación de que no estaba solo, que había alguien más por ahí, pero en las penumbras no se veía nada. Aunque juera acompañado y con un buen aparato de petróleo, estaba uno al pendiente de cualquier ruidito o sombra sospechosa. Los árboles cuando se movían con el viento parecían lanzar quejidos de ultratumba que nos ponían el cuero chinito chinito.
“Ya no vivíamos a gusto, y decidimos mudarnos, pero antes luego de mucho pensarle, decidimos levantar las lozas negras en el lugar donde se veía la llamarada en las noches de lluvia. Nos decían que donde hay llamaradas así de color blanco hay dinero enterrado. Las lozas estaban muy bien pegaditas y batallamos para levantarlas sin maltratarlas. Debajo de esas piedras, no había piso de tierra como sería lo normal. No, había otro piso de cantera, de una cantera muy dura y blancuzca. Pos escarbándole a los lados quitamos una cantera grandota y cuadrada. Bueno, no la quitamos, se nos jue pa’bajo. Nos asustamos mucho cuando se cayó y se oyó el ¡plaf!, y el hoyo se llenó de polvo y de olores a humedad y pudrición. Nos retiramos de volada y nos tapamos la cara por instinto. Alguien nos dijo que lanzáramos un carbón encendido por si había gases y yo fui quien aventó una tea, pero nada pasó.
“La antorcha no se apagó y nos permitió ver que no era un pozo como pensábamos, era un hoyo como de tres metros. Po’s metimos una escalera y ahí vamos. Yo fui el primero que entró, mis hermanos como que eran más zacatones y no se animaban. Oiga, era como un cuarto, como un sótano, estaba húmedo pero no estaba lleno de lodo ni inundado. El techo era abovedado y de cantera con mucha rajuela. Las paredes de ladrillo, de un ladrillo chiquito y el piso como de piedra irregular de arena muy finita. Ese sótano tenía forma más bien rectangular, tirando al oriente y ahí se veía una puertecilla más chica, como de metro y medio de alto y cuando mucho unos setenta centímetros de ancho. Uno de mis hermanos bajó con una lámpara de carburo y así, ya con luz, fuimos hasta la puerta esa; pasándola había unos escalones que bajamos, como unos diez o doce, después un corredor largo, todo de piedra irregular. Nos animamos y pasamos por ahí. A mis cálculos ese corredor pasaba por debajo de la calle, por eso estaba mucho más profundo, y era más macizo. Esa parte sí estaba algo lodosa. Al final del pasadizo subimos otros escalones, eran menos y entramos a un salón mucho más grande.
“Este salón tenía columnas de cantera con arcos y unas como tumbas de cantera junto a las paredes, como bancos para sentarse o algo así. Del lado oriente se veía un arco chiquito, como una puerta, y también para el sur se alcanzaba a ver un arco parecido. Echando tanteadas de lo que habíamos caminado, hice la cuenta de que estábamos debajo de la casa donde había sido un colegio. Ya no quisimos caminar mas porque nos dio miedo todo ese lugar, subterráneo y tan grande, aparte que la lámpara de carburo no nos ayudaba mucho. De una cosa estoy seguro, de que de algún modo recibía ventilación, porque no estaba enrarecido el aire.
“En un rincón, del lado norte, había sillas y muebles viejos y creo que hasta floreros de esos finos que les llaman “timbores”. En ese rincón vi un envoltorio que me pareció sospechoso. Un bulto de cuero como de gamuza amarrado con ixtles. Uno de mis hermanos me dijo que no lo agarrara “a lo mejor es un muertito”. Pero lo palpé y no, se notaba más pesado, y me lo traje.
“Salimos y ahí en el patio de la casa abrí el paquete, el envoltorio era de cuero color verde, y luego envueltos en telas, que ya estaban medio podridas, encontramos papeles y dos libros con escrituras y sellos de los de endenantes. En un envoltorito saqué muchos billetes que no estaban tan deteriorados. ¡Ya somos ricos! Grité enfrente de mis hermanos, pero uno de ellos vio los billetes y dijo que eran como de juguete. Po’s fijándonos bien, traían al Tata Pachito de un lado y decían que eran del Banco de Zacatecas.
“Esos billetes me los compró una gente que compraba cosas viejas. Creo me dio cien pesos por todos. Me vio la cara de menso, porque aluego supe que en México los compraban como antigüedades de uno por uno. Los papeles por ahí andan todavía. A ver si se los traigo pa’ que los vea, los guardé porque están curiosos. Y los libros los tiramos a la basura, pos ni se les entendía nada.
“Antes de tapar el hoyo, nos volvimos a meter, ya con más lámparas, de eso le contaré la próxima vez que venga y me tenga paciencia pa’ oírme”.

viernes, 29 de octubre de 2010

RECUERDOS DEL JEREZ DE ANTAÑO



Algunos lectores me han mencionado que les gustaría muchísimo conocer en su totalidad las memorias de don Margarito Acuña, de las que he ido sacando algunos apuntes en estas últimas semanas, pues nos hablan del Jerez de la última mitad del siglo XIX y primera del siglo XX (1850-1930). Esas memorias son un testimonio escrito de una persona que fue testigo de los acontecimientos que narra, y en ellas encontramos mucha riqueza de narración.
Ahora les ofrezco algo más de esas memorias:
RECUERDOS DEL JEREZ QUE YO VIVI
“Aunque por los años que cargo sobre mis espaldas soy ya un viejo que está por pasar a la eternidad, por mi entusiasmo para estas cosas me considero joven; pero no se me oculta que lo que llevo escrito está en desorden y mi parte quiero evitarlo en cuanto pueda y para ello empezaré por el centro de la población (Jerez), describiendo lo que para mí sea de recordar y que sea a la vez de positivo interés para quienes lean estos apuntes. Seré breve y conciso en lo que diga pues así lo creo necesario.
Por la calle del Santuario que divide la ciudad antigua (al poniente), diré que en la acera del poniente del Jardín está la portada y frente de lo que fue la antigua Jefatura Política y anexa a la misma la Penitenciaría en el siglo pasado y primera decena del actual. Es notable por su estilo colonial; de sólida construcción aunque de mal gusto arquitectónico.
Siguen en la misma acera (hoy casas comerciales) la que fue casa de don José María Carasa, donde vivió y murió. Este señor era español que vino a México en un batallón de la Península, el año de 1814 y le tocó militar en esta región contra los insurgentes. Cuando terminó la guerra, él se vino a radicar a la entonces villa de Xerez, donde se licenció del batallón a que pertenecía. Seguro era persona muy honorable y bien vista en la región por razón de que gobernó la hoy ciudad con el título de Alcalde, en el año de 1833. Todavía en 1895 lo ví y aunque estaba ya muy anciano, se conservaba muy erecto pues el bastón lo usaba más bien como por costumbre pero no que le fuera indispensable. Se conservaba muy tieso, guapo y pulcro en su vestir, como si fuera un joven todavía.
En la rinconada que forma el Portal de los Escobedo y la acera sur del jardín, a regular altura había una hornacina en el muro donde se encontraban dos estatuas de cantera que correspondían a los Santos Patronos de la Villa, San Ildelfonso de Toledo y Santo Domingo de Guzmán. Decía mi padre que éstas fueron quitadas a raíz de la Guerra de Reforma, por los liberales jerezanos, quienes lazaron las imágenes y a cabeza de silla las arrastraron haciéndolas pedazos (unos Llamas y Escobedos). También en ese tiempo perdió su cabeza uno de los Santos fundadores que de piedra estaban sobre unas columnas en las dos esquinas del atrio parroquial. Así duró muchos años, mutilada, hasta que el señor Cura Macías la restauró, como lo ve hasta la fecha.
Como algunos años estuve fuera de Jerez, cuando volví a la ciudad a principios de este siglo, ya no existía el señor don José Ma. Caraza. Parecía un Patriarca con su larga barba blanca que le llegaba hasta el pecho; su extirpe a la fecha parece ya haberse extinguido.
El “Salón Verde” o “Casa del Campesino” ocupa el lugar donde antes existía el Monte de Piedad (Montepío), que se incendió sin saberse el motivo y en cuya catástrofe se perdió mucho dinero en las prendas allí depositadas.
En lo que fue la Calle Nueva (Aquiles Serdán) estuvo el primer templo protestante que era a cargo de un señor de apellido Fernández y a quien en Jerez le decían el “Berrendo” por “Reverendo” (ignorancia o mala fé, no sé decirlo) como le llamaban los suyos. Poco duró este templo que se abrió al culto después de la Guerra de Reforma, pues los muchachos les hacíamos muchas travesuras cuando estaban los fieles en su culto.
Frente al Santuario está el hermoso edificio de la Escuela “De la Torre”, cuya fachada es de cantera y está conceptuado como una verdadera obra de arte. Fue construida por el arquitecto don Dámaso Muñetón. El interior es reducido y antihigiénico por lo que se le considera inapropiado para el uso a que se destina.
El Santuario con sus dos torres gemelas y sus hermosos pórticos simétricamente ubicados, son notables por su construcción artística y de una belleza incomparable si se miran detenidamente. Transversalmente siguen las calles de “Las Flores” y “La Aurora”. En esta última y en la cuadra sur se encuentra el edificio que fue la casa de D. Antonio Sánchez Castellanos, levantada en la antepenúltima década del siglo pasado y que llama la atención por su belleza arquitectónica. El mueble para esta casa fue traído de París por los señores dueños; pero toda ella fue destruída por los revolucionarios que en 1914 encerraban caballada en las piezas, destruyendo el costoso mueble y espejos de tamaño entero, de procedencia francesa, costosos por su valor.
El señor Sánchez Castellanos y su esposa doña Guadalupe, su hermana, fueron benefactores de la ciudad pues a sus expensas construyeron el edificio llamada “Hospital Sánchez Castellanos” ubicado en la Plazuela llamada del Diezmo, llamada así porque allí estuvieron por más de doscientos años las bodegas donde se almacenaba el maíz colectado por concepto de diezmos en la Parroquia de Jerez. Anexo al Hospital estaba el Templo que se dedicó a la Virgen de Guadalupe y del que sus últimos Capellanes (también del Hospital) los señores Pbros. D. Aureliano Escalante y don Mariano Ballesteros, éste último era español. La Capilla estaba acondicionada de tal manera, que los enfermos desde el corredor del patio interior podían oír la santa misa. La revolución carrancista en el primer cuarto del siglo actual profanó el templo y convirtió en Cuartel al Hospital. Los señores Castellanos para la mejor atención del Hospital trajeron religiosas Mínimas de la Ciudad de León, Gto., que le tuvieron a su cargo hasta que el salvajismo carranclán las expulsó y obligó a huir de la ciudad cuyos habitantes tanto las respetaron y amaron…”.
MAS HISTORIAS DE CRISTEROS, REVOLUCIONARIOS Y DE TESOROS. Varios correos he recibido en donde me solicitan que retome temas de este tipo y ofrezca más narraciones. Sí tengo mucho material, y poco a poco lo daré a conocer. Mientras tanto les invito a que lean mis libros que están a la venta en Nevería “El Paraíso”, “Regalos Gersy”, Discos y Cassetes “Ara”, con don Miguel Estrada en los portales del mercado (donde venden los periódicos), en Publicaciones “Sofía” (allá junto al puente del río grande) y en la plazuela (frente al Porky). Y el libro encantado, nomás no puedo terminarlo… pero antes de que termine este año ya estará listo. Lo prometo.

EL PRIMER PANTEÓN


Hace tiempo comentaba acerca del descubrimiento que hizo Leonardo de la Torre Berumen, en los archivos de no sé donde, que ayuda mucho a esclarecer parte de la historia jerezana. Yo siempre he dicho que “la investigación histórica, es una investigación siempre en marcha”. Y me entusiasma mucho el encontrar el eslabón que une a diversos acontecimientos. Me llena de agradecimiento cuando me prestan documentos o fotografías antiguas y me permiten copiarlas. Así, Leonardo encontró documentos con los que la historia del Panteón de Dolores se modifica, pues según esos papeles el primer panteón (luego de los atrios de la Parroquia y del Templo de San Miguel), estuvo situado donde antes se había erigido un templo dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe. Ese templo levantado por la familia De la Torre estaba entre las calles de la Parroquia y del Espejo (la parte trasera del templo es donde están los Baños Lourdes).
Además de ser templo y panteón, también fue cuartel de los franceses, como nos lo explica don Margarito Acuña en sus memorias: “Por la calle de la Parroquia, por muchos años estuvieron las ruinas de un templo que se dedicó por los españoles, los señores de la Torre, a la Virgen de Guadalupe. En la ocupación francesa sirvió de cuartel y de ahí jamás volvió al servicio a que se destinó. Sus bóvedas se cayeron y sirvió de troje y corral. A fines del siglo pasado (se refiere al XIX) haciendo unas excavaciones en su interior, se sacaron muchos restos humanos y pedazos de gamuza, por lo que se creyó que eran de los chinacos que capturaban los franceses y después de fusilarlos, ahí los sepultaban sin que nadie se diera cuenta. También se decía que esos restos estaban ahí porque cuando prohibieron sepultar en los atrios de la parroquia y santuario, se usó el terreno de la capilla como primer panteón”.
Don Margarito también nos da luz acerca de los restos que hace poco tiempo fueron encontrados en la calle de la Aurora, cerca de la sacristía del Santuario, nos cuenta que: “Los pórticos del Santuario, almenas de las esquinas y el balaustrado que los circunda, se terminaron en el año de 1876 pero no me acuerdo cuando se inaugurarían. Lo que sí me acuerdo es, que al arreglar el piso para poner árboles quitaron muchas lápidas sepulcrales y sacaron muchos restos humanos por ser parte ahí del antiguo Camposanto de la Iglesia del Hospital de San Miguel, del barrio de los indios. Estos restos se volvieron a enterrar en zanjas al lado sur junto a un callejón que se abrió para dar paso de la calle de la Aurora a la calle larga”. Con eso confirmo la versión que ofrecí en su tiempo de esos restos, y desmiento por completo las vaguedades que diera el entonces aspirante a cronista.
Entonces, el panteón de Dolores se creó en 1842 más o menos, y no fue Juan Juárez –alias Melcochilla- el que tuviera el nada agradable honor de ser el primero sepultado ahí, sino en el otro panteón, en el primero, del que ignoro cómo se llamó. Y ya que andamos por los panteones, les vuelvo a relatar una historia que gustó mucho:
LAS MONEDAS DE LA MUERTE
“Don Ramoncito, era un arpista ciego que acostumbraba tocar su pesado instrumento en la cantina 30-30, en la esquina del callejón de la Parroquia y calle Dolores. El inventaba corridos, cantaba canciones de época y tocaba valses muy sentidos.
Los domingos a medio día cargaba con su instrumento y se sentaba en los escalones del atrio de la Parroquia, donde interpretaba muchas piezas, esperando la caridad de la gente que salía de misa de once. En una de esas ocasiones, un tipo al que le gustaba el juego y la mala vida, se acercó y le sustrajo las monedas que Ramoncito había recolectado en su sombrero que estaba sobre el piso. Ramoncito, aunque ciego, advirtió que lo estaban robando, y tentaleando tomó su sombrero y notó que no tenía ninguna moneda de las que había oído que caían. “¡No seas tan desgraciado, deja mi limosna, esas monedas representan para mí la vida, y para ti son la muerte! ¡No me robes, no me quites lo que no me das! ¡No seas méndigo ni tan hijo de tu…!”.
Pero el ladrón se fue riéndose de la indefensión del ciego músico. Y así, en muchas ocasiones le robó al arpista sus monedas. Sucedió que el ratero acudió un día a un sepelio, y mientras enterraban al difunto, él se entretuvo con varios tipos de su calaña jugando cartas arriba de una lápida, tan entretenidos estaban que se les hizo noche. Y por el frío y la oscuridad se fueron retirando uno a uno. Hasta que solo quedó el tipo que le robaba las monedas al arpista.
Se dispuso a guardar el dinero que había ganado jugando, cuando una de las monedas se cayó y brincó quedando en un resquicio de un mausoleo. Una moneda es una moneda, por lo que metió la mano al agujero donde oyó que cayó. De pronto su brazo quedó aprisionado fuertemente. Sus ayes de dolor, sus gritos de auxilio nadie los escuchó.
Al otro día, los encargados del panteón, lo encontraron muerto, su cuerpo rígido, con una mueca de terror, y al liberar su brazo notaron que tenía el puño fuertemente cerrado aprisionando una moneda. Nadie se imaginó la noche de terror que habría pasado antes de morir.
Efectivamente, como dijera el ciego: Las monedas serían su muerte. Los vecinos del lugar contaban que en las noches más frías y oscuras, se escucha como si rodara una moneda, y luego se ve una sombra siguiendo la moneda por entre las lápidas del lado norte del panteón de Dolores.

PIONEROS DE LAS COMUNICACIONES EN JEREZ

 La villa de Xerez de la Frontera desde su fundación había transcurrido su vida en una soporífera y muy plácida calma. Las noticias que de fuera llegaban, tardaban mucho tiempo en ser conocidas, dependiendo además de la estación, ya que se transmitían por vía de los carreteros que traían mercancías a la región. En tiempos de lluvia, se tardaban más, porque no podían atravesar las crecidas corrientes de los entonces caudalosos ríos. Ellos de manera oral informaban a la gente de lo que acontecía en otros lares, con lo que la comunicación se recibía tardía y las más de las veces, bastante distorsionada.
Los carreteros jugaron un papel fundamental en el desarrollo de los pueblos, pues fueron ellos con sus conductas o atajos de mulas los que llevaban alimentos, muebles, madera, vestido, etc. Prueba de su importancia, se puede ver en el tercer cuerpo del imafronte de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, donde, compartiendo espacio con Santa Bárbara y Santo Domingo de Guzmán se encuentra una imagen estilizada grabada en la cantera, de Santa Catalina de Alejandría, patrona de los carreteros. Santa Catalina fue atada a una rueda para martirizarla, sin que sufriera daño alguno, por tal milagro fue adoptada como patrona. Los carreteros, fueron de gran importancia, pues sin ellos, muchos pueblos podrían desaparecer ante el desabasto de los enseres básicos.
Cuando terminaron las revueltas de la guerra de independencia, la Villa de Xerez sufrió transformaciones radicales, pues hubo gran movimiento de personas, que buscaban el cobijo de un lugar seguro. El comercio se transformó, aprovechando los vecinos de Susticacán la plaza (actual Jardín Rafael Páez) para vender su alfarería y zapatos. Hubo más libertad de pensamiento y de acción, a partir de que en 1824 se instalara la primera imprenta en Zacatecas y en la región comenzaran a conocerse con más prontitud disposiciones emanadas de las autoridades estatales.
Años después, en las diligencias que venían de Zacatecas, traían ejemplares de los periódicos que profusamente se editaban en la capital de la entidad durante el siglo XIX, y que eran buscados y leídos por los jerezanos que sabían leer.
En la casona de la familia Brilanti, era común encontrar ejemplares de El Filograma, una revista dedicada a la literatura, ciencias y artes, en la que escribían don Luis de la Rosa Oteiza, don Vicente Hoyos, el poeta jerezano Fernando Sansalvador, Fernando Calderón Jr., Severo Cosío, Luis G. Ledesma, las poetisas María Guadalupe Calderón y Antonia Vallejo.
Los periódicos de esa época estaban muy limitados en cuanto a su capacidad de comunicación, pues el trabajo tipográfico era muy pesado, ya que letra por letra se tenía que levantar a mano de los cajetines, para luego hacer la forma de la plana. Las ilustraciones se tenían que hacer en grabados o clichés y no había en Zacatecas taller donde se hicieran, salvo el de don Nazario Espinoza.
Por desgracia, no hay información suficiente sobre los periódicos que en Jerez se imprimieran o editaran, solo sabemos que en 1895 se publicaba “El Turista”, un pequeño periódico informativo, y ese mismo año salió el semanario “La Unión Jerezana”, periódico independiente, de variedades, anuncios y edictos, mismo que administraban don Aniceto Fuentes y Darío Dena. Sus oficinas las tenían por la primera calle del Refugio, y en su semanario daban cabida a poesías, leyendas, notas cortas, y edictos. Se imprimió en la imprenta de los Becerra (bajos del Teatro Hinojosa), luego en la imprenta de Inguanzo (en la Plaza Principal) después en el Hospicio de Niños de Guadalupe, desapareciendo ante el problema de llevarlo a imprimir, esperar que lo formaran e imprimieran, y traerlo a Jerez.
LA GATA MOCHA Y EL LICENCIADO NALGAS
El jueves muy temprano, don Aniceto Fuentes salía en la diligencia de los Sánchez Castellanos, para llegar a Zacatecas por la tarde. En la plaza de Villarreal (hoy Jardín Independencia) agarraba el tranvía de mulitas para Guadalupe que lo dejaba cerca del Hospicio de Niños. Dormía en Guadalupe y el viernes por la mañana entregaba los originales de su periódico. Lo formaban y lo imprimían el mismo viernes, y el sábado en la mañana le daban sus ejemplares. Don Aniceto corría para agarrar de nuevo el tranvía de mulitas a Zacatecas, y de ahí, la diligencia que salía a las cuatro de la tarde a Jerez, llegando por la noche. Era mucho gasto y el periódico por sus cortas dimensiones no lo retribuía.
A propósito de Aniceto Fuentes, don Margarito Acuña en sus memorias nos cuenta que: A fines del pasado siglo y aún a principios del actual, eran ampliamente conocidos los señores Aniceto Fuentes, alias “Gata Mocha” y don Nicolás Fernández, el Lic. “Nalgas”, que tenían a su cargo los pleitos judiciales en los que siempre estaban metidos. “La Gata Mocha” tenía su “oficina” instalada por la calle Hidalgo y cerca ya del entroncamiento con la de la Fortuna, y el “Lic. Nalgas” en la del Santuario. Con el primero de los mencionados hizo su aprendizaje el que después fue recto y honrado tinterillo, don J. Encarnación González. “La Gata” salió huyendo de la revolución maderista y fue a morir a México, donde se refugió; pero el “Lic. Nalgas” falleció en Jerez, viejo y pobre. Luis Noyola Vázquez en su libro “Fuentes de Fuensanta”, dice que esta “Gata Mocha” fue quien le hizo la vida de cuadritos a don Guadalupe López Velarde.
En muchos archivos familiares hay recortes de “El Correo de Zacatecas” cuya aparición fue desde principios del siglo XX hasta poco tiempo antes de la revolución. Aunque el periódico era de Zacatecas, en Jerez tenía muchos lectores, pues se consideraba que era un periódico muy bien redactado y que ofrecía reportajes y noticias muy actuales.
En 1909 apareció de forma efímera “El Bastión” de variedades e información y en pequeño formato. En 1923 salió “La Voz”, periódico independiente y apoyado por los comerciantes locales. Por esos años apareció también “El Heraldo Católico” que editaba don Rafael Félix de Arellano. Don Rafael vivía por la calle de la Parroquia (muy cerca de donde está actualmente Radio Jerez). Como era un escritor muy combativo, a veces aparecían en su periódico escritos que no convenían al Jefe de Operaciones Militares que era el General Anacleto López Morales. Un amigo le advirtió al periodista: “Mira Rafail, ya no le eches al General, porque ha jurado que te va a mandar matar”. A lo que don Rafael contestó: “Pos, si no lo dudo, son tan cabrones”. A los pocos días, cuando estaba escribiendo en su vieja máquina de escribir Oliver, fue balaceado por la espalda por Pedro Garnica, uno de los testaferros del General López. El asesinato nunca fue castigado.
Por otra parte, en 1871 cuando la gente deja de confiar en Santa Bárbara (patrona jurada contra los rayos y centellas), pues aunque le rezaban y rezaban, los rayos y centellas caían en cualquier lado, se instala un pararrayos en las ruinas del Templo de Guadalupe. Y al comentar sobre la modernidad de esos aparatos, surge la inquietud de lograr la comunicación telegráfica en la región.
El 22 de junio de ese año, el Jefe Político José María del Hoyo solicita al gobierno estatal la colocación de postería y alambres para lograr la comunicación telegráfica. La solicitud es aceptada y para el 16 de septiembre se inaugura una línea telegráfica a Zacatecas utilizando 61,236 varas de alambre.
Varios años después, el 22 de octubre de 1878 se inaugura la comunicación telefónica entre Jerez y Zacatecas, siendo jefe político don José María Hinojosa y gobernador de la entidad, el general Trinidad García de la Cadena.
En algunas de las haciendas cercanas, se instalaron equipos de telefonía, con los que se conseguía comunicación rápida con la jefatura política. Por desgracia, los revolucionarios destruyeron este sistema de comunicación, mismo que volvió a instalarse hasta casi un siglo después.